Aprendizajes
Todos, en algún momento de nuestra vida nos hemos encontrado ante la situación de lidiar con otras personas que nos resultan molestas, ya sea por lo que dicen o por lo que piensan sobre nosotros. También podemos encontrarnos en el papel contrario, ser nosotros la causa molesta para alguien.
Si fuese posible una comparación con el resto del mundo, estas situaciones nos harían ver que sentimos de manera similar. Encontraríamos que cualquiera de nosotros podemos tener sensaciones de molestia, desconcierto por lo que has oído, por lo que has dicho, por las reacciones o los ataques. Pero también por lo que no has hecho, por lo que no has dicho, por tu silencio y tu inactividad.
Por todas esas situaciones, por los momentos de mi vida en los que me han hecho daño, también por aquellos en los que yo he hecho daño, por todos ellos, quiero decirme hoy unas cuantas cosas, cosas para sanar tanto lo dicho como lo silenciado.
Quiero escribirme algo así como una carta, ya que las cartas han quedado en desuso y me parecen entrañables.
Quiero dedicarme unas palabras de perdón y de agradecimiento tanto por los sufrimientos propios y ajenos como por los aprendizajes que han traído consigo.
Y como cualquier carta, voy a comenzar así:
Querida Marié,
Perdóname por todo el dolor.
Sin embargo, y a pesar de él, quiero decirte que te estoy muy agradecida, han ocurrido muchas cosas y realmente has podido con todo.
Nuestros seres queridos recordarán ese día frío de noviembre cuando llegamos a este mundo, lo hicimos solas. Y llegará otro día, no sé ni quiero saber cuando, en el que partiremos de él también solas.
La verdad, la idea de escribirte es algo que nunca había pensado, pero me desperté con ganas de decirte algunas cosas.
Así que voy a aprovechar para hacerlo, aunque sé que las puedes comprobar por ti misma.
También sé, que eres la que mejor me conoce cuando te paras a mirarme con la suficiente perspectiva. Todos estos años caminando juntas han ayudado, aunque no tiene por qué ser lo normal.
Yo personalmente estoy contenta de haberte conocido y de tener la oportunidad de seguir haciéndolo con cada vivencia. Y me doy cuenta de que si te observo a diario un rato somos mejores amigas, percibo como me ayudas día a día.
Por eso me gusta sentirte presente, así disfrutamos las vivencias más intensa y más conscientemente.
Seguro que si dialogamos aprovechando algún momento de quietud, tienes recuerdos que probablemente yo haya olvidado. Nada que no tenga solución, invirtiendo algún rato en tu sola compañía, puede que nos ayude a traer esos recuerdos a nuestro presente.
Normalmente, como casi todo el mundo, tenemos más actualizadas las vivencias tristes que hemos compartido, bullying escolar cuando éramos niñas, cosas muy duras, incomprensiones, insultos y mentiras que dañaron nuestra alma. En esos momentos no tenía conciencia de tu compañía y ciertamente no me daba cuenta de que me necesitabas. Y más importante, de lo que yo te necesitaba a ti.
En aquellos días no fui capaz de ver la maravillosa persona que eres, es una pena que nunca me hayas escuchado decírtelo o pensar lo que hoy pienso sobre ti.
Cuando a nuestra vida llegaron estos contratiempos, eres la que estaba allí, haciendo guardia para aumentar mi valor. Pese a ello, la mayor parte de las veces no te lo reconocí como realmente mereces.
En realidad, hasta que no te vi así, desprotegida, lastimada, frágil y cansada de lo que veías a tu alrededor, no pude apreciar en su totalidad tu gran fortaleza.
Así que vuelvo a aprovechar esta conversación para decirte que estoy enormemente orgullosa de tu capacidad para perdonar, no albergas odio ni rencores en tu interior, solo recuerdos, y no quiero que los olvidemos, porque ellos son nuestras vivencias. Sean estas vivencias buenas o malas, son las que nos han hecho y gracias a ellas hemos aprendido.
Gracias por perdonar para que nuestro peso sea más leve y gracias también por no olvidar, para, de esta manera, intentar no caer de nuevo en los mismos errores.
Con las vivencias compartidas, con las lágrimas derramadas, hemos aprendido a tener la autoestima a prueba de fuego. Gracias por compartir todas ellas conmigo, te debo mi total admiración.
Y pese a todas estas pruebas juntas, jamás me abandonaste, siempre me acompañaste, persistente y fuerte, nunca dejaste de apoyarme para no verme con los brazos caídos.
Siempre has estado para mí, mostrándome tu gran amor, tu fuerza y tu valor, siempre observándome con una mirada firme y un temple de fuego.
Ahora veo que no te he agradecido lo suficiente lo que has hecho por mí, incluso te culpé de todo lo que me sucedía, malas decisiones, equivocaciones, lágrimas. Te he hecho responsable por no saber reaccionar, por creer que era culpa nuestra, por pensar que no éramos válidas ni lo suficientemente buenas para que nos aceptasen.
He hecho de juez y verdugo de tus comportamientos, y he castigado lo que pensaba que era una ilusión, como nuestra versión juguetona, simpática, impulsiva, confiada y soñadora, sin saber que esas son nuestras mayores fortalezas.
Agradezco ahora tu ayuda para lograr tener una voluntad de piedra, a pesar de tu entusiasmo tantas veces derrumbado.
Te admiro por haberme levantado en cada momento de incomprensión, por mi parte y por parte de los demás. Admiro también tu creatividad para imaginar soluciones desconocidas para mí.
Te respeto al ver como hemos crecido con los dolores que nos infligieron y agradezco que me hayas enseñado a disfrutar con las cosas más pequeñas.
Hoy puedo decirte, desde la distancia, que tu valía es superior a con quien buscabas compararte. La fragilidad y debilidad mental suele hacer daño, y fuimos dañadas.
Siempre te hacían sentirte inferior, pero hoy te digo que no eres menos que nadie, ni tampoco más.
Tienes cualidades únicas que compensan las que no manejas, pero se empeñaron en que vieras solo las que no poseías, juntas hemos aprendido a reconocerlas.
Esas vivencias opacaron al hermoso ser humano que eres, no te dejaban ver tu belleza, la esencia de tu alma. Pero juntas saltamos todos los obstáculos.
¿Recuerdas como en la adolescencia teníamos la energía a flor de piel?, esa pasión tan desmedida que nos hacia saltar cualquier prohibición.
Vivíamos mirando el sol a través de las hojas de los árboles, sintiendo el viento nostálgico que nos alcanzaba y nos trasportaba a tiernos recuerdos lejanos.
Y con los años me has enseñado a disfrutar también de tu parte más serena, más encaminada hacia lo importante. Tener siempre nuevos proyectos, nuevas ilusiones. Me has mostrado tu ingenuidad a la hora de mirar la vida, como si naciésemos de nuevo a diario, con los ojos de la niña que somos. Y de la mano hemos aprendido a ofrecer menos disponibilidad para lo innecesario.
¿Recuerdas cuando a nuestras vidas llegaron los frutos?… me enseñaste a ser optimista y a saber que las semillas que sembramos en nuestro campo germinaron en una mejor manera de gestionar nuestras vidas.
La verdad es que no tuve el gusto de conocerte hasta que me paré a observarte, desde entonces formas parte activa de mi vida y es lo que me ha empujado a escribirte hoy.
Así que ahora toca pedir perdón, perdón por muchas cosas, la primera no haberlo hecho antes. Por solamente tenerte en cuenta cuando peor estabas, y solo para recriminarte por ello, recordándote tus meteduras de pata.
Pido perdón por escribir a cualquier persona que probablemente no lo mereciese, para hacerla sentir mejor. Escribirles para decirles cosas que quizás tú necesitabas que te dijese a ti.
Por ofrecer mi compañía y consejos a personas que me fallaron y a ti, mi leal y eterna compañera, habértelos negado. No tuve conciencia siquiera de si podías continuar caminando sin mi ayuda, de si necesitabas algo de mí o de cualquier otra persona.
Perdón por no escucharte, por obviar tus necesidades, por dar por sentado que no debías quejarte de nada.
Hoy sé con seguridad que no eres responsable de nada, sino la razón de estar aquí, cumpliendo cada sueño que teníamos desde la infancia.
Y por primera vez siento compasión por ti, te miro con ojos nuevos, quizás los mismos ojos con los que hoy y siempre nos han mirado las personas que nos aman y nos valoran.
Observándote puedo ver mi maltrato físico y mental hacia nosotras, permitiéndonos tener malos pensamientos, mala alimentación. Pero tú nunca me has abandonado y aquí seguimos, juntas después de 51 años de historia.
Estas experiencias, los años compartidos y detenerme para escribir estas letras, es lo que me ha ayudado a percatarme de que eres lo más importante de mi vida.
¡Mereces que te ame más que nadie en el mundo y más que a nadie en el mundo!
¡Gracias Marié!
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