Un cuento divertido

Escrito por Marié

2 de febrero de 2024

Algunas madres son muy controladoras. Un buen ejemplo es este cuento divertido… Según para quién. Je je. Para mí sí es un cuento divertido.

 

¡A tu madre no la puedes engañar!

 

Raúl se había marchado a la ciudad por estudios y trabajo y vivía en un apartamento junto con una amiga llamada Alma.

 

Aparentemente eran compañeros de piso, al menos para los amigos y familiares.

 

Cada uno tenía su rutina y difícilmente se podía comprobar. Sus vidas en común se basaban en cuando coincidían en el apartamento.

 

Uno de los días que su madre viajó a la capital, Raúl la invito a comer, la llevo a conocer su apartamento.

 

En el transcurso de la cena, la mamá observaba con atención a Alma, le parecía una niña preciosa y de trato muy agradable. Fue muy amable y divertida.

 

Pensó que era una bonita tentación vivir en su compañía.

 

Mamá sospechaba que estaban saliendo juntos, por las actitudes que había comenzado a ver en su hijo, y al conocerla sus sospechas aumentaron.

Desde la sobremesa .y durante toda la tarde, fue percibiendo que había un ambiente íntimo en sus maneras de comunicarse.

 

Algo que no escapa a una mujer y sobre todo a una madre.

 

Lo que no sabía era en qué punto de la relacion estaban y era una mujer curiosa.

 

Raúl también conocía a su madre, ¡Era su madre! Y conocía de su curiosidad y como se le levantaban las cejas cuando quería saber algo.

 

Así que, para que Alma no se avergonzarse, el se adelantó a cualquier pregunta embarazosa para ella.

 

Se dirigió a su madre con estas palabras:

 

– Mamá, ¿que te ronda por la cabeza? Preguntame lo que quieres saber y te lo diré si puedo. Pero creo que por tu forma de observarnos quieres saber algo sobre nosotros.

 

– Estamos compartiendo piso y nos vemos después del trabajo y la universidad. No hay nada más.

 

Durante el siguiente fin de semana, Alma echó en falta algo y se lo dijo a Raúl. Concretamente desde que su madre estuvo comiendo con ellos, no encontraba la cuchara grande para servir salsas.

 

Raúl se sorprendió bastante, conocía muy buen a su madre, y sabía que ella no hacía esas cosas, dudaba que ella se la hubiese llevado.

 

Tenían muy buena relación y si le gustaba la cuchara se lo hubiese dicho, o compraría una igual.

 

Pero igualmente decidió escribirle un mensaje:

 

– Mamá, yo se que tú no haces estás cosas, pero te lo tengo que preguntar, para tranquilidad de Alma, ¿No te llevarías la cuchara de servir junto con tus tupper, y el resto de cosas que trajiste, la semana pasada? No dudó de ti, pero no la encontramos desde que viniste a comer con nosotros. Un beso. Te quiero mamá.

 

Más o menos a la hora que su madre llega de su gimnasia, Raúl recibió un mensaje de respuesta de su madre.

 

– Ay hijo, creo que cuando estábamos recogiendo la bocina, Alma me enseñó su dormitorio. Creo recordar que estaba secando los cubiertos y llevaba la cuchara en la mano cuando sacó una caja de fotografías y ambas nos sentamos en su cama, probablemente se me quedó olvidada sobre ella.

 

No he dicho nada porque pensé que la encontraría esa noche al acostarse, puede ser que no haya dormido en ella desde entonces.

 

– Desconozco la autoría (adaptación)

 

 

No me parece bien. Las madres solo debemos estar, no intervenir, ni querer saber.

Ellos deben tener la confianza de contarnos lo que quieran, no están obligados a contarnos todo. Realmente no están obligados a contarnos nada.

Lo que hagan y lo que nos quieran contar será un regalo bien recibido, pero no depende de nosotras.

¡Jamás haría una cosa así, aunque la historia me resulte un poco divertida!

 

Encontré otro cuento que me parece hermoso para compartir, también sobre una madre y su hijo:

 

Anillo de compromiso

 

Un muchacho entró con paso firme en una joyería y pidió que le mostraran el mejor anillo de compromiso que tuvieran.

 

El joyero le enseñó uno.

 

El muchacho contempló el anillo y con una sonrisa lo aprobó.

 

Preguntó luego el precio y se dispuso a pagarlo.

 

— “¿Se va usted a casar pronto?”, preguntó el dueño.

 

— “No. Ni siquiera tengo novia”, contestó.

 

La sorpresa del joyero divirtió al muchacho.

 

— Es para mi madre. Cuando yo iba a nacer estuvo sola.

 

Alguien le aconsejó que me matara antes de que naciera, pues así se evitaría problemas. Pero ella se negó y me dio el don de la vida.

 

Y tuvo muchos problemas, muchos.

 

Fue padre y madre para mí, y fue amiga y hermana, y fue maestra.

 

Me hizo ser lo que soy.

 

Ahora que puedo le compro este anillo de compromiso. Ella nunca tuvo uno.

 

Yo se lo doy como promesa de que si ella hizo todo por mí, ahora yo haré todo por ella.

 

Quizás después entregue yo otro anillo de compromiso, pero será el segundo.

 

El joyero no dijo nada.

 

Solamente ordenó a su cajera que le hiciera al muchacho el descuento aquel que se hacía solo a clientes especiales.

 

 

¡Namasté!

 

 

 

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