Me entusiasman los jóvenes, los niños, los adolescentes. Me encanta la juventud, pero también me fascina el resto de edades. Soy una enamorada de las almas.
Realmente me gustan las personas en general, y, a priori, me gustan todas. Digo a priori por qué en alguna ocasión son muy insistentes y se encargan con mucha voluntad, de que me desenamore.
Pese a esto, me considero una enamorada de las personas, y este sentimiento me hacen mucho bien.
Cada persona que pasa por mi vida tiene una edad física, diferente de su edad mental, espiritual y de su edad álmica, así que no hay nadie igual a nadie. A mí me encanta desentrañar y desenredar todo lo que rodea a las personas que se acercan a mi vida.
Con todas intento buscar siempre esa parte que no se suele mostrar y que nos hace buenos. En todos existe.
Creo en las personas y creo en la bondad, lo difícil es hacer que cada uno encuentre esa bondad interna, existen personas a las que les da vergüenza.
Es nuestra responsabilidad mantenernos en unos ciertos límites, límites que son similares para todos. Algunas personas se permiten sobrepasarlos, no por falta de bondad, sino por razones que no son capaces de explicar.
Normalmente de cara a lo que puedan pensar otros sobre ellos.
Algo que recuerdo a la perfección de los tantos consejos de mi padre: Cuidado con pasar esa línea invisible que separa lo adecuado de lo incorrecto.
Los límites son peligrosos, tentadores y cuando los sobrepasas es complicado, cuando no imposible, regresar detrás de la barrera.
Hay límites que una vez sobrepasados, generan una adrenalina adictiva. Hay que saber permanecer en el lado saludable.
Algo que me apena muchísimo son ciertas actitudes que observo en algunos jóvenes, no porque sean jóvenes, sino porque lo que aprendes y haces con esas edades puede definir tu vida futura.
Me refiero a algunos comportamientos de desgana, de apatía. De ahora no tengo ganas… O ahora no te puedo ayudar… Este vacío es una tentación para cruzar ciertos límites sanos.
“No tener ganas, o buscar otro motivo estúpido” no es sinónimo de dejar de hacer algo. De no ocuparse de las responsabilidades, y por supuesto ¡no puede servir de excusa cuando nos piden ayuda!
Y estoy viendo en estos días anuncios de snacks en la tele que disculpan la “no ayuda” por tener los dedos manchados de polvo rojo de gusanitos de queso.
No me parece “ni medio bien”.
Es como dar ejemplo de que si tienes los dedos manchados de algo, no tienes que prestar tu ayuda a quien te la pide.
Pero bueno, tal como está todo en el mundo, es una disculpa más, para que un mal comportamiento tenga una excusa aceptable.
Llevo bastante tiempo sin ver televisión, y mi sorpresa es que cuando en alguna ocasión veo los anuncios, muestran ejemplos cada vez más estúpidos. Lo que me sorprende es que convenzan a alguien, y lo que me apena es que se sigan sus ejemplos todavía más estúpidos.
¡Lo importante es que se vea!, aunque el mensaje sea negativo, por favor, estamos creando una sociedad basada en el egoísmo puro, menudo futuro…
Por eso mi desesperanza, si hay personas que se sienten influidas a consumir lo que anuncian, obviando el mensaje que transmiten, podría sentirme más tranquila, pero si lo consumen precisamente por ese mensaje, vamos realmente mal.
También he visto otro anuncio, esta vez de perfume, del que ni siquiera recuerdo el nombre, en el que aparece una chica llevándose el botecito de una vitrina. El mensaje es de que lo está sustrayendo… otro anuncio estúpido que da el ejemplo de que llevarse un perfume es correcto… Se dan permisos de los que después hay que pedir responsabilidades… inaudito.
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