Será que nunca estoy sola

Escrito por Marié

25 de agosto de 2023

Buenas noches, más bien madrugadas, me despertaron las ganas de escribir, y cuando esto ocurre más vale hacerle caso. Probablemente por la mañana me hubiese olvidado de lo que me apetecía contaros. Me ha despertado la sensación de que hay alguien al lado de mi cama… siempre me ocurre, siento las energías presentes y ellas saben que las puedo percibir, por eso será que nunca estoy sola.

Suelo pensar que ellos, ellas, van donde pueden ser sentidas, y así lo he dicho siempre. Algunos lo aceptamos y seguimos por este camino. Personalmente con un profundo respeto, hay que tenerlo, puede ser peligroso no hacerlo…

Pero en esta ocasión no sé de qué o de quien se trata.

Otras veces sí lo percibo, pero hoy no, supongo que no será necesario. Si tiene algo que comunicarme encontrará la manera. Y si solo viene por qué lo puedo percibir, ya veremos como hacemos.

El caso es que tengo la sensación, bueno más bien la seguridad de que nunca he estado sola.

Comencé a coser a máquina siendo muy pequeña, en mi casa había dos máquinas de coser, de esas antiguas con la cabeza negra y dorada, preciosas. Eran de mis dos abuelas y cosía unos días en una y otros en la otra.

Eran similares, por entonces no tenían motor, eran de pedal, y los pedales eran de hierro forjado negro. ¡Siempre me han fascinado!. Sobre todo estas antiguas. Después nunca he cosido en ninguna otra que tuviese la fuerza de aquellas máquinas.

Era interesante coser en ellas, tenías que manejar el pedal con los dos pies, y a mí me parecía superdivertido.

Casi no llegaba a él, me tenía que sentar en el borde de la silla y colocar la punta de mis pies para poder impulsarlo.

Estas máquinas las podías controlar perfectamente con los pies, uno delante y otro detrás, podías frenarla con ellos, hacer que retrocediese un poco, acelerar… como si del acelerador de un coche se tratase. ¡De hecho, cuando comencé mis clases de conducir, mucho más adelante, uno de los profesores de mi autoescuela me solía decir que las modistas que han cosido en máquinas antiguas, solemos manejar muy bien el punto de embrague, y estaba en lo cierto!

El caso es que las dos máquinas estaban en la misma habitación y cuando una se atrancaba y no estaba por allí mi padre para ponerla a punto, me cambiaba a la otra.

Pero cuando la otra también se paraba o me daba algún problema… ¡Y aquí viene mi eterna compañía!… Lo que yo solía hacer era pedir a esos seres, que siempre he notado a mi alrededor, que me ayudasen y permitiesen que una de “mis” máquinas funcionase y me dejase terminar algún trapillo para ponerme esa tarde…

Y, como puedes imaginar… me escuchaban y me hacían caso, en el siguiente intento la primera máquina que intentaba utilizar funcionaba a la perfección.

Son cosas que no contaba, en mi vida eran normales, y si el problema con mis máquinas sucedía muy seguido, sabía que alguien travieso estaba a mi alrededor… Notaba que quería entretenerse con mi enfado. Pero también me hacían caso cuando pedía que me dejasen trabajar tranquila y no me estropeasen las máquinas… Me escuchaban.

Y, bueno, esto de las máquinas es un pequeño ejemplo para explicar de manera sencilla mi contacto con el mundo invisible desde que tengo recuerdos. Una historia un poco larga para explicar mi siempre presente compañía.

Así que siempre digo que nunca estoy sola, bueno nadie lo está, pero algunos podemos notarlo perfectamente.

Ciertamente, he tenido algunos periodos en los que notaba menos esa invisible compañía, probablemente por qué había otra compañía demasiado importante para mí. Estos periodos coincidieron con mis embarazos y duraron mientras mis hijos fueron pequeños. Supongo que porque mi atención debía estar centrada, primero en su gestación y luego en su cuidado.

La verdad es que esto no es del todo cierto, porque en mis embarazos no sentía esas presencias invisibles a mi alrededor, pero las sentía en mi interior.

¡Si, como te cuento!, las sentía acompañando a mis futuros bebés, no sé si para cuidarles, para cuidarme a mí o para cuidarnos a ambos. El caso es que mis embarazos fueron de los momentos más bonitos, más disfrutados y más sagrados que he experimentado en mi vida.

No notaba la falta (realmente no me daba tiempo) de mis amigos invisibles, porque nunca más estuve sola físicamente, después de ser madre.

Además, cuando mi hijo pequeño, David, tenía unos mesecitos, el mayor, Iván, con poco más de dos añitos, vio a una señora a nuestro lado, invisible para mí…

Él también podía percibirlos, incluso verlos.

En esta ocasión no me asustó, pero si me sobresaltó porque no lo esperaba.

¡El niño estaba un poco nervioso porque una señora se había sentado a nuestro lado!.

Le pregunté como era la señora, y dos lágrimas aparecieron de pronto en mis mejillas al describirme a mi abuela Carmen, ella había partido a la eternidad apenas un año atrás. No podía faltar a la comunión de su primera bisnieta, Nerea. ¡Lógico!

Pero esta ya no es mi historia…

Desde que mis hijos comenzaron a caminar y hasta el día de hoy nunca he vuelto a estar sola físicamente.

Es más… cuando comencé a poder entrar al baño sin el séquito de mis hijos, lo tuve que hacer en la compañía de mi perra… ¡Cuestión de acostumbrarse!

Pero déjame decirte que algo que no cambio son los pequeños suspiros de mi perri y su presencia cuando, casi amaneciendo, se sube a mi cama. O cuando ya comienza a entrar la luz por las ventanas y se pega a mi cuerpo con un ronroneo similar al de los gatos. Me avisa de que llega la hora de dar su primer paseo del día.

Ahora tengo la seguridad de que las presencias invisibles que siento, las puede sentir alguien más, ella, mi Lisa, no solo las siente, ella las ve, las mira, las olfatea y si alguna no le gusta especialmente, les ladra.

En una ocasión vimos una presencia no muy esperada, mi perra, una amiga y yo. ¡Fue divertido mirar las tres en la misma dirección, observando su movimiento!

Nunca estoy sola…

Y si tuviese que elegir algún lugar en el que me siento especialmente acompañada es recostada en uno de los sillones de mi salón, rodeada de mis libros, de mis piedras, de las fotos de mis “ángeles”, donde mi imaginación se siente en total libertad. Y otro es en mi terraza o en el patio de mi madre rodeada de plantas, entre sus hojas siento a mis duendes y a mis abuelas.

Así que, en ellos me siento más tranquila y, por lo tanto, mis ángeles, guías, protectores, duendes o como quieras llamarles, se acercan a mí habitualmente.

Y otro lugar donde cada persona que hace su último viaje suele visitarme, es en mis sueños… ¡Todos mis conocidos y seres queridos lo han hecho!.

Por cierto, algo que no recordaba y ha venido de pronto a mi mente es que en las ocasiones en las que contemplo una fogata, lo sagrado se acerca también a mí.

Supongo que cada persona puede encontrar un lugar sagrado diferente… montes, mares, desiertos, o incluso recuerdos o aromas. Igualmente en antiguos bosques o rodeados de animales.

La verdad es que no suelo cuestionar lo que los demás crean o no crean, y no tengo una gran necesidad de convencer a nadie, realmente no es algo que me preocupe. Mi intención es solo mostrar algo más de mis experiencias desde mi propia realidad.

Así que no puedo dejar de decir mi verdad. Mis vivencias me han hecho ver, desde muy niña, que no estamos solos, así que nunca me he sentido sola.

Hay personas que igualmente me lo han podido confirmar, y he comprobado que cada vez somos más los que podemos sentirlo.

Hay quien ha percibido, incluso visto presencias conmigo, y la primera sorprendida he sido yo, porque, aunque entra dentro de lo normal, no es habitual…

En ocasiones también he percibido a personas que viven lejos, o que en ese momento están lejos, pero siguen en este plano. ¡Supongo que viajan sin darse cuenta… o no! ¡El caso es no dejarme sola!

 

¡Mi mamá, es bruja de pelo rojo! He oído decir en muchas ocasiones a mis hijos cuando eran más pequeños.

Y el año que cumplí 51, tuve una preciosa sorpresa, uno de los mejores regalos fue una dedicatoria de mi hijo David:

 

 

El 12 de noviembre nació

quién me gestó en su vientre,

la esperanza está en su nombre

qué es algo que tendrá siempre.

 

Te diría que te quiero

pero eso tú ya lo sabes,

y aúnque lo escriba en el cielo

el cariño que tengo ahí no cabe.

 

El pelo rojo,

la personalidad loca,

eres una flor del cielo

con un espíritu de diosa.

 

Seguiría diciendo verdades,

pero no quiero que llores

así que muchas felicidades

a mi bruja de las flores.

 

Felicidades mamá❤️

 

– David –

 

 

¡No se puede querer más!

 

¡Namasté!

 

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