Vivo cada instante de mi existencia teniendo en cuenta mis sentimientos para poder proseguir restableciendo la felicidad necesaria para continuar.
Hace un día febril, de intenso bochorno.
Estamos teniendo un calor desconocido hasta ahora y esta mañana me incita a quedarme en mi terraza, amparada de él y percibiendo el frescor del viento.
¡Voy a escribir!
Analizo mi vida, y ella prosigue su andadura, indetenible.
Me es imposible tener un registro, a modo de inventario, de las experiencias vividas, ni de la calidad de los momentos gozados. Cada uno de ellos aparece en un instante diferente y es imposible contabilizar todos. Deberían poder ser accesibles cuando los necesito.
A pesar de ello, intento fijar en mi memoria un número suficiente de instantes que me hayan servido para aprender, que hayan aumentado mi paz, que me hayan ayudado en mi camino…
El objetivo es reconquistar la vida día a día.
Si me enfado con ella, intento descubrir la manera de volver a amarla. ¡Total, va a ser mi eterna compañera mientras pueda respirar!.
Trato de recuperar la paz necesaria dentro de mi alma, para que, de nuevo, aflore mi potencial interno de manera espontánea y así poder continuar.
No quiero pensar, solo vivir, dejándome fluir.
No tengo ganas de tonterías.
Me apetece abandonarme, como agua que fluye por un arroyo tranquilo, sintiendo la paz en mi corazón del agua mansa de ese arroyo.
Así, puedo ver las cosas que antes me parecían dolorosas con los ojos de un pez de aguas profundas, ojos que pueden ver en la oscuridad, percibiendo todos los matices del dolor.
Con estos cambios, observo que mi cauce no puede aprisionar el caudal de mi río. Mis aguas son rebeldes, pero pacificas y se adaptan a lo razonable, pero se alborotan con lo injusto.
El campo de acción de esta agua mía es más grande que su tarea, y no puedo dejar que nada pueda perturbarla, debe hacer su trabajo.
Por eso, renuncio a que algún contratiempo sea más grande que mi caudal, así mantengo el equilibrio.
Ya no tengo ganas de tonterías.
Pienso que si soy más grandiosa de lo que pienso, la serenidad me estabilizará.
Y, como decía el poeta, se hace camino al andar. Continuaré caminando…
Y si equivoco el camino, habrá que volver a empezar. Nunca es tarde para un nuevo buen comienzo.
Pero si el camino se tuerce, será necesario enderezar la senda, reorganizar el paso, o rectificar la marcha.
¿Y si lo que quieres saber es el destino?, creo no está en la cumbre de las colinas, sino en el disfrute de todo el trayecto, ese sendero aunque se tuerza, siempre tiene que resistir, es el que lleva a la meta.
Me niego a cualquier posibilidad que provoque que la infelicidad me haga evadirme del movimiento, ¿Cómo?: le doy una patada a la pereza, a la trivialidad y al capricho, sin descanso hasta llegar.
No tengo ganas de estupideces.
Amo un cierto nivel de locura en mi vida, creo que es la perfecta vacuna contra la tontería. Y amando la locura amo al amor. Él es el secreto de mi sistema de protección.
Pero el mundo quiere complicaciones, no quiere la sencillez, no se fían de lo posible. ¡No! Y es una pena.
¡Mundo egoísta, mundo envidioso, equivocaciones no reconocidas! Seguid así. Hasta romper todos los dientes.
¡Ni hablar!, Yo ya no tengo ganas de perder más tiempo.
Me gusta la transparencia, es un canto profundo a la belleza de cada ser. Lo que muestran los seres auténticos.
No quiero negar la proximidad de la felicidad. En ella no siento pena, ni culpa, ni miedo, ni enojo. Acepto mis sueños y disfruto mis suspiros.
No acepto ninguna forma de represión, quiero espontaneidad, ternura, amor, confianza: Para ello, haré lo que pueda, crearé o inventaré lo que necesite, pero igualmente aceptaré lo que aparezca.
Creo que todo a mi alrededor puede ser mi consejero: las estrellas, algún árbol, el viento, la noche… todas las vivencias, los amaneceres, los rituales, los colores, las esencias, las piedras, las energías… el amor.
Y te voy a decir un secreto: ¡si hablas de mí, hablas de ti! Piénsalo antes.
Y una pequeña conclusión: la felicidad no se busca, no se puede encontrar, hay que restablecerla, siempre está, siempre ha estado y estará. Porque ella vive en mí, en ti, en mi interior, en tu interior, es inútil salir en su búsqueda. ¡Mírala y restablécela!
Ella es una sencilla vibración en el corazón, consecuencia de vivir con la energía apropiada.
Es la perfecta vibración de quien vive con una actitud compatible y pacifica, acercándote a esa realidad superior con la mejor intención. ¡Y esto sirve para ti!
Y allí, en esa vibración interna, en ese rinconcito profundo, atravesando todos los temores y todos los rumores, allí vive. Allí, donde los prejuicios son solo recuerdos del pasado, allí donde la vida se convierte en danza, donde todos somos lo mismo, allí habita. Allí, donde tenemos la certeza de que la vida no es lo que creemos, allí mora feliz.
¿La quieres?
Algunas veces me pregunto, ¿pero quién me habla?… Y algo responde en mi mente: soy tu serenidad, esa actitud pendiente, soy ese candil que en ocasiones permanece apagado.
Vengo hoy a recordarte que la vida transcurre, independientemente de como tú te encuentres.
¡Fortalece tu felicidad y déjate de tonterías!
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