Tranquila y mecida con tu movimiento

Escrito por Marié

1 de mayo de 2022

Todo, en todo momento me hace regresar a ti.

 

Estaba dormida, calentita, cómoda,
achuchada.
Sin frío, sin hambre, sin ruido, sin miedo,
tranquila y mecida con tu movimiento,
en una claridad velada por tus entrañas.

Algo me despertó, un cambio,
una presión, una llamada.
Un grito, un suspiro, un empujón.
Sentí frío cuando se vació
mi cómoda morada.

Vi una luz pequeña, un pequeño orificio,
creí que estaba soñando.
Sentí un movimiento profundo que cambió mi mundo,
y que un pulso oculto hacia esa luz me iba empujando.
Mi realidad se alborotó, mi cuerpo se estremeció,
quise estirarme y me fui preparando.

No podía ni quería salir, supe que la vida
en ese precioso hogar estaba por terminar,
y que algo nuevo rozaba mi porvenir.

La certidumbre de que un mundo nuevo iba a comenzar,
apremió y empujó a mi cuerpecito como un alud,
pero para ello debería atravesar
ese pequeño orificio de luz.

Intenté disponerme para esa nueva vida,
la luz era muy pequeña y yo pensé
que no podría atravesar esa barrera,
pero las paredes de mi hogar, yo presentía
que, me estrujaban y que me impelían
y siguiendo un impulso continué.

Mi hogar quería que me apresurase
y se estremecía ante mi incertidumbre,
todo me apremiaba y yo te sentía gritar y llorar.
Se acercaba la hora de partir,
yo advertía mucha confusión, necesitaba salir,
era algo que ya no podía demorar.

Parecía que la luz aumentaba,
todo mi mundo se estremecía,
yo seguía percibiendo una llamada,
todas las paredes de mi pequeño mundo me apretaban
como un último abrazo, madre mía.

Volví a luchar por partir, ya necesitaba viajar,
comencé a empujar, a moverme y sentir
mis fuerzas crecer, comencé mis movimientos
a avivar, vaivenes y ondas tuve que incluir,
sin poder mi pequeño cuerpo relajar.

No creía poder traspasar esa pequeñita luz,
y volví a advertir su lento dilatar,
para permitir que mi cuerpecito la pudiese atravesar,
invitándome a sentir el honor de descansar en tu regazo al salir.

Fueron unas cuantas horas, para mí segundos,
en las que poder despedirme y disfrutar
de este mi pequeño mundo,
mis piernecitas me empezaron a impulsar
y mi miedo se transformó en tu triunfo.

Salvé mi miedo y mi incertidumbre,
frente a los extraños sonidos y empujones,
y ante la emoción de tu mirada, nació tu hija,
una niña ensangrentada y deseada,
que colmó todas tus emociones.

Separaron mi corazón del tuyo y sentí un gran apetito,
también advertí que el aire me faltaba,
la mañana quedó rasgada con el llanto de mi grito,
y tú también llorabas sobre la almohada.

Un frío insensible me rodeaba,
y todavía,

siento el cordón que a ti me unía
y me cuidaba.

Salí de tus entrañas atemorizada,
cansada, rota de miedo, pero viva,
y en tu pecho me pusieron,

impresionada y magullada tú también estabas 
y las dos vivimos aprendiendo.

– Marié.

 

¡A mi madre, en quien siempre quiero mirarme!

¡Haces grande la palabra madre!

 

¡Namasté!

2 Comentarios

  1. Sissy

    Muy bonito Marié😍

    Responder
    • Marié

      Muchas gracias Sissy, ahora me metí a escribir poesía. 😄 Y me encanta. Otra cosa es que lo haga bien. 😋😘😘

      Responder

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