A día de hoy, 13 de diciembre de 2022, un día que, como cada año, trae a nuestra memoria ese otro de 2009 en el que te acompañamos a tu último viaje; y pese al tiempo pasado aún sigo teniendo la seguridad de que papá ama igual que mamá.
Por eso siempre nos hemos sentido afortunadas. Hemos tenido la suerte de ser cuidadas intensamente por dos personas.
Dos bellísimas personas, que me hacen seguir recordándote, a pesar de poder resultar pesada.
Aunque el tiempo pase, el sentimiento es el mismo, no disminuye. Me refiero al amor, el dolor si fue alejándose día a día, dejando solo los bonitos recuerdos.
Esos que me dicen que no todo el mundo es igual. No todo el mundo ama igual, ni demuestra su amor de la misma forma, y tú tenías una forma de amar a todo el mundo tan desinteresada y empática, que fue inevitable que fueses el amigo de todos.
Por eso puedo decir que siempre fuiste con nosotras como otra gallina clueca con sus polluelos, igual que mamá.
Yo creo que por eso te marchaste, querías que aprendiésemos a volar sin tus empujones. Porque, aunque no solías inmiscuirte en nada, estabas siempre presente. Y todos nosotros advertíamos esa sensación de comprensión y serenidad.
Para nuestra evolución era necesario que nos soltásemos de la seguridad que siempre ofrecían tus consejos, tu manera de escuchar, tu presencia.
Me parece precioso que aun a día de hoy, 13 años después de tu partida, todos en la familia seguimos pensando: ¿Cómo lo haría Paquillo? Y por lo general nos suele llegar tu respuesta. Siempre te sentimos alrededor cuando hacemos algún trabajo que aprendimos contigo… y fueron muchos.
Gracias por haber estado siempre presente y por continuar haciéndolo. En casa siempre lo estás y no vamos a dejar de hacerlo posible, pero el aniversario de tu partida es un día, que aunque ya lo vivimos sin dolor, nos trae a la memoria la separación física.
El escribir de ti todos los años en fechas señaladas puede resultar incómodo para alguna persona, pero voy a seguir haciéndolo mientras pueda. Así de grande eres.
Y bueno, ya sabes… no solo escribo de ti en estas fechas, sino que hablo, mejor dicho hablamos de ti casi a diario, así que sigues vivo entre nosotros.
Sé que no soy ni seré entendida por todo el mundo. Quizás lo sea por quien, al igual que nosotras, haya tenido la suerte de tener un ángel como padre.
Por eso sigues siendo el mejor padre del mundo, y esto que te escribo, lo hago porque necesito hacerlo. No tengo la necesidad de que sea leído, pero sigo necesitando decirlo.
Mi dedicatoria de hoy es, como todas las que escribo, para agradecer todo lo que nos enseñaste. Aunque no sé si después de todo el tiempo pasado y todos los textos escritos en tu memoria, aún quedará algo por decir.
Voy a escribirte alguna cosilla que creo no haberte dicho, y si lo he hecho, pues… Para que quede totalmente claro lo importante que ha sido disfrutar de un padre que ha dignificado esa palabra hasta lo más alto.
Mamá, entre las nanas e historias que nos contaba por las noches, nos explicaba que aunque no nos llevaste en tus entrañas, también nos gestaste en tu corazón desde el primer momento.
No nos alumbraste físicamente, pero siempre alumbraste nuestra vida desde el vientre de mamá.
Protegiste y cuidaste nuestro hogar en ella, hasta que visteis nuestras caritas.
Sostuviste la mamo de mamá en todo momento, para aumentar su valor y pasaste noches sin dormir junto con ella acompañando sus achaques en nuestras gestaciones.
No nos pudiste amamantar, pero nos alimentaste sabiamente en todos los aspectos.
Fuiste juguetón y divertido en cada ocasión compartida, y aunque vivías en eterna preocupación por nuestra vida y nuestro bienestar, hablaste, bailaste, nos abrazaste y jugaste con nosotras hasta el final.
Y algo que me hace sentir muy especial, es que la palabra padre para ti, nació a la par de mi nacimiento… Fui la que nació en primer lugar y papá nació conmigo.
Con mi querida hermana sumaste de nuevo esa palabra, o la multiplicaste, porque diste todo lo mejor de tu persona en ese precioso papel.
Así qué, ¡sí!, papá ama igual que mamá…
Y como intentar definirte totalmente me resulta casi imposible, no hay suficientes palabras para ello… te escribo en cada ocasión que puedo…
Fuiste padre simbólico de muchas personas y ellos también te recuerdan.
Y en ese papel adoptaste diferentes escenas y «profesiones»… Siempre soñador, imaginativo, creador, artista, profesor, psicólogo, alquimista, sensitivo, sanador, consultor, maestro, ángel, amigo…
Y en esos papeles ayudaste en la sanación de todos, educaste y acompañaste.
Mostraste a todos la ilusión por la vida, bailabas con nosotras en cada celebración y nos enseñaste a disfrutarla, igualmente celebrándola.
Y a pesar de tus miedos y tu dolor, a pesar de tus propias heridas, viviste limpiándolas y limpiando las nuestras, con valor, con amor y paciencia… Tantas noches sin dormir a los pies de nuestras camas…
Y vuelvo a decir que papá ama igual que mamá, porque conociste y usaste la intuición que normalmente es femenina, e hiciste uso de ella como brújula en nuestro cuidado.
Respetuoso como pocos en todo momento con mamá y con nosotras. Consideraste sabiamente nuestra energía femenina, no quisiste cambiarnos, y acompañaste pacientemente nuestros diferentes procesos para ayudarnos en nuestra evolución.
Creo que tu hogar está en las estrellas, de ellas viniste y a ellas regresaste extendiendo tus manos para recrear las alas que te ayudan a volar.
Y desde ellas vas y vienes acompañando sin descanso a tus hijas…
¡Papá ama igual que mamá…!
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