Y ya que en mi último texto he escrito sobre mi identificación con mi parte femenina y sobre los dones femeninos, en esta voy a escribir sobre mi complemento masculino. Voy a aprovechar una fecha como la de hoy para hacerlo, porque, aunque no son todos los años que llevamos juntos, si son los que llevamos casados.
Así que mi escrito de hoy va dedicado a Edu: que lleva acompañando mi peregrinaje treinta y tres años y conviviendo con mis dualidades veinticuatro.
Somos muy diferentes, tan diferentes que estas diferencias son las que nos muestran lo importante que es mantener el equilibrio para seguir aquí tras el correr del tiempo.
Nuestra parte mental funciona de maneras muy distintas, somos dos personas ante todo, pero con unas diferencias que nos han ayudado a crecer, a evolucionar para que la convivencia sea la adecuada.
Hemos aprendido que las cosas sencillas juntos son más hermosas que cualquier otra, empezando por el primer café de la mañana, en las mañanas que podemos tomarlo juntos.
También que para nosotros el tiempo compartido no es nunca demasiado.
Y sobre todo anécdotas divertidas que cualquier pareja tiene en sus recuerdos:
Recordar nuestro primer beso, y saber que tras los años transcurridos siempre actualizaremos ese buen comienzo.
Estudiar y aprobar juntos un examen. Subirme a un bordillo para darte un beso sin tener que tirarte de la camiseta.
Hacer cosas a escondidas, y que nadie nos pille, esas cosas que nunca hemos contado y que quedarán para nosotros.
Compartir asiento en el metro y esos momentos esperando el tren, sin ver que en el andén contrario teníamos una gran expectación.
Momentos compartidos de silencio total, totalmente respetado y lágrimas. Ser la guardiana de tus secretos confesados.
Sumando a estos momentos siempre sonrisas y carcajadas.
Ver el amanecer al regresar de nuestra fiesta de graduación. Las lágrimas de nuestros compañeros en esa despedida, sabiendo que nosotros no nos despediríamos.
Descubrirte en fotos antiguas. Los sinceros piropos me has dicho al oído.
Mirarnos y saber que podemos estar solos aunque estemos de copas con amigos. Que esas copas pueden convertirse en la borrachera más tonta y ser recordada con nuestros hijos para mostrarles que en nosotros viven jóvenes con su misma edad.
Las tormentas inesperadas de verano con tu cuerpo como protección, para que nada me suceda.
El sol de invierno, que a pesar del frío nos permitía sentarnos en un banco a compartir un cartucho de pipas y una botella de cerveza (entonces se podía).
Presumir de padres, y salir corriendo cuando tuve que presentarte. La sonrisa de mi abuela.
Acompañar tu primer vino, ir al teatro a ver el fantasma de la ópera, hacer el amor.
Sentarnos a tomar algo caliente, un café, un té, hacer juntos siempre algo nuevo y almacenarlo en nuestro cofre de recuerdos y tesoros.
Estos años han sido instantes y guardo en ese baúl los momentos increíblemente bellos a tu lado.
Y tras ese seis de junio, tener quien me caliente los pies todas las noches.
Que el adiós de la mañana desde entonces ha sido un hasta luego.
Remolonear en la cama los días lluviosos y oscuros viendo los relámpagos desde la cama.
Querer y poder cambiar el lado calentito de la cama por el lado fresquito de la almohada.
Días y días, tardes, noches, madrugadas, amaneceres y de nuevo el día…
Una buena noticia… y una botella de cava estallando en nuestro congelador.
Y un buen día…
… El mejor mensaje soñado… un predictor positivo.
Y fuimos papás… Otro predictor y papás de nuevo…
“Porque cuando te acaricié me di cuenta de que había vivido toda mi vida con las manos vacías.” – Jodorowsky –
Y hablando de nosotros:
Nunca me cansaré de hablar de ti, de tu capacidad de adaptarte a todo, de tu intento de que cada situación sea siempre la mejor.
Si hablo de emoción y de pasión hablo de mí, si de templanza y adoración hablo de ti.
¡Adoro tu comprensión y tu amplia mirada al mirarme!
¡Feliz aniversario!
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