Más vestigios para sumar

Escrito por Marié

3 de noviembre de 2022

¿Lograré llegar algún día a conocerme?

 

Conocer mi linaje me sirve de apoyo para perseguir y buscar más respuestas profundas a preguntas aun sin hacer, seguiré fortaleciéndome en ello procurando explicarme lo que soy y lo que hago. Hoy traigo más vestigios para sumar.

Todo lo encontrado es para continuar intentando conocer más sobre mí y sobre la herencia que ellos dejaron en mis huesos.

Si observo lo que me rodea puedo ver mi historia reflejada en todo, en personas de mi entorno, en mis predecesores, en mis padres, en mi hermana y también en mis descendientes, mis hijos.

Todos son mi linaje.

Aunque los datos fuesen pocos, que no lo son, serían suficientes para acercarme a lo que implica mi vida.

Mi pasado de sangre está en mí y en mis descendientes.

Aunque, como he dicho en otras ocasiones, me hubiese gustado indagar más en las vidas que me precedieron, estoy orgullosa de igual forma, de mis raíces, de esos cuatro pueblos mágicos de la mágica Andalucía.

Ya he escrito historias y leyendas sobre La Peza y sobre Puerto Serrano… Hoy toca otro vestigio.

No sé de orígenes anteriores, pero imaginaré sus biografías, me apasiona imaginar sus memorias y las buscaré allá donde estén… escritas en el infinito…

Pudieron o no haber sido españoles, o pudo haber mixtura de razas… mestizos, cruces de cualquier cultura o país… Supongo que esta puede ser una de las razones de porque suelo sentirme de cualquier lugar del mundo.

Cada vez que visito algún sitio, me sucede que me siento de allí, siento en mi interior sus sentires y pasiones, y me emocionan sus emociones.

Es como ser ciudadana del mundo.

Es el sentimiento más profundo de entre las grandes profundidades de mis sentires.

Pero si indago un poco más sobre mis raíces también vienen a mi las mezclas de culturas e ideologías… Todos somos confluencia de distintas civilizaciones.

Cada época diferente, cada persona y cada vivencia distinta, cada una con su verdad. Y todas ellas ciertas dentro del marco de experiencias vividas y de la fortaleza o la debilidad de caracteres.

Habiendo nacido en este mágico país es inevitable no pensar en la argamasa formada por la intensidad de cada diferente civilización que ha pasado por ella.

Aleaciones formadas por esas distintas culturas y que han dejado incrustadas en cada uno de nosotros huellas imposibles de borrar, señales que no podemos desdeñar ni olvidar, grabadas a fuego.

Historias profundas que han afectado a todo lo sucedido desde cada una de ellas y que son las que nos conforman.

Puedo entrever escenas de feas conquistas, revoluciones, guerras sinsentido, asesinatos, violaciones, suicidios, hambre, muerte… tragedias; pero también nacimientos, amistad, hermandad, amor, alegrías, vida… Equilibrio.

Por eso honro sus vidas, las atesoro dentro de mi alma, aun sin haberlos conocido.

Los apellidos que llevo tras mi nombre me hablan de infinidad de combinaciones de sangres diferentes, que desafortunadamente desconozco, extensas raíces que profundizan en mi pasado hasta el origen mismo.

Ellos están siempre a mi lado, no los veo en todas las ocasiones, pero los siento, vivieron sus vidas, y las combinaciones que formaron la mia hacen que estén presentes en ella, de forma invisible pero activa.

Y en esas otras ocasiones en las que puedo verlos, se encuentran situados tras de mí, en fila, cada uno con el diferente traje de cada una de las épocas.

Estoy orgullosa de ellos, mezclas de historias, historias duras, historias intensas, entrelazadas entre sí, para dar lugar a lo que soy.

Siento orgullo de todas y cada una de las raíces que formaron mi árbol, el árbol que creó la flor, que dio lugar a la semilla, que generó el fruto que soy.

Seguro que cada uno de ellos tenía costumbres diferentes e incluso contradictorias, pero esas paradojas son las que me sostienen, esa mixtura de sentires, de anhelos, de lealtades, de sangres, de mil maneras diferentes de vivir y amar…

Y hoy toca el turno a otros rincones importante en mi vida: a la Sierra de Ahillos en Alcaudete, y a sus alrededores:

 

«Un 3 de noviembre de 1910, hace hoy 112 años, en una mañana, tarde, noche o madrugada, con las pupilas de los astros fijas en la tierra, el perfil de la majestuosa Sierra de Ahillos, en Alcaudete, provincia de Jaén, se estremecía en la penumbra.

Se sentía un alma cantar.

Ese día trajo el mejor regalo para una mujer, su corazón y el del padre latieron con fervor.

Un grito rasgó el tiempo, un nuevo ser llegó a participar de la sagrada recreación de la vida.

Un alma antigua se vistió de nuevo, y nació mujer.

En aquellos tiempos no se sabía si nacería un varón o una mujer. Pero en esta ocasión fue una niña, una niña a la que bautizarían como Carmen.

Ella sería con los años mi adorada e idolatrada abuela Carmen.

Para eso pasaron bastantes años, en concreto 60, mi abuela paterna tenía 60 años recién cumplidos cuando yo vine a la vida. Y desde ese día, mi alma dio la bienvenida a ese nacimiento, el suyo, pues gracias a él, junto con otros, yo pude venir a la vida y contar su historia.

Mujer sabia, poderosa, protectora, rompedora de esquemas, de roles secundarios, a cargo de unas cuantas vidas con gran sensibilidad y poder.

Su aura aún brilla en mi recuerdo.

Su casa siempre llena de niños, jóvenes y adultos.

Uno de aquellos niños era yo, y ya voy frisando los 52.

Nos sentábamos en las sillas, en los sillones, incluso en el suelo rodeando a nuestra querida abuela, mientras ella nos preparaba fuentes enormes de palomitas… una escena que se repetía casi todos los fines de semana, quedando impresa en mi memoria como un grabado antiguo.

En el centro de su comedor, la sabiduría cubierta de cabellos blancos rodeada de nuestra irreverencia infantil. La irreverencia que ella supo transformar en profunda reverencia…»

 

Y de aquel rincón serrano, como serrana le gustaba llamarse, he encontrado alguna leyenda por la web. Aquí os dejo unas adaptaciones, añadiendo alguna otra que recuerdo que mi abuela me contaba de niña.

Generalmente, la mayoría de leyendas tienen un origen real, que con el paso del tiempo y la transmisión oral ha podido ir deformándose.

Esta que he encontrado, es una leyenda que sucedió en la sierra donde ella vio la luz, es una leyenda relativa a cuevas y tesoros:

Leyenda del «Tesoro de Sierra Ahíllos»

La Sierra de Ahillos es una  elevacion montañosa con forma sospechosamente piramidal, perteneciente al termino municipal de Alcaudete, en la sierra sur de Jaén; al igual que el pueblito perdido entre olivares en el que mi padre fue a nacer: La Bobadilla.

 

Alcaudete es un pueblo con hechos historicos importantes, con bastantes leyendas transmitidas entre generaciones. Ellos han logrado que perduren frescas en las memorias actuales. Hay leyendas de fantasmas, de encantamientos, que son contadas por los mayores a los niños y jovenes en oscuras noches de invierno, para mas impresión. Esta zona de la sierra sur de Jaen es magica como pocas.

 

En esta leyenda que he encontrado, informan que es una de las mas arraigadas y habla sobre los tesoros que alberga la Sierra de Ahillos. Segun cuenta, fueron escondidos por moros en lugares que consideraron seguros, y asi quedaron sepultados y olvidados para siempre.

 

Por ello entre los mayores se sigue escuchando el dicho: «Sierra Ahíllos, quien te pillara, que oro y plata yo sacara».

 

Los mas ancianos de la bobadilla recuerdan haber visto un moro de piedra con los dedos de la mano derecha colocados de manera muy particular: el indice señalando a la Sierra de Ahillos y Morrones, el pulgar en direccion opuesta, hacia la Sierra Orbes y el resto de dedos doblados sobre la palma. Esta estatua estaba situada en el camino viejo de la Fuensanta (muy nombrada por mi abuela). Al pie de ella, segun cuentan, estaba grabado: «Yo soy moro, donde apunto está el tesoro».

 

Como cada uno de los dedos extendidos apuntaba en una dirección diferente, creaba confusión entre los vecinos.

 

En la zona donde se ubica el polideportivo municipal existió un poblado romano y el «moro de la leyenda, si existio en realidad» posiblemente se trató de una escultura de esa epoca romana. Era habitual encontrar esculturas vestidas de toga con los dedos de la mano derecha en esas posturas.

 

En algunas zonas rurales y en tiempos antiguos, cuando se encontraban esculturas humanas que no se identificaran bien, solían ser bautizadas como santos o como moros.

 

No hay seguridad de que el moro de nuestra leyenda señalase el tesoro de los montes Morrones en la Sierra de Ahillos, pero lo que si es cierto es que un labrador encontró hace unos años un tesoro cuando trabajaba sus tierras.

 

Este estaba compuesto por una vasija de barro con unas dos mil monedas de plata almohades. Las monedas eran cuadrangulares y tenian fragmentos del Corán. Se cree que estas monedas comenzaron a utilizarse hacia el año 1200 de nuestra era.

 

Habia monedas de dos tamaños. lo dirhems, de mayor tamaño, tenian grabado: «No hay Dios sino Alá, todo fue creado por él, todo es él», Y en el reverso se leía: «Alá es nuestro Señor Mahoma es nuestro enviado. AI-Mahdi es nuestro Imán».

 

Las monedas mas pequeñas tenían el siguiente grabado en el anverso «Alabanza a Alá, señor de los mundos»y en el reverso «Mohamed Abdel Mumen ben Ali, emir de los creyentes».

 

Al ser encontrado este «tesoro» la leyenda cobra realidad y permite que los vecinos sigan soñando con fabulosas riquezas enterradas en su querida sierra. Eso les hace volver a las imaginaciones que de pequeños escuchaban junto con otras muchas.

 

Leyenda de la «Cueva del lago y sus guardianes «

 

Las ideas tradicionales de que existen tesoros escondidos por los moros, la riqueza de agua y las numerosas cuevas existentes en la Sierra, ha dado lugar a otras leyendas, todas similares pero con ligeras variantes. Esto hace pensar que se pueden tratar de la misma leyenda.

 

» En esta leyenda contaban que en la Sierra existía una enorme cueva con larguísimos y profundos corredores que aterraban a quien osaba entrar en ella.

 

Al fondo de los corredores se llegaba a un enorme lago subterráneo, que segun decia la tradicion solamente podia ser atravesado por los puros de corazón.

 

Si lograbas atravesar este magico lago, llegabas a otro largo corredor que conducía a una amplia cueva en forma de habitación. Su puerta era de plata y estaba custodiada por dos moros de piedra armados con enormes porras.

 

Se cuenta que dentro de esa habitacion estaría el tesoro. Segun esta leyenda nadie ha tenido acceso a ese lugar, porque los que intentaron llegar a ese punto y traspasar la argentea puerta, fueron muertos en el acto por las porras de los moros.

 

A pesar de que estas leyendas se cuentan en estas zonas y estas Sierras, hay leyendas similares extendidas por toda la península como la Cueva de los Maragatos o la Leyenda del Beso de Bécquer, todas ellas tienen un fondo común. Todas ellas arrancan en la noche de los tiempos y tienen fondos iniciáticos.

Leyenda de la fuente Zaide

Hay una leyenda especial sobre una fuente situada a pie de la carretera que une Granada con Córdoba, en  Alcaudete.

Dicen que en el siglo XIV, cuando el municipio era fronterizo con el reino nazarí de Granada, el alcalde del castillo de Alcaudete, recibió de «regalo» del Rey Alfonso tres esclavas musulmanas, Aixa, Maymona y Zara.

 

El alcalde se enamoró de una de ellas, Aixa, aunque ella no le correspondía.

Trabajando en el molino de harina del castillo había un musulmán llamado Zaide, que también se enamoró de la misma esclava que el alcalde, pero el si  fue correspondido por Aixa.

Tras varios años de relación y ante la insistencia del alcalde en el cortejo de la misma, los enamorados decidieron escaparse a Granada con la ayuda de un comerciante de Moclín.

 

Al llegar a la altura de la Fuente, fueron descubiertos y el desgraciado enamorado resultó degollado en la citada fuente, Aixa también cayó muerta a sus pies por el dolor de la perdida.

 

Esta fuente recibió el nombre del enamorado desde que presencio tan tragico suceso. Fuente Zaide.

 

Al lado de esta fuente, en epoca de mi abuela, existía un lavadero donde las vecinas se reunían para lavar y recoger agua.

 

Y aquí, una leyenda que contaba mi abuela cuando yo era pequeña y de la que tengo vagos recuerdos:

La mujer que amamantaba a una culebra sin saberlo

 

Y usando las palabras que recuerdo de mi abuela, creo que comenzaba a contarla asi:

 

Habia una mozuela con un bebe pequeño al que daba de mamar del manantial nutritivo de su pecho. Pese a darle de mamar abundantemente y a demanda, el niño no crecía y parecía tener siempre hambre. Lloraba continuamente, sobre todo por la madrugada.

 

La moza, consulto con un medico la causa de sus pesares y la respuesta que les dio los dejó profundamente sorprendidos: el niño no estaba mal nutrido.

 

La joven madre relataba que cerca del amanecer sentia un sueño excesivamente profundo, este pesado sueño coincidía con la llantina de su bebé.

 

Asi que el joven padre tuvo un presentimiento extraño y decidió pasar una noche en vela para observar el sueño de su joven esposa.

 

Cuando llegó la hora de mamar del bebé, a quien su madre ofrecía el pecho en la oscuridad para comodidad de ambos, el padre encendió la luz de la alcoba recibiendo una desagradable sorpresa:

 

En el pecho de su esposa habia una culebra enganchada, alimentándose de ella, y mientras esto hacía, entretenía el hambre del bebé con la punta de su cola.

 

Procedieron a matar a la «bicha» como la llamaban por allí, solucionando el problema y beneficiando el rapido y fuerte crecimiento del pequeño.

 

Otra leyenda que también recuerdo vagamente de mi abuela es la siguiente, voy a intentar escribirla con los detalles que recuerdo y adornarla con alguno propio:

 

En un precioso paraje, rodeado de montes, valles frondosos y frescas cascadas. En un magico lugar vivian dos mozuelos, chico y chica entre verdes olivos y trinos de pequeños gorriones.

 

Hace tanto tiempo que no recuerdo sus nombres. Era una zona normalmente solitaria, y ellos crecieron juntos, y juntos sintieron hervir la sangre en sus venas: se enamoraron y ella tomo la decisión de escaparse con su amor.

 

Se fueron juntos, vivieron juntos momentos duros y momentos felices, vivencias que eran recibidas desde una juventud y una felicidad que hacía que los problemas fuesen menos.

 

«Ella daba datos, nombres de las zonas que rodeaban esos momentos felices.»

 

Rapidamente tuvieron descendencia. Ella siempre iba con un niño de la mano y en avanzado estado de espera.

 

Si vida discurría entre las faenas del humilde hogar y el camino de la fuente en la que lavaba el cesto de ropa, siempre llena de ropajes humedos. Con la compañia ademas de un pequeño gato.

 

Vivía siempre cansada pero con una actitud a prueba de bombas.

 

Uno de tantos dias en los que subía a lavar, tras el esfuerzo y bajo la calida temperatura del intenso sol de medio dia, quedó profundamente dormida, con su hijo sobre su enorme barriga…

 

«Recordando y escribiendo este cuento que tantas veces me contaba, ha llegado a mis manos esta leyenda encontrada en la web.. voy a usarla para terminar de contar lo que he comenzado, pues al leerla veo que es una versión de lo que ella contaba…»

 

Su nombre era María, y flotando en la bruma del azar del sueño, imaginaba encontrar un tesoro a un centenar de metros de su hogar y bajo el ramaje de un chaparral que allí enraizaba.

 

En su sueño, su hijo era acunado en un pesebre de bueyes bajo la sombra de una antigua encina. El animal que la acompañaba descansaba a la entrada de la pequeña cueva, como guardando la entrada del corral.

 

Según sigue la leyenda, la mujer, María, caminaba dormida, dando traspiés por el pedregal que conducía hacia la loma contra el sol del ocaso, atraída por el brillo de la promesa de fortuna.

 

Al pie del chaparro, deslumbrada en la idea de encontrar riquezas, escarbó en el suelo. Pronto, sus manos tropezaron con la fría dureza de un objeto…

 

Desollando sus dedos contra los ásperos terrones, bregó con más energía y hurgó una y otra vez para descubrir la totalidad del hallazgo…

 

Por fin, como si brotara de la tierra, apareció una argolla herrumbrada por la humedad y el tiempo.

 

Sorprendida, titubeó no más de un instante: asió aquel arete de hierro oxidado y tiró con fuerza hacia arriba… La inclinación deslizó la tierra hacia abajo y quedó a la vista una lápida de metal.

 

El desconcierto y el temor hacían vacilar a María, y tentada estuvo, solo un santiguo, de salir disparada; pero la curiosidad fue más fuerte que el miedo: bajo la tapa, una oquedad oscura, profunda.

 

A la luz del confuso velo del atardecer, apreció una bovedilla; unos escalones se hundían en lóbrego sumidero… ¡Una tumba!, ahogada, se dijo.

Atraída como por un imán, instintiva, volvió sus ojos hacia el pesebre, distante: los bracitos de su hijo manoteaban el aire, un gimoteo llegaba hasta sus oídos y la perra no paraba de ladrar.

 

María, vencida por el morbo, bajó los descalabrados escalones, sumergiéndose en la siniestra oquedad. El profundo silencio y un olor a cera caliente envolvían la atmosfera.

 

Esperaba encontrar un enterramiento, o el esqueleto de algún desgraciado que se hubiera encerrado allí… Lo que vio al fondo del habitáculo, entre rojizos resplandores, fue unas cantareras talladas en piedra. Sobre el poyete, entre hueco y hueco, en la boca de ambas botellas ardían, oh misterio, sendos cirios; pudo apreciar el ahumado techo.

 

Avanzó escudriñando el entorno, no iba más allá de tres o cuatro pasos. A la mortecina luz de la cera, en el fondo de los negros huecos, brillaban abundantes monedas de oro.

 

Sentía que se había deslizado hasta el pasado, un pasado que había estado esperando ser descubierto.

 

Era todo tan insólito… Hipnotizada, manoseó aquellas piezas con asombro, con codicia… Ya hechos sus ojos a la penumbra, en el poyete, dio con un cuenco -undonnillo-, no muy hondo, lleno de monedas de plata. Embriagada por la dicha, se preguntaba si todo aquello era real.

 

No, aquello sólo podía ser una quimera creada por la insolación en su cerebro. De pronto, el horror la sacó del éxtasis: sintió cómo una fuerza desconocida hacía caer la losa estrepitosamente.

 

Sus pies pegados al suelo, sepultada, se ahogaba en sus propios gritos… Envuelta en sudor y llanto, despertó angustiada, pávida. Su corazón latía con intensidad.

 

María volvió a soñar aquella pesadilla, tres noches consecutivas. No podía más. Su mente engendraba todo tipo de supersticiones, pensaba si habría destapado algún maleficio.

 

Su desasosiego interno iba agravándose por momentos; sus cambios de humor encendían hogueras en el silencio de la noche, al lado de Antoñolín que, sorprendido por su comportamiento, le preguntó qué le ocurría…

 

Ella, con un leve temblor en los labios, le relató sus sueños… Contarlo fue como un bálsamo pues las ensoñaciones no volvieron a atormentarla.

 

Atrás quedó la sed de riqueza, pero su espíritu, intranquilo desde aquellos delirios, la conducía por el camino más apartado para no tener que pasar junto al chaparral, su sola imagen le daba escalofríos.

En numerosas ocasiones y entre chanzas, se había referido, María, a sus enterrados sueños, en sus visitas al colmado de la plaza La Pasailla.

 

Sorprendentemente, aquel ingenuo relato fue alimentando hablillas en la aldea, y cobró cuerpo la historia de que en tal lugar yacía un escondido tesoro.

 

Habían transcurrido dos años. Un buen día, Pablo, Aniceto y Rafael, hermanos y vecinos de Escarchalejo, fueron contratados para cavar la linde cercana al crecido chaparro del cortijo Carrillo, con la intención de allanar el terreno y plantar almendros.

 

De madrugada, comenzaron la faena. Y fue a Pablo a quien el azadón se le quedó atascado en tierra; al tirar, enganchada, apareció una argolla. Siguió escarbando hasta que asomó de entre la tierra una enorme lápida…

 

Y fue entonces cuando vino a su mente la historia del tesoro, el sueño que María, en incalculables ocasiones, había relatado de manera precisa, a toda la aldea.

 

Los hermanos quedaron estupefactos ante el insólito descubrimiento. Aniceto y Rafael se acercaron, extenuados, al cortijo, en busca de María. Esta atendió, atónita, a sus palabras; se quitó el delantal y corrió, junto a los dos hermanos, hasta el chaparro objeto de su desvelo y temor durante aquellos años.

 

Pablo Aranda, había conseguido retirar la tapa de hierro y se había colado en la fosa. María, entre Aniceto y Rafael, descendió con el alma en la garganta.

 

Las cantareras, las botellas con los cirios -apagados-, el cuenco… Todo se encontraba según lo había soñado María. Todo, excepto aquello que la simple razón nunca les permitiría entender: al claro absurdo de aquella madrugada, donde supuestamente encontrarían monedas de oro y de plata, tan solo encontraron míseras cenizas….

 

– Anif Larom –

 

Refranes y dichos

Existen bastantes refranes entre los ancianos de Alcaudete basados en la Sierra Ahillos, pero estos son los mas contados:

Cada pueblo busca en sus puntos más sobresalientes de la naturaleza su orientación para predecir el tiempo. Sierra Ahillos también ha servido y sirve de meteoróloga:

«Sierra Ahillos con montera, llueve aunque Dios no lo quiera”, «Cuando Sierra Ahíllos tiene moño, bajan los pastorcillos como demonios». (Otra variante de la anterior) “De la Mota al Calvario, Acuario y del Calvario a la Mota ni gota”

Posiblemente, quiera decir que cuando el viento sopla en la dirección del eje marcado por la línea que forma el Cerro Calvario con el de la Mota de Alcalá la lluvia es segura. Por el contrario, la línea formada por la dirección contraria no trae agua.

Sobre la riqueza que encierra la Sierra: Los moros, allí donde han estado han despertado en las gentes más sencillas del pueblo la idea de que en su huida escondieron numerosos tesoros (algunos reales, como hemos visto, la mayoría imaginarios). La Sierra no puede escapar a esta idea.

“Sierra Ahíllos, quién te pillara, el oro y la plata que te sacara”, «En Sierra Ahíllos se recoge la alhucema y en Cortijo Grande se cuece en la cazuela».

Es conocido por todos que la abundancia de esa planta sobre todo a partir del Cortijo Grande y que en la antigüedad, en la época de recolección, acudían incluso gentes de pueblos vecinos y así mismo, en Cortijo Grande, se ponían los alambiques de destilación para la obtención de su esencia.

Sobre la población de la Sierra: Estaba tan poblada la Sierra en tiempos no tan antiguos que el constante subir y bajar al pueblo sus habitantes posiblemente diera lugar al siguiente dicho: “A Sierra Ahíllos suben y bajan los pastorcillos como demonios”

En la Bobadilla es muy abundante la recogida de la aceituna, ya que casi todo su entorno está rodeado de Olivos, la época más abundante de la recogida de aceitunas es en diciembre; allí casi la mitad de la población se dedica al cuidado del paisaje, mientras que otro tanto porciento solo se dedican a ello en la época de recogida.

ALBA

Etimología: del latín «albus», que significa ‘blanco’. Albaigès considera que su uso como apellido deviene de la toponimia.

Presencia en Alcaudete: Constan desde antiguo varias familias que no sé si pertenecerán a un mismo tronco. Una de ellas se avecindó allí en la segunda mitad del siglo XVII con Andrés de Alba, natural de Moclín (Granada), y su descendencia conservó el apellido al menos hasta principios del siglo XIX.

Resto de España: Según el INE, a fecha de enero de 2012 había censadas 23.713 personas con este apellido en cualquiera de sus variantes, si bien la inmensa mayoría de ellas tienen la grafía ‘Alba’.

– Fuentes: jaenpedia, amigosdealcaudete, jmdifree, ideal.

Si quieres saber más sobre la Bobadilla:

pacomartinez.org/pueblo/historia/historia.htm

 

Y si alguien quiere conocer más sobre Alcaudete, aquí dejo un enlace. (1 h 10″)

 

 

¡Soy nieta de abuelos con vidas distintas, pero sentires similares!

¡Y en su honor y para mantener su recuerdo escribo!

«Carmen Alba Vallejo»
Sierra Ahillos – Alcaudete – Jaén, 3 de noviembre de 1910
Madrid, 26 de abril de 2003

¡Abrazos al cielo!

 

¡Namasté!

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