Veamos la transformación y evolución de cualquier ser
Trasformación y metamorfosis en la vida, en cualquier ser vivo es similar. Voy a poner un ejemplo para que se entienda perfectamente.
Para ello voy a usar una flor, una en particular que mi abuela Carmen llamaba alhucema, y hace poco mi primo Julián me hizo recordar.
“El mejor regalo que podemos ofrecerle al mundo, es nuestra propia transformación”.-Lao Tsé-
Voy a usar una planta porque me apasionan las plantas, los árboles, y observar sus transformaciones me parece espectacular y mágico.
Y para los que no conozcan este nombre, es similar a la lavanda.
La vida de la alhucema, como cualquier otra vida, comienza por ser semilla.
En un principio es un germen prácticamente invisible. Se puede decir que es una sutil nube de polvo, y ninguno nos pararíamos a pensar que dentro de su composición, a nivel atómico, habita el aliento milagroso de una vida secreta y ya latente.
Si tomas esta pequeña semilla y la posas en nuestra bendita tierra, si las condiciones son las favorables y la situación propicia para su germinación, comienza la milagrosa transformación. La semilla comienza a despertar, toma impulso, enraíza, comienza a asomar por la tierra, continua con un dinámico crecimiento, aparecen sus primeros brotes, su tallo se vuelve más fuerte y como colofón produce flores y frutos.
Es algo tan cotidiano que no pensamos en el milagro de su desarrollo.
Pero nos podemos preguntar en qué momento se transforma en Alhucema. Cuál es el principio de su naturaleza como flor. Yo, desde mi desconocimiento, voy a argumentar de la manera más mágica, lo que me provoca la transformación de cualquier ser. Que me disculpen los expertos.
Yo diría que no es Alhucema solamente cuando se manifiesta a nuestra vista como flor, ya es Alhucema durante todo el proceso evolutivo.
Todos los pasos que da, lo hace como Alhucema. El germen que constituye su semilla, ese que la engendra, ya es esencia de Alhucema. El brote tierno que asoma a la vida, ya es Alhucema, el pequeño capullito que comienza su apertura, para ofrecernos esa belleza radiante y ese profundo aroma, ya es Alhucema. Esta transformación y evolución nos muestra que siempre es Alhucema, pero que nunca es igual, segundo a segundo es diferente.
Y aunque esta expresión tenga alguna connotación no tan mágica, su vida comienza en la tierra y a la tierra regresa otra vez como semilla y el resto como alimento, como cualquier ser.
Su círculo evolutivo es un infinito y por él transita eternamente. En estas transformaciones hay algo implícito, pero muy significativo dentro del mundo mágico e inexplicable: lo último será lo primero… ¿Huevo o gallina?
En las experiencias del mundo vegetal, este círculo infinito es similar.
En las del mundo animal, comienza en la tierra y vuelve de nuevo a la tierra, siendo alimento.
Y aquí voy a comparar esta existencia con la nuestra propia como humanos. Aunque puede utilizarse para cualquier ser vivo, voy a usarlo para intentar razonar nuestro propio vivir.
Es una analogía, la vida que nos rodea y que está latente en cada persona, no es más que eso, una gran mata de Alhucema que pugna por florecer dentro del infinito de su existencia, dentro del círculo evolutivo de su ser.
Ese círculo encuentra en su proceso la causa primigenia que la define como incipientes capullos. Similar a nuestra errante y también primigenia vida, que comenzó su andadura siendo nómada.
Puedes comparar el polvo sutil antes del comienzo de la alhucema, con el alma humana, círculo infinito de evolución.
Cada alma quiere aprender algo para llevarse a la eternidad en sus aprendizajes y transformaciones. Esta metamorfosis es añadida a sus memorias y utilizada en la siguiente vuelta en el infinito.
Los aprendizajes, que se producen desde antes de tu concepción, comprendiendo que cada uno a su manera y basado en el entorno donde hayas nacido, además de muchas otras variables a tener en cuenta, todo lleva a conectarte con tu misión y propósito. Cada vuelta tiene un propósito superior hasta la metamorfosis completa.
Evolucionar esta en ti, como alma, es un trayecto que todas las almas tienen que recorrer, más o menos rápido, incluso sin aportar nada en ese camino. Lo que no aprendas, tendrás que aprenderlo en la siguiente vuelta, hay infinitas oportunidades para aprender, comienza a ver, disfrutar e integrar los conocimientos.
Mientras menos necesidades tenga tu alma, menos vueltas tendrá que dar en el camino de su evolución.
Necesito poco; y lo poco que necesito, lo necesito poco. – Francisco de Asís
¡Tu alma es una alhucema en continua evolución y renacimiento¡
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