Si pienso en las percepciones…
Cuando detengo mis pensamientos cotidianos para entrar en esos otros pensamientos que viven más profundos y los rescato de ese precioso lugar, me doy cuenta de que nacen donde muere la razón. A mi consciencia arriba mi parte inclusiva, sensual, creativa… Y con ella:
Comienza a germinar mi intuición y me llena de una sospechosa capacidad.
A ella, a mi consciencia creativa llega información por vías no comunes.
Comienzo a presentir y a darme cuenta de que allí habitan conocimientos ancestrales, conocimientos que vienen impresos en mis células.
Acaricio esos conocimientos que mis ancestros se encargan de custodiar, ellos los mantienen en recipientes del recuerdo, para que yo pueda acceder a ellos cuando los necesito.
Son aprendizajes que flotan en esa parte multidimensional, donde no pueden ser vistos, salvo cuando es permitido.
En esta realidad superficial no tenemos acceso a esa zona restringida.
Pero ellos me abren de vez en cuando las sagradas puertas y mis pensamientos vuelan, mis manos actúan, mis dedos se mueven inquietos y soy poseída.
Doy la bienvenida y dejo hacer.
El resultado es que cuando despierto veo la creación terminada y sé que es mía, es mi hija, o mi hijo y siento veneración y agradecimiento.
Me siento bendecida, soy afortunada y percibo en cada creación, mi actual femineidad. Hoy soy femenina y mis límites son distintos de otros anteriores.
En este universo plural, mi actual condición me permite experimentar el éxtasis de la presencia de la diosa en mi presente.
Puedo sentir está perfecta dimensión y mi poder femenino crece de forma exponencial con cada inmersión en esa gran profundidad.
Es un don que despertó en mi parte más interna con mi nacimiento en ella, desperté del anterior sueño, y mi yó se reconstruyó de nuevo con la información almacenada y guardada por ellos.
En esta experiencia buceo en la sensibilidad, en la creatividad, la compasión y el amor incondicional como cocreadora.
Cuando mi poder femenino tiene acceso al cántaro sagrado de mis ancestros, puede incorporar esos conocimientos presuntamente olvidados, a mi vida diaria y todos ellos devienen en sabiduría.
Cuando mi alma es capaz de reconocerla, es cuando la usa para las sagradas creaciones, reservadas al nivel más sacro y luminoso.
Su luz es proyectada e impresa en ellas y se convierten en sanadoras.
Son sanadoras para mí principalmente, y también para quien haga uso de ellas.
– Fuente fotográfica: deposiphotos.
Quien las contemple, las escuche, las lea y llegue a amarlas, sentirá también la pasión impresa en sus tonalidades, en sus ritmos, en sus pulsos, melodías, acordes, arpegios, colores; y gracias a ellas aprenderá también a desentrañar su misión.
Y mi propósito actual me concede desarrollar las capacidades impresas en mi sangre. Allí viven y desde ese lugar hermoso esperan ser afinadas para vibrar en armónicos perfectos, capaces de sanar heridas invisibles y profundas.
Yo dejo a mis ancestros acercarse y tocar mi hombro, entonces tengo la seguridad de que sus avisos son importantes, que siempre fueron importantes también sus susurros y los roces casi imperceptibles. Ellos participan siempre en la mágica sanación, son los ayudadores que hacen posible el milagro.
Estos contactos abren continuos caminos iniciáticos, porque siempre seré su aprendiz. A su encuentro voy eternamente y desde dónde nos encontramos, nuestros senderos se hacen uno.
Con sus sutiles asesoramientos, con la contemplación de las fases lunares, a través de la sincronía de la luna con mis ciclos, con el brillo solar masculino, se ajustan mis polos y convierten los conocimientos en pura magia.
Cuando mis manos comienzan a crear, no miro, no veo, no oigo, no escucho, no hablo, no comunico. No estoy consciente. Soy mi propia musa y por eso desaparezco de pronto y no puedo continuar.
Respiro, descanso, y recupero mi propia identidad, mis ancestros vuelven a acercarse y me preparan para dejar una huella insustituible en este mundo casi roto.
Estoy siempre preparada para recibir sus mensajes. Hay entre ellos enseñanzas de muerte y aniquilación de lo que caducó ya hace bastante tiempo.
Pero que con el reposo y con la afinación de ciertos acordes disonantes, ellos regresan del frío, pero fértil páramo. Sustituyendo con flores lo que aconteció tras la muerte de lo obsoleto.
Me piden que no escuché las palabras, pero que sienta y escuche los silencios.Que no mire, pero que observé el fondo de los ojos.
Y en ellos he aprendido a recibir y a ofrecer muerte y resurrección, en ese profundo silencio amo lo infrahumano, lo aparentemente muerto. El profundo dolor queda aniquilado y resurge la vida plena.
Ellos me conocen, me saben creadora, pasional, incluyente, erótica, creativa. Y conociéndome honran mis deseos, me sirven de guías compasivos y lavan mis heridas con el dulce de sus aguas. Así me preparan diariamente para cada nuevo comienzo.
Su fuerza y confianza hace que a través de mis manos, germine todo lo que acaricio.
Reconozco mi parte dual masculina, la organizadora, la que me lleva al centro unida a mi diosa. La que me impulsa, me da claridad, firmeza, orden, voluntad. Y al igual que mi dual femenino me ofrece los límites sagrados, para continuar con el sendero vital y directo hacia el sentido profundo de mi paso por esta senda.
Mi consciencia honra a los dos polos, son mis polos sagrados y amorosos, que se complementan armoniosamente en una profunda alianza.
Soy mi amor, mi principal y libre amor, el amor que anhela acciones, emociones, aprendizajes y pensamientos alineados. De forma tal que nuestro mutuo amor equilibrado influya en el mundo. La armonía de su unión implica que mi espacio en este mundo sea honroso y respetuoso con él y conmigo misma.
Aumenta la alquimia de mi deseo, mi corazón y mi mente se unen en el amor puro que me despierta su milagrosa presencia:
Madre, me estremezco ante tu vientre, hijos, mi vientre se estremece ante vuestros corazones.
Mediante la unión sexual se produce el milagro, la cópula es vida y es muerte.
La unión de la sangre, de la carne, de la piel… el apetito, las miradas, los sonidos, el tacto, el aroma… son mágicos y crean el mayor de los milagros.
Elementos profundamente unidos. Sangre, agua; susurros, aire, deseo, fuego; hierro, calcio, carbono…polvo de estrellas, tierra.
Son chispas divinas, son partículas sagradas y por eso, todo lo que tocamos es excelso, glorioso, al igual que todo lo que nos acaricia.
Las caricias nos muestran el goce, el oficio sagrado del cuidado propio del propio amor.
La invisible ofrenda de lo primigenio, testigo único de los ancestros.
El regalo preciado de nuestro templo, nuestra sagrada montaña interior.
El roce de tus manos atrae el placer original, el gozo interno y eterno. Nuestras comunes raíces y nuestras semillas unidas, son la mejor ofrenda hacia la eternidad.
Unión de fuerzas divinas y humanas, vínculo inseparable que fomenta un fuego lento donde los frutos son cosechados en su punto justo.
Pausas, vacíos, evaluaciones, visiones, compromisos, constancia, valores, autoestima, consciencia, cuerpo, mente, emociones, y espíritu.
Todo formando la alquimia perfecta.
Y mi alma continúa, incluyente, erótica, creativa.
Mi ofrenda parte del agua y el barro, del alma y del cuerpo, del deseo y del espíritu.
Pido que sea recibida con amor.
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