Sentimientos, emociones, vivencias
Recuerdos de niñez.
Me seduce muchísimo indagar en mi memoria y rescatar vivencias de mi infancia. Muchos fragmentos en ella fueron inmensamente felices. (En otra ocasión escribiré sobre los jirones menos felices).
Me fascina recordar las miles de enseñanzas, preparaciones, iniciaciones que dejaron en mí mis seres queridos, mis amigos, mi familia.
Vi la luz en este país pleno de sitios maravillosos, de pueblos mágicos y míticos, de belleza. España soñadora y legendaria. Quijotesca.
Con sus bosques, cascadas, praderas o pueblos, con sus infinitos rincones de ensueño.
Parajes llenos de misticismo que embrujan y fascinan. País de cuentos de hadas, lleno de duende. Con sus historias remotas, ecos ancestrales, llamadas del pasado.
Leyendas, enigmas, fantasmas, milagros… Culturas antiguas.
La tierra de mis abuelos
Tengo un gran depósito repleto de preciosos recuerdos de la tierra de mis abuelos, Andalucía. Recuerdos entrañables. Principalmente las vivencias sucedidas en Écija: madre de mi abuela materna y de mi madre, ciudad de adopción de mi abuelo materno, de mi padre, de mi hermana y mía…
Écija, miles de años de antigüedad, cuna de un sinfín de civilizaciones, ciudad de luz situada en un precioso rincón de la provincia de Sevilla, en Écija viví profundos momentos.
Columna vertebral de la campiña sevillana, región tan llena de autenticidad. Tan profunda que es prácticamente imposible no dejarse afectar por su embrujo.
Écija, la que mora a orillas del Genil, madre de Torres y cuna del sol. Sartén de Andalucía.
Un pasado de grandeza, mora, romana, judía, cristiana… Bañada por el blanco de la luz y el verde de la campiña, envuelta siempre en la esperanza que nunca se pierde en esta tierra.
La tierra que convierte en coplas sus penas y sus alegrías…
Ese lugar tejió a mi alrededor una tela de araña, en la que quede enganchada.
Quedé fascinada por el gran arcoíris que forman la inmensidad de culturas que vivieron en ella y que aparecen en cada rincón.
Su estilo de vida forma parte de mis raíces. Recuerdos de niñez.
Acogida por ella
Aunque no soy ecijana de nacimiento, me siento ecijana de adopción y tengo recuerdos entrañables de las vivencias en sus calles, sus plazas, sus rincones, donde pasé grandes momentos que ocasionaron mi adoración por ella.
En sus rincones adquirí hábitos llenos de autenticidad.
Todo lo que conocí en Écija, afectó profundamente mi energía… transformándola en energía mágica…
De sus expresiones, de sus pasiones, de las emociones que siempre ha despertado en mí, he obtenido miles de enseñanzas.
Astigi tartesia, romana… Mora, engendraste a mi abuela y a mi madre…
Todo lo que he vivido allí, y han sido muchos de los días de mi infancia y mi primera juventud, me ha ofrecido un banquete de enseñanzas.
Ella es la conexión con mis raíces, con mis antepasados. Ellos, desde su hogar actual, me recuerdan diariamente la esencia que transporta mi sangre y la visión que he heredado de esta tierra llena de leyendas. Recuerdos de niñez.
Energía en estado puro…
En ese lugar aparentemente tranquilo, de arrogante calor que quema la piel, aprendí a sintonizar con el silencio.
Allí, en las noches de verano de mi infancia, podía contemplar el cielo estelar totalmente limpio.
Subíamos a la azotea y nos tumbábamos con mi padre a contemplar esa maravillosa inmensidad. Él las conocía, sabía el nombre de las constelaciones, él me enseñó a amarlas.
En ese lugar donde las penas nunca fueron capaces de anular la belleza, ni las injusticias opacar lo sagrado, en el profundo corazón de Andalucía, donde todo es posible, comencé a conocerme.
Cuándo viajaba allí, mi corazón volaba inmerso en el penetrante encanto, sintiendo una profundidad sin retorno.
Me dejaba llevar por su exótica belleza, por la diversidad que guarda en sus estrechas calles, palacios, iglesias, conventos, sus torres altivas, sus blancas casas.
Pero sobre todo por sus gentes, por lo que retratan sus rostros, sus pasiones al límite, su gran energía… Su cultura, sus costumbres, gastronomía, artesanía… todo ello, nutrido de color.
Allí comencé a profundizar en el conocimiento de las energías… ellas me transportaban, junto con mis amigos, a través de sus insondables lágrimas y sus pasionales alegrías.
Sus historias, sus canciones, su forma intensa de vivir la vida. Recuerdos de niñez.
El tiempo se detiene
No existía el tiempo, ni el calor ni el frío, solo queríamos estar juntos, hablar, reír, disfrutar.
Nada nos molestaba… Chistes y anécdotas sentados en una tapia… saltar, correr, danzar, reír… Gracias, amigos del sur, siempre estáis en mi pensamiento, en mi corazón y en mi libro de recuerdos entrañables.
En las tardes de julio, las lágrimas vertidas por las tormentas, eran parte del remedio contra el calor. Ellas refrescaban la tierra y la luz de los relámpagos seguidos de los rugidos del trueno dejaban un aroma y un sentimiento de eternidad.
En las noches de agosto, las estrellas carecían de parpados, siempre presentes, siempre visibles.
Allí era siempre posible sentirse más cerca del cielo y de sus brillantes luciérnagas nocturnas.
La Vía Láctea era absolutamente manifiesta en aquellos días perfectos.
Se podían contemplar, en la inmensa cúpula celeste, los misteriosos vacíos que caracterizan al Universo que nos cobija.
Al medio día, en el estío, las personas se transformaban en vasijas de silencio que contienen en su interior la infinitud de su historia.
En el atardecer, el tiempo adquiría un nivel extático creado por la intensa luz, provocando un sentimiento de estar cerca del cielo. Recuerdos de niñez.
El tiempo pasa
Mi calificación es de inolvidable, profunda, pensativa… Suspendida en el tiempo.
Cronos no perdona, sigue su curso infinito. Y aunque el viento y el ropaje ya no son los mismos, para mí nunca pasará desapercibida la existencia de este entrañable rincón. Nunca podrán borrar de mí tantas y tantas vivencias preciosas, tantas risas, tantas lágrimas de emoción…
En ella, los rayos del sol siguen pareciendo facas ardientes que rompen la piel.
Sus gentes siguen teniendo la piel del color de la tierra, por este sol arrebatador, que enarbola su identidad.
Tierra de sol, fiestas, rituales, música y cante, arte en definitiva.
Esos sonidos son capaces de crear, en quien los lleva profundamente engastados, estados alterados de conciencia, hervir de sangre… vuelta al origen.
¡En esta hermosa tierra la energía y la belleza se entrelazan, creando un movimiento sagrado!
¡Se llega a sentir la eternidad!
¡Allí el tiempo es distinto, el espacio infinito, todo es aquí y ahora!
¡El tiempo queda englobado totalmente en un instante!
Gracias Marié por el desprendimiento de estos pequeños girones de la memoria, que tan humanos me resultan. Recuerdos de una tierra bendita, la tuya, porque lo es y que de manera tan generosa agradeces cuanto viviste en ella… es la mía también, ya ves; yo nací (no me siento con ninguna «ventaja» en este caso, para contigo) en ese memorable barrio de Cañatos y aunque la tremenda injusticia que siempre asoló también a Écija y que me echara a patadas el hambre del lugar, yo la quiero con locura y no razonadamente, Ella como yo, no tenía culpa alguna, porque fueron los de siempre. Esos poderosos e injustos que se adueñaron de vidas y haciendas desde tanto tiempo atrás… «a un panal de rica miel dos mil moscas acudieron» se adueñaron ¡vive Dios! pero el tiempo es infinito y quedaran presas… aquí, casi setenta años después de aparecer por aquella casa de vecinos, donde la cigüeña con tanto atino me depositara, sigo al igual que tú recordando y hablando de Ella con: emoción, deleite, pena, un poco de rabia… y mucho, mucho agradecimiento, porque todo cuánto representa Écija (tú lo explicas bien) es de una exquisitez que abruma. Gracias y un saludo allá donde te encuentres, mi cuerpo arretiradito de Ella, pero mi alma de allí: inamovible.
Gracias por tus palabras. Mi madre nació en el Carmen, pero se crió en Cañato, bonita sincronicidad.
Ella vino a vivir a Madrid al casarse con mi padre y aquí nací yo.
Un saludo afectuoso.
Me ha encantado y me ha llevado a todos esos recuerdos que tengo de mis momentos vividos allí.
Me alegro mucho de que te haya gustado. Si te ha llevado a recordar bonitos momentos en Écija, objetivo conseguido. Yo creo que todos los que hemos pasado tiempo allí tenemos recuerdos similares.
Un saludo.
Estoy casi seguro que nuestras familias se conocían. Mis padres y mis abuelos (por las dos partes) son nacidos alrededor del Carmen, mi madre y mi padre en calle Flores y mis abuelos maternos y mis bisabuelos creo que andaron por calle San Gregorio y parte de los otros abuelos por María Auxiliadora…. toda la familia entre la algodonera, el matadero con su fuente Nueva, el Caminillo de la estación (Avda. los Emigrantes) calle Rosales y Puerta Cerrada. Luego vendría yo, junto con algunos hermanos que nacimos en Cañatos, donde ya teníamos familia…. me alegro de leerte y espero «pillarte» algo de vez en cuando, me gusta desahogarme también con la escritura y donde encuentro algo por aprender me agarro. Un saludo para tí también.
Mi abuela se llamaba Esperanza Franco Gutiérrez y mi abuelo Curro Plata Pérez. Igual conoces los apellidos. También tengo amigos de allí que se apellidan Bermudo. Unos viven en Écija, y otros en Villanueva del Rey. Posiblemente conozcas a alguno.
Me alegro mucho de que te guste leerme, y es muy bonito lo que dices, yo realmente escribo porque, para mí, es refrescante y gratificante y también me gusta mucho aprender de lo que leo. Me gusta escribir sobre muchas cosas, pero publicaré en el grupo de Écija las que pueden ser de interés para el grupo.
Gracias.
Entrañables palabras a Écija, tu pueblo.
Todos tendríamos que tener un pueblo, este no es mi caso, mis padres eran de Boadilla de Alcaudete en Jaén, como tu padre, pero no siento raíces porque fui pocas veces. Aún así no olvido mi procedencia.
La verdad es que si, todo el mundo tendría que poder disfrutar de un pueblo, las cosas que se viven en ellos son únicas. Gracias por tus palabras. Besos.