Santos de la sierra sur de Jaén

Escrito por Marié

23 de septiembre de 2021

Resumen

A mediados del siglo XIX aparece por vez primera una persona conocida popularmente como «Santo». Se trata de Manuel Toranzo, vecino de Castillo de Locubín, apodado santo Pasiego, al que en 1856 busca la justicia de Alcalá la Real, acusado de haber dado muerte violenta a un paisano. Vamos a desentrañar algún misterio sobre los santos de la sierra sur de Jaén.

No se tiene constancia de que practicara arte alguno de curar, conociendo tan sólo la referencia de sus rasgos personales, como que tenía 20 años de edad, bajo de estatura, el pelo negro, ojos melados, nariz corta, poca barba, cara redonda y vestido al uso del país (Boletín Oficial de la Provincia de Jaén, 8 de septiembre de 1856, n.º 101).

Años más tarde, un joven agricultor llamado Luis Aceituno Valdivia y nacido en 1837, residente en el cortijo de la Zarzuela, situado en el corazón de la sierra de Valdepeñas, se revelará como sabio y santo.

Las noticias sobre su vida son muy vagas y provienen de un pliego suelto en el que un poeta anónimo recoge algunas escenas relacionadas con la adquisición de la gracia y con su entierro, adornadas con la fantasía propia del género.

Luisico el Santo o el santo Aceituno tenía fama de curar a personas y a animales de cualquier enfermedad, podía reconocer entre los verdaderos y los falsos devotos y era capaz de predecir catástrofes naturales como las tormentas.

Al casarse se estableció en el vecino Cortijo del Cerrillo de la Cima, donde se hizo un personaje tan popular en la comarca que en los carnavales de Alcalá la Real de principios de siglo se cantaban letrillas como ésta:

Dejaros de boticas, que saben tanto, que mejor os curará Luisico el Santo.

Luis Aceituno falleció en 1912, cuando contaba 69 años, siendo su cuerpo transportado a lomos de mula desde su cortijo hasta el cementerio de Valdepeñas.

Ya en su vida la gente tenía costumbre de visitarlo por su onomástica para felicitarlo y pasar unas horas a su lado.

Al morir continuó la costumbre de velarlo la noche del 21 de junio, que ha permanecido hasta la actualidad, a pesar de hacer ochenta años que falleció. En esa noche se reúnen personas venidas de muchos lugares, pero sobre todo son vecinos de la comarca. Los que se concentran en la despoblada aldea para pasar la velada en compañía de sus descendientes aún le veneran como su patriarca.

A poco de morir el santo Aceituno, un joven labrador llamado Custodio Pérez Aranda se declara su continuador.

Vive en la aldea de la Hoya del Salobral, perteneciente al término municipal de Noalejo y a unos 10 km del Cerrillo de la Cima.

Conocía al santo Luisico y lo visitaba a menudo.

En poco tiempo Custodio es consensuado popularmente como el nuevo santo de la comarca y la fama de sus milagros, difundida en numerosos pliegos de romances, atrae a mucha gente de procedencias muy diversas que demandan sus servicios.

Los métodos de curación que empleaba, similares a su antecesor, consistían en soplos, insalivaciones, imposición de manos y, sobre todo, bendiciones a las personas y a objetos como fotografías o papeletas de fumar.

Los que le conocieron dicen que no pedía más honorarios que el encomendarse a Dios y profesarle una fe ciega.

Pero no todo fue sosiego en su larga carrera como taumaturgo.

Además de la penosa situación que le tocó vivir en los años de la guerra civil, en que hubo de probar durante cierto tiempo los sinsabores del presidio, Custodio tuvo que vérselas con la justicia al menos en dos ocasiones: La primera, promovida por la clase médica de Noalejo, que nunca vio con buenos ojos las funciones curativas que se desarrollaban en su anejo.

La segunda, ya en los años postreros de su vida, la ocasionó cierta dama valenciana que se declaró públicamente hija natural del santo, lo que conllevó algunas averiguaciones en el juzgado comarcal, que demostraron las intenciones lucrativas de la presunta descendiente.

Falleció el 15 de agosto de 1961 y sus devotos cargaron a hombros con su cuerpo y atravesaron a pie la Sierra del Trigo hasta Noalejo, donde fue sepultado. Atendiendo así su voluntad, no se sabe muy bien si para castigo del incrédulo municipio que se ve condenado de por vida a recibir a los múltiples devotos que han quedado tras su muerte.

Hoy su tumba se ha convertido en un centro de peregrinación para quienes creen en los poderes de Custodio más allá de la muerte, tal como él mismo vaticinó:

Estas son mis oraciones, cúmplanse mis sentimientos, mi vida será sonada, después de haberme yo muerto.

También ha quedado una fiesta equívoca en la Aldea Hoya del Salobral, la romería del último domingo de abril al Cerro de la Mesa, que es donde se encuentra la cueva (Cueva del Santo Custodio) donde Custodio oraba.

A cuyas faldas se levantó tras su muerte un santuario que por imperativos eclesiásticos se ha puesto bajo la advocación de la Virgen de la Cabeza.

Esta rodeada de cerca de veinte casas de cofradías de pueblos y ciudades de la comarca que tienen en común el profesar la doble veneración a su patrona y al santo Custodio.

Tras su muerte comienza a propagarse la fama de que un vecino de Castillo de Locubín, llamado Manuel López Cano, agricultor como los anteriores, realiza curaciones en su cortijo de la Aldea de Los Chopos.

Ya maduro, sostiene haber recibido la gracia por intercesión de la Virgen de la Cabeza en una revelación.

Denunciado en varias ocasiones y encarcelado, Manuel adoptó un estilo reservado en el ejercicio de su arte, caracterizado por un recelo constante hacia lo desconocido, por la negativa a divulgar su imagen, por un esfuerzo constante en preservar su intimidad.

La sala de espera pasó a la puerta del cortijo y los contactos con la gente sólo se hacían cuando estaba totalmente garantizada la fidelidad del grupo.

Entonces comienza a divulgarse la fama de que el Santo Manuel no sale en las fotografías, circunstancia que se ve reforzada por los intentos de los periodistas de apostarse en aquellos cerros para desde lejos captar infructuosamente una sombra de su imagen.

A los setenta y un años de edad y tras una penosa agonía falleció el que para muchos fue «el último de los profetas».

Antes de morir anunció a sus creyentes que su poder lo tendrían siempre, razón por la que su tumba, que se encuentra en la Aldea Ventas del Carrizal, es visitada a diario y de forma especial el aniversario de su muerte.

Santos y curanderos de la Sierra  Sur de Jaén. La memoria duradera.

 

Una perra gorda vale el papel que vende el cojo, que era del santo Custodio de La Hoya del Noalejo. Le echó la bendición para el que quiera leerlo, que lo lea con devoción y se llevará el misterio.

 

Así reza el comienzo de un Romance oral que ha llegado a nuestros días, sobre los milagros del Santo Custodio, uno de los llamados Patriarcas de la Sierra Sur de Jaén, parte de la memoria colectiva que aun hoy en el Siglo XXI pervive en los habitantes de aquellas tierras, y que se convirtieron en personajes carismáticos de gran parte del Siglo XX en dichos lugares.

*Evidentemente no pretendemos con este articulo ensalzar las figuras y metodos de curanderos y sanadores, estos son fruto de una situación social y económica en numerosos lugares de nuestro país con escaso acceso a la sanidad gratuita y a la educación, cuyas gentes se vieron empujadas muchas veces “sin mas remedio” a acudir a estos “sanadores” por sus circunstancias personales y sobre todo economicas.

Así desde principios del siglo XX hasta nuestros días, se desarrolló en la comarca Andaluza de la Sierra Sur de Jaén un fenómeno no solo religioso, sino también social y antropológico llamado los “Santos” .

Estos fueron una serie de curanderos con unas características especiales, cuyos hechos y obras, supuestamente sobrenaturales, traspasaron esas fronteras comarcales y provinciales.

Los denominados “Santos” van a tener una serie de peculiaridades propias: Eran creyentes acerrimos. Sus poderes no eran hereditarios pero su “gracia divina” pasaba del Santo a su discípulo predilecto elegido. Dicen tener visiones y diálogos con entidades divinas.

Su principal función no va a ser precisamente la sanación, pero se van a convertir en consejeros y confesores con gran influencia en sus adeptos y fieles. De ahí que la principal característica es el enorme carisma que atesoran, cuya su influencia y culto personal ha llegado hasta esta segunda década del siglo XXI.

Hay que tener en cuenta el ámbito geográfico originario de este fenómeno, la Sierra Sur de Jaen, cuya cabeza es la bella Alcalá la Real.

Esta comarca montañosa, eminentemente ganadera, tradicionalmente deprimida y marginada, con una población desigual, de grandes núcleos poblacionales, pero donde abundan pequeñas pedanías, aldeas y cortijos aislados, una población muy diseminada y en aquellas épocas analfabeta y pobre.

Una comarca con una renta per cápita baja, con escasez de servicios públicos en aquella época, sobre todo sanitarios y educativos y unas creencias peculiares en torno a la salud (creencias en los maleficios o mal de ojo, en las apariciones de difuntos y en las apariciones marianas).

Donde los Curanderos tienen un papel importante y tradicional debido al pésimo servicio sanitario, donde se llega a entender el Curanderismo como servicio publico.

No olvidemos que denominamos Curandero a un sanador tradicional que utiliza métodos físicos y espirituales para curar o espantar males y que tiene un sincretismo con las practicas religiosas modernas.

Los Santos, van mas allá, ya que no solo pretenden curar el cuerpo sino también el espíritu, convirtiéndose en consejeros y confesores antes de tomar decisiones de la vida diaria como compras, viajes, negocios o incluso eventos sociales y familiares de sus adeptos.

Resultan muy interesantes los que van a ser los usuarios o pacientes de estos “Santos”, que podríamos dividir en dos tipos.

El primero son los Forasteros, que vienen de fuera de la comarca, acudiendo por consejo de familiares y amigos, y que se caracterizan por sufrir dolencias importantes, graves enfermedades y enfermedades crónicas, que usan al Santo como método paliativo y como ultimo recurso, buscando la sanación total o el restablecimiento de parte de su salud.

Si esto se consigue se convierten en acérrimos adeptos y difusores principales de la palabra del Santo.

Luego estaban sus paisanos, generalmente gente pobre, cuyo objetivo era distinto, hacían consultas frecuentes, muchas veces paralelas a la consulta medica, y sobre todo pedían consejo para actuaciones en la vida diaria.

Generalmente el “Santo” no le pide contrapartida monetaria, aunque si acepta comida, bienes o trabajos en pago.

Tal va a ser la influencia que como decía un anciano de la localidad de Frailes sobre el Santo Custodio “Mis padres como mis padres, pero el guiaba mi vida” .

Sus métodos de sanación van a ser diferentes a los de los Curanderos tradicionales, debido a que los “Santos” están menos especializados que ellos, van a realizar curaciones físicas y sobre todo morales, son mediadores del poder divino del cual han recibido la “gracia” , no atendían a faltos de fe, supuestamente hacían “ascos al dinero”, y sanaban por medio de la imposición de manos, soplos, bendiciones, sudores, etc. Nunca van a prescribir productos, bendicen botellas de agua y papel de fumar con garabatos que la gente ingería a modo de “pastillas” bendecidas por el Santo.

El Santo Luisico y su continuador, El Santo Custodio, que a menudo aparecen juntos en cuadros y estampas.

Pese a que este fenómeno de “Santos” y Curanderos ya era tradicional en toda la Sierra y alrededores, destacan tres personajes que sin duda son los llamados “Patriarcas de la Sierra” y que han pasado a la posteridad por su fama e influencia, algunos de ellos aun tienen fieles y siguen siendo visitados en sus tumbas y en los lugares que frecuentaron y vivieron, creando un curioso sincretismo con Ermitas y santuarios católicos, donde muchas veces ellos son mas importantes que el Santo o Virgen que se venere allí.

Casa del Santo Luisico en Cerezo Gordo, en el denominado Cerrillo del Olivo.

Luis Aceituno Valdivia, El Santo Luisico o Santo Aceituno (1843-1912), se considera el origen de esta triada, era un pastor que vivirá gran parte de su vida en Cerezo Gordo, una aldea perdida en medio de la Sierra, entre Noalejo y El Salobral, donde en el Cerro del Olivo tuvo y tiene CasaSantuario, en la que recibía a sus “pacientes” . Desde pequeño ya destacaba, ya que solía pastorear solo, pero el decía que siempre iba con “compañía” , el lo llamaba “Niño-Dios” , el cual le había transmitido un poder, la gracia. Se hizo famoso no solo por sanar personas, sino también animales, dicen que reconocía a falsos devotos que pretendían probarle o engañarle, ademas de predecir catástrofes naturales como tormentas o granizadas que podían afectar a la agricultura y ganadería de la zona. Su figura como veremos luego se hizo muy influyente en la zona, llegando a crear Folclore propio y Romancero, el cual ha sido recientemente rescatado de la tradición oral. Aun hoy se puede visitar su casa y el lugar donde meditaba, una enorme encina donde aun se conserva un hueco que le servia de silla. Siempre dijo poseer esa “gracia” para sanar, la cual en sus últimos días va traspasar a uno de sus discípulos mas aventajados, Angel Custodio. Angel Custodio Pérez Aranda, es quizás la figura mas importante y carismática, que ha trascendido fronteras, es el conocido como “Santo Custodio” (1885-1961), que obtuvo una rápida fama y popularidad, incluso a nivel nacional, y que recibe la “gracia” de manos del propio Santo Luisico, que le nombra su sucesor oficial.

Va a establecerse en la aldea de Hoya del Salobral, donde sitúa su Santuario, al que van a acudir cientos y cientos de fieles, incluso en la actualidad, tal y como pude comprobar en primera persona, donde aun se mantiene un importante culto a su persona y al que se siguen pidiendo favores en su casa. Su tumba en Noalejo es un autentico centro de peregrinación, en el que no faltan flores y exvotos, con adeptos rezando u orando en busca de algún favor para el o su familia. En Hoya del Salobral aun se vive en parte de su figura, con negocios y una fuente que mana supuesta agua sanadora, en el lugar donde el “Santo” se iba a orar en busca de soledad. Imagen

 El Santo Custodio y hija en el Periodico “Mundo Grafico”

(1936).Imagen

El valor de este documento radica en que es el MISMO CUSTODIO Pérez Aranda QUIEN CUENTA CóMO RECIBIó ‘LA GRACIA’.
(Mundo Gráfico, 29 enero 1936)

 

«Nos encaminamos hacia el olivar, y allí encontramos a Ángel Custodio. Está vestido modestamente. Una chaqueta gris de sarga y pantalón de pana. Calza botas de becerro.

 

-Vosotros sois periodistas- Nos dice, al vernos.

-Escuchadme:

‘𝔄 𝔪í 𝔪𝔢 𝔭𝔲𝔰𝔬 𝔞𝔮𝔲í 𝔇𝔦𝔬𝔰
𝔞 𝔮𝔲𝔢 𝔡𝔦𝔢𝔯𝔞 𝔟𝔲𝔢𝔫 𝔢𝔧𝔢𝔪𝔭𝔩𝔬
y 𝔢𝔫𝔰𝔢ñ𝔞𝔯𝔞 𝔩𝔞 𝔡𝔬𝔠𝔱𝔯𝔦𝔫𝔞,
y 𝔞𝔩 𝔮𝔲𝔢 𝔬𝔣𝔢𝔫𝔡𝔞𝔫 𝔪𝔦𝔰 𝔭𝔞𝔩𝔞𝔟𝔯𝔞𝔰,
𝔩𝔢 𝔦𝔫𝔱𝔢𝔯𝔳𝔦𝔢𝔫𝔢 𝔲𝔫𝔞 𝔯𝔲𝔦𝔫𝔞…’

 

Un recibimiento así nos deja estupefactos. ¿Quién ha podido avisarle de nuestra llegada? Afortunadamente al ‘Santo’ no parecen asustarle las interviús. Es un ‘Santo’ amable, complaciente y que tal vez comprende los beneficios de la publicidad.

 

– Aunque ya os habrán dicho cómo heredé la gracia de curar, voy a repetiros mi historia. Había en el cortijo de la Zarzuela un ‘Santo’ anterior a mí, llamado Miguel Aceituno (ES LUIS) por conducto de él, Dios me eligió entre los más buenos y más puros para ser su único representante de Dios en la provincia de Jaén.

 

LAS HABITACIONES DE MI CASA SE ILUMINARON; TRES PERROS ENTRARON, Y UNO DE ELLOS LLEVABA UNA CARTA EN LA BOCA»

 

El 17 de abril de 1909 vi la estrella «Parmae» cruzar el cielo de este huerto con un ojo de luz en la cola. Era la señal de que dentro de tres años moriría Aceituno.

-¿Y murió a los tres años?

– Justos. La tarde de su muerte estaba yo orando, al ocaso, en el santuario, y me anunciaron la GRACIA. Vi iluminarse todas las habitaciones, repentinamente, y a poco entraron tres perros, uno de los cuales llevaba una carta en la boca. Esta carta traía el deseo de Dios.

 

– ¿la tiene usted?

– Sí, pero no la enseñaré nunca.

– ¿Por qué?

– No me pertenece. Esa carta, cuando yo muera los que la trajeron vendrán a por ella. Si yo no la tuviese me consumiría el fuego eterno.»

 

REVISTA del año 1936 con este reportaje destacado del SANTO CUSTODIO.

Curiosidad:

Aunque en esta publicación pone que está «el Santo Custodio con su mujer retratado en el olivar» en realidad está con su hija Angustias.

(contrastado por diversas fuentes y personas mayores que los conocieron)

 

– Fuente: todocoleccion.net
(Antic Subirats)
http://goo.gl/eFcWDe

5:Altar con exvotos dedicado al Santo Custodio en su casa de Hoya del Salobral (Jaen).

Muy cerca de allí, en la Ermita de la Virgen de la Cabeza, en la misma localidad, descubrimos ese curioso sincretismo con los cultos oficiales del que hablamos con anterioridad, en los alrededores de la ermita e incluso dentro de ella encontramos referencias al Santo Custodio. En los exteriores la pequeñísima cueva, junto a un lugar donde supuestamente se apareció la Virgen de la Cabeza en 1227, que es donde se metía a meditar, hoy llena de exvotos, así como un monumento donde la gente aun se postra pidiéndole esos favores o por agradecimiento por haberle concedido lo que pedía; en el interior de la ermita fotografias y exvotos dedicados a Custodio y Luisico nos indican a quien de verdad se venera en ese lugar. Incluso un dicho que decía una de mis tías: “Esto no lo arregla ni el Santo Custodio” , da fe de la enorme influencia no solo como sanador, sino también como consejero, de numerosas gentes humildes, a las que se cuenta no cobraba.

Imagen 7: Tumba del Santo Custodio, en Noalejo. (Jaén).

Antes de morir, el Santo Custodio avisaba,

“después de mi vendrán mas Santos que perros descalzos” , y así fue, no obstante se reconoce como continuador de este a Manuel Cano López, mas conocido como El Santo Manuel (19121985), denominado en la comarca como “El Señor” y que recibe oficialmente la “gracia” de Custodio. Natural del pequeño pueblo de Los Chopos, tendrá allí su Casa-Santuario, aun hoy visitada por numerosos fieles. Era un hombre muy reservado y con miedo a lo desconocido, apenas se conservan imágenes de el, ya que odiaba ser fotografiado (dicen que el velaba carretes de foto). Va a tener distintas interlocuciones con entidades marianas y lograra por ello gran fama fuera de la comarca, siendo esta aun perceptible al visitar su localidad, su casa y el cementerio de Ventas del Carrizal, donde aun se la da culto y se le hacen peticiones. Siendo hasta hace unos años en esta localidad tradición, ir a tomarse las uvas a su sepulcro en nochevieja.

Se dice que solo aceptaba “Vales de pan” por sus servicios. Lo único cierto es que después de el nadie va a recibir esta gracia,

Imagen 8: El Santo Manuel.

Imgen 9: Casa del Santo Manuel, en Los Chopos, el día de mi visita.

Imagen10: Fuente Santo Custodio. Hoya del Salobral

Imagen 11: Tumba del Santo Custodio en Noalejo

Como hemos dicho aun pervive con mucha fuerza el recuerdo de estos tres “Santos” , que aun siguen residiendo en la cultura y la mentalidad popular, convertidos sus casas en auténticos centros de peregrinacion, visitados cada años por miles de personas, descendientes algunos ellos de aquellos pacientes que visitaban a Luisico, Custodio y Manuel y otros muchos curanderos que habitaban la zona, y en general la mayoría de comarcas mas deprimidas de nuestro país, que no tenían acceso a la sanidad.

Imagen 12: El Santo Luisico

 

 

Historia de una sanación del Santo Manuel

 

Era uno de esos días grises, tan característicos de invierno. En mi coche, despacio, atravesaba la pequeña aldea de Las Ventas del Carrizal. Me llamó la atención la fila de personas que se dirigían hacia la colina.

Dispuesta a satisfacer mi curiosidad, me desvié de la ruta a Sabariego y seguí la dirección de la flecha “camino del cementerio”. Me fui abriendo entre la gente; aparqué a la puerta del camposanto. Me apeé. Hacía un frío que congelaba la respiración. Entré. Como una concurrente más me acerqué hasta un panteón acristalado; en su cimacio, un Jesús Nazareno. Había flores por todas partes. Era la tumba de Manuel Cano López, popularmente conocido como “El Santo Manuel”.

Permanecí algo alejada. Observé el bullir de los peregrinos entre la quietud de las sepulturas. Atrajo mi atención el lento avance, rodillas, sangrando, al suelo, de dos mujeres de mediana edad. Muchos otros, con flameantes cirios en sus manos y encendidas plegarias en sus labios, se postraban ante la tumba… No pude evitar sobrecogerme: aquel lugar estaba marcado por una fe viva.

Mis recuerdos me transportaron a muchos años atrás, a los Montes de San Pedro, a los que se acoge la aldea de Sabariego. Mi memoria me encuentra en la finca El Chopillo, con mis padres, con mi hermana: cosechamos aceitunas. Y me sorprende oír cánticos piadosos en medio de los olivares. Ante mi curiosidad, mi padre explica que se trata de seguidores del santo Manuel:

– Cada año recolectan las olivas de la heredad del santo, para que pueda dedicarse a los numerosos enfermos que acuden, en busca de sanación, a la cortijada “Los Chopos”.

Yo, deseosa de hacer un alto en el trabajo, insisto en que me relaten… Y mi madre va soltando la lengua.

– ¡Ay, pequeña! Cuentan que ese hombre tiene un don, una gracia…

Cuentan que siendo muy joven venía a labrar esa tierra. Un buen día su padre lo encontró bajo un olivo, hablando. Con firmeza, el muchacho refería que se comunicaba con los muertos, que le revelaban esto y lo otro… La familia, alarmada, lo llevó al médico. El galeno diagnosticó locura; prescribió internarlo en el manicomio de Jaén. Al cabo de unos meses, los especialistas psiquiátricos le dieron de alta informando que aquel hombre no padecía enfermedad mental. A partir de este momento, con adivinaciones sin aparente sentido, con curaciones no esperadas, se fue ganando la confianza de la familia y de muchos curiosos e incrédulos que le tenían por farsante. El boca a boca hizo saltar sus andanzas a la luz pública…

-Cuentan que no cobra ni un real… Que el gentío que lo visita, agradecido, deposita la voluntad bajo una teja… Que el santo varón lo va dando a los necesitados que se le presentan… Que en la cancela de su humilde morada nunca falta una surtida alcuza para que cualquiera unte, con aceite, su mendrugo de pan y recobre fuerzas para retornar a su casa…

– ¡Cuentan que no sale ni sombra de él si le toman una fotografía!

– ¡Lo que de Él se cuenta, parece no tener lógica alguna!

Mi madre hizo una pausa…

-¿Y…?

-Que me complace tu atención. Y no puedo callar lo que siempre está en mi alma, un hecho muy cercano a nosotros… No digo milagro, pero sí muy importante, muy trascendente, y muy emotivo.

(Una lugareña ya había enterrado a sus dos primeras hijitas, muy pequeñas, por un mal que no acertaron a diagnosticar los médicos.)

Algunas aldeanas de Sabariego la animaban a que visitara al Santo Manuel, aquel hombre piadoso del que tanto se hablaba. Ella, bastante escéptica, se sostuvo en su férrea idea de que sólo eran paparruchas. Pero una hija más había venido a este mundo, y con apenas veinte meses, la criaturita también se le moría. El médico especialista no daba un diagnóstico acertado. La desesperada madre, empujada por el ánimo y la compañía de su vecina Antonia, metió a la niña en el serón de la burra y se lanzó en busca del milagro.

 

Al llegar a Los Chopos, el portón de la casa se encontraba entornado; se asomaron saludando. Manuel se encontraba al fondo, a la lumbre de un fogón. Al verlas, se levantó; las recibió muy serio. Mirando directamente a la madre, la espetó:

 

– ¿Por qué estás aquí, si no tienes fe?

El santón se acercó a la pequeña; levantó la batilla, acomodó sus manos en el vientre infantil emanándole su aliento; al tiempo, hacía la señal de la cruz y rezaba algo ininteligible. Pensativo, dijo que sabía el mal que mataba a la criatura:

-Tiene la pajarilleta negra pegada a las tripas, pero yo no puedo curarla.

No obstante, llenó una botella de agua; tres veces sopló sobre ella. Entregó la botella a la madre, diciéndole que tuviera mucha fe y que Dios querría; que el agua bendecida mitigaría el sufrimiento a la pequeña; que la aquietaría el llanto.

– Lleva a tu hija a un nuevo especialista. Háblale de cuanto aquí se ha dicho. La niña no morirá.

La madre, esperanzada, siguió las indicaciones de Manuel. Don Balbino, notable médico de Priego de Córdoba, atendió, muy asombrado, el diagnóstico de un tal Santo Manuel que aquella mujer le detallaba. Mucho más fue el desconcierto del doctor cuando, tras varias pruebas, comprobó que el diagnóstico del santón era acertado. En poco más de treinta días la pequeña de dos años estaba completamente curada. >>

A día de hoy, me dice mi madre que esa mujer aún convive con aquel episodio de su vida. Y que ya cree lo suficiente como para admitir la hipótesis de la divina casualidad.

El leve aleteo de un pajarillo rozando mi hombro,sobresaltó mis pensamientos. En mis ojos noté la humedad de la emoción. Aun en armonía conmigo misma, me sentí una intrusa en aquel ambiente devoto; mas experimenté un gran respeto por aquel hombre, que santo o no,la difusión de las sanaciones había dejado un rastro imborrable, pues la cortijada de Los Chopos y la tumba que hoy contemplo, siguen siendo objeto de peregrinación.

 

No hay garantías de rotundas realidades, pero la fe, es la fe. Y “la fe mueve montañas»

 

– Fuentes: redjaen, Revista de Antropología y Tradiciones Populares Nº 6. Prácticas y creencias de los «santos» y curanderos de la Sierra Sur (Jaén). Manuel Amezcua Martínez. Gazeta de Antropología, 1992, 9, artículo 12.- Manuel Amezcua. La Ruta de los Milagros, Un viaje fascinante por el mundo del misticismo popular, un acercamiento a las formas complejas de curación tradicional Col. Index narrativa. 2004. Felipe Perea Hernando. Santos y curanderos de la Sierra Sur de Jaén. La memoria duradera. Conferencia organizada por la Sociedad Española de Parapsicología y la Sociedad Española de Antropología y Tradiciones Populares junto con la Casa de Cantabria en Madrid – 23-2-17.

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