Hoy voy a comenzar con un cambio en la manera de preguntar. Con todos los cambios y los sucesos que están ocurriendo en el mundo, hay cosas que son muy importantes y pasan desapercibidas. ¿Realmente llegaremos a poder hablar de normalidad, con todo lo que llevamos viendo de unos años a esta parte? Soy una sanadora soñadora que no se quiere acostumbrar al dolor ajeno.
Sé que los problemas no son lo que vemos, los problemas están donde no alcanzamos a ver.
Y el mayor de los problemas tiene un nombre, y es la estupidez humana.
¡Desatinos, disparates, crueldad, irracionalidad, bestialidad, necedad… barbaridad! No hay mucho avance en ciertos comportamientos…
¿Quién puede llamarse civilizado con todo lo visto? ¡Apuesto por perder un poco de civilización y parecernos a los que todavía caminan descalzos por selvas y montañas!
La naturaleza en la que ellos se mueven y que nosotros alicatamos, porta en sus entrañas secretos valiosos, las claves que precisamos para proceder adecuadamente sin dejarnos cosas importantes en la evolución que llamamos civilizadora.
Me bautizo soñadora por qué mi enfoque se basa en una sanación desde los conocimientos que me han legado desde mi linaje patrilineal, ellos me los enseñaron, y los sigo soñando. Viajan desde mi padre, desde mi abuela… Sueño y siento una conexión con la naturaleza que no existe hoy.
Enfoco mis sanaciones en el arte y la creatividad, como artista me siento desde que tengo recuerdos, y desde esta posición sé que puedo ayudar a otros a ser sanadores, a profundizar en sus capacidades.
Me apasionan las energías y sé que están disponibles para quien quiera utilizarlas, solo hay que tenerlo claro, todos podemos, te puedo enseñar si no lo crees, ya lo he comprobado y este constante enseñar, me ayuda a seguir aprendiendo. Es un continuo fluir que me motiva a seguir soñando, a seguir amando, a ver la evolución que se va produciendo a través de todo lo compartido.
Así que creo que parte de mi destino es ayudar a conectar con la energía creativa desde la más pura espiritualidad.
Creo que hay conocimientos que me han llegado multigeneracionalmente, como un arroyo subterráneo ancestral que ha ido conectándonos a través de las anteriores generaciones. De abuelas a nietas… Ellos vivían sin herir, sin mostrar sus dolores.
Hoy es todo lo contrario, se nos intenta vender que la vida es solo un valle de lágrimas.
Me gustaría que las nuevas generaciones tuviesen más fe en sí mismas.
Quisiera que sintiesen como yo.
Tengo guardados en mi interior, desde la infancia, símbolos que considero sagrados y creo que no debo dejar que se pierdan.
Símbolos, palabras, oraciones.
Muchas las enseño cuando lo considero necesario.
Ellas abren puertas invisibles y dan acceso a lugares que se piensa que eran inaccesibles.
Y esto es para todos, no para unos pocos.
¡Vamos a cambiar el mundo!
Cada vez somos más.
Y lo haremos desde el amor.
Si cuando me lees, percibes que puedes amar a cualquier persona independientemente de cualquier circunstancia en la que se encuentre, seguirás conmigo en esta preciosa evolución.
Si no sientes esto, te queda mucho que aprender y que sufrir.
Siento todo esto desde hace mucho tiempo.
No ha cambiado nada, tengo en mi memoria grabados a fuego los silencios sanadores de mi abuela, aunque ella esté ausente.
Recuerdo todo, su sonrisa, sus manos arrugadas, el brillo de sus cabellos blancos, el resto de sus arrugas y todas ellas me muestran su sabiduría acumulada.
Siento todas las huellas en mí, en mi sangre, siento mi sangre transportando conocimientos que van a traspasar la prueba del tiempo.
Todo lo aprendido me ayuda a aceptar nuestra perdurabilidad, somos terminables aquí, como humo movido por el viento, como cenizas de un fuego moribundo arrastradas igualmente por el mismo viento.
Por eso, para mí es más evidente en días de viento.
Mi nostalgia trae de nuevo todos sus ejemplos, sus silencios, y mi experiencia de hoy me dice que todos esos ejemplos provocaron mi transformación.
Todas mis experiencias desde mi infancia me prepararon para ir descubriendo que se puede vivir de otra manera.
Otra bella forma muy diferente de lo que se nos muestra hoy.
Todo los conocimientos llegaron en forma de semillas, y ellas han ido germinando a lo largo de mi vida.
El principal germen me ha enseñado que realmente soy una soñadora y que no soy yo la encargada de generar una sanación.
Por eso soy soñadora sanadora.
Las sanaciones suceden a través de nosotros, somos sencillos vehículos a través de los que circula energía. Y si nos interponemos nos desgastaremos.
No somos, solo sucede.
He comprobado que mientras más me aleje de la sanación más potente es la energía.
Es como si mi cuerpo fuese hueco, como una tubería. Cuando siento esa cavidad vacía dentro de mi, la energía viaja sin obstáculos y es ella la sanadora, no yo, yo sigo siendo la soñadora.
Cuando percibo que he desaparecido, menos bloqueos hay en la energía y puedo ver al verdadero sanador: el universo, el amor, la energía universal, Dios, Diosa, madre… o como quieras llamarlo.
La sanación está en todo. Proviene de todo e inunda todo. Pura luz.
La falta de salud reside en bloqueos en el flujo entre ese todo y el propio ser. Bloqueos, nudos, acumulaciones de energía… desconexión.
Por eso, la energía es necesaria como una manera de reconectar de nuevo con ese todo… con la propia energía. Energía para regresar a la energía.
Cuando la energía comienza a fluir, viaja desde la fuente hasta el sanador y de él o ella hacia el objeto de la sanación.
Cuando eres una buena sanadora, entiendes perfectamente el proceso y sabes que eres el enlace que hace posible que se produzca la perfecta conexión entre ellos.
Yo sigo soñando y sanando.
Y así continua mi vida, una continua sucesión de días, semanas… el tiempo, como siempre indetenible.
Pero siento que igual que yo, todos podemos sanar a través de nuestro cuerpo.
Sin excepción.
Todos somos guiados desde una sabiduría ancestral que viaja en el tiempo desde su origen hasta nosotros.
Debemos reinventarnos día a día, conectándonos con nuestra profundidad.
Meditar, respirar y percibir esos estados de conciencia avanzados, sentir la profunda conexión con la madre tierra, con el universo.
Para comprobar que podemos activar nuestras maneras innatas de aprender, de relacionarnos entre nosotros y de vivir.
Cuando cada uno tenga la capacidad y la seguridad de saber que puede, podremos cambiar este mundo insano.
Podemos hacerlo.
Somos muchos.
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