Yo conozco a tu abuelo

Escrito por Marié

30 de julio de 2021

Y ¿Cuándo has llegado?

 

Hace muchos muchos años, cuando viajábamos camino al pueblo, mi corazón y mi alma volaban a él antes incluso de haber llegado mi cuerpo. Lo que más recuerdo, como bienvenida al llegar, es la repetición constante: yo conozco a tu abuelo, Curro Plata.

Hoy me ha despertado un aire fresco que se cuela por la puerta de mi dormitorio, no es lo normal en pleno verano, pero me ha hecho recordar otros momentos vividos. He visto amanecer desde la ventana de mi cocina y he rememorado infinidad de amaneceres de camino al pueblo.

Mi padre siempre nos enseñó a disfrutar del viaje, a vivir esas horas, que invertíamos en llegar, a tope.

A cada una nos hablaba de cosas diferentes. A mí, una de las cosas que siempre iba repitiéndome, era  el nombre de todos los árboles que veíamos al pasar.

Me enseñó a conocerlos y a amarlos, a observar sus hojas, sus tonalidades y los más comunes usos que se suele hacer de ellos. Me hablaba de las diferentes durezas de su madera, de su olor y color característico. Contaba los posibles usos medicinales de sus hojas, sus cortezas, sus flores o sus raíces. Yo lo escuchaba siempre embelesada.

Ya cuando estábamos allí, también me enseñaba el nombre de infinidad de hierbas y arbustos en nuestros paseos por los caminos. Siempre deseaba pasear con él y aprender todas las cosas fantásticas y mágicas que tenía para mí.

Teniendo en cuenta que los viajes de mi infancia eran extremadamente largos, para llegar necesitábamos unas ocho o diez horas, es comprensible que pasásemos nuestro tiempo hablando, cantando, absorbiendo a tope la evocación de libertad que produce saber que vas camino del lugar de los momentos más felices.

Por entonces la carretera pasaba por el centro de los pueblos, así que conocíamos todos ellos, sabíamos su nombre, percibíamos el cambio de temperatura y el olor característico de cada uno.

Después, al pasar los años, he comprobado que era una manera sutil de enseñarnos a disfrutar igualmente del recorrido en cada vivencia hasta llegar a nuestros anhelos, pero siempre disfrutando de las experiencias hasta alcanzarlos.

Por eso, siempre, he disfrutado y vivido los viajes, he aprovechado el tiempo transcurrido empleándolo en divertirme, aprender y beber a grandes sorbos la sensación de que viajábamos al paraíso. Disfrutaba la impronta intensa que iba creciendo mientras más cerca nos encontrábamos de llegar.

Según íbamos estando más cerca, esas sensaciones de euforia y expectativa iban aumentando.

Una vez allí, recuerdo con inmenso cariño las impresiones de acogida, los saludos de todos. Las preguntas insistentes de los abuelos del pueblo eran entrañables.

Es como si formases parte de una gran familia, sentías que estabas segura en cualquier sitio, que cualquier persona iba a cuidar de ti.

Y la eterna pregunta de los más ancianos, esos que no recordaban quien eras, pero sabían que de algo te conocían:

– ¿Y tú de quién eres?

– Soy nieta de Esperanza, de la tiendecilla.

– ¡Ah si!, yo conozco a tu abuelo, Curro Plata.

Y aquí comenzaban los interminables y entrañables relatos de su juventud.

– Tu abuelo es un pedazo de pan, es Plata Plata. Nos conocemos de muchos años.

A mí se me deshacía el corazón. Adoraba a mi abuelo.

Otras de las preguntas también frecuentes que me producían simpatía eran:

– ¿Cuándo has llegado? ¿Cuándo te vas?.

Yo por entonces pensaba, ¿acabo de llegar y ya quieren saber cuando me voy, querrán que ya me vaya? Adorable.

Yo estaba deseando correr a ver a todas esas personas que me contaban historias de sus juventudes compartidas con mi abuelo y con mi abuela.

No recuerdo el orden, pero íbamos a ver a todos los que conocíamos.

Tengo recuerdos entrañables de Pepa y Carmela, mi abuela las adoraba y nosotras también, buenísimas con nosotras, buenísimas en general. Pasaba algunas mañanas escuchando sus historias y bordando fresquita en esa casa grande, contemplando, desde la puerta, el carro de madera que había en su inmenso patio, la chumbera y las gallinas que campaban a sus anchas por la tierra rojiza.

También recuerdo ir con mi abuelo a ver a sus amigos Encarna y Emilio. Y a su hija Valle, Vallilla como la solemos llamar, amiga íntima de mi madre desde la infancia. No me cansaré jamás de escuchar sus vivencias juntas.

Otros grandes amigos de mis abuelos fueron Pepillo, como le llamaban, y Victoria. De él recuerdo su gran estatura, su semblante serio, sus gafas. Era muy afectuoso con él y sonriente siempre con nosotras. Y su esposa, Victoria, una de las mujeres más buena que he conocido en mi vida. Recuerdo su rostro como si lo estuviese viendo ahora mismo. Fue una persona de las que dejan una marca imborrable en quien las conoce y de la que muchos deberíamos aprender.

Sus nietas, las mellizas como las llamábamos, con las que pasaba horas y horas. Allí al lado de la cocinilla, jugando, haciendo deberes en un pequeño pupitre. Tengo recuerdos entrañables con ellas. Algún día escribiré sobre todos ellos.

La tienda de Carmelina, la tienda de Teresita… los paseos por la carretera hasta el bar… las tardes en el teleclub… los disfraces, las carreras al medio día a pleno sol, tirándonos agua con lo que encontrábamos… corríamos por todo el pueblo, mientras este dormía la siesta.

Las tardes de julio con sus tormentas… ese aroma profundo e intenso… indescriptible.

Y, como no, una mención especial a Joaquín, que hace unos días partió a la eternidad.

Tengo recuerdos que serán eternos y me acompañarán mientras viva, recuerdos de tardes y de noches pasadas frente a su casa. Toda la chavalería del pueblo allí, escuchando los chistes, chascarrillos e historias que tenía diariamente para contarnos. Todos estábamos a gusto escuchándole. No es lo normal en la adolescencia, pero Joaquín hacía que nos sintiésemos a gusto y quisiésemos volver a diario. Todavía recuerdo muchos de esos chistes y sus bromas. Siempre me hizo reír y me quedo con eso.

Nos sentábamos a su alrededor, en la acera, en el suelo, encima de la tapia que había frente a su casa. Cuantas anécdotas.

¡El salto de la cabra!

Que risas.

Las cabras éramos nosotros.

¡Bendita edad!

Crecimos con sus hijos, hicimos una amistad profunda, en particular con Mari, mi gran amiga, otra de las mejores personas que he conocido. Tiene el corazón más grande del mundo. Un torbellino de alegría, de nervios, de pasión y de profundo amor. Nos divertimos a tope juntas. Teníamos una gran complicidad.

Él va a estar por siempre con vosotros, ya sabes, los grandes amores nunca desaparecen.

¡Todo dejó en mí, preciosos recuerdos, que quiero ir escribiendo para no olvidar nunca!

Así que cuando de pequeña me preguntaban:

– ¿De dónde eres?

Respondía, y aunque no nací allí, muy orgullosa:

– De un pueblo, el más bonito de España, pero mi casa está en una pedanía pequeña en la que todos son familia. Seguramente ni lo conozcas.

Algunos compañeros del cole, que eran de Madrid y por supuesto no tenían pueblo, me decían:

– ¿Un pueblo? Jajajajaja.

Yo me enfurruñaba y contestaba:

– ¿Sabéis algo? Con orgullo digo, soy de un pueblo, de una pequeña aldea en la que al salir a pasear todo el mundo te saluda. Todo el mundo se alegra de verte. Si pasas tres veces, tres veces hablan contigo… te sientes segura y protegida.

De un pueblo en el que te decían ¿Eres la niña de Esperanza? Yo conozco a tu abuelo. Soy de un pueblo que no tiene casi nada, pero que lo contiene todo.

De un pueblo donde todos se conocían, donde todos hablaban con todos y de todos, y cuando necesitabas algo de alguien, siempre estaban para ayudarte.

Cuando tenías que dar indicaciones sobre una dirección, las respuestas solían ser:

Allí por la era, detrás de la iglesia, donde los columpios, en el depósito del agua,  a la vuelta de la casa de…

Un pueblo en el que como en muchos pueblos, la gente sale a las puertas a tomar el fresco, donde hay una riqueza natural sin límites y donde cualquier excusa es sinónimo de celebración y fiesta.

 

¡Y muy orgullosa de ello!

 

¡En recuerdo de todas la vivencias en Villanueva del Rey – Écija – Sevilla!

 

¡Namasté!

10 Comentarios

    • Marié

      Muchas gracias.
      Me alegra que os guste.
      Saludos.

      Responder
  1. Rafael Montero Bermudo

    Adorable y enternecedor, como todo aquello que escribes haciendo referencia a las raíces.

    Responder
  2. Andrés García Barrios

    Un relato que remueve muchos recuerdos sobre las cosas, vivencias y las personas que han formado parte de nuestro entorno, y que con el inexorable paso del
    tiempo, han ido dejando paso a otras.

    Los nombres de los niños y los mayores, aquellos juegos tan básicos, pero que a su vez disparaban la creatividad, las tiendas de Carmelina y Teresita…. , tantos y tantos recuerdos… que tocan la fibra.

    Para mi las raíces son importantes, y aunque vivo en Écija, adquirí la casa de los abuelos en Villanueva del Rey, a la que están anclados la mayoría de recuerdos y vivencias de mi niñez y adolescencia. Te sonará la casa, muy cerca de la vuestra, frente al depósito del agua, la de Valle (la morena) y Currillo.

    Un saludo,

    Responder
    • Marié

      Hola, veo que, para todos los que disfrutamos de aquellos días, los recuerdos son similares.
      Me alegro habértelo hecho recordar, para mí es importante tenerlos presentes.
      Y si, recuerdo a tu abuela La Morena, también nos paraba y saludaba cuando nos veía por allí, era emocionante para nosotras, lo habitual donde vivimos no es eso, y te hacía sentir que formabas parte, como cuento, de una gran familia.
      De tu abuelo Currillo no me acuerdo, pero mi madre si y te envía saludos.
      De ti si tengo recuerdos difusos y de tu hermana, pero creo que tendríamos pandillas diferentes, porque tengo muy buena memoria y lo recordaría mejor.
      Me alegro de que puedas seguir disfrutando de Villanueva.
      Saludos.

      Responder
  3. José Antonio

    Precioso relato.
    Enhorabuena, que sigas así siempre.

    Responder
    • Marié

      Muchas gracias.
      Me alegro de que te guste. Y agradezco tu deseo. Eso deseo yo también, me apasiona escribir.
      Saludos.

      Responder
      • Loli fuentes

        Me ha encantado, mi padre era Miguel Fuentes plata, siempre me hablaba de su tío curro plata y de la familia que vivía en Villanueva, ahora yo vivo aquí y estoy encantada.

        Responder
        • Marié

          Hola. Me alegra que te haya gustado.

          He esperado a ir a casa de mi madre para preguntarle, antes de contestarte.

          Ella si recuerda a tu padre, yo tengo ligeros recuerdos, creo que lo vi en una ocasión en Villanueva con una moto ¿Puede ser?.

          Eres nieta de una hermana de mi abuelo Curro, según me está diciendo mi madre. Tu abuela era Frasquita, yo la recuerdo en casa de su hija, Frasquita también.

          Íbamos con mis abuelos a visitarlas siendo yo bastante pequeña, y recuerdo a tu abuela con el pelo recogido en un moño y sentada al lado de la puerta del balcón, me viene al recuerdo olor a jazmines.
          No creas que recuerdo mucho más, pero siendo más mayorcita, siempre que íbamos, y aunque ya mi abuelo no vivía, a mi abuela Esperanza le gustaba pasar a verlas.

          Me cuenta también que tu abuela era muy buena.

          La estoy motivando a hacer memoria, jejeje, y me dice que un tío tuyo, Fernando tuvo alquilada su tienda en Villanueva unos cuantos años, cuando mis abuelos se vinieron a Madrid.

          Me dice que tienes varios hermanos, pero ya no recuerda cuantos.

          Se acuerda de tus tíos Rosarito, Antonio, Pepe, Curro, Fernando, Frasquita y tu padre, no recuerda más, y dice que lo mismo se ha confundido en algún nombre.
          También recuerda a Valle tu madre, y me dice que es muy buena también. Que alegría de familia, tan buenos.

          No me extraña que tu padre hablase de mi abuelo, era también un trozo de pan, y sus sobrinos le adoraban; de hecho, muchos de ellos siempre que tienen ocasión, me cuentan infinidad de cosas de él, y todas buenas, al final nos emocionamos todos.

          Cuando se vinieron a Madrid a vivir con mis padres, todos los años venía algún sobrino a verle. Yo era muy pequeña, pero recuerdo el cariño con el que le trataban y el cachondeo que montaban recordando cosas. A mí me entusiasmaba.

          Un placer conocerte, porque no te conozco, igual nos hemos visto, pero no lo recuerdo.

          Me alegro mucho de que vivas en Villanueva, y no dudo de que estés encantada.

          Un saludo.

          Responder

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