Bonita historia bajo una tormenta

Escrito por Marié

8 de abril de 2024

Esta es una bonita historia bajo una tormenta

Hace muchos años durante una noche tormentosa, un hombre mayor y su esposa entraron en la antecámara de un pequeño hotel en Filadelfia.

 

Llovía copiosamente y ellos intentaban conseguir resguardarse.

 

El matrimonio se aproximó al mostrador para preguntar:

 

—¿Podría darnos una habitación?

 

El empleado, un hombre atento con una cálida sonrisa les dijo:

 

— Imposible, hay tres convenciones simultáneas en Filadelfia…

 

— Todas las habitaciones tanto de nuestro hotel como de otros hoteles y pensiones están ocupadas.

 

El matrimonio se angustió, pues iba a resultar complicado conseguir un alojamiento donde pasar la noche. Sobre todo por la hora y con ese tiempo desapacible.

 

Para su sorpresa el recepcionista les dijo:

 

— Me causa mucho disgusto enviarles a la calle con esta lluvia.

 

Si ustedes aceptan mi hospitalidad, puedo ofrecerles mi habitación.

 

Yo soy joven y puedo apañarme preparando el sillón de mi oficina.

 

A la pareja les pareció que era aprovechar mucho la voluntad de aquel muchacho y lo rechazaron.

 

El joven no se rindió y siguió insistiendo amablemente hasta que terminaron por aceptar. Ocuparon su habitación.

 

Al día siguiente por la mañana, cuando el hombre fue a pagar la factura, pidió hablar con el chico y le dijo:

 

— Usted es el tipo de Gerente que yo tendría en mi propio hotel.

 

— Algún día construiré un hotel para devolverle el favor que nos ha hecho.

 

El conserje tomó la frase como un cumplido y se despidieron amistosamente.

 

Pasaron dos años y el conserje recibió una carta de aquel hombre, donde le recordaba la anécdota.

 

Le enviaba un pasaje de ida y vuelta a Nueva York con la petición expresa de que los visitase.

 

Con cierta curiosidad el conserje no desaprovechó esta oportunidad de visitar Nueva York gratis y concurrió a la cita.

 

En esta ocasión el hombre mayor le llevó a la esquina de la Quinta Avenida con la calle 34.

 

Le señaló con el dedo un imponente edificio de piedra rojiza y le dijo:

 

— Este es el Hotel que he construido para usted.

 

El conserje lo miró anonadado y dijo:

 

— ¿Es una broma, verdad?

 

— Puedo asegurarle que no, le contestó el hombre con una sonrisa cómplice.

 

 

Así fue como William Waldorf Astor construyó el Waldorf Astoria original y contrató a su primer gerente de nombre George C. Boldt (el conserje en la noche lluviosa).

Obviamente, George C. Boldt no imaginó que su vida estaba cambiando para siempre cuando hizo aquel favor para atender al viejo Waldorf Astor en aquella noche tormentosa.

No tenemos muchos “Waldorf Astor” en el mundo, pero un jefe satisfecho o un cliente sorprendido pueden equivaler a nuestro Waldorf-Astoria personal.

El Waldorf-Astoria es uno de los hoteles más emblemáticos y con más historia de la Gran Manzana.

Este rascacielos de estilo art decó tiene 47 pisos y mide 191 metros.

Una maravillosa construcción situada en una manzana entera, que abarca Park Avenue, Lexington y las calles 49 y 50, rodeado de los edificios más emblemáticos de Nueva York: el Empire State, el edificio Chrysler y la estación Grand Central.

Curiosamente, este no es el primer Waldorf-Astoria que existió en Nueva York.

El primero fue diseñado por Henry J. Harden-bergh y lo integraron dos hoteles diferentes: En primer lugar, el Waldorf Hotel, que estaba situado entre la Quinta Avenida y la calle 34 y que se construyó en 1893. (Protagonista de nuestra historia).

Era un edificio de 13 plantas que pertenecía a William Waldorf Astor, un rico hacendado cuyos antepasados provenían de Alemania.

El hotel ha servido de escenario para un gran número de películas, como Esencia de mujer o Sucedió en Manhattan, entre otras.

Muchos han sido los acontecimientos notables que se han vivido en él.

Por ejemplo, en 1912 sirvió de sede para las investigaciones que se llevaron a cabo sobre el hundimiento del Titanic.

Curiosamente, el fundador de uno de ellos, el Astoria Hotel, John Jacob Astor IV, había fallecido en el naufragio aunque su segunda esposa, que estaba embarazada de siete meses, sobrevivió.

Numerosos han sido también los huéspedes ilustres de este hotel, como el expresidente Herbert Hoover o el general MacArthur, que vivieron en suites en diferentes plantas del hotel.

También los duques de Windsor fueron habituales del Waldorf así como algunos gánsteres de la época, como Frank Costello, Bugsy Siegel o Lucky Luciano.

En 1955 la actriz Marilyn Monroe permaneció alojada durante unos meses en el hotel, en concreto en la habitación 2.728, pero los altos precios que tenía que pagar (1.000 dólares semanales) no le permitieron quedarse mucho más.

Todos los actores y hombres de negocios y de la cultura que se precien han pasado en algún momento por este hotel en el que se crio Paris Hilton, que vivió en él varios años con su familia.

 

Esta historia muestra que servir a los demás es algo que normalmente tiene una recompensa.

Es gratificante, sobre todo cuando no lo buscas ni lo esperas.

La felicidad y el servicio a otros, están muy relacionados con la amistad y el amor.

Es algo muy relativo, y nos corresponde a todos procurar merecerla.

La felicidad es, en este caso, una recompensa de la integridad.

Por eso decía Platón:

“Si el semblante de la integridad pudiera verse, enamoraría a todos”.

Estos comportamientos, en ambos sentidos, favorecen la sinceridad, la lealtad, la paciencia y nos aleja del egoísmo tan habitual actualmente.

Pero es un ejemplo precioso de no buscar la propia satisfacción que acabaría en un aumento del ego.

Ser mejores no debería ser un fin en sí mismo, sino tratar bien a las personas sin esperar nada a cambio.

Cuando ayudas a otros genera empatía en el entorno y es una bonita manera de mostrar que no hay que arrepentirse en el último momento.

“Cuando actuamos así, nos solemos dar alguna escusa.”

Con la madurez, adquirimos la libertad de superar algunos modos de egoísmo.

Si mantenemos otros egoísmos lejos todo es más espontáneo y sencillo.

 

¡Namasté!

 

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