Es la emoción más destructiva experimentada por una persona, con diferencia.
La envidia es un conjunto de sentimientos absurdos: irritación, enojo, coraje, desconsuelo, inquietud, desasosiego, angustia… entre muchas mas, que sienten ciertas personas cuando otra tiene algo que no pueden poseer.
Es destructiva sobre todo para el envidioso, por lo intrincada que se vuelve y no por su intensidad.
La mente de un envidioso no es justa, en el fondo estos celos le causan vergüenza.
Aunque quiera esconder sus sentimientos por todos los medios, para evitar que se detecten, es inevitable percibirlos. La envidia es semejante a un virus que no te deja disfrutar de la vida con tranquilidad y paz mental.
El sentimiento de la envidia se alimenta de la falta de autoestima. Cuando no te gustas, no te quieres lo suficiente, no te valoras, o ves cualidades en otra persona a las que no te sientes capaz de llegar o de aprender, tu vida se transforma en un auténtico calvario.
El problema es que cuando esta falta de autoestima no está bien gestionada, te provoca ser envidioso ante cualquier situación: la felicidad de un familiar, el éxito de algún amigo, la buena suerte de un vecino o las cualidades y forma de ser de un compañero.
Aquí aparece un problema muy difícil de resolver, porque si la envidia fuese económica o de éxito, puedes solucionarlo esforzándote más hasta conseguir alcanzar ese éxito envidiado.
Más cuando el objeto de tu envidia no es tangible, sino que es una forma determinada de comportamiento, unos conocimientos y unas capacidades en otra persona, lo tienes más difícil. ¿Porque? No puedes transformarte en esa persona.
Pero si esta envidia en lugar de ser usada para dañarla, la utilizas para mejorar tu, como persona, es la mejor opción de crecimiento y aumento de la autoestima.
Cuando conoces la causa de tu envidia: la alegría, la felicidad, el placer, las cualidades, los bienes, las metas de otra persona, las personas que le rodean, su forma de trabajar, su templanza, su espiritualidad, el amor que le tienen, sus habilidades sociales, su suerte; puedes actuar en consecuencia para tu mayor bienestar y el de la persona que envidias.
Si la relación o el vínculo con ella es cercano y cotidiano, puede crearte una situación de bastante dolor y frustración.
Realmente se suele tratar de admiración encubierta muy mal gestionada, pero en lugar de provocar inspiración en tu cerebro, te provoca dolor.
Si tienes el valor suficiente para reconocertelo a ti mismo, lo puedes usar para evolucionar y no para herir y ver sufrir a la otra. Aunque muy probablemente, si esta persona tiene grandes valores, sentimientos puros y una gran dosis de templanza, no se vea afectada por esos sentimientos hacia ella, y viva su vida siguiendo sus principios.
Es una afección que me provoca compasión.
Otra causa que confluye hacia el río de la envidia es la falta de preparación.
No me refiero a sentirte insuficiente, sino cuando crees saber mucho sobre tu trabajo, o sobre cualquier otra cuestión… cuando crees saberlo todo y merecerlo todo.
Por ejemplo piensas que tu formación, en relación con lo que tienes que llevar a cabo, es óptima y aparentemente controlas lo que tienes que hacer, pero la realidad es que no dominas los recursos que necesitas al 100% y por supuesto no eres capaz de expresar todo lo que te gustaría.
Ante esta situación cualquier contratiempo que surja en tu ocupación se convierte en un obstáculo insuperable.
Comienzas a pensar que tu situación es injusta, que el mundo está lleno de personas que no merecen lo que tienen, que tú nunca tendrás su suerte. Estás pendiente de que aparezca un padrino que coloque tus fichas donde crees merecer. Aquí hay dos opciones: la que te hace crecer, que es prepararte más y mejor, o, esperar a la jugada en la que ese padrino aparezca.
En el segundo caso, no eres muy afortunado, porque siempre tendrás la duda de si realmente eres merecedor de esa suerte, y como consecuencia no tendras la conciencia ni la paz mental necesaria para tener una vida tranquila.
¡Excepto en el caso de que estés a la altura!
Estas situaciones provocan en el envidioso unos comportamientos y unas emociones, que le arrastran a aislarse.
Generan coraje, inquietud y terminan provocando un alejamiento social, sobre todo de las personas que el envidioso cree que conocen sus debilidades.
Solo se sienten seguros con sus protectores y necesitan de sus servicios para la resolución de sus inquietudes.
“El malhumorado y contraído, el amargado, no puede sufrir la risa del que está alegre y satisfecho, porque envidia en el fondo un sentimiento del que él es incapaz”. -Dorsch, 1994
Te ves como inferior, carente, infeliz, porque ves al otro como una persona perfecta o con las cualidades o la suerte de la que tu careces. De forma que se convierte en el competidor o el rival simbólico, aunque no lo sepa, basta que le adjudiques ese papel.
Sabes que es algo negativo, que no lo deberías de sentir, y cuando lo sientes, piensas que no deberías mostrarlo. En el peor de los casos te lo niegas, disimulas o mientes con respecto a tu envidia.
Cuando eres envidioso tienes un rasgo característico que, por supuesto, no eres capaz de ver en primera persona: todo lo que otros hagan mejor, es objeto de tu crítica y de la necesidad de ponerte por encima.
Este comportamiento es perjudicial en todos los sentidos imaginables. El más importante: no logras generar empatía en los demás. Resulta demasiado evidente que las interacciones explotan. Hay una adulteración en la percepción de las vivencias por tu parte, en relación con las percepciones de los demás.
Por ejemplo, ante una conversación en la que dañas las reglas del juego con tus frecuentes actitudes negativas, es probable que las personas envidiadas se cansen y se genere en ti una cierta soledad. Esto provoca un círculo vicioso difícil de romper.
La soledad que sientes te provoca más envidia, además aumentan las ganas de interactuar con los demás de forma normal. También te genera un sentimiento de desquite, queriendo mostrar que todo te va bien para que los demás se resignen a que estás en mejor situación.
En oposición a lo anterior, tienes sentimientos enfrentados y demuestras una actitud pasivo-agresiva para intentar mostrar que todo te va mal, en un intento de llamar la atención y cuando la tienes, le das la vuelta a la tortilla y presumes de tus virtudes, impulsadas por la envidia y la necesidad de sobresalir.
Si tienes un nivel de envidia alto, siempre estás cuestionandote y comparandote con los demás, es la forma mas rapida para intentar reconocer el propio mérito y valía. Para demostrar que los demás están por debajo de lo que deseas. Necesitas examinarlos para buscar un consuelo y convencerte de que lo tuyo es mejor.
Si te dejas llevar por un sentimiento de envidia continua tus límites para descalificar a los demás serán cada vez más duros y querrás hacerles morder el polvo. Humillarás y desmerecerás sus éxitos, te burlarás de ellos como herramienta de cambio.
Incluso cuando quienes te rodean no tienen nada que pueda envidiarse, reaccionas de manera desconfiada, acción que trastoca tus relaciones sociales y nadie queda sin su ración de análisis y burla. A quien está por debajo de ti, lo utilizas como herramienta para recalcar que eres más, además de para sentirte más valorado y animado.
La envidia es una de las mayores fuentes de hipocresía, cuando un problema le ocurre a la fuente de tu envidia, aunque estás contento en tu interior, te muestras falsa y aparentemente preocupado.
La pena del envidioso: no sabes disfrutar de las relaciones sociales por sí mismas, sin observar el coste y el beneficio que obtendrás. Ante una antigua amistad a la que envidias investigas cómo poder manipularla para convencerla de quien está por encima y quién por debajo, así crees lograr beneficios tangibles y emocionales.
Sientes rivalidad con los demás y la necesidad constante de defenderte atacando. Por naturaleza no puedes permanecer impasible si alguna persona airea su felicidad o disfruta de sus éxitos. Te sueles servir de vivencias pasadas, con personas relevantes o en situaciones importantes. Utilizas las historias que te hacen parecer especial y las recuerdas en las ocasiones que alguien parece prosperar o tiene algo bueno que contar.
Como te habrás dado cuenta, la envidia no dice nada bueno de ti, te entorpece la vida.
Si te sientes identificado, ponte en marcha, plántale cara a tu autoestima y poco a poco dejaras de herir a los demás y a ti mismo.
Bajo mi opinión la envidia es mucho más que un pecado capital.
La envidia nace en las profundidades como los manantiales, tiene muchas fuentes de las que nutrirse hasta que finalmente aparece en tu vida como una maldición viscosa.
Para poder detectar las pautas ocultas, tienes que desenmascarar tu envidia y aislar los patrones repetitivos que muestras en tu vida.
Pueden ser muchas causas relacionadas con la autocrítica y la autoestima, como he dicho, se alimenta en muchos surtidores y provoca muchos comportamientos que la definen:
- Deseo frustrado de lo que otra persona tiene.
- Pensamientos habituales de que no tienes lo que mereces.
- Tristeza ante las propias carencias o inferioridad en relación con la otra persona.
- Desesperación ante la posibilidad de no conseguir lo que envidiamos de ella.
- Comportamientos falsos en tus relaciones, sonrisas y saludos amistosos frente a tus sentimientos reales.
- Resentimiento hacia situaciones, desagrado y enojo ante los que crees responsables.
- Críticas constantes hacia lo que hace el envidiado e intento de demostrar su desvalorización.
- Intento de suplantar las acciones del otro y adjudicartelas para sentir un empuje en tu energía.
- Culpa por el anterior comportamiento, mala voluntad, incorrección por tu sentir.
- Emular al envidiado, sentir identificación y admiración por el.
- Sonreír aunque tus sentimientos reales son de no soportar al otro.
- Rencor al ver que tus comportamientos no afectan a la felicidad y estabilidad del envidiado.
- Angustia profunda al percibir que te alejas de buenas relaciones por tus comportamientos.
- Soledad y exclusión en ambientes en los que antes de tu mal hacer eras aceptado…
Es muy complicado enseñarle a una persona confundida y obsesionada a apreciar el bienestar de los demás, a alegrarse por los éxitos ajenos, a visualizar a las personas como ejemplos a seguir y no como enemigos. Pero realmente esto sería lo aconsejable para conseguir tu felicidad y la de tu envidiado, llegando a conquistar un equilibrio común y un ambiente tranquilo.
Ya estás viendo donde desemboca el desenfrenado arroyo de la envidia. En un mar de soledad amargo como la hiel. Estás comprobando que es imposible ser feliz a pesar de tus esfuerzos.
¿Cual seria el camino a seguir, llegados a este punto? La única solución posible es atravesar el espejo de lo envidiado y utilizarlo constructivamente.
Toca que te estudies en profundidad y aproveches para sacar a relucir lo mejor de ti.
No dejes que los demás se queden con lo que les muestras a traves de tus comportamientos erróneos.
Trabaja intensamente tus habilidades sociales con la persona o personas envidiadas.
Por muy mal que percibas las cosas, tu tienes el poder de cambiarlas y empezar a crear felicidad.
Puedes darle la vuelta a la tortilla y transformar tu envidia en tu mayor fortificación, seguro que tienes dones maravillosos que mostrar.
Y si estás al otro lado:
¡¡ Si alguien envidia tu vida, compadecelo!!
¡¡ Pero si muchos lo hacen, siéntete orgulloso, algo estás haciendo mejor que nadie !!
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