Si hubiese creído en mí

Escrito por Marié

6 de mayo de 2024

Otro gallo hubiese cantado, si hubiese creído en mí.

¿Cómo saber la mejor manera de enfrentar un acoso continuado e intenso?

Creo que no lo hice bien, no sabía.

No sabía defenderme.

No supe decir ¡Basta ya!

Lo único que alcancé a hacer fue hacerme pequeñita, una pequeña bolita de tres añitos… ¡Y a llorar!

Esa no era la solución, además hoy pienso que los acosadores no eran los malos, eran los ignorantes y yo también.

Fui una gran ignorante hasta los trece años…

Diez largos años.

Ahora lo entiendo así.

Perdoné, gracias al universo, pero nunca podré olvidar.

No voy a olvidar, no lo merezco, no lo merece ninguna persona o personita acosada o maltratada.

Muchas veces, cuando llega a mis oídos algún caso de maltrato, o acoso, o bullying, me hace preguntarme muchas cosas.

Entre ellas ¿quién es responsable de que sucedan estos actitudes inhumanas?

Creo que la responsabilidad recae en bastantes personas y en muchas circunstancias, pero independientemente de la causa, todo ello merece perdón, sobre todo para poder cerrar esa puerta.

Es lo más importante.

Algunas veces pienso que quizás parte de la responsabilidad la tengamos los acosados. Probablemente, tendríamos que hablar, decir cómo nos sentimos, deberíamos tener el coraje suficiente para defendernos. Pero en ocasiones no encontramos la manera.

Pienso que ellos no tenían la suficiente conciencia del daño infligido. Solo hacían algo que les divertía y no tenían la capacidad para ver lo que sentían los demás.

Reflexionando desde la distancia, creo que las personas con valores pobres tratan a los demás como suponen que los demás muestran que merecen ser tratados.

No sé si me comprendes, ni con quién te identificas. Puede que en algún momento hayas sido víctima y en otro hayas sido verdugo. Lo bueno sería aprender de cualquiera de las dos ubicaciones.

Quizás en el papel de verdugo no tengas una capacidad de comprensión suficiente. O quizás obedezcas a una conciencia que necesite ser desarrollada. Pero también se puede aprender de los que lloramos.

Sabéis muy bien lo que tenéis que hacer para hacer víctimas como medio de superioridad.

Ahora creo que tenéis un sentimiento de inferioridad escondido en esa necesidad de hacer mal, para poder sentiros en el otro extremo.

Muchas veces a lo largo de los años han pasado diferentes posibles explicaciones por mi mente. En la mayoría de ellas busco la manera de eliminar la necesidad de culpar a otros. Intento encontrar lo que sea que haya en mí misma que haya podido provocar que me traten de una o de otra forma.

Realmente puede ser posible que los demás no sean responsables de su trato hacia mí.

Quizás la cuestión no esté en ellos, quizás tampoco sabían mantener otro comportamiento que no fuese esa falta de empatía y egoísmo.

Muchas veces pienso que todo le que tuve que enfrentar, la falta de consideración hacia mí, el trato irrespetuoso y dañino, pude haberlo provocado o permitido yo.

Realmente soy rara, y nunca he escondido mis diferencias, ni mis mundos, ni me forma de pensar tan distinta de todo.

Era una niña y no me escondía para hablar de mis fantasmas, de las cosas que ocurrían a mi alrededor… De mi mundo invisible, una niña que no se escondía de casi nadie… total, para mí era lo normal, y esa fue una de las causas que provocaba burlas, risas, maltrato…

Afortunadamente, hoy puedo decir: gracias amigos, entonces era débil, pero me hicisteis dura.

Sí, ese es el mayor problema, no haber sabido comunicar o no haberme sabido hacer entender.

Y desde esta conclusión ¿A quién voy a pedir responsabilidad? ¿Quién o quiénes son culpables?

Sí, el problema puede estar en no haber sabido comunicar todo y no haberme sabido hacer entender. Y sobre todo en no tener conciencia de que mi realidad es solo mía, que cada realidad es diferente.

También, otra causa pueda ser que tenía la creencia de que mis experiencias con ese otro mundo desconocido para otros, sería interesante a ojos ajenos, sin embargo, resultó ser todo lo contrario.

Era muy pequeña cuando empezó, tres años para ser exacta. Y lo cierto es que todos tenemos la preciosa facultad de enseñar a nuestro entorno cercano como queremos ser tratados, pero era demasiado pequeña para saber hacerlo.

Así que la única opción que tenía a mano, entonces, fue aceptar de manera pasiva ese maltrato, haciéndome involuntariamente responsable de él.

Creo realmente que pudo ser así, todos somos aprendices y pensamos que son otros los causantes de nuestros problemas.

Yo crecí aprendiendo a creer, quizás de manera irrazonable, que todo el que me rodeaba intentaba herir mis sentimientos, era lo que conocía. Y reaccionaba enfadándome o llorando.

Ahora veo que estaba equivocada y probablemente era responsable de sus comportamientos.

Lo correcto y justo para mí hubiese sido negarme a ser maltratada, insultada y humillada.

Debería haber insistido para ser más respetada, reaccionando firmemente al ser ofendida, en lugar de aceptar la ofensa y llorar.

Supongo que quizás hubiese sido capaz de obtener ese respeto si no hubiese perdido mi tiempo en llorar y en lamentarme de mi suerte.

Mi conclusión es que no encontraba la manera o directamente no la buscaba. No entiendo si era conformismo, victimismo, autocompasión, pero ahora siento que no supe actuar correctamente.

Hoy me hago responsable de todo lo que me ha ocurrido a lo largo de mi vida, de todas y cada una de mis experiencias, tanto las agradables como las desagradables.

Y pido perdón a todos los que me han hecho daño, también me pido perdón a mí misma. Creo que hubiesen sido experiencias más felices si las hubiese comunicado en su momento en lugar de tener una actitud acusatoria, pero sin hacer nada al respecto.

Cuestión de amor propio, elegir sanar el propio dolor por delante del ajeno, aceptarlo no es justo para nadie.

Las personas también merecen saber cuando están haciendo daño, para dejar de hacerlo voluntariamente.

Quizás en muchas ocasiones podría haber evitado desacuerdos, malentendidos o cualquier otro contratiempo, mostrando mi dolor en el momento de sentirlo. No debería haber disimulado exteriorizando una conducta normal.

Creo que lo justo hubiese sido revelar a personas queridas, a conocidos, e incluso a desconocidos, que no estoy bien con respecto a su manera de hablarme o de tratarme.

Es totalmente justo no dejar que me afecte de manera que el problema se pueda transformar en una discusión vacía.

Sobre todo porque he pasado demasiado tiempo viviendo un extremo y ya no me siento con la suficiente diplomacia. Ahora entiendo que no tengo paciencia para aguantar ni tolerar ninguna falta de respeto, tanto a mi persona como a cualquier otra.

Los sucesos que me han rodeado en los últimos años me han hecho ver que no tengo que dejar nada por hacer, que todo lo que necesite decir debo decirlo.

¿Por qué? Pues porque no sé cuando me voy a ir.

Me respeto a mí misma y pido el mismo respeto de los demás. Es lo que yo también intento ofrecer, mi mejor versión, es importante a la hora de salir y compartir una tarde o una velada, y espero lo mismo de quien me acompañe.

Creo que a lo largo de los años he aprendido que me debo un poco más de autoestima y espero eso mismo de los demás. Es lo justo.

No quiero decir que no acepte los dolores ajenos, no me refiero a eso, por eso busco el origen de los comportamientos e intento entenderlos, para ellos también estoy, es un deber estar presente para todo.

Y bueno, estoy comprobando que cuando comencé a respetarme, cuando vi mi propia realidad, fue cuando comencé a recibir respeto.

No en todos los casos, es imposible.

En las ocasiones en las que siento que no lo recibo intento preguntarme algunas cosas para ver si logro comprender.

Suelo observarme y hacerme preguntas.

La más recurrente de un tiempo a esta parte es: ¿por qué he permitido que se me trate así?, en lugar de preguntarme: ¿Por qué se me ha tratado así de nuevo?

Siempre he sido yo, pero soy la eterna aprendiz a la hora de aumentar el amor propio, y veo que hay cosas de las que no se puede escapar y una de ellas es de una misma.

Allá donde me desplace, allá voy conmigo misma, si salgo estoy y están mis problemas. Igualmente,as si elijo quedarme en soledad, allí estoy, las causas son siempre presentes, allí están conmigo.

Si hubiese creído en mí antes, me hubiese dado cuenta de que allí a donde me dirigiese, allí estaría todo, problemas y soluciones. Siempre yo.

Así que de nuevo puedo decir que no te responsabilizo de lo que he sufrido, soy la responsable. Antes de pedir explicaciones debo enderezar lo que no esté bien en mí.

Espero que de esta forma, lo menos importante será donde me encuentre, el lugar.

Afortunadamente, no he tenido necesidad de engañar a mi conciencia con nada externo. Drogas o cosas similares.

Bueno una copa de vino siempre es bien recibida, pero no para estas causas. Y sobre todo nunca para evitar enfrentarme a mí misma.

Tampoco he huido de mí misma viajando a otras zonas, a sitios donde me pueda divertir. Porque cuando regresa la calma, también regresa todo lo demás. Todos los dolores se sanan mirándolos, sufriéndolos y dejándolos marchar.

 

¡Pienso que mis problemas son míos y creo que no podré resolverlos si vivo mirando a otro lado!

¡Hay cosas que no se pueden esquivar!

¡No se puede escapar de una misma!

 

¡Namasté!

 

 

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