Es mas sencillo decirlo que hacerlo

Escrito por Marié

7 de noviembre de 2022

Amarse a uno mismo

 

Amor a uno mismo – Psicólogas Las Palmas

Aprender a amarte a ti es más sencillo decirlo que hacerlo, al menos es lo que me dicen siempre cuando lo propongo. Y, por supuesto, casi siempre es más sencillo hablar que actuar.

Debería ser algo así: Vivir nuestro cuerpo como si lo mirásemos por primera vez, sentir la experiencia de observarlo como algo completamente nuevo e inesperado. Casi como si mirásemos un cuerpo extraño, mirándolo desde fuera. Seguro que seriamos más indulgentes.

Observándolo desde fuera, sin dejar entrar en nuestro interior ningún pensamiento y ningún sentimiento, tendríamos una imagen más objetiva. Como si mirásemos a alguien que no fuésemos nosotros, pero pensando que ese alguien es la persona más amada y más necesaria en nuestra vida, porque así es.

Cuando logramos albergar en nuestro corazón esas emociones, esa sensación de amor, es cuando podemos descubrir que debemos vivir amando profundamente nuestro cuerpo. Nuestro vehículo tal y como es, con sus pliegues, con sus curvas, con sus arrugas… sus estrías o sus cicatrices. No le sobra ni le falta absolutamente nada, es perfecto tal cual, y no hay que perder ni un segundo de nuestro tiempo en cuestiones que nos hagan rechazarnos. Él lo sufre, nota lo que pensamos sobre él, y deja de ayudarnos a mejorar, simplemente nos da lo que pensamos y será realmente difícil realizar ningún cambio.

Está claro que casi nadie tiene un cuerpo que siga unos modelos de belleza establecidos, ni otros modelos de belleza que reconocían en otras épocas. En cada una de ellas se tenía un gusto y unas preferencias diferentes y una conciencia de la salud, también diferente.

Cada cuerpo es como es, aunque oigamos ideas de belleza miles de veces al día, en diferentes medios. Son solo conceptualizaciones para vender… consumismo, como siempre… y deberíamos dejarlas en el mundo de las novelas, pero no de la vida, no al menos, de la realidad que vivimos, esa que nos venden es una realidad engañosa, superficial.

De todas maneras, en nuestro afán de no sé que, aunque nuestro cuerpo se ajustase a un modelo de belleza aceptado, o fuese un cuerpo delgado y sano, siempre tendemos a buscar algo que no se ajuste a nuestra idea de lo que nos gustaría que fuese, somos contradictorios. ¡Qué difícil hacemos todo!

Las personas que logran sentir ese amor interno, son capaces de reconocer lo que ocurre en el interior y ven como los efectos se manifiestan en cualquier situación de su vida y en cualquier momento inesperado.

La manera de conseguir ese profundo amor por uno mismo, debemos trabajarlo cada uno. Exige una filosofía de vida que permita sentirse merecedor de ser feliz y realizarse como individuo único y diferente del resto.

Lo normal sería empezar por amar a nuestro cuerpo, es nuestro vehículo, gracias a él podemos hacer lo que hacemos. Pero no hay una manera de mostrar como llegar a sentirlo, no se puede enseñar porque es algo íntimo y personal, cada persona debe descubrir por sí misma como llegar a amarse.

El problema es que muchas personas cuando se miran en un espejo no pueden evitar comparaciones y creer que no valen nada. Y estos pensamientos traen otros a remolque, como sentir también que no son aprobados.

Probablemente, son cosas que han aprendido en la infancia, quizás con la ayuda de padres o algún entrenador exigentes que le enseñaron a compararse con los demás.

He escrito en otras entradas anteriores sobre nuestro cuerpo y sus potencialidades. Y realmente la solución yo creo que está en la necesidad individual de sanar esa relación con él, como amarlo, aceptarlo tal y como sea.

Me habréis leído tantas veces decir estas cosas, pero creo que las cosas se aprenden insistiendo en ellas, hablando sobre ellas, hasta que el cerebro las active por si solo. Pero también parece que las cosas que nos repetimos insistentemente, sobre todo las cosas referentes a nuestro cuerpo no terminan de suceder.

De todas maneras, sigo pensando que hablar de estas cuestiones habitualmente consigue que se activen en algún momento, incluso puede que ayude a activar otras, más internas y que creemos superadas, para que la realidad que buscamos termine por mostrarse.

Yo creo que las mujeres tenemos más problemas en este sentido, o al menos lo mostramos y lo hablamos más. Quizás muchos hombres también sientan así, pero es algo de lo que no suelen hablar. Es una manera ilógica o incluso irracional del pensamiento patriarcal. Estas cuestiones parece que son formas exclusivamente femeninas de expresarse.

Quizás nosotras tengamos una inquietud mayor por sanar, o necesitemos tener una mejor relación con nuestro cuerpo y aprovechamos cualquier ecuación para resolver el problema. Aunque también debemos tener claro que la melodía que sonará para acercarnos a su resolución será distinta para cada persona.

Todos tenemos la capacidad de hacernos el mejor traje aunque el punto de partida sean un montón de harapos. Lo mágico está en creer que podemos, entonces estos harapos se transformarán en lo que cada uno quiera independientemente del tiempo invertido.

El deseo de vernos mejor está siempre presente. Lo expresemos como lo expresemos. De manera más directa, o de otras más místicas, todos necesitamos encontrar nuestro otro yo. Yo quizás os ofrezca mis consejos de una manera más poética, pero el deseo de cambio es el mismo. En mi caso no puedo expresarlo de otra forma.

Quizás muchos pensáis que el problema es biológico, otros que es innato, que viene de fábrica. Aunque partamos de esa base y ellas predispongan nuestros gustos o preferencias, nuestro cuerpo en sí no es capaz de juzgar por sí mismo, él acepta lo que le decimos, y nos muestra eso mismo. Realmente lo que somos es alma, y ella es la que siente.

Y además, tenemos el inconveniente de que el pensamiento social general, no sirve de ayuda, más bien dificulta el proceso.

La verdad es que a todos nos gustaría tener a alguien que nos fuera dictando pautas para conseguir aquello con lo que sentirnos a gusto, pero el tema es difícil, nadie tiene las pautas exactas para todos.

Voy a detener mis pasos, porque a mi mente llegan pensamientos sobre la adolescencia y primera juventud actual. Ellos son los más vulnerables en la vida que les ha tocado vivir y todavía me causan más preocupación.

Creo que de manera individual y más personal tenemos la obligación de intentar mostrarles un futuro un poco más esperanzador, o al menos a no perder la esperanza e intentar mejorarlo, sin quedarse nada más que con lo negativo que se ve por todas partes.

Lo que casi todos los jóvenes ven y lo que sienten es similar. Un porvenir incierto, problemas en todos los ámbitos, así que lo que ellos responden es desilusión y cada vez menos ganas de luchar por algo que no saben si va a ser posible.

A mí me fascinan las personas, todas, casi siempre hablo de los mayores, porque me enseñan muchas cosas, pero realmente también me gustan muchísimo los jóvenes, ellos igualmente me enseñan muchas cosas, con un enfoque diferente.

Me gusta mucho escucharles, pero también me gusta mucho hablarles, me encanta pasar tiempo con ellos y sentir su manera fresca de vivir todo, sus ganas de disfrutar, de divertirse y reír. Y traen a mi presente a mi propia adolescente.

Y, bueno, recuerdo las historias que mi madre contaba de mi abuela Esperanza y del entusiasmo que despertaba en la juventud femenina de su entorno. Siempre estaba rodeada de chavalas que querían escuchar sus historias, sus picardías, todo ello junto a su forma divertida de expresarlo, y en ella me baso para acercarme a los jóvenes.

Me encanta pasar tiempo con ellos, y de la gran mayoría puedo decir que si tuviese su edad me encantaría formar parte de su grupo de amigos. Y sé que a ellos les gusta sentir que pueden contar conmigo.

Luego miro la situación desde sus ojos, y pienso que, al igual que a mí me hubiese gustado ser una de esas adolescentes y jóvenes que escuchaban a mi abuela, «sería una maravilla tener en aquellos años una maestra así». También siento que las familias no hablan con casi ningún adolescente (por falta de tiempo o de ganas) y noto que les gusta tener a alguien como yo que les escucha intentando saber donde rascar para encontrar cada necesidad, cada deseo, cada cosa diferente en cada uno de ellos.

También sienten tranquilidad al saber que alguien mayor puede sentir de su misma forma y entender sus inquietudes.

Me siento muy afortunada porque muchos jóvenes se sientan así en mi compañía y siempre intentaré ayudarles, estar a la altura y no defraudarles.

 

Amarnos y sentirnos bien con nosotros mismos es el pilar fundamental sobre el que deberíamos construir nuestras vidas.

– Wayne W. Dyer.

 

Pruebo a mostrarles otras formas de ver las cosas, dentro del marco de experiencias que diariamente ven en los medios, cosa difícil, pero no dejaré de intentarlo.

Y así, hablando de experiencias diferentes, hablándoles de mí, de experiencias también de personas conocidas, de otras no tan conocidas, pero de las que conozco cosas, puedo comprobar como en algún momento se enciende una bombilla en su interior, aparece una sonrisa y son capaces de aplicar algo de lo escuchado.

Cada uno muestra esta bombilla de formas distintas, pero la sonrisa suele ser común, las más características se ven en los ojos, o en algún gesto que muestra lo que están pensando, tocándose diferentes partes de la cara, moviendo las manos, sonriendo…

Y esos deseos internos terminan por mostrarse… son similares… todos somos similares… y volviendo al comienzo de esta reflexión… lo primero de todo es amarse a uno mismo.

Fotos: uaemex, pinterst.

 

Cuando me amé de verdad

 

«Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.

Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.

Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.

Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.

Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.

Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.

Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.

Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.

Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!

No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.»

– Charles Chaplin.

 

 

¡Deseo que esta lectura haya activado algo dentro de tus células!

¡Es el principal objetivo… amor, autoestima, autorrespeto, bienestar, respeto a otros, buenos sentimientos…!

 

 

¡Namasté!

 

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