Me explicó un amigo naturópata

Escrito por Marié

1 de mayo de 2023

Tuve un amigo dueño del mejor herbolario que he conocido, la pena es que cerró hace unos años. Sigo contando con sus consejos cuando los necesito, pero para comprar los productos que quiero usar, me tengo que conformar con herbolarios que quedan, en ellos tengo que saber lo que voy a comprar y para qué lo quiero, porque no me saben asesorar… como todo, cada vez menos vocación, solo negocio. Me explicó un amigo naturópata que todo y en todos los ámbitos estaba empeorando…

Con él podía hablar de cualquier cuestión, tenía conocimientos de todos los remedios y sus usos, igual que las abuelas antiguas. Y aprendí muchísimo con las infinitas charlas que teníamos cada vez que necesitaba algún remedio, hierba, raíces, mezclas… polvos, cápsulas, infusiones… bueno de todo lo que se puede comprar en un herbolario.

Hoy en su ubicación hay una frutería, pero si cierro los ojos todavía puedo ver mi herbolario, junto con todos los productos que en él habían. Qué pena que lo bueno siempre acaba y lo que queda no es a lo que estaba acostumbrada… Ahora no son consejos, son negocios y modas… y sobre todo ganas de venderte algo, aunque ese algo no sea lo que necesitas.

No se preocupan, ni se implican, te dicen que no saben si será efectivo… que pruebes, igual que cuando prueban medicinas hasta dar con la que te sirve… ¡Si no te mueres antes!

No hay nada como tener confianza y poder hablar libremente con las personas y este amigo te daba la confianza necesaria y nunca se cansaba de explicar todo lo que él consideraba que necesitabas…

Ente los dos siempre hemos encontrado remedios que han hecho que las secuelas de mis operaciones y malas praxis, puedan ser llevaderas. Cosa que la medicina tradicional, en mi caso, no ha conseguido. Así que no puedo por menos que darle las gracias.

Me gustaba mucho hablar con el porqué tenía respuestas para todo y casi todo lo que sé sobre hierbas, plantas medicinales, raíces, flores… lo aprendí en su pequeño herbolario. El resto me lo habían enseñado mis abuelas o mis padres y la infinidad de libros de medicina china, remedios tradiciones, hierbas, flores de Bach y demás cosas naturales, que comenzó regalándome mi hermana y continuaron el resto de amigos o familia.

En honor de todos ellos voy a recordar algunas cosas que marcaron mi infancia.

Recuerdo a mi abuela diciéndome remedios para calentar mis pies cuando tenía frío y entre ellos me aconsejaba poner pimentón en mis calcetines.

Siempre me decía: – ¿Tienes frío? Vamos a calentarnos los pies y ellos nos calentarán el cuerpo.

Mantener los pies calentitos era siempre su consejo para no resfriarme. Siempre era gratificante escucharlos.

Hace bastantes años y durante varios de ellos practique chi kung, y mi maestro solía decirme que la energía ancestral individual, esa que no se puede reponer, reside en nuestros riñones, y que si esa energía comenzaba a desvanecerse, con ella se desvanecería también nuestra salud.

No deberíamos dejar que la energía de nuestros riñones se deteriore.

Desde entonces hay un movimiento que quedó incrustado en mi memoria y lo uso siempre que tengo que hacer cola en cualquier sitio. ¡A pesar de que me miren! No es algo que me importe mucho…

También me doy pequeños golpecitos en la zona trasera de la espalda, entre la zona lumbar y la dorsal, donde están ubicados aproximadamente los riñones, estos movimientos hacen que ente en calor y suba mi energía.

Hace muchos años de mi entrenamiento en chi kung o Qi gong como él lo llamaba. Hace tantos años que no recuerdo su nombre, pero si a una compañera que vive en mi mismo barrio de Alcorcón y es oriunda del pueblo de mis raíces: Écija.

Estas dos cuestiones unidas me hacen recordar que ambos me decían que manteniendo los pies calientes también ayudamos a preservar esa energía vital. Porque mantener los pies calientes hace que los meridianos de los riñones, que comienzan en las plantas de los pies, ayuden a que el exceso de frío no cause una bajada en la energía (provocando desarmonía en los riñones y vejiga).

Me explicaban que hay una emoción que está ligada directamente a ese elemento y ella es el miedo, y yo soy muy emocional, así que es importante para mí este conocimiento. Me enseñaron tantas cosas relativas a esto que cuando tengo una emoción intensa suelo saber qué somatización va a generar en mi cuerpo, y como me voy a despertar el día siguiente…

Así que siempre intento que mis pies estén calentitos. De esta forma me aseguro de fortalecer mis riñones, mi vejiga y mi vitalidad, asegurándome una salud firme.

También me hablaban de que era necesario el calor, pero no tan excesivo que genere sudor en ellos. Mi padre siempre me decía que debía tener los pies calientes, pero jamás húmedos, porque entonces el objetivo no se cumpliría. Así que cuando en días muy fríos de invierno me veía ponerme dos pares de calcetines, me regañaba y me decía que me quitase unos.

Más tarde mi amigo me explicó con más detalle el efecto de la humedad en los pies. Me decía que su exceso genera también humedad en el bazo y páncreas y esto tenía consecuencias directas en la salud. Este ejemplo en particular genera pesadez de piernas, coágulos y calambres menstruales.

Solía decirme que este meridiano está ligado al elemento tierra, responsable de las defensas, del cuerpo físico, de nuestra armonía. Así que lo ideal es tener los pies calientes y secos para fortalecer este elemento.

En mi caso estas extremidades tienden a estar frías, aunque desde mi climaterio no es tan evidente y suelo molestarme menos la baja temperatura.

Había cosas que me explicaba que no entendía muy bien, pero igualmente probaba sus consejos, pues siempre han sido efectivos (no suelo fiarme de lo que no compruebo). Me decía que los pies son más fríos porque reciben el yin de la tierra, en contraposición de nuestras extremidades superiores y la parte superior del cuerpo que reciben el yang del sol o del cielo.

Hoy solo voy a explicar sobre esta cuestión, pues son muchísimas y quiero explicarlas en profundidad y de una en una.

Mi abuela me solía decir una manera de hacer que subiese la energía yin y bajase la energía yang (aunque ella no le daba nombre, como ahora, que necesitamos un nombre para cada cuestión).

Me decía que usase agua hirviendo junto con algunas hierbas, mi padre, además, usaba siempre bicarbonato sódico, y en otras ocasiones sal marina.

Ella me decía que soportase el calor sobre mis pies para ayudar a que subiese la energía que necesitaba, aumentando mi salud general.

Me explicaba que aumentando la salud podía ayudar a que mi cuerpo físico notase los mejores efectos, muchos alivios, liberación de pesos tanto emocionales, como mentales y físicos…, acercándome a un gran bienestar.

Voy a intentar explicar como lo hacia ella.

Ponía un recipiente en la cocina o en su defecto en la estufa de carbón del río, con agua, hasta que esta comenzaba a hervir, entonces colocaba hierbas en su interior, teniendo especial cuidado en no mezclar hierbas estimulantes con hierbas calmantes para no provocar choque de efectos.

Si queremos calma a la vez que se calientan pondremos Manzanilla, alguna hierba dulce, o lavanda.

Si lo que queremos en un aumento de la energía mediante estimulación pondremos a decocer Romero o menta.

Y si nuestro objetivo es de protección y de limpieza de energía, usaremos salvia, ruda, guinea o albahaca.

Repito, un requisito primordial es no mezclar la hierbas según su potencialidad.

En esa decocción en la que vamos a sumergir nuestros pies, podemos añadir otras hierbas afines, aceites, esencias o flores que sirvan a nuestra necesidad.

Mi padre solía poner también un puñadito de sal gruesa para potenciar los efectos y proteger. Y sobre todo para sentir la conexión con la tierra y descargar cualquier energía, incluso la eléctrica.

Siempre que me veía cabreada, me decía – ¡Anda! Date una ducha y deja que al agua caiga desde tu coronilla y elimine la electricidad dejándote la mente más fluida… y el cuerpo más ligero.

Mi amigo me aconsejaba usar también algún cristal, teniendo en cuenta siempre sus propiedades.

De eso se han encargado casi todas las personas que me conocen, porque dese niña me han regalado libros especializados en ello. El último me lo regalaron mis sobrinos Nerea y Alejandro, Muy agradecida y desde aquí les envió un gran abrazo.

Recuerdo que tendría alrededor de ocho años cuando mi padre me regalo mi primer rodado de jaspe sardo. Y no recuerdo la edad exacta de comenzar a coleccionar minerales… entonces eran más sencillos de encontrar, en los márgenes de los ríos siempre había de todo, y alrededor de las minas abandonadas, pero desde que se transformó en moda… como todo… es más difícil. Ellos siempre me enseñaron a pedir permiso antes de recoger algo de la tierra, por eso siempre suelen ayudarme en lo que solicito.

Mi abuela me aconsejaba echar el agua hirviendo lentamente sobre las hierbas, dejándolas infundirse, y cuando la temperatura fuese agradable, me decía que introdujese mis pies hasta que el agua fuese templándose.

Es una sensación indescriptible. Quien no lo haya probado no lo puede entender. La pena es que hoy no se invierte tiempo para nada, particularmente para estas cosas, sabiendo incluso que tienen beneficios insustituibles.

Actualmente, lo hago en un aparato de masajes para pies y aprovecho las dos cosas simultáneamente. Es espectacular.

En mi caso, suelo bendecir cada cosa que utilizo, hasta el agua, consagro las hierbas, pido su ayuda y agradezco lo que me aportan.

Para conseguir estar en un estado mayor de relajación o de excitación, según sea lo que quiero, suelo hacerme un té que potencie el efecto. Enciendo un incienso igualmente adecuado y unas velas.

Pongo música cálida, apasionada, relajante o lo que necesite en ese momento para que el efecto sea más efectivo y placentero.

Cuando era pequeña lo preparaba mi padre, él lo hacía habitualmente porque tenía siempre los pies cansados, o doloridos por el calzado y el trabajo, y entonces usábamos un barreñito, un cubo o una palangana.

Nunca dejaba que bebiese agua fría, ni refrescos u otra bebida fría después de hacer esto. Él me secaba muy bien y con mucho cuidado los pies, y me ponía unos calcetines calentitos. Era como un ritual, y lo recuerdo con mucho cariño.

Mi abuela además añadía un poquito de pimentón en los calcetines y me invitaba a irme a la cama.

 

¡Pruébalo y que tengas dulces sueños!

 

¡Namasté!

 

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