Hoy le toca a mi Madriz

Escrito por Marié

3 de julio de 2023

Cava Baja, Chamberí, Cava Alta, Retiro, Chueca, Los Bulevares, Barrio de las letras, Los Austrias, La Latina, Lavapies, Malasaña, Las Vistillas… Centro. El kilómetro cero. Barrios, calles, distritos. Murallas invisibles, iglesias, conventos, mercados, museos, colegiatas, bares, organillos, barquillos… ¡Vino!… Hoy le toca a mi Madriz.

 

10 cosas que solo entenderás si eres de Madrid

 

Que podría yo decir de Madrid, que no se haya dicho ya…

Que en mi Madrid también hay murallas antiguas, o que quedan posadas también antiguas, de esas que te trasportan a épocas, por supuesto, también antiguas, como casi todo en este mágico, hermoso y antiguo país. Madrid acogedor, como España acogedora, cuna y mezcla de culturas…

Imagino sus calles observadas en blanco y negro, aquellas de las que me hablaban mis abuelos recién llegados de Andalucía, de Jaén, allá por los años 50: guarnicioneros, esparteros, cuchilleros, sustancieras, aguadoras, cerveceros, alfareros y botijeras, carboneros, lavanderas, meleros, yeseros, latoneros, piperas, cobradores, churreras, colchoneros, mantequeros, cesteros, curtidores, neveros, castañeras, faroleros, serenos, barquilleras y organilleros… libreros… origen casi todos, del nombre de muchas de las calles de Madrid.

Sus plazas y plazuelas, sus fuentes, sus puertas… sus arcos, infinidad de teatros, y también de tablaos.

EFE LaFototeca on Twitter: "Hace 40 años la Plaza Mayor de #Madrid se transformaba con el tradicional mercadillo de #Navidad #EFEfototeca https://t.co/LQP8Zl2AAo" / Twitter… Todas esas tardes de navidad, desde mi infancia hasta hoy, paseando la plaza Mayor. Es tradición insustituible…

Con sus entrañables casetas blancas llenas de adornos, colores, bengalas, petardos, figuritas, “puestos cambiados a su típico color rojo actual”. Los aromas a castañas, a calamares, a chocolate, a churros, a buñuelos y barquillos, a frío (porque en Madrid en estas fechas hace mucho frío) y a dulces de navidad…

– Fotografías: EFE años 80

Este precioso universo donde nací y crecí, a pesar de los cambios desde mi infancia… sigue teniendo la misma esencia, los adornos han pasado de ser de cristal a ser de otros muchos materiales.

Imagen

 

 

Los tenderos, el trozo de cielo desde la plaza, el caballo inmóvil en su centro, viendo transcurrir el paso de los años…

… Las hojas vagabundas de finales de mi estación favorita, los abetos a un lado de la plaza, las figuritas de todos los tamaños observándonos esperanzadas desde los puestitos, las zambombas, platillos, panderetas, bombillitas, guirnaldas… Todo tan diferente y tan igual, es una fecha y un ambiente atemporal… comprar en cada navidad alguna de esas figuritas para añadir a la colección y usar por vez primera en el nacimiento, más poblado cada año. ¡Recuerdos entrañables!

 

Mercado de Navidad en la Plaza Mayor Madrid - Eventos - Cabila.com

– Fotografía: cabila.

Si las paredes hablasen, si las piedras hablasen… si lo hiciesen las estaciones del suburbano, las escaleras de los trenes, los antiguos túneles, las paradas de la Blasa. Si hablasen las camionetas, las callejuelas (de las que actualmente disfruto enormemente cuando voy en moto), las cuevas, las cuestas, los rincones, las casonas, los mesones, las corralas… las verbenas, el acento… que también tenemos, y ¡el chotis!

«Mi abuelo Francisco «poeta» siempre andaba inventando letras que tarareaba a ritmo de chotis… O de mezcla entre chotis y flamenco.»

El viaducto… La Paloma, San Isidro, San Antonio, La Almudena.

Sus leyendas, que tenemos muchas, sus tabernas, sus palacios, sus estatuas, sus tejados, sus jardines… sus fantasmas.

¡Ej que soy de Madriz!

Y me sé mi ciudad de memoria, sin mapas. La conozco de patear sus calles durante infinitos días, inmortales tardes, mágicas noches, eternas madrugadas y preciosos amaneceres… porque para los madrileños, todo está “aquí al lado”.

No nos cansamos de caminar… Aunque para ello invirtamos el día entero… aquí el espacio y el tiempo son relativos.

Si no has pasado tu juventud pateando Madrid, no lo puedes entender. Y si te paras a pensar todo lo que vas a caminar, probablemente no lo creerías… es nuestra forma de vida.

Y si vienes a que te muestre mi ciudad y me oyes decir esto… ¡Llegamos en un momento!, no te fíes de mi palabra. Ven preparado para caminar…

Así me lo enseñó mi padre, él subía caminando desde Entrevías hasta la ronda de Atocha a estudiar, y de allí se iba caminando hasta el Alto Extremadura a “visitar” todas sus bodegas y tascas… ¡Las mejores bravas de Madrid!, bendita edad, siempre lo digo. ¡Nunca la abandonó! Y ese fue su mayor ejemplo, ejemplo que sigo sin dudar. ¡Eterna juventud en el alma, aunque el alma sea vieja!

Y que decir del agua de Madrid. Para mí, es la mejor agua del mundo. Lo sabemos nosotros y lo sabe todo el que la haya probado. De hecho suele ser preferida a cualquier agua embotellada. Así, fresca y limpia, tal cual sale de nuestros grifos. ¡Perfecta!.

¡Madrid enamora!.

¡Pongamos que hablo de Madrid!…

Pues fíjate, que esta letra de Sabina, la he escuchado más veces en mi pueblo de adopción, mi bella Écija; que aquí…

Siempre la escuché acompañada del rasgueo de alguna guitarra y de la varias voces, una de ellas del chico de una de mis primeras amigas de la infancia, Marga. Su nombre es Francis, y junto con él, otro gran amigo que lleva unos años viajando por la eternidad, Fernando…

Siempre presente también la preciosa voz de su chica, mi amiga María (perdóname por el recuerdo). Nunca voy a olvidar tu forma de cantar y espero que lo continúes haciendo. ¡Yo viviría cantando si supiese! Pero cuando lo hago mis hijos salen corriendo y mi perra me mira con ojos extraños… ja, ja, ja.

Pero hoy mis palabras son para la ciudad que me vio nacer y crecer… ¡Mi Madriz!

Y decir que el poema que dicta esta canción siempre me hizo llorar, tanto si estaba aquí, como si me pillaba lejos.

Siempre ensalzaba mi madrileñismo.

Una letra un tanto fría y triste, pero que retrata una parte de mi Madrid, no el Madrid que acoge al turismo eterno, sino al Madrid que vienen tantas personas a buscarse la vida.

Una vida que se ofrece y se describe en forma de amor y de odio a partes iguales. Un Madrid del que te cansas, pero al que estás deseando regresar…

Yo pasaba los meses de verano de mi infancia en Écija, y lloraba amargamente cuando me tenía que marchar de allí y regresar. Pero al ir llegando a Madrid, con su eterno olor a coches, me sentía en casa.

Es una letra para una ciudad insustituible, tanto para los oriundos como para los foráneos. Y aunque probablemente todas la conozcáis, seguro que no recordáis todos sus versos, así que aquí la dejo, a ver si os hace sentir lo mismo que a mí:

 

Allá donde se cruzan los caminos,
donde el mar no se puede concebir,
donde regresa siempre el fugitivo,
Pongamos que hablo de Madrid.

 

Donde el deseo viaja en ascensores,
un agujero queda para mí.
que me dejó la vida en sus rincones.
Pongamos que hablo de Madrid.

 

Las niñas ya no quieren ser princesas
y a los niños les da por perseguir.
El mar dentro de un vaso de ginebra.
Pongamos que hablo de Madrid.

 

Los pájaros visitan al psiquiatra,
las estrellas se olvidan de salir,
la muerte pasa en ambulancias blancas.
Pongamos que hablo de Madrid.

 

El sol es una estufa de butano,
la vida un metro a punto de partir.
Hay una jeringuilla en el lavabo.
Pongamos que hablo de Madrid.

 

Cuando la muerte venga a visitarme.
que a mí me lleven al sur donde nací,
aquí no queda sitio para nadie.
Pongamos que hablo de Madrid.

 

En un concierto en directo, se cambió esta estrofa, por la fascinación que sintió su autor por mi ciudad. Un sentimiento que comparten muchas personas que llegan a ella de paso, y terminan sus dias en sus calles:

 

Cuando la muerte venga a visitarme,
no me despiertes, déjame dormir;
aquí he vivido, aquí quiero quedarme,
pongamos que hablo de Madrid.

 

De Madrid…
De Madrid…
De Madrid.

 

Y aunque lo de “desde Madrid al cielo” lo podemos decir todos de la ciudad en la que nos hemos criado, no en vano lo dijo Luis Quiñones en su obra “Baile del invierno y del verano”:

… pues el invierno y el verano,
en Madrid solo son buenos,
desde la cuna a Madrid,
y desde Madrid al Cielo”.

Y que decir de su mercadillo de los domingos: El rastro. Allí donde nos llevaba mi padre cuando apenas empezábamos a leer, a comprar comics, cambiar tebeos y pequeños libros para aumentar nuestra afición lectora, ¡lo logró!, como todo.

Por entonces no había tantos coches, se podía aparcar casi en cualquier lugar cercano, incluso bajo algún scalextric. A él le gustaba mucho. Siempre encontraba algo que no había en ningún otro sitio y nos llevaba todos los domingos…

 

El Rastro de Madrid es, sin lugar a dudas, uno de los mercados más populares de toda la capital. Un mercado con una curiosa historia que se remonta varios siglos atrás y que nos descubre Manu García del Moral, autor de «Secretos de Madrid.»

 

“El concepto de «rastro» como lo conocemos a día de hoy está documentado por escrito desde el año 1740, pero el origen nos traslada aún más lejos en el tiempo”.

 

“En 1497 se instaló en la zona el primer matadero municipal de Madrid. Eso hace que, en torno al matadero comience a desarrollarse una floreciente industria”.

 

De esta manera, empezaron a llegar los curtidores y a instalar sus talleres los zapateros, dando lugar a una incipiente actividad comercial.

 

Más tarde, ya en el siglo XVI, aparecen en Madrid los ropavejeros o traperos, personas que compraban y vendían ropa, baratijas y otros útiles ya usados. Vendían sus productos en lugares como la Puerta del Sol o la Plaza Mayor, hasta que una ordenanza municipal los echó del centro de la ciudad.

 

Los ropavejeros “se dan cuenta que aquí (en el Rastro) empieza a crecer toda actividad comercial provocada por el matadero y los talleres, por lo que también vienen”, cuenta Manu.

 

“Y ya a partir del siglo XVIII es cuando se empieza a desarrollar el Rastro como lo conocemos a día de hoy, con sus puestos de venta de segunda mano”.

 

“Aquí estaban las curtidurías y las tenerías, que eran los talleres donde se trabajaban las pieles de los animales.»

 

Por temas logísticos, estos gremios se instalaron cerca del matadero y, según cuentan, cuando trasladaban a los animales degollados del matadero a los talleres, iban dejando un reguero de sangre por la calle, un «rastro» que es el que bautiza a toda esta zona”.

 

– Telemadrid.

 

Madrid es la mejor ciudad de adopción, Madrid no es de los madrileños, es del mundo entero…

… Porque seas de donde seas, cuando llegas a Madrid, siempre serás bienvenido… y eres de Madrid. ¡Así será siempre!

Eso es algo que muchas personas han mamado, y como ejemplo cercano, la casa de mis padres.

Ellos siempre han acogido en ella a quien ha venido a visitar mi Madrid natal.

Todo el que ha venido ha sido recibido con las puertas abiertas, con la esencia madrileña de presumir a nuestro Madrid.

Y nuestra forma, casi única, de tratar a quien viene a visitarnos y a descubrirla.

Nosotras hemos crecido con esta forma de vida e igualmente la mantenemos.

Por eso puedo decir lo mismo de mi casa, en ella hemos acogido a todos los amigos y familiares que se han acercado a disfrutar de esta acogedora ciudad o de nuestra compañía.

Quién me conoce me ha podido oír decir: mi casa está constantemente llena de gente, pero es algo que me encanta.

En nuestra juventud y en casa paterna, de amigos y familiares, y ahora de amigos nuestros y amigos de nuestros hijos.

Siempre hay alguien, y vivimos felices por poder seguir acogiendo y disfrutando de la siempre bienvenida compañía.

Amamos a las personas y ofrecemos lo que tenemos para disfrutar todos de los divertidos momentos compartidos. ¡Gracias por ellos!.

Es curioso, hay días en los que esperas a dos personas a cenar, y de pronto te encuentras abriendo la mesa para poder sentarnos todos… con doce personas alrededor.

Mi casa es un Madrid en miniatura y es algo que disfruto enormemente.

Foto de entrada de Wikipedia:

Un poco de historia.

La muralla musulmana de Madrid, conocida como muralla árabe de Madrid, y de la que se conservan algunos vestigios, se encuentra en mi ciudad y es probablemente la construcción en pie más antigua de ella. Se edificó en el siglo IX, durante la dominación musulmana de la península ibérica, en un promontorio situado junto al río Manzanares. Formaba parte de una fortaleza, alrededor de la cual se fue desarrollando el núcleo urbano de Madrid. Fue declarada Monumento Histórico-Artístico en el año 1954.

Los restos de mayor importancia, con un interés más arqueológico que artístico, se hallan en la cuesta de la Vega, junto a la cripta de la catedral de la Almudena. Han sido integrados en el parque de Mohamed I, llamado así en referencia a Muhamad I de Córdoba (transcrito como Mohamed), considerado el fundador de la ciudad.

En la calle Mayor, en el número 83, junto al viaducto de la calle de Segovia, se mantienen en pie las ruinas de la torre de Narigües, que probablemente hubiese sido una torre albarrana, con una localización separada de la muralla propiamente dicha, pero unida a esta a través de un muro. Su función era la de servir de altozano.

En el siglo XX desaparecieron algunos restos.

Los lienzos existentes a la altura del número 12 de la calle de Bailén se perdieron con la construcción de un bloque de viviendas, si bien algunos muros se integraron en la estructura del edificio, en su parte inferior.

La remodelación de la plaza de Oriente, finalizada en 1996, significó el descubrimiento y posterior desaparición de otros muchos restos.

No es el caso de la atalaya conocida como torre de los Huesos, cuya base se exhibe en el aparcamiento subterráneo de la citada plaza.

Entre 1999 y 2000, se puso al descubierto otro tramo, de unos 70 m de longitud, bajo la plaza de la Armería, formada por las fachadas principales del Palacio Real y de la catedral de la Almudena. Fue excavado durante las obras de construcción del Museo de Colecciones Reales y podría corresponder a la puerta de la Sagra, uno de los accesos al recinto amurallado.

 

 

Más historia, nombres de calles…

Durante la época del Madrid musulmán, llamado Mayrit o Magerit, la actual calle Mayor, en unos terrenos situados a las afueras de la ciudad, se convirtió en un zoco árabe llamado Al-Sua Al-Kabir.

 

Con el paso de los años, y tras la conquista cristiana, aquí se construyó una plaza (conocida primero como del Arrabal y, después, como Mayor) para concentrar todo el comercio en un único lugar.

 

Poco a poco, los artesanos fueron instalándose en las zonas aledañas de la plaza, dando lugar a los nombres de oficios por los que hoy se conocen estas calles. Como he resumido anteriormente.

 

Como también he explicado, existe otro motivo por el que barrios como el de La Latina cuenten con tantas calles con nombres de oficios tradicionales.

 

Y es que, en la Edad Media, las autoridades prohibieron que los artesanos instalaran sus tiendas y talleres dentro de Madrid.

 

Es por eso que decidieron situarse en los lugares cercanos a las puertas de entrada a la ciudad, como las de Puerta de Toledo o Puerta Cerrada.

 

Estas zonas, además de próximas al casco urbano, eran concurridos puntos de paso por los que transitaban numerosos viajeros y por los que entraban y salían las mercancías.

 

La calle de la Ribera de Curtidores

 

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Denominada antiguamente como calle de las Tenerías, la Ribera de Curtidores recibe su nombre de las curtiembres (también conocidas como curtidurías o tenerías) que se instalaron en la zona aprovechando su proximidad a los antiguos mataderos.

 

La Ribera de Curtidores corre casi paralela a la calle de Toledo, vía por donde entraba el ganado con destino a los mataderos.

El sacrificio de los animales generaba una gran cantidad de pieles que los curtidores transformaban en cuero.

 

Hasta finales del siglo XV, el gremio de curtidores se concentraba en Caños del Peral, hoy conocidos como plaza de Isabel II.

 

En 1497 se instaló cerca de la Puerta de Toledo el primer matadero municipal de Madrid, por lo que los Reyes Católicos recomendaron que el gremio se trasladara a esa zona.

 

Con el paso de los siglos, otros gremios empezaron a frecuentar la calle, como los anticuarios, las almonedas y los ropavejeros, germen del Rastro.

 

La calle de Cuchilleros

 

Arco de Cuchilleros - Portal de las Bibliotecas de Madrid

 

Recibió este nombre porque aquí se reunía el gremio de cuchilleros desde el siglo XVII. Estos artesanos se encargaban de la fabricación y venta de cuchillos y otros instrumentos cortantes, como tijeras y espadas.

 

La calle forma parte del antiguo foso o cava de Puerta Cerrada (actual Cava de San Miguel) que discurría al pie de la ya extinta muralla medieval.

La elección de esta calle por los cuchilleros tiene su lógica: justo al lado, en la Plaza Mayor, se hallaba el mercado de carnicería (la Casa de la Carnicería).

 

El escritor Pedro de Répide, primer representante del Cuerpo de Cronistas Oficiales de la Villa de Madrid, escribió a principios del siglo XX que, tanto el arco como la calle de Cuchilleros, eran una zona “de poca animación durante el día y, durante la noche, campo de exploración de la baja galantería”.

 

De ahí que aquí florecieran tabernas, fogones y bodegas como La Daniela, La Traviesa, Asquiniña, Bodegas Ricla, Las Cuevas de Luis Candelas y el Botín.

 

Calle de Botoneras

 

CALLE DE BOTONERAS.

 

Entre la Plaza Mayor y la calle Imperial se encuentra la calle de Botoneras.

Sin embargo, el nombre del gremio no era el de “botoneras”, sino el de las “quincalleras”. Estos comercios producían y vendían todo tipo de productos de metal de escaso valor y a un precio económico, pero una de las mercancías más demandadas eran los botones, de ahí el nombre de la vía.

 

Según los reglamentos de su gremio, las botoneras debían ser decentes, honradas, reputadas y discretas, ya que en sus negocios entraban nobles, pajes y militares en busca de botones y quincalla para sus vestimentas.

 

Estas mujeres llegaron a tener tanta relevancia que entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, tuvieron puestos de venta de botones en el mercado de la Plaza Mayor, convirtiéndose en uno de los gremios más valorados junto al de las verduleras y al de las fruteras.

 

La calle de Bordadores

 

Calle Bordadores. Madrid | MADRID-BIEN-VISTO. Mis fotos de la ciudad | Flickr

 

La calle de Bordadores, antiguamente calle de San Ginés, es una céntrica vía de Madrid que une la calle Mayor con la del Arenal.

 

Sobra decir que el gremio que se estableció aquí fue el de los bordadores de seda, allá por mediados del siglo XV.

 

No todo el mundo podía costear un bordado, por lo que los principales clientes de este gremio eran gente adinerada.

 

El rey Juan II de Castilla fue el responsable de que los bordadores se establecieran en esta zona de la ciudad y su mujer una asidua a sus tiendas.

 

Otra clienta muy especial que tuvieron los bordadores fue Santa Teresa de Jesús. La monja encargó un manto para el convento que fundó en honor a San José, manto que los bordadores hicieron encantados.

 

Es más, ni siquiera querían cobrarle.

 

Calle de Embajadores

 

Fotos antiguas: Melancolía en Embajadores – Secretos de Madrid

 

Embajadores da nombre a una calle, una glorieta, una parada de metro, una estación de Cercanías e, incluso, a todo un barrio entero. ¿Cuál es el origen de su nombre?

 

La historia de esta zona se remonta al año 1435. En aquel año, el rey Juan II de Castilla se encontraba en Madrid para recibir a las embajadas de los reyes de Túnez, de Navarra, de Aragón y de Francia.

 

Sin embargo, este encuentro diplomático se vio afectado por una repentina epidemia de peste que se propagó rápidamente por Madrid.

 

Ante esta alarmante situación, el monarca español optó por retirarse a Illescas para ponerse a salvo. La decisión cogió por sorpresa a los embajadores, que optaron por alejarse del centro urbano y se instalaron a salvo en una zona de campo al sur de la ciudad.

 

Esta zona que ocuparon los diplomáticos se bautizó como el Campo de Embajadores, zona que se extendía, precisamente, en torno al lugar en el que a día de hoy se encuentra la glorieta de Embajadores.

 

Calle de Latoneros

 

calle Latoneros, Madrid. | M Roa | Flickr

 

Los latoneros eran un gremio muy respetado en el Madrid del siglo XVI. En esa época se extendió el uso del latón en la fabricación de utensilios y adornos, en sustitución del cobre y el bronce.

 

Se establecieron en la zona de Puerta Cerrada y calle de Toledo, enclave en el que se concentraban muchas de las iglesias madrileñas, sus principales clientes, ya que estas necesitaban numerosos trabajos de latón.

 

Entre los trabajos más requeridos a los latoneros estaban los braseros con patas de garras y las bandejas con asas en forma de delfines para recoger la limosna de los fieles en las iglesias.

 

También fabricaban las cajas que recogían los donativos de los fieles a la entrada de los templos, llamados “cepos” porque su forma impedía que el dinero fuera robado (de ahí proviene el nombre de “cepillos”).

 

Sin embargo, el oficio de latoneros era uno de los más regulados de la época.

No solo tenían una lista con los objetos que podían hacer, sino que estaba castigado salirse de ella.

 

Calle Libreros

La calle de los Libreros y sus furiosos dragones – Secretos de Madrid

La calle de los Libreros une la calle de la Estrella con la Gran Vía.

 

El escritor Pío Baroja fue el que propuso este nombre para la calle, sugerencia debida al gremio que se reúne en ella para la venta de libros viejos.

 

El hecho de que aquí hubiera tantas librerías tiene su motivo en su proximidad con la Universidad Central.

 

Es a partir de 1930 cuando la calle empieza a llamarse así, aunque la vía tiene mucha historia a sus espaldas: entre 1893 y 1930 recibió el nombre de calle de Ceres y, anteriormente, calle del Pozo o calle de la Justa.

 

 

Según cuenta la leyenda, en esta calle había un pozo (que, dependiendo de quién nos lo cuente, pertenecía a una tal Doña Justa o que la señora Justa era la protagonista de lo que sucedió).

 

Hay calles que encierran leyendas más o menos sorprendentes y fáciles de conocer.

Pero los relatos realmente valiosos son los que hacen alusión a nombres ya desaparecidos del callejero de Madrid.

Denominaciones que se esfumaron para siempre, llevándose consigo bonitos secretos.

Para evitar que esto ocurra, se deben sacar aé a la luz.

 

Aquí una de las historias más sorprendentes de cuantas se propagaron por la Villa y Corte. Quien quiera conocerlo, tendrá que viajar a los aledaños de la Gran Vía.

 

En el último tramo de la más iluminada arteria de Madrid, transcurre perpendicular a ella la simpática calle de Libreros.

 

Ésta, tiene un cuerpo en ligera pendiente y un suelo salpicado de renglones, palabras y letras en alusión a su literario nombre..

 

Placa de la calle de los Libreros, Madrid

Pero ahondemos más en los recuerdos de esta callecita, acudamos al plano de Texeira, una joya del siglo XVII realizada por un cartógrafo portugués, donde aún podemos reconocer buena parte de las entrañas y destinos del Madrid más antiguo.

 

Es cierto que hay diferentes versiones según las fuentes a las que he consultado pero todas ellas mantienen elementos comunes como son: un pozo, una mujer llamada Justa y… atención ¡dos pequeños dragones!

Al parecer muchos siglos atrás hubo en este lugar un pozo que, era temido por muchos, ya que se decía que en su interior habitaban una pareja de legendarios dragones.

 

Por razones de seguridad este peligroso pozo permanecía cerrado, todo transcurría con normalidad hasta que en cierta ocasión en un día de calor, una joven, se acercó al brocal del pozo para refrescarse y quitó la losa que lo cubría ya que pensaba que aquello de los dragones, no eran más que fábulas inventadas.

 

Hay versiones que dicen que esta chica se llamaba Justa mientras que otras cuentan que Justa era como se llamaba la dueña del pozo. Sea como fuere, aquel inocente gesto fue una condena mortal para nuestra protagonista.

 

Se decía que a los pocos segundos de destaparlo, del interior del pozo emanaron unos intensos rugidos y que, acto seguido salieron de él los famosos dragones que llevaban tanto tiempo encerrados. La llamarada procedente de la boca de uno de ellos dejó a nuestra sedienta amiga reducida a cenizas.

 

La leyenda de la calle de los Libreros y sus furiosos dragones

 

¿Qué pasó con aquellos dragones?

¿Regresaron para siempre al interior del pozo?

¿O escaparon y huyeron a cientos de kilómetros de Madrid?

 

Nunca lo sabremos.

 

Pero la verdad que este tipo de leyendas, por muy inverosímiles que resulten, me parecen maravillosas y básicas para mantener viva la historia de las ciudades.

 

– Secretos de Madrid.

 

Otras calles

 

Antigua Calle Con Flores En Madrid. España Fotos, Retratos, Imágenes Y Fotografía De Archivo Libres De Derecho. Image 80002413.

Además de las anteriores, existen muchas otras calles dedicadas a las profesiones.

 

En la calle Coloreros se vendían las pastillas que tintaban las telas y las medias de seda.

 

En la calle Yeseros estaban instaladas las yeserías y hasta ellas llegaban los carros cargados de yeso.

 

En la calle Tintoreros estaban los talleres que teñían las sedas y los paños.

 

Sin olvidarnos de la calle de los Relatores, de Cedaceros o la plaza de Herradores.

 

La lista es extensa.

 

Todos ellos oficios tradicionales, algunos de ellos casi extintos, como el de cofrero (Arco de Cofreros), aunque también podemos encontrar otros más contemporáneos.

 

En el distrito de San Blas-Canillejas, concretamente en los barrios de Arcos, Amposta y Hellín, una extensa zona está dedicada a diversos gremios.

 

Los drogueros, los cinceladores, los dibujantes, los conserveros, los ceramistas, los alfareros, los canteros, los albañiles, los electricistas, los peones, los deportistas o los tejedores tienen aquí su vía.

 

Junto a ellas hay otras dedicadas a la profesión en sí y los lugares donde se desarrollan: grifería, herrería, papelería, chapistería, hojalatería, cerrajería, pañería, siderurgia, serrería, tornillería, etc.

 

Y oficios menos “típicos” también tienen cabida en Madrid.

 

En otros puntos de la ciudad se encuentran la calle de los Reyes, la ronda de las Monjas, la avenida de los Toreros o el paseo de los Alabarderos.

 

– Telemadrid. Fotos: Manuelblas, piterest, flickr, fotosantiguasdemadrid…

 

Otros mitos y leyendas de Madrid

Madrid es una villa antigua y extensa, así que como cualquier otra, su trayectoria ha estado envuelta en curiosas tradiciones, misterios sin resolver y curiosas tradiciones.

Tradiciones que han viajado oralmente a través de generaciones y que pueden hacer imposible separar la realidad de la fantasía… Ya sabes como somos… Cada uno cuenta las cosas a su manera y hay veces que ponemos también algo de nuestra cosecha… Así que es complicado averiguar qué queda de cierto.

Hay iglesias que no sabemos que existían, calles escondidas y oscuras con terrorificos nombres, y con iguales oscuros secretos. Misterios y leyendas antiguas… Fantasmas.

¿Cuánto de todo esto es verosimil? Tendreis que venir a descubrir que os parece…

El decapitado de San Ginés, el dramaturgo asesinado en Joy Eslava, la macabra historia de Concha, el fantasma de la bella Elena y otras historias de miedo madrileñas…

Para aquellos que pasan más tiempo de su vida entre paradas y andenes de metro que en su propia casa puede que lo que más terror les suponga en el Metro de Madrid sea ver esperas de más de 5 minutos para el siguiente tren (hay leyendas de personas que han sobrevivido a esperas de 19 minutos), pero lo cierto es que el Metro de Madrid alberga leyendas más terroríficas… ¿Las quereis conocer?

Los espectros de la estación de Tirso de Molina

La aparición de unos restos en las obras de construcción aviva la conexión entre el más allá y esta estación del suburbano.

La conexión entre el más allá y la estación de Tirso de Molina arranca hace ya más de 150 años. La tenebrosa fama comenzó cuando se construyó a principios del siglo XX. Fue cuando en la plaza de mismo nombre se derribó el convento de la Merced.

Durante las obras, los obreros encontraron en el subsuelo esqueletos y restos humanos. Los huesos pertenecían a los monjes que residieron, y murieron, en el convento.

foto11El problema es que nadie sabía qué hacer con los restos. Al final se depositaron en los andenes y fueron recubiertos con azulejos. Por todo ello, desde entonces, aunque en los túneles no se vea su luz, cuando el sol se esconde, el viajero que espera en el andén puede escuchar los lamentos de los clérigos, cuyas almas están condenadas a vagar por la estación hasta que se dé a sus restos una mejor y más digna sepultura.

Sin embargo, la historia más desgarradora es la que le ocurrió a una joven, mucho tiempo después. Cuenta la leyenda, que ya bien entrada la noche, una chica se subió al último tren en Tirso de Molina. Dentro del vagón sólo había tres personas, una mujer y dos hombres. Una vez dentro, la joven notó cómo la mujer no le quitaba ojo. Ni parpadeaba.

En la siguiente parada, un hombre se subió al convoy y se sentó al lado de la chica. Él también se dio cuenta de que la mujer no dejaba de mirarla. Agachó la cabeza y le susurró a la joven: «No te muevas, no hables, no le mires a la cara y bájate conmigo en la siguiente parada». La joven, aterrada, le hizo caso.

Una vez en el andén, todavía con la respiración entrecortada, el hombre le dijo. «Siento haberte asustado, soy medium y la mujer que teníamos enfrente estaba muerta y los dos hombres que la acompañaban, la sostenían». Desde entonces no son pocas las historias que aseguran haber visto fantasmas deambulando por la estación o en los propios vagones de Tirso de Molina.

Las leyendas de la estación fantasma de Chamberí: ruidos extraños y apariciones de la niña del globo

Muros de azulejos, mobiliario de madera, anuncios en cerámica de lámparas Philips o de aguas de Carabaña, «el mejor purgante»… Entrar en la estación fantasma de Chamberí supone retroceder un siglo y trasladarse a los años 60.

Eran los tiempos en los que había dos pasillos distintos de subida y de bajada de pasajeros, en los que las revisoras comprobaban los billetes de 0,10 céntimos de peseta y en los que las empleadas del Metro no se podían casar.

La compañía metropolitana consideraba que las mujeres que contraían matrimonio no iban a acometer correctamente su trabajo al tener que atender sus obligaciones familiares. Muchas de ellas se tuvieron que casar en secreto y, en 1930, pidieron la intervención del Gobierno para que mediase ante la empresa y no las despidiese por el mero hecho de desposarse.

blogTodo ello se recuerda ahora en el museo de esta estación fantasma de Chamberí, que ha comenzado este mes de agosto unas obras de rehabilitación para frenar su deterioro. Este apeadero se encuentra debajo de algunos setos y jardines de la calle Luchana y las humedades se filtran dentro de la estación porque en esta zona las superficies no están impermeabilizadas.

Los trabajos de restauración se centran en rehabilitar los paneles publicitarios, en repintar la pasarela y los accesos a los andenes y en eliminar la oxidación de los elementos metálicos de las antiguas taquillas.

La estación de Chamberí fue inaugurada en octubre de 1919 y clausurada en 1966. En aquella época, Metro necesitaba ampliar el número de vagones de los trenes para lo que era necesario aumentar el largo de los andenes de 60 a 90 metros. De esta forma, se prolongó la estación de Bilbao hacia el norte y la de Iglesia hacia el sur, con lo que ambas quedaron muy próximas a la de Chamberí. Esta estación hace curva y tiene una pendiente, con lo que resultaba muy complicado alargar los andenes, por lo que cayó en desuso.

Tras más de 40 años abandonada, en el año 2006 se decidió rehabilitarla y convertirla en museo y este verano se acometen nuevas tareas de reparación.

«Con estas labores de conservación de la estación de Chamberí queremos mantener el aspecto original y conservar todos los materiales de su época. Además, pretendemos seguir ofreciendo a los ciudadanos que continúen visitándola como una parte importante de la red de los Museos de Metro que forman parte del patrimonio cultural ferroviario de la Comunidad», asegura el consejero de Transportes e Infraestructuras, David Pérez.

Virginia Gutiérrez es una de las restauradores que interviene en los trabajos de reparación y va quitando con un bisturí las humedades del anuncio de la lámpara Philips, «la mejor del mundo». «Estoy raspando las eflorescencias salinas que se han formado con la humedad. Tengo que tener mucho cuidado para no rayar el azulejo. Tardaremos unos 15 días en reintegrar las zonas perdidas de este mural», explica Gutiérrez, empleada de la empresa Insitu.

Gutiérrez trabaja mientras escucha de fondo el trasiego de los trenes que siguen transcurriendo por esta estación sin detenerse, lo que ha dado lugar a todo tipo de especulaciones urbanas.

Escenario de peliculas. De hecho, el director de cine Fernando León de Aranoa rodó aquí escenas de su película Barrio porque aseguraba que veía gente cuando circulaba en el vagón. No, no eran alucinaciones sino que algunos indigentes se colaban en esta estación desde el Metro de Iglesia y pasaban la noche en Chamberí. A la mañana siguiente tenían que salir antes del paso del primer tren porque si no debían permanecer allí el día entero para no ser arrollados por los convoys.

La chica de la venda en el pie

Los restos de los mercedarios no son lo único macabro que rodea a la línea 1.

De nuevo la línea alberga una de las leyendas más terroríficas del Metro de Madrid, también relacionada con el más allá. Sirva como inciso que el suburbano de la capital es una fuente inagotable de historias esotéricas y relacionadas con la crónica negra de la capital. La verdad es que casi un siglo de vida, desde 1910, dan para mucho.

Tampoco hace demasiado tiempo cuando ocurrió este pasaje, en la estación de Sol . Está basado en el testimonio de un hombre que después se ha ido transmitiendo hasta hoy. Este aseguró que una chica de cabellos dorados, con el tobillo vendado, le pidió ayuda para bajar las escaleras, desde la boca de acceso . Ambos bajaron al andén sin apenas mediar palabra. Después, vio cómo se subía al mismo vagón que él y, al llegar a la siguiente parada, la chica se bajó y se lanzó a las vías .

Contemplada la escena, el hombre se levantó como un resorte y activó la parada de emergencia. Muy nervioso, dando voces de socorro, salió al exterior. Su sorpresa, sin embargo, fue mayúscula cuando se dio cuenta de que no había nadie. La chica se había disipado como por arte de magia.

Nunca cojas el 10º tren

Según esta historia popular, un vagón fantasma recorre la línea 5 del suburbano madrileño y reaparece siempre que se cumplen unas condiciones determinadas.

Es una leyenda oscura sobre la línea 5 del metro. Ésta dice que si dejas pasar de largo los trenes, el décimo que pase es un tren embrujado en el que verás unas sombras extrañas y del que salen unos lamentos horribles… Aunque para nosotros lo más terrorífico es que alguien sea capaz de dejar pasar 9 trenes para comprobar eso…

Pues bien, una de ellas advierte a los madrileños y visitantes de no dejar pasar varios trenes de Metro cuando se encuentren esperando en el andén de la Línea 5 . ¿La razón? Según cuenta este relato, que muchos conocen en la capital, por esos mismos túneles en los que, de vez en cuando se adentran los operarios, circula un tren fantasma que no se deja ver habitualmente, a menos que se cumplan unas circunstancias muy concretas.

Diez trenes. De ninguna manera, como especifica esta leyenda , hay que dejar pasar diez trenes en los andenes de la Línea 5 y es que, de lo contrario, tras nueve trenes convencionales, el décimo guardará una sorpresa.

Entre todas las historias que recogen los escritos históricos sobre la capital, esta es una de las más difíciles de creer, porque señala que ese décimo tren será un convoy embrujado en cuyo interior se escuchan gritos y lamentos y se contemplan sombras extrañas.

Bien es cierto, también, que actualmente, con las frecuencias habituales, para esperar a que pasen diez trenes hay que tener, además de un cargamento de paciencia , mucho tiempo libre y ganas de, en el peor de los casos, llevarse un susto.

Estación de Callao. El loco del bisturí…

En este caso, no se trata de una simple leyenda urbana, ya que es muy real… En 1919, las mujeres que viajaban en metro estaban atemorizadas, ya que durante varios días un hombre se dedicó a hacer cortes en los glúteos de las mujeres. Ellas no se daban cuenta hasta que empezaban a sangrar porque se cree que el loco empapaba el bisturí en anestesia hacía cortes muy finos y precisos…

La narración de la presente historia, enmarcada en el Metro de Madrid, se encuentra a caballo entre la leyenda y la crónica negra de la capital; rescatada en cualquier caso de la hemeroteca de ABC . Y es que el suburbano, a punto de cumplir cien años de vida, inaugurado en 1919, es una fuente inagotable en ambos casos. Famosos son los fantasmas que, supuestamente, vagan por sus andenes , de la misma forma que vesánicos y personajes singulares, reales, como el que en este caso nos ocupa.

Viñeta de Mingote en abril de 1959 en la que ironiza sobre el «loco del bisturí»Tal es el ejemplo del apodado como el «loco del bisturí», un sujeto que en 1959 aterrorizó a las féminas de la ciudad haciendo cortes en las nalgas de las mujeres que frecuentaban la línea 1 del Metro. Aunque finalmente se detuvo a un joven de 18 años, lo cierto es que el suceso dio para innumerables especulaciones. De hecho, su apelativo, alimentado desde la prensa, remite a que en un principio se creyó que era un cirujano . Valga como ejemplo en este caso la ilustración que acompaña a este texto: una viñeta del maestro Mingote en la que una mujer huye de un quirófano al grito de «¡el loco del bisturí!» .

Bromas aparte, la realidad es que este agresor, a la par fetichista y misógino , generó una alarma real en Madrid. La Policía seguía su rastro con la única pesquisa de un vago retrato robot y su «modus operandi». Según el testimonio de una joven que lo vio, se trataba de un hombre de baja estatura, delgado y con ojos saltones. Sus actuaciones, idénticas: bañaba el bisturí en anestesia para que las víctimas no se percataran del pinchazo , solo advertido una vez vista la sangre. Siempre hacía los cortes en el trasero.

En abril de ese año, los agentes del Cuerpo madrileño buscaban a un joven de unos 18 o 20 años, ajenos a la leyenda sobre el cirujano. Después se supo que se trataba de un chico con problemas psiquiátricos , al que se le comenzó a seguir la pista tras el ataque frustrado a C. B. T., una menor de 15 años que vivía en Vallecas. Vestido entonces con «americana marrón y pantalón gris», como apunta la crónica, un descuido en la parada de Sol resultó determinante para capturarlo.

El fantasma de la Casa de las Siete Chimeneas

La sede del Ministerio de Cultura, en la Plaza del Rey, cuenta una leyebda que tiene su origen en el siglo XIX con una importante reforma.

Aquí vivió Elena, una joven supuestamente amante del rey Felipe II que se casó con un capitán del ejército. Fallecido en Flandes, la noticia la dejó desolada, muriendo poco después.

Su cuerpo desapareció misteriosamente y empezaron las especulaciones. ¿Murió de pena? ¿Asesinada?

Dicen que estaba embarazada del rey.

El padre de Elena es acusado del crimen y termina ahorcándose en la casa. Se investigan las dos muertes pero el cadáver de la mujer desaparece. Nunca se encuentra. Sin embargo, el terror continúa… empieza a verse por las noches la figura de una mujer vestida de blanco, deambulando entre las chimeneas del tejado.

El tiempo pasa y el espectro sigue apareciéndose a los vivos. En el siglo XIX, el Banco de Castilla se instala en el edificio. Durante las obras de reforma se encuentra el esqueleto emparedado de una mujer junto con unas monedas de la época de Felipe II. ¿Es Elena?

No es el único secreto que guarda la casa de las siete chimeneas. En una nueva reforma en 1962 se encontraron los restos de un hombre cuya alma parece que también deambula por el edificio, pero por el interior. Parece que los espectros no quieren encontrarse entre ellos y el tejado se reserva para Elena.

El espectro siempre se arrodillaba y, mientras se golpeaba en el pecho, miraba al oeste, hacia el Alcázar donde vivía el rey, hasta desaparecer.

Más sin duda el fantasma más conocido de Madrid es el de la niña Raimunda que deambula por el Palacio de Linares cantando canciones infantiles y preguntando por sus papás. Una criatura muerta por sus propios padres tras descubrir estos que en realidad eran hermanos y la niña fruto del incesto.

El fantasma del Palacio de Linares

Madrid tiene muchos sonidos. ¡Y parece que algunos ni siquiera son de este mundo! Escuchad bien en el Palacio de Linares. En el siglo XIX se vivió un drama que parece ideado por un guionista de culebrón borracho. Pero esta es una de las leyendas madrileñas más conocidas.

Habla del amor entre José de Murga y Raimunda Osorio.

El hijo del Marqués de Murga confesó a su padre que estaba perdidamente enamorado de una joven cigarrera de Lavapiés.

El primero era hijo de un financiero, pero la joven también era fruto de una relación extramatrimonial del noble. Eran, por tanto, hermanos.

Su padre se espantó ya que no podía confesar que aquella chica era hija suya, producto de un desliz. ¡Por lo tanto, los amantes eran hermanos!

Así que intentó romper la relación y a su muerte explicó por carta a José el porqué de su intento de separarlos. La pareja descubrió esta realidad y conscientes de su pecado incestuoso, tras la muerte del marqués, solicitaron permiso al Papa de Roma Pío IX para continuar su matrimonio.

Se les concedió siempre y cuando vivieran en castidad.

Pero la carne es débil y una pequeña, Raimunda, nació fruto del incesto.

El matrimonio, para ocultarlo, la estranguló y enterró en los muros del Palacio.. Desde entonces, el fantasma se pasea por la actual Casa de América llorando, gritando o tarareando canciones infantiles.

Dicen que todavía hoy las voces de los protagonistas resuenan en la noche…

La casa maldita de Madrid

En el número 3 de la calle Antonio Grilo se halla la que muchos conocen como la ‘casa maldita’ de Madrid.

La casa maldita de Malasaña: así fueron los 9 crímenes brutales que forjaron la leyenda negra.

El más violento lo protgonizó un conocido sastre José María Ruiz Martínez, mató a sus cinco hijos, a su mujer para posteriormente exhibir sus cadáveres en el balcón.

Recientemente esta casa saltó a la actualidad por albergar un after en su sótano, pero el número 3 de la calle Antonio Grilo ya había copado titulares décadas atrás.

Este edificio ocupa un lugar especial en la crónica negra madrileña por los terribles crímenes que allí se sucedieron. “La casa maldita”, “la casa de los locos», “la casa más macabra de Madrid”… Los apelativos que ha recibido en la historia reciente no dan lugar a dudas.

El rastro de sangre se remonta a 1915, cuando un hombre fue degollado frente al portal.

Pudo ser casualidad, que pasara por ahí, y que el lugar elegido por el asesino para asestar la cuchillada mortal fuera fruto del azar. Nunca se supo. 30 años después, la sangre volvió a aparecer. En esta ocasión, ya dentro del edificio.

Fue el 8 de mayo de 1945, en plena posguerra. Aquel día Felipe de la Braña Marcos apareció muerto de un golpe en la cabeza. El hombre, camisero de profesión, fue hallado por su casero unos cinco días después del asesinato.

En su mano se halló un mechón de pelo, lo que indicaba que hubo lucha previa al crimen. El piso estaba totalmente desordenado y revuelto, por lo que la hipótesis principal es que fuera víctima de un robo.

Su cuerpo no estaba tiroteado ni tenía heridas de arma blanca. La causa de la muerte fue un fuerte golpe con un objeto contundente, como un martillo. El crimen nunca se resolvió y fue cayendo paulatinamente en el olvido.

17 años después del crimen del camisero tuvo lugar el suceso más macabro de esta negra historia. Pocos sucesos más brutales se recuerdan en la historia reciente de Madrid. Dejó siete muertos en una noche, cinco de ellos, niños pequeños.

El 1 de mayo de 1962, el sastre José María Ruiz Martínez, de 48 años, mató a sus cinco hijos, a su mujer y a sí mismo. Fue el propio asesino quien llamó al 091 para avisar de lo que había hecho. “Por su forma de expresarse, el funcionario de servicio dedujo que se trataba de un perturbado”, narró el periódico Abc en la crónica del día siguiente.

El sastre se negó a dar sus señas al policía que le atendió al otro lado del teléfono, pero este consiguió alargar la conversación lo suficiente como para localizar la llamada a través del número de teléfono y consultar en las Páginas Blancas el apellido del titular de la línea.

Dos patrullas se trasladaron al lugar de los hechos e intentaron hablar con el sastre, que ya había consumado los asesinatos de su familia. Los policías intentaron que José María les abriera la puerta del 3º D, pero fue imposible. El parricida reclamó a voces ver a un padre carmelita para recibir confesión.

Un coche patrulla se trasladó hasta la cercana Iglesia de Santa Teresa y San José, templo de la citada orden, y recogió al padre Celestino. El cura consiguió hablar con el sastre asesino desde el balcón de enfrente. Para entonces, decenas de vecinos eran testigos de los hechos, agolpados en la calle Antonio Grilo.

El asesino vestía un pijama ensangrentado y empuñaba una pistola del calibre 5’35 mm. Para demostrar lo que había hecho ante el sacerdote llegó a exhibir desde el balcón los cadáveres de tres de sus cinco hijos.

El asesino consiguió lo que quería: logró confesarse vía telefónica con el padre carmelita y obtener la absolución, pero dejando muy claro que después se suicidaría. Terminada la llamada, José María realizó un último disparo, el último gesto de su vida.

La escena del crimen era terrible. En el suelo de la vivienda encontraron el cadáver de su mujer. A los pies de la cama, a su hija de dos años degollada. Su hija de 14 años había intentado refugiarse en el baño, donde falleció a causa de los disparos de su padre. La macabra escena la completaban su hija de 12 años, otro de 10 y un quinto de 5. Las armas empleadas fueron un martillo y un cuchillo de cocina.

Pocos días después, el periódico El Caso publicó que José María había perdido la cabeza por arrastrar problemas con el juego y deudas. El diario Abc entrevistó al doctor Fernández Armayor, que diagnosticó al sastre, a la luz de los hechos, con “una grave depresión vital”, y lo definió como “un auténtico ciclotímico en una fase depresiva endógena”.

Sus familiares incluso declararon en el Juzgado de Instrucción número 8 de Madrid que el sastre “llegó a exclamar que sentía haber traído cinco hijos al mundo para sufrir”.

Otro asesinato del que se tiene constancia en este edificio de la calle Antonio Grilo es un infanticidio. Ocurrió en abril de 1964, dos años después del caso del sastre, cuando Pilar Agustín Jimeno, vecina de la primera planta, fue detenida por el asesinato de su hijo.

La mujer, una veinteañera soltera, ahogó a su hijo recién nacido con sus propias manos. “Para ocultar su deshonra”, confesó más tarde. La mujer envolvió el cuerpo de su hijo en una toalla y lo ocultó en un cajón de una cómoda. Dos días después, su hermana, la tía del niño, lo encontró allí.

¿Cuenta la casa con algún espíritu diabólico o alguna energía negativa desconocida?

No se sabe, pero su ‘maldición’ la acompaña.

Son cosas que hoy vemos mas habitualmente en los medios y no se habla de que dejen fantasmas tras de śi.

Todo es cuestión de investigar alrededor de cada suceso. Estoy segura de que las personas con alta sensibilidad a estas cosas podrían percibir las energias oscuras que quedan tras sucesos así de atroces.

El crimen del Palacio de Cañete

¿Quién nos iba a decir que en el 69 de la calle Mayor hay una historia de mucho misterio y terror digna de una película?

En este lugar se encuentra el Palacio de Cañete. Un buen día, allá por la época de los Austrias, pasaba por aquí el Marqués de Cañete, el dueño del Palacio. Y así, cosas de la vida, lo convirtieron en pincho moruno con una espada. Mala forma de acabar una tarde.

Venía de pasar la tarde con un clérigo, Antonio Amada. Como no había otro sospechoso, le cargaron el muerto al religioso. No es que el sistema judicial fuera especialmente cuidadoso.

No contentos con condenarle a muerte ¡le cortaron la mano y la dejaron colgando a la puerta del edificio! Era en plan indirecta para futuros malhechores. A ver si pillaban el recado. Costumbres de la época.

Y ahora viene lo esperable de estas historias. Empiezan a escucharse gritos en el palacio. Pasos, puertas que se abren y se cierran… Ya sabéis. Por fin, uno de los antiguos criados del marqués, en su lecho de muerte, confesó que el único culpable del crimen era él, que se cargó a su jefe porque el marqués le estaba tirando los tejos a su señora.

La leyenda de la Cuesta de los Ciegos

La Cuesta de los Ciegos salva el desnivel existente entre la calle Segovia y la calle de la Morería. Lo que antes fue un pronunciadísimo barranco hoy es una bonita y poco transitada escalera, compuesta por 254 escalones, que esconde un misterioso túnel en su subsuelo.

Esta leyenda es una leyenda mas hermosa, se remonta al siglo XIII, cuando dos ciegos acudían a diario a pie a una pequeña colina, entre lo que es hoy la calle Segovia y las Vistillas, para pedir limosna.

Francisco de Asís, a su paso por Madrid de camino a Santiago, se cruzó con estos dos hombres que alzaban las manos para pedir alguna moneda.

El santo portaba un recipiente con aceite que compartió con los dos ciegos.

Al frotar el líquido en sus ojos, estos recuperaron la vista y dejaron este milagro para el recuerdo.

La otra explicación dice que en este lugar, durante el siglo XVIII, vivían unos ciegos. Eran músicos, tenían unas casitas humildes y la gente los conocía porque pedían limosna. Esta explicación parece bastante creíble.

Si nos fijamos en la placa que da nombre a la calle, encontramos que se ha seguido la leyenda del milagro.

En la imagen vemos al santo atendiendo a uno de los ciegos.

El otro está al lado con una venda en los ojos.

A los pies del santo reposa un cántaro.

 

La reforma de la Cuesta de los Ciegos

Al pie de la Cuesta hay una fuente de pilón circular con dos escudos antiguos de Madrid. Esta fuente se construyó en 1932, en medio de una reforma general del entorno. Fruto de esta reforma fue la pequeña plaza donde se asienta la fuente.

En los trabajos de ordenación, también se construyó el viaducto, que sustituía a uno de hierro del siglo XIX. Asimismo, se adecentó la parte alta, creándose los jardines de Las Vistillas. Al final del siglo XX se intentó reparar la fuente, que estaba muy deteriorada. Pero dado su estado, fue reemplazada por una réplica exacta realizada por los canteros del Ayuntamiento.

Por cierto, que la Cuesta de los Ciegos también se ha llamado históricamente de Arrastraculos. El motivo es que, antes de la escalinata de piedra, era un barranco de tierra. Para bajar, por accidente o por voluntad, no era raro verse arrastrado por la pendiente, como por un tobogán natural.

Bajo la Cuesta de los Ciegos, según podemos leer en el blog Arte en Madrid, existe un pasadizo antiquísimo. Hoy no tiene uso, pero parece que mide dos metros de altura por poco más de uno de anchura. Es decir, suficiente para el paso de personas que, presumiblemente, deseaban salir de la ciudad sin ser vistos.

El asesinato de la calle de la Cabeza

Esta es una historia un poco macabra, una leyenda que cinco siglos después aún perdura entre nosotros y que da nombre a una céntrica callejuela de Madrid, la Calle de la Cabeza.

Si habéis pasado por esta pequeña calle, situada entre Tirso de Molina y Antón Martín, seguramente los azulejos con su nombre habrán llamado vuestra atención. Una costumbre, en el centro histórico de Madrid, es que las señales donde está el nombre de la calle tiene una ilustración que, de algún modo, se identifica con el nombre de la misma. Ésto se hacía para que los que no sabian leer, pudiesen reconocer las calles.

El caso es que el dibujo que representa esta calle ya es bastante explicito pero mejor contaros la leyenda, tal y como dicen que ocurrió… Por lo visto, en el Siglo XVI vivía allí un rico sacerdote con un criado portugués. El sirviente, guiado por la envidia y por sus múltiples deudas decidió acabar con la vida de su amo, decapitándolo y huyó con su botín. Con el paso del tiempo, el crimen fue quedando en el olvido, ni la cabeza ni el culpable aparecieron.

Años más tarde, el sirviente, ahora convertido en caballero, regresó a Madrid y mientras paseaba por la zona del Rastro decidió comprar una cabeza de carnero para la cena. Tras finalizar su compra, colocó la cabeza bajo su capa y optó por volver a casa. Un alguacil observó las gotas de sangre que el caballero iba dejando a su paso, y extrañado optó por darle el alto. Ante la pregunta del vigilante, el caballero respondió que simplemente, se trataba de su cena.

La sorpresa para todos, especialmente para el antiguo sirviente, llegó cuando al ir a mostrarla apareció la cabeza del sacerdote que había asesinado años atrás. El asesino no tuvo otra opción que confesar su crimen, fue encarcelado y ahorcado en la Plaza Mayor mientras que la calle donde se cometió la barbarie pasó a ser conocida, ya para siempre, como la Calle de la Cabeza.

Satanás en la Puerta del Sol

Cuando Carlos III, allá por 1768, ordenó construir la Real Casa de Correos poco podía imaginar que su historia estaría ligada a la polémica y a leyendas del Averno.

Este edificio, primero sede de la Administración del Correo Central, después Capitanía General, Gobierno Militar y guardia de prevención, llegó al siglo XIX como Ministerio del Interior y luego de la Gobernación. Posteriormente acogió la Dirección General de Seguridad y, en la actualidad, como Real Casa de Correos, es la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, con su arquitectura original bastante recuperada.

Situado en un lugar emblemático para Madrid -la Puerta del Sol- y para las carreteras españolas -a sus puertas se sitúa el famoso kilómetro 0-, ya su propio diseño levantó a los habitantes de la Villa contra su arquitecto, el francés Jaime Marquet. Y es que los madrileños hubieran preferido para tan simbólico edificio un nombre español y ligado a la historia de la ciudad, Ventura Rodríguez, quien, como recordó Fernández de los Ríos, ya había presentado unos planos para este proyecto.

Edificio sin escalera:

La burla y la mofa -incluso el desprestigio- cayeron sobre este arquitecto francés, al que se acusó, incluso, de haber olvidado construir la escalera interior de este edificio, de planta rectangular y organizado en torno a dos patios interiores.

Pero volvamos a los primeros momentos de las obras, pues ahí es donde surge la leyenda endemoniada. Cuentan crónicas antiguas que unos albañiles que participaban en las tareas de construcción recibieron la terrorífica visita de Satanás. Al parecer, entre puesta de piedra de Colmenar y yeso, una voz profunda se dirigió a ellos y les recordó que la edificación era propiedad del Infierno. De nuevo la leyenda recuerda que la culpa de todo eran los planos del francés.

La Inquisición:

Con el miedo calado hasta los huesos, los obreros se negaron a trabajar por temor a una nueva visita del Príncipe de los Infiernos. El director de la obra no tuvo más remedio que poner los hechos en conocimiento de la Inquisición. Ya con un destacado fraile presente en las obras -y en la nómina-, los trabajadores volvieron al tajo aún con ciertos temores. Afortunadamente, bien sea por la presencia del religioso o por compromisos del diablo, el caso es que no volvió a sentirse la presencia maligna en el edificio.

Pero este edificio, que alojó en su tejado el primer telégrafo óptico de España, aún recuerda otra historia singular que refiere una transfiguración. El protagonista en esta ocasión es su célebre reloj, procedente de la antigua iglesia del Buen Suceso.

Refugio de un militar:

Aunque ahora coinciden aires festivos cada 31 de diciembre, y con el nuevo año sus alrededores aparezcan sembrados de confeti, gorros, matasuegras y corchos de cava, en plena ocupación napoleónica sirvió de refugio a un militar francés «otra vez un francés surge en estas historias».

Contaba el pueblo llano que cuando las tropas napoleónicas entraron en la ciudad de Madrid, un capitán de dragones francés ocupó este regio edificio con una pequeña compañía de soldados. Los madrileños, fieles a su carácter y enfurecidos por el asalto, rodearon la Casa de Correos y los militares huyeron, aunque nunca apareció el capitán francés.

La leyenda cuenta entonces que Lucifer, para ayudarle, le había escondido en el flamante reloj. Fueron convocados especialistas relojeros de todo el país que revisaron la maquinaria y sólo encontraron un pequeño ratón. Se pueden imaginar el triste final que corrió el pobre roedor, confundido con un militar amigo del demonio…

La leyenda del soldado

Otra de las historias las más famosas de Madrid.

Uniendo para siempre las vidas de las Calles de las Infantas y Augusto Figueroa, en el ‘barrio’ de Chueca anida la delgada Calle de Barbieri, llamada así en honor al compositor madrileño. No obstante, hoy toca recordar que anteriormente, esta vía recibió el nombre de la Calle del Soldado por un trágico y sangriento suceso.

Retrocedemos hasta el Siglo XVII para dar buena cuenta de otra de las leyendas que flotan en el callejero de Madrid. En este caso protagonizada por Almudena Goutili, una adolescente de buena familia y primorosa belleza con una aspiración clara en su vida, ordenarse monja.

La joven, cuya bondad y buenas maneras eran muy comentadas y admiradas en todo el barrio, vivía en esta calle y acudía a diario a rezar al Oratorio del Caballero de Gracia para, además, hablar e ir conociendo a sus futuras compañeras de convento. Su devoción y sueño estaban claros pero un día tropezó en su camino con un testarudo soldado. Aquel accidental encuentro cambió su vida para siempre.

Al parecer, tan pronto como éste se cruzó con Almudena en la calle quedó absolutamente embriagado por sus encantos. Desde entonces, su obsesión por ella no hizo más que ir en aumento. La esperaba a la puerta de su casa, le seguía en sus paseos, e incluso le abordaba de malas maneras, siempre recibiendo la misma y negativa respuesta por parte de la joven.

Almudena siempre se mantenía firme a la hora de rehusar las proposiciones del tenaz soldado. Finalmente, la situación se hizo tan insostenible que ella, agobiada, habló, con las monjas para pactar y adelantar su entrada al convento pero el soldado , al tanto de los planes de la chica, no tardó en urdir su última venganza, un plan que sirviera de escarmiento tanto a Almudena, por rechazarle, como al convento, al que consideraba su verdadero enemigo por arrebatarle a su amor.

El día anterior del ingreso de la joven en el convento, el soldado la siguió, una vez más, por las calles de Madrid y aprovechó un momento en el que ambos estaban solos en la calle para asesinar sin piedad a la chica. No contento con esto, le cercenó la cabeza y la metió en un saco. Acto seguido caminó hasta el Oratorio del Caballero de Gracia y le entregó a la madre superiora el sangriento y macabro regalo mientras pronunciaba las siguientes palabras: “Madre, aquí tiene a Almudena”.

El soldado fue apresado y tras unos días en los calabozos terminó siendo ahorcado en la Plaza Mayor. A continuación le cortaron la mano y la clavaron en un palo, dejándola a la puerta de la casa de Almudena en la calle que, desde ese momento, todos conocerían como la Calle del Soldado. Por toda esta triste historia, esta calle recibió este nombre hasta que en 1894 se cambió su denominación a la actual ‘Barbieri’, quizás queriendo tapar el angustioso crimen que tuvo que sufrir la bella e inocente Almudena.

El guardián sin cabeza de San Ginés

Esta famosa iglesia, una de las mas antiguas de Madrid situada en pleno centro, junto a la Puerta del Sol, guarda también su propia y oscura leyenda. Fue escenario de un terrible y sacrílego suceso.

El asesinato despiadado de un anciano, en 1353, conmocionó a los madrileños. Se cree que su espíritu todavía está con nosotros.

Cuenta la leyenda que la Iglesia de San Ginés, uno de los templos más antiguos de Madrid situado en el número 13 de la calle Arenal, sucedieron unos hechos terroríficos en el año 1353.

Bajo el reinado de Pedro I, unos ladrones se adentraron en el citado lugar sagrado para saquear cualquier objeto de valor: joyas, cálices, ornamentos, etc. Sin embargo, no repararon en la presencia de un anciano que se encontraba orando en dicho momento. Los malhechores, sin contemplaciones, se emplearon a fondo, con crueldad y sin piedad alguna; le decapitaron con tal brutalidad que la cabeza estaba prácticamente separada del cuerpo. Un reguero de sangre daba testimonio de aquel terribles día.

Vagar sin descanso.

Suceso que envolvió de tristeza el barrio. Un duelo que se convirtió en terror cuando una sombra sin cabeza se presentó días más tarde en la citada iglesia. Esta visita inesperada volvió a repetirse con un único fin: revelar la identidad de sus asesinos.

Estos acontecimientos trascendieron a todo el territorio hasta que los ladrones fueron capturados, prendidos y condenados a muerte por orden del rey. Así, los asesinos fueron precipitados al barranco.

Pero, contra pronóstico, aquel final no sellaba su descanso. Pues, varios mendigos han sido testigos de ruidos extraños, que se ha unido a la sensación de estar siendo observados. Un testimonio escalofriante que invita a los más osados, al menos por curiosidad, a corroborar o desmentir tal experiencia en primera persona.

La reciente maldición de la calle Marqués de Monasterio

En el número 10 de esta calle, se produjeron una serie de sucesos que llamaron la atención de expertos en situaciones paranormales. Allí se encontraba una tienda de antigüedades cuyos dueños terminaron solicitando la ayuda de expertos para buscar explicación a cosas que allí sucedían. Sus dueños se quejaban de que oían golpes, cristales que se rompían y muebles que, por propia iniciativa, cambiaban de lugar.

Se dice que la casa perteneció con anterioridad a un hombre que se quedó dormido mientras fumaba. La vivienda ardió y él no pudo salvarse. De todos los sucesos paranormales que desde entonces se han producido destaca uno relatado por los mismos dueños de la tienda, que explicaban como una cabeza de carnero disecada aparecía cada día en un lugar diferente, incluso cuando decidieron arrojarla al contenedor. Es un misterio que, desde 1998, sigue sin encontrar explicación.

Las almas errantes del Museo Reina Sofía

Menos conocida es la historia del fantasma que regenta el Museo de Arte Reina Sofía.

El edificio en sí fue mandado construir por Felipe II en el siglo XVI, en una zona en donde ya había un sanatorio en donde además se enterraba a los pobres. Y al principio, el nuevo hospital, también se dedicó a acoger a enfermos mentales y a niños abandonados.

Y otra historia se remonta a finales del siglo XVIII cuando, donde hoy está el museo, se encontraba el Hospital General.

Dicen que en aquella época una epidemia provocó el fallecimiento de multitud de personas que fueron enterradas en los sótanos del centro sanitario.

En una reforma posterior, para 1990, llegaron a encontrarse restos humanos, entre los que se encontraban tres monjas que, dicen, hoy están enterradas en la misma puerta del museo.

Tambien durante la Guerra Civil, sus pasillos se llenaron de cadáveres amontonados. Y desde 1965 a 1980, permaneció cerrado.

También hubo un repunte de sucesos paranormales cuando se trasladó el Guernica a la pinacoteca madrileña. Hay quien asegura que se escuchan voces y se producen portazos sin razón aparente desde la llegada del cuadro al museo.

La lujuriosa leyenda de las monjas endemoniadas del convento de San Plácido

Los sucesos, ocurridos en la época de Felipe IV, obligaron a intervenir al Inquisidor General, don Diego de Arce de Reynoso.

El convento de San Plácido se encuentra a muy pocos metros de la plaza del Callao. Miles de personas pasan frente a sus muros a diario, pero son muy pocos los que conocen la leyenda de misterio y demonios que se esconde de puertas para adentro. El halo de santidad que tiene ahora contrasta con el pasado diabólico que se le adjudicó en la corte de Felipe IV.

El convento fue en su día escenario de todo tipo de rituales exorcistas, debido a las continuas agresiones que las monjas sufrían por parte de seres infernales. Diferentes episodios de esta índole lograron que en aquella época se conociera a esas religiosas como las «endemoniadas» de San Plácido.

Todo comenzó cuando una joven novicia dio la voz de alarma al comenzar a realizar actos extraños, como dar voces y hacer gestos obscenos impropios de un religiosa. Fue el confesor fray Juan Francisco García Calderón, quien comenzó a preocuparse por la situación, el que determinó que la joven estaba poseída por el diablo. Por este motivo se le practicó un exorcismo de urgencia que no dio buenos resultados: no sólo se pudo curar a esta hermana, si no que además otras veintiseis corrieron con la misma suerte.

El asunto llegó a extremos tan alarmantes que todas las moradoras de San Plácido, exceptuando a cuatro, cayeron bajo la influencia del Maligno. Los rumores llegaron pronto al Inquisidor General, don Diego de Arce de Reynoso, que abrió un largo proceso. Éste culminó en 1631 al dictarse prisión perpetua, ayunos y disciplinas para el confesor fray Juan Francisco García Calderón, que tras el tormento se autoinculpó de haber cometido actos pecaminosos con las monjas. Por su parte, la priora fue desterrada, mientras que la comunidad con el resto de las monjas fue repartida para evitar que los hechos se reprodujeran en un futuro.

El Monasterio de El Escorial, una puerta al infierno que Felipe II se encargó de sellar

Su ubicación pudo estar influida por la leyenda local sobre una mina cuyas galerías llegaban hasta las mismísimas puertas del infierno. Con toda seguridad, el Monarca conocía el mito cuando levantó allí su particular Templo de Salomón.

¿Por qué eligió Felipe II la sierra madrileña para construir su gran proyecto? Además de por un tema climatológico –la zona es fresca en verano– y por la cercanía de los materiales necesarios para la obra, han apuntado algunos historiadores una posible causa de índole esotérica. Según una leyenda medieval, Lucifer vivió en una cueva situada a los pies del Monte Abantos (Sierra de Guadarrama), justo los días entre la expulsión de las cortes celestiales y su destierro al infierno. En esos días, el ángel rebelde comenzó su andadura por toda la tierra donde creó siete puertas para acceder a las tinieblas. Una de ellas estaría en San Lorenzo de El Escorial.

Un fuerte viento, casi huracanado, recibió a los expertos del Rey

Al parecer Felipe II no era ajeno a esta leyenda. Siguiendo el relato del cronista oficial del edificio, el padre Jerónimo fray José de Sigüenza, el Rey convocó a una comisión de expertos para decidir el lugar más propicio para la construcción. En este grupo de sabios había «filósofos, arquitectos, canteros experimentados y teólogos», quienes advirtieron al Monarca de las leyendas sobre la supuesta presencia del Diablo en la zona . No en vano, el secretario real Pedro del Hoyo –principal responsable del interés de Felipe II por la alquimia y otras ciencias de dudosa base– se desplazó al lugar para la decisión definitiva el 14 de noviembre de 1561. Según la crónica del padre Sigüenza, el grupo de expertos fue asaltado por un fuerte viento, casi huracanado, que «no les dejaba llegar hasta el sitio, y arrancó las bardas de la pared de una viñuela que fueron directos hacia sus rostros». Un fenómeno que, interpretaba el fraile, era una respuesta de origen demoniaco con la intención de persuadir al Rey de que situara allí una estructura religiosa.

Sin embargo, no existe documentación por parte de Felipe II – siempre pródigo en cartas escritas de su puño y letra – donde se recoja su inquietud por los fenómenos descritos por Sigüenza. Así y todo, el Rey comenzó la construcción del palacio-monasterio en 1562 y encomendó las tierras a los monjes jerónimos. Tradicionalmente, la Monarquía hispánica había estado muy vinculada a esta Orden religiosa . Y, aunque el Monarca se había trasladado a vivir al edificio muchos años antes, hasta 1586 no se concluyó definitivamente la Real Basílica, poniendo punto y final a la obra.

Un perro negro acecha por el templo

Durante las obras, que se alargaron cerca de 21 años, se extendió entre los peones la leyenda de que un misterioso perro negro acechaba por las noches obstaculizando las obras. Y si hacemos caso a esta historia entre el mito y la realidad, el perro fue finalmente capturado y se ordenó que se le ahorcase en una de las torres del monasterio, donde permaneció meses.

Sobre los planos y la simbología oculta del Monasterio de El Escorial mucho han hablado los historiadores. Felipe II ordenó construir una estructura típicamente renacentista, según los criterios racionalistas de la época, pero basado en el mítico Templo de Salomón . Varios arquitectos contemporáneos han coincidido en dictaminar que el Templo de Salomón –tal y como ha sido representado tradicionalmente»– y el Real Monasterio de El Escorial guardan muchas similitudes.

Así, el hispanista René Taylor llegó a afirmar que el edificio tiene una geometría oculta sustentada por el cuadrado, el círculo y el triángulo. En los textos bíblicos, no obstante, se asegura que los planos del Templo de Salomón están diseñados directamente por Dios. La idea de sellar una puerta del Diablo con un templo diseñado por Dios pudo sonar tentadora en la grandilocuente mente de Felipe II, quien plagó el templo de referencias al Rey Salomón y al Rey David, empezando por las dos enormes estatuas dedicadas a estos personajes bíblicos en la fachada principal de la basílica.

La triste historia de la mujer bigotuda de Madrid

Esta enigmática dama de principios del siglo XX caminaba por la capital presa de las miradas curiosas y crueles.

«Alta, delgada, con un mirar fijo que parece ensanchar la redondez oscura de las pupilas; con una palidez extraña, mate, viscosa, como de ser que vive en lo oscuro; de andar resbaladizo, sorteador de obstáculos, la mujer bigotuda pasea por Madrid…». Mauricio López-Roberts, escritor y diplomático español de la Generación del 98, describió en 1906 a los personajes célebres de la capital en su serie «Gente que anda por Madrid». En ella relataba historias tan curiosas como la de esta enigmática dama que siempre iba «sola, apresurada, como si alguien la esperase con ansia».

El motivo no era otro que esconder su «mostacho» de las miradas curiosas y crueles de los madrileños de principios del siglo XX. «Si cualquier curioso la sigue, verá que su rumbo es incierto, que tan pronto anda como desanda el camino, sin detener por un instante su ajetreo inquieto y desconcertado de animal perseguido», explicaba López-Roberts. «La mostachuda ha debido sufrir alguna vez un terrible e incurable pánico. Alguien, algo la hizo emprender algún día su caminata, y la infeliz parece no haberla interrumpido. No conoce á nadie», añadía en el escritor en las páginas de Blanco y Negro.

La mujer no hacía nada por ocultarlo. «En tiempos, empleó pomadas, opiatas, depilatorios crueles; resucitó recetas antiguas para extirpar el inoportuno vello. Mas en tan terrible lucha la pobre quedó vencida; resignose a mostrarse tal y como era», contaba López-Roberts.

Nadie sabía donde vivía. Nadie la vió entrar en ningún portal de Madrid. Tampoco se subía a los tranvías. El escritor sugería que la mujer bigotuda podría vivir en un «albergue, madriguera ó cubil donde se resguarda de la naturaleza y de los inclementes hombres».

«Un día desaparecerá del mundo la mujer bigotuda y nadie descifrará el enigma de su vida ni el de su muerte», apuntó en su artículo el escritor. Lo cierto es que más allá de sus líneas nadie más hablo de su historia, tan singular como su existencia. «En algún paraje escondido la pobrecilla respirará por última vez», proseguía en la dramática historia. «Su rostro pálido se angustiará con el terrible sufrir de la agonía y sobre la boca el bigote negreará, sellando con su sombra la doble línea de los labios que bajo él no se entreabrieron nunca en una sonrisa ni jamás palpitaron con un beso».

Un rinoceronte por las calles de Madrid

Cerca de Callao, la calle de la Abada cuenta con una historia peculiar que habla de cómo un rinoceronte se convirtió en una gran atracción para los madrileños en el siglo XVI.

Traído por feriantes portugueses.

La zona donde instalaron el ferial, entonces era un descampado y el animal causó gran expectación.

En una absurda broma, un joven le dio un panecillo recién hecho el rinoceronte se abrasó con él y asustado, le despedazó.

El suceso hizo que el prior de San Martín expulsara a los feriantes, pero el animal se escapó y en su huida, según la leyenda, mató a unas veinte personas más antes de ser capturado.

Sin embargo, existe una segunda versión de esta historia, que cuenta que el animal fue un regalo del goberna­dor portugués de Java al rey Felipe II y su final también es diferente en esta versión: al enterarse los madrileños de las supuestas características afrodisíacas de su cuerno, el animal fue envenenado para robar su magnífico apéndice.

Pinturas negras que inquietaron a la Corte

El pintor Francisco de Goya tampoco se iba a librar de una leyenda negra. Se dice que «La Quinta del Sordo», la casa que habitó en sus últimos años de vida, estaba también habitada por presencias extrañas. Por las paredes de la casa Goya plasmó algunas de sus últimas pinturas, obras depresivas, oscuras, que desataron todo tipo de habladurías.

La rumorología de la época -estamos hablando de comienzos del siglo XIX- creía que dichas pinturas eran el reflejo de las presencias y energías paranormales que habitaban la vivienda del pintor. Estas últimas obras fueron trasladadas hace ahora 100 años al museo del Prado y, donde vivía el pintor, no queda prácticamente nada de la finca de la que se denominó en su día como «La Quinta del Sordo».

¿Por qué a los madrileños se les llama ‘gatos’?

La denominación de ‘gatos’ a los madrileños viene del siglo XI, en plena campaña de reconquista de las tropas de Alfonso VI, cuando asediaban la antigua Mayrit (Madrid).

La tradición, mitad realidad mitad leyenda, cuenta que un valiente soldado trepó solo con la ayuda de una daga la fuerte muralla musulmana. Ya arriba, cambió la bandera árabe por la cristiana. Su hazaña fue seguida por muchos de sus compañeros y a todos ellos se les llamó ‘gatos’ por su forma de trepar, denominación que heredaron los habitantes de la ciudad.

Madrid tiene muchos siglos de historia y ha visto infinitas pasiones y miserias. Madrid tiene muchas leyendas de fantasmas, muchas historias de miedo que contar. ¿Seguimos?

– Fuentes: Telemadrid, miradormaddrid, haztedelalatina, secretosdemadrid, archivos de ABC, treneando, El pais,

Podria seguir eternamente, Madrid es infinito y no se puede englobar todo en un pequeño relato, pero he hecho un resumen que espero te ayude a amarla como yo la amo.

Y si quieres saber mas, ya sabes, aqui estamos con los brazos abiertos.

Quizás podamos descubrir mas embrujos juntos.

 

De todas formas, otro dia mas …

 

¡Namasté!

 

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