Ser buenos padres es algo difícil de definir. Madre buena buen padre, padre bueno buena madre… es complicado.
Creo que llego a tiempo, llevo un tiempo sin escribir por problemas de salud, pero hoy no podía faltar.
Supongo que cuando invitamos a la vida a un nuevo ser a experimentar este incomprensible mundo, es por razones poderosas, o así debería ser. Quizás sean razones superiores a nosotros.
Si no, ¿por qué algunos seres no llegan a conocer este mundo, otros vienen en momentos inesperados y otros en momentos deseados? Creo que todo tiene una razón y cada ser viene con un propósito que solo él puede hacer.
Y con respecto a mi tema de hoy, la complicación, o más bien la diferencia, yo creo que no tiene mucho que ver con ser una madre buena, sino con ser una buena madre.
Y si lo intento ver al contrario, no sucede lo mismo. Aunque personalmente prefiero pensar en padres buenos que puedan dar ejemplo e intentar educar a hijos para que sean buenos… buenos hijos y buenos padres en un futuro.
Creo que de esta forma podremos vivir en un mundo más equilibrado y feliz.
La piedra de este camino es que no hay instrucciones, y si las hubiese no servirían.
Es un ejemplo un poco frío, pero me va a servir, cada persona es como un electrodoméstico creado en fábricas distintas, con piezas similares pero totalmente diferentes y únicas.
Y cada fabricante, en este caso los padres, igualmente son distintos y únicos. Por eso, en ninguna situación, ni en ningún ámbito de la vida deberíamos ser tratados, entendidos o incluso sanados de la misma forma.
Quizás sea la razón de que unas personas sanen o respondan positivamente a estímulos que en otras no sirvan de nada… Pero al mundo no le importa esto.
Un deseo que siempre tengo en mente, es ese, que en cada situación que nos toque vivir, sea buena o mala, no se nos compare con nadie, sino que se nos tome y trate como únicos y diferentes a cualquier otra persona.
Así que, ser buenos padres por muy buenos que seamos como personas es una de las tareas con más responsabilidad que traemos a cada vida.
Hoy escribo sobre esto porque la fecha de hoy es el aniversario de mi segunda maternidad, y esto me trae a la memoria todos esos momentos pasados, intentando elegir la mejor opción.
Teniendo en cuenta que posibilidades hay infinitas… la cuestión siempre ha sido de mucha responsabilidad. Y creo que como cualquier madre he intentado pensar siempre en la más beneficiosa y la que deje siempre algún ejemplo que les sirva en el futuro.
Hoy me siento orgullosa de mis hijos. Ellos confían en nosotros para todo, unos hijos que no son nuestros enemigos, ni nuestros rivales, ni espejos nuestros, simplemente hijos.
Unos hijos que se alegran cuando se encuentran con nosotros, por casualidad, en cualquier lugar y que nos hacen partícipes de las cosas que les preocupan o les apasionan…, de sus cosas.
Esto siempre me ha recordado a mi relación con mis padres, yo igualmente me alegraba al encontrarlos dando un paseo.
Así que esta dedicatoria es para unos padres buenos, mis padres, que a la vez son buenos padres. Y también para unos hijos buenos que espero que sean buenos padres, si es que deciden ser padres.
Hoy en especial, para David, que siempre será mi pequeñajo, aunque es su diecinueve cumpleaños. Pero también para quien me estrenó como mamá, Iván, que en una semanita cumple veintiuno.
Por todo ello igualmente quiero manifestar lo que creo, que hay un porcentaje más alto de hijos buenos, que de buenos hijos, pero creo que para todos ha sido complicado ser buenos hijos, sobre todo en ciertas edades.
Yo todavía recuerdo mi etapa difícil, y lo fue bastante.
Así que supongo que todo ello es una cuestión de aprendizaje conjunto.
De todas formas es un asunto frecuente en condiciones medianamente normales, en familias con una buena relación, aunque no sean pareja.
Pero no puedo dejar de decir que para mí está siendo la mejor aventura de mi vida. Con sus cuestas y caídas, y con cada proceso y edad. Pero creo que es todo una continua superación con muchas ganas de hacerlo siempre mejor.
He llegado a la conclusión de que es sencillo ser una madre buena, pero bastante complicado ser buena madre.
Ser blanda, como se es hoy habitualmente, no creo que sea bueno, es necesario tener una voluntad firme y la cabeza fría y clara, aunque nos escueza el corazón. Y mantenernos en las pautas que ofrezcamos.
Mi padre me decía siempre: – ¡no castigues nunca a tus niños si sabes de antemano que no te van a hacer caso, son muy pequeños y lo único que consigues es hacerles desobedecerte y acostumbrarse a ello!… y, como siempre, tenía razón.
Me funcionaba mejor distraerlos de sus enojos, de sus berrinches o sus sinrazones y, jugando con ellos, intentaba que dejasen lo que no debían hacer y sin que se diesen cuenta, ponernos a otra cosa, sin necesidad de castigo, ni regalo, ni regaño, ni desobediencia. ¡Cuanto extraño tu sabiduría!
Aunque, como digo, el corazón escueza hay que saber decir si cuando es sí y no cuando es no.
Creo que si nos acostumbrásemos a decir siempre sí, haríamos pequeños tiranos endiosados, que más adelante no sabrán conformarse, se debe conocer la frustración.
Tampoco me parece bien pedirles comportamientos que nosotros no tenemos, es contradictorio…
Me encanta recordar esas tardes en las que no se podía salir por mal tiempo… las invertíamos en inventar siempre algo que hacer… disfraces con retales, nos pintábamos la cara con pinturas de carnaval, hacíamos dulces, poníamos la cocina y sus naricillas llenas de harina… y después jugábamos a recoger y limpiar todo…
De ningún modo pensé en ablandarles haciéndoles el trabajo, hacíamos tratos y asumían su responsabilidad… aunque con el tiempo se ha ido haciendo más complicado, como todo con la edad…
Pero jamás se quemaron con el horno, ni con la plancha, ni con aceite… porque sabían qué podría pasar. Nunca se cortaron, ni se hirieron con otros utensilios, aprendieron a utilizarlos … Hoy son excelentes cocineros y yo ¡muero de amor!.
En otras actividades igualmente, nunca se pincharon con mi máquina de coser, ni con mis tijeras, ni alfileres y hoy se hacen sus propios trajes y disfraces.
Prefiero arrepentirme de lo que he hecho que de nada que haya dejado por hacer. Y llegada la edad actual de ellos, me siento comprendida. Siempre lo he intuido, he pasado por su edad no hace tanto y nunca olvidé lo que se siente y lo que se reconoce más adelante.
Gracias papá por ser tan buen padre. He intentado seguir tus ejemplos.
Esta reflexión es, por lo tanto, para mis hijos. Los dos vinieron a la vida en septiembre.
El mayor el 28 y el pequeño el 20, así que aquí estamos en un 28 de septiembre, pero igualmente me sirve para el 20, el sentimiento es el mismo.
¡Felicidades a mis hombres!
Felicidades para esos muchachitos!!!!
Muchas gracias Lola. Un abrazo. 🥰😘