Bella leyenda

Escrito por Marié

26 de junio de 2023

Bella leyenda sobre la fortaleza.

 

Desde mi ventana podía observar a una abuela y las actividades que realizaba en su patio.

 

Era inevitable no verla.

 

Me apasionan las plantas y ella estaba continuamente plantando semillas, arbustos y árboles.

 

Es un hobby precioso, que comparto y lo llevaría a cabo si pudiese.

 

Se dedicaba a este pasatiempo diariamente, y mi ventana estaba a la altura suficiente para poder disfrutar de esa bella vista.

 

Pero algo en su comportamiento me llamaba bastante la atención, no la veía, en ninguna ocasión, regar sus arbolitos.

 

Esta actitud tan extraña hacía que mi curiosidad fuese en aumento, así que una tarde le pregunté el porqué.

 

Su respuesta fue muy concreta y franca, y me inclinó a pensar que era un comportamiento correcto.

 

Afirmó que la tierra estaba húmeda un poco alejado de la superficie. Y si regaba sus arbolitos, las raíces no irían en busca de esta agua profunda.

 

Las raíces, si los regaba se acostumbrarían al alimento más fácil y se quedarían esperando el agua que diariamente recibían sin ningún esfuerzo.

 

Me convenció su explicación, al no regarlos, tardarían algo más en su crecimiento, pero ¿qué es esto, frente al tiempo que puede vivir un árbol sano?.

 

Además, sus raíces, ante la falta de riego, se verían obligadas a crecer y profundizar en la tierra para obtener el agua y los nutrientes necesarios. Ellos están alojados en las capas más profundas de la tierra.

 

De esta forma, los árboles que estaba criando tendrían profundas raíces y resistirían mejor cualquier contratiempo.

 

Con el paso de los años, al visitar diferentes lugares, ciudades y campos, huertas y montes; pude comprobar que en epocas de mal tiempo, cuando hay mucha lluvia o fuerte viento, los árboles quedaban doblados, arqueados o eran arrancados de la tierra.

 

Esto me hizo recordar a mi vecina.

 

Mi curiosidad me llevó a ir a visitar aquel lugar de mis recuerdos.

 

El lugar había cambiado mucho, pude reconocerlo por la cantidad de veces que paseé por sus calles, sus caminos, sus cuestas, puentes, el río… y lo que más llamó mi atención fue que mi anciana vecina, que ya no vivía, había creado un hermoso, frondoso y sanísimo bosque en su amado huerto.

 

En esta ocasión, mi visita fue en primavera, y pensé que lo normal es que en esta época del año los árboles estuviesen en su máximo esplendor, así que decidí regresar otra vez en invierno.

 

Para mi próxima visita, decidí que fuese en un día de lluvia y viento.

 

Cuando la ocasión me permitió realizar este deseo, los árboles frente a mi casa estaban arqueados y un poco doblados por el viento, así que, la verdad, no me sorprendió excesivamente comprobar que los árboles de la abuela casi no se movían, solamente sus hojas danzaban al son del viento.

 

Precioso legado.

 

Las adversidades por las que esos enormes árboles habían pasado, les habían hecho crecer en las más óptimas condiciones, se habían beneficiado de lo que podría parecer un mal comportamiento.

 

Ellos no habían disfrutado de un trato delicado y con comodidad, y, por lo tanto, se habían tenido que hacer fuertes y enraizar profundamente por sus propios medios.

 

Hay ciertos comportamientos que me dan que pensar.

Esta actitud frente a la vida me provoca detenerme a mirar a mis hijos, ellos ya no son niños, han crecido bajo nuestra, siempre bienintencionada, educación.

Nunca sabré si ella ha sido la correcta…. La verdad es que, en lo básico, no me puedo quejar, pero supongo que siempre tendré la duda de si podría haber sido mejor.

Quizás hoy se ejerce demasiada protección sobre los hijos, y tantas facilidades hacen que sus raíces no necesiten profundizar suficientemente en la tierra.

Anteriormente, solamente algunos de los hijos de personas con más recursos, eran los que tenían más probabilidades de tener raíces poco profundas.

Pero ahora, observo que cada familia, dentro de sus posibilidades, intenta facilitar la vida de sus hijos lo máximo posible, sin pensar en el perjuicio que esto conlleva.

Cuando llegan las consecuencias suele ser tarde y mal recibidas.

¿Demasiada indulgencia? Espero que no nos hayamos equivocado demasiado y las consecuencias no sean demasiado desalentadoras.

Creo que hay cosas que no se deberían hacer tan sencillas para ellos. Viven como en una burbuja de protección y eso les hace ser vulnerables y a la vez sentirse endiosados.

No creo que sea la mejor manera de prepararlos para un futuro.

Por poner un ejemplo, en las escuelas los profesores tienen cada vez menos autoridad con sus alumnos, y creo que de esto la responsabilidad está en los padres. Somos los que se la negamos.

Ciertos comportamientos que deberían tener alguna consecuencia son obviados y tapados… Creo que no es la mejor manera de educar. Este comportamiento da lugar a un ninguneo, desprecio a los maestros, incluso en alguna ocasión, agresiones…

Cuando yo era pequeña, nunca escuché a mi padre hablar mal de los maestros, igualmente si observaba en alguno que no se portaba del todo bien. Supongo que para mantener mi un respeto hacia ellos.

Pero cuando mis hijos eran pequeños, en la puerta del colegio siempre había mamás y papás criticando a los docentes, incluso disculpando un mal comportamiento por parte de sus hijos. O quejándose de malas calificaciones, y por supuesto, responsabilizando a los maestros de ellas.

Creo que es una manera de dar permiso a los niños y adolescentes para no valorar la autoridad de los maestros y maestras.

Ellos se forman en valores desde el hogar, y el respeto a los demás deben aprenderlo en casa. Pero si escuchan como sus padres faltan al respeto a los profesores, es entendible que se comporten inadecuadamente en el colegio.

Creo que actualmente hay una gran confusión en ciertos términos, y en cierto modo, una leve muestra de autoridad se tiende a confundir con autoritarismo.

Considero que comunicar con firmeza, no necesita de utilizar violencia ni malas palabras a la hora de educar, y básicamente radica en poner unos límites y cumplirlos.

Pero veo que en muchas familias, incluso hablar a sus hijos solicitando solamente respeto, se considera un abuso, con las consiguientes consecuencias… o en otros casos la comunicación es demasiado intensa y falta de respeto, con el consiguiente resultado de falta de respeto igualmente.

Para mí, autoridad no significa violencia, nunca pensaría en hacer las cosas por la fuerza, simplemente es cuestión de educación, de comunicación y sana convivencia.

Creo que un niño o un adolescente debe saber que su comportamiento no es correcto, cuando no lo es, y si lo encubrimos y hacemos que se le perdone por parte de un maestro, o de un policía, o de un médico…  Tomará este ejemplo como norma. Es la mejor manera de formar a un tirano…

Pero la actitud contraria en exceso también me parece inadecuada. Creo que la solución siempre se basa en un equilibrio y una buena comunicación.

Pero vistas las listas de espera que hay en Psiquiatría y Psicología infantil y juvenil en la actualidad, me hace pensar que no nos deberíamos permitir ciertos comportamientos. Sobre todo porque después nos permitimos quejarnos de las consecuencias que realmente hemos provocado, y que considero totalmente normales.

Estos son algunos ejemplos, pero hay infinidad de comportamientos inadecuados causados por otros comportamientos erróneos.

Creo que nos gustaría que todo fuese más sencillo, pero las cosas sencillas no forman raíces fuertes y profundas.

Por eso cuanto llega la tempestad, que normalmente es sin avisar, en lugar de resistir el empuje de sus helados vientos, será visible derrota y destrucción, sin poder hacer uso de su apoyo firme.

 

¡Namasté!

2 Comentarios

  1. Rubi

    Muy bonita reflexión pero muy real, como la vida misma en si😘

    Responder
    • Marié

      Gracias Rubi, me alegro de que te haya gustado. Abrazos.

      Responder

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