Tu maestro

Escrito por Marié

7 de agosto de 2023

Tu maestro eres tú y tu maestro es toda persona que conozcas o alguien con quien te cruces.

Un maestro te hará reír, pero también llorar.

Hay maestros que utilizarán cualquier recurso para que llores, buscarán en sus recuerdos aquella película en la que llorasteis juntos, porque quiere refrescarte el alma. Otras veces te gritará hasta que no puedes soportarlo para luego rodearte con sus brazos y dejar que te desahogues.

Y ese mismo maestro puede que recupere para ti esos momentos de risas en los que os resbalasteis entre las butacas de un viejo cine con dolor en las mejillas y en el estómago.

Un maestro es ese que te desenfunda tus íntimos secretos y los atesora hasta que los vuelvas a necesitar.

Digo maestro, pero no te enfades, puedo decir maestra, lo mismo me da.

Hay maestras que tocan ese botón lacerante, ese que te avergüenza o que te conduce a protegerte y defenderte, ella te desafía y te reta para que puedas desenvainar el valor secretamente escondido.

Siempre te demuestra que puedes hallarlo, y si no, te escolta en su búsqueda hasta que descifres la facultad de enfrentarte a él.

Y si, pese a todo ello, no puedes, deja sus cosas y viene con su escudo y con su espada, disfrazando sus propios miedos para apoyarte con los tuyos.

Otras veces procede de manera que registres tus cajones desastre o tus cofres llenos de papelillos, esos anhelos eternos y el deseo de seguir viviendo en lo que estimas como tu verdad.

Con ellos te puedes rendir a la tranquilidad o no, puedes encontrarte más o menos nerviosa, pero dibujarán para ti los sueños que albergasteis juntos, para que de ningún modo los olvides.

La gran maestra es esa hermana que te escucha hasta la madrugada, la misma con la que discutes hasta el amanecer. También la misma a la que esperabas despierta fumando un cigarrillo en la ventana, rezando para que llegase y llorando de alegría (sin que te viese), cuando contemplabas acercarse su silueta sorteando unas jeringuillas entre los adoquines.

Esos seres queridos. Ese primo que te sacaba de casa porque tu padre confiaba en él.

Los momentos compartidos, las fiestas, de nuevo las risas y otra vez las lágrimas, los bebés, los brindis. Tantas noches, tantos días, todos ellos maestros. Las pérdidas, las miradas, la complicidad.

Saber que estás ahí, esperando y alegrándote por mí, cuidándome y respetándome. Gracias maestro.

Esas personas que te crean frustración, o esos otros que siempre van a estar en tu recuerdo aun a tu pesar.

Los mejores son los que te aburren, los que te hacen ser divertida para verlos reír, aunque sean aburridos. Todos y todas son maestros y maestras.

Cada suspiro, cada éxito o fracaso, cada beso, cada abrazo, cada latido y cada agonía… cada dolor, cada placer. Sí, lo has adivinado… maestros.

Las peores canciones, las escenas obscenas, las melodías suaves y los sonidos ensordecedores. Las aventuras, las personas irresponsables y las insoportables, las injusticias, eso que te saca de tus casillas…

El insomnio, las mañanas de domingo remoloneando, una brisa templada viendo el atardecer a contraluz, tras los árboles desde tu terraza, o la brisa fresca de la mañana. Una caricia… maestra.

Esa mentira que creen que te has tragado, ese olvido, ese evitar mirarte a los ojos, esa actitud que no se puede esconder a tus sospechas…

Cada aliento en cada despertar.

Ese frenazo, esa bofetada que sentiste, pero no recibiste, cada oportunidad desaprovechada, cada promesa olvidada o esa otra promesa no cumplida… esa promesa rota… maestros escondidos.

Tus maestros están en casa, en cada esquina, en cada rincón, en la luz y la oscuridad, en las motas de polvo que aparecen tras una ventana soleada, en cada entorno incómodo y en esas otras bellas situaciones.

Toda tu vida al completo, todas las experiencias, todas las vidas, distintas y a la vez iguales, largas, cortas, ausentes o cercanas, fugaces o lentas. Todo ello es maestría. Igual que las frustraciones o las bendiciones. Las buenas y las malas energías.

También las sombras que ayudaste a liberar. Ellas te enseñaron bien, te acompañaron y cuando les enseñaste el camino, se marcharon.

Esas luces en el techo durante la madrugada, esas que te dicen que están enfadadas, las que te ayudan a mejorar y sentirte acompañada.

Cada instante, cada segundo, cada paso, cada tropiezo y cada obstáculo superado, son maestros.

Cada esperanza. Y cada desesperanza. Cada suposición transformada en certeza. Cada persona que cambia de parecer por causas bobas.

Esa persona que te aprecia y no te lo muestra por… no sabes bien por qué. Quién te regaña, quién te alaba, quién te escucha y quién te elude, el que te sonríe y quien te vuelve la cara…

El que te llama y quién deja de hacerlo. Quién se preocupa, quién deja de preocuparse.

Cualquier persona, ancianos, ancianas, niños y niñas, adolescentes irrespetuosos. Otros muchos adolescentes y jóvenes, educados y grandes oradores…

Ya sabes… en cualquier lugar… en una piscina, en un gimnasio, en un cine… en este gran teatro. En un templo, en un camino. O en un cruce de caminos, en una fuente, en el altar de la muerte. En el altar de la vida.

Puede que en cualquier libro sagrado, en el tuyo o en el mío, en un grimorio o en la biblia, en el zohar o en el necronomicón.

En los bosques oscuros, en las claras corrientes de un manantial, tumbada en una roca, o apoyada en la barandilla frente a un lago profundo.

Puede que entre ruinas antiguas, en casas, mirando una fría tumba, en un cementerio lleno de gente un uno de noviembre… O en una mansión abandonada llena de maleza.

Entre las zarzas o en las eternas arenas movedizas, en un puente de hierro, en un charco lleno de verdina, hermosa, vista desde la distancia.

En el pasado y en el presente, tu maestro te ayuda a escribir este libro, estas palabras y este preciso instante. El ahora.

¿Eres mi maestro? ¿Soy tu maestra? ¿Seremos maestros?

Todo vale, todo enseña, de todo se aprende. Solo basta mirar en profundidad.

Abre bien los ojos, no te pierdas nada.

No te dejes engañar.

Quién no te quiere, ese es tu maestro. El que piensa que no lo ves. Quién se olvida de ti. Quién cree reír. Aquella que cree ser mejor.

Quién necesita brillar, aunque no sepa y quién brilla a pesar de no querer hacerlo…

 

¿Has alcanzado a comprender? Ya has llegado.

 

¡Namasté!

 

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