Todo tiene fecha de caducidad

Escrito por Marié

1 de abril de 2022

Todo va cambiando, debemos cambiar

 

Todas las cuestiones de la vida van evolucionando. La mayoría evoluciona con los cambios que nosotros mismos llevamos a cabo. Por eso, hay cosas que antes eran válidas y ahora ya no funcionan. Hay ideas que aunque fuesen buenas en su momento, ya caducaron. Todo en esta vida tiene fecha de caducidad.

– Foto de entrada: DW.

Aunque haya cosas cíclicas que nos pueden parecer similares, nada es igual, no se puede desandar el camino, solo se puede mirar hacia delante.

Puede ser que ciertas estrategias sirvieran en algún momento, pero todo va avanzando, no se detiene y no podemos utilizar las tácticas antiguas para tiempos tan distantes de ellas. Hoy no sirve lo de ayer, ya caducó.

Hay ejemplos innumerables en la vida que nos muestran que hemos experimentado cosas que nos sirvieron de ayuda, pero que hoy son desaconsejables, aunque a veces no queramos verlo.

Sin embargo, y a pesar de lo que se opine, actualmente no sirven para nada.

Nuestro destino es cambiar, es volar, avanzar sin mirar atrás. El agua estancada se pudre, hay que purificarla. La postura de querer permanecer en lo viejo, aunque sea cómodo, es ir a contracorriente.

No hay que aferrarse a los vestigios que nos mantienen en una vida avocada a la muerte, a una muerte en vida, acomodándonos a como  vivíamos en ciertos momentos pasados.

Aunque es inevitable que quien tenga poca personalidad se arrime siempre a alguien más fuerte, tenga o no razón, o a pesar de que su razón esté caducada.

El destino de todo es ir cambiando, la vida es cambio.

Lo estático es podredumbre.

Cada nueva situación requiere de un cambio adecuado a ella.

Hay cosas que ya no existen, la vida no funciona así.

Nuestras células se van renovando continuamente, que ejemplo más evidente para demostrar que nosotros en cada instante somos diferentes.

Al resto de seres les ocurre lo mismo, a todo, en cualquier universo, también le sucede de igual forma. La tierra, los astros, todo avanza y así el mundo va renovándose continuamente… evolución.

¿Por qué nosotros, una parte tan infinitesimal de la creación, nos creemos en el derecho de enfrentarnos a lo inevitable?

No podemos ir en contra de lo natural, de lo inapelable.

Porque ella, la naturaleza, nos puede dar una patada en el culo en cualquier momento. Ya ha comenzado a darnos empujones, y realmente merecemos que nos los den. Somos obtusos por naturaleza.

Yo me alegro de haberme bajado de ese tren… el tren de seguir las reglas de otros, las inquietudes de otros, las ideas de otros… ser la servidumbre de otros.

Y doy las gracias por ello.

No necesito convencer de nada a nadie, ni fingir, ni mostrar, ni presumir, ni consumir.

Creo que vivimos en un mundo superficial, donde los valores son engañosos, el dinero, el poder, las diversiones superficiales, darte gustos y vivir sin profundizar.

Por eso, de todo lo que llega a mis manos, a mi vista, a mis oídos, a mi vida, no creo casi nada, solo lo que compruebo y me sirve, lo que veo que funciona. Lo que une y suma, no quiero tener nada que ver con lo que divide y resta.

Y creo que a este mundo antiguo le queda poca vida, está dando un grito de rabia, un grito desesperado que se está oyendo en todos los rincones del planeta, incluso más allá de él.

Ya lo estamos comprobando en todo lo que nos rodea, un mundo de desconfianza, de incertidumbre, de miedo, de rabia, de peleas, de separación, y esto denota destrucción y desaparición.

Creo que este grito es lógico, es una queja frente a nuestra soberbia, a nuestro comportamiento infantil e irresponsable.

La naturaleza nos muestra diariamente que ella tiene capacidad de adaptación a los cambios, y si no puede acomodarse a ellos, da lugar a los cambios necesarios para poder continuar viviendo.

Podemos observar que ciertas personas o cuestiones anteriormente eran ejemplos a seguir pero hoy, mirados desde el cristal diferente del tiempo, resultan ser malos ejemplos, ya no encajan.

Hay quien presume de que le importan las cosas sencillas, dicen que lo tradicional y abigarrado quedó atrás, pero es incierto, todo son mentiras.

Todo son engaños, aunque en algunas personas parezca que funcionan. Los mantienen enganchados, idiotizados, distraídos, sin personalidad.

Son capaces de defender cuestiones indefendibles, ideas absurdas. Buscan razones que les hagan sentir que lo están haciendo bien, pero sin demostrarse a sí mismos que lo están haciendo.

La vida es diferente, el mundo es diferente, debemos aprender a ser diferentes y a fluir en su mismo cauce, o nos sacará de él.

De hecho ya lo está haciendo y de todas las formas posibles.

Pero si seguimos molestándola, nosotros seremos los peor parados. Cuestión de supervivencia, y ella es más vieja y tiene más recursos.

La mejor opción es fluir y no frenar; leer, estudiar, aprender, permanecer imperturbables a lo que digan, investigar, volvernos sabios. Pero con informaciones contrastadas que sirvan a nuestra verdad, a lo que sentimos en nuestro corazón, y sobre todo, vivirlo con empatía.

Lo malo es que vivimos en un mundo que tiene como objetivo mantenernos distraídos, una existencia engañosa que nos quiere confundir, que nos quiere seducir con mentiras, sin sinceridad.

Nos quieren comprar, y hay quien se deja comprar.

El libreto que nos quieren vender, también caducó, nos venden mentiras.

Pero siempre habrá quien se deje engañar, eligiendo vivir en un fraude frente a esforzarse por investigar, por saber, por escuchar a su corazón.

El corazón nunca nos va a estafar; todo lo contrario, nos va a poner en situaciones en las que deberemos elegir, comodidad o evolución.

El valor elije siempre el cambio, el no aferrarse a lo decadente, no permanecer en lo que está destinado a terminar, a desaparecer.

No te dejes arrastrar por este desastre.

Es inaudito ver tanto desconocimiento. En la época de la información, cada vez estamos más desinformados, más engañados.

La cultura no la demuestran los titulos, hay titulos que tambien se compran, la ofrece querer aprender.

Se puede estudiar mucho, tener diplomas conseguidos con esfuerzo o comprados, colgados en tus paredes, eso es lo de menos; y no tener cultura.

Me da mucha desesperanza escuchar a ciertos jóvenes. No saben hablar, no se saben expresar, no se escuchan, no se conocen. No se preocupan por ser íntegros. Este es el mayor problema.

Todo es responsabilidad individual, cada uno es responsable de lo que pueda suceder en su vida.

No es justo ofrecer explicaciones a las situaciones que se experimentan si son consecuencia de unas decisiones erróneas. Y eso es lo que se observa en todas partes, quejas, quejas, quejas, y ningún pensamiento de cambio.

Me da lástima de las personas que viven quejándose, de las que viven atacando a quien no entienden, o a lo que no comprenden. También de las que se conforman con lo que escuchan, creyendo todo, sin buscar, sin investigar, sin querer comprobar.

Y lo peor, los que aceptan unas reglas del juego caducadas.

Ese mundo que se pintan, cómodamente sentados, ya no existe, pero no aceptan reconocerlo, no ven más allá de sus poltronas.

¿No has comprobado que quien se queja, se va a quejar siempre?, todo le va a venir mal. Incluso si las cosas cambian hacia la verdad que creen, van a continuar quejandose, porque no saben hacer otra cosa.

No saben adaptarse a los cambios, y cuando estos se producen, aunque sean en su propio beneficio, no están acostumbrados y van a continuar con sus eternas penas.

¿No oyes sus gritos por todas partes?, no saben dialogar, solo imponer.

Quien tiene la conciencia tranquila, quien sabe que está haciendo las cosas bien, no necesita gritar, no necesita atacar, no necesita convencer. Sabe que vive en la verdad y eso es suficiente.

Es incomprensible que no se sepa identificar lo que no funciona, hay cosas que se conservan por costumbre y eso es mediocre.

Hay rutinas y algunas tradiciones que ya no funcionan, pero las sigen definiendo como validas. Parece que no se tiene voluntad para investigar, hay cosas que se aceptan y no se cuestionan… Me resulta deprimente.

Y, aunque resulte nadar contra corriente, me considero una disidente, no acepto lo que muchos aceptan como cierto.

Me cuestiono las cosas, y de todo lo que me llega, intento investigar.

No acepto lo que se acepta por norma, pongo en tela de juicio lo que se considera normal.

Creo que nuestra supervivencia tiene como principal condición una constante necesidad de evolución, es seguir los pasos de la naturaleza y nosotros, lo queramos o no, somos parte de ella.

Hoy quiero alertar respecto al hecho indiscutible de la necesidad de trabajar incansablemente en el cambio, de forma permanente y total, como una condición de supervivencia.

Espero que no sea tarde.

Lo que servía ya no sirve.

Y aquí entra, como siempre en mis escritos, la espiritualidad. Y los intermediarios. La espiritualidad con intermediarios tambien ha quedado obsoleta.

Es insuficiente para el crecimiento, para la evolución individual.

También este aspecto se tiene que alcanzar por los propios medios, porque de otra forma no sabrás si es verdad, podría ser la verdad de otro.

Y aunque lo fuese, la verdad es diferente para cada persona, igual que el mundo. Todo es relativo y está en tus manos.

De nuevo también, me remito a la magia, a la ilusión, a los sueños, a los deseos profundos, no a los materiales y físicos.

Esa magia íntima, esa magia que da sentido a las vidas, la que no se logra mediante terapias, ni estudios, ni diversiones, ni poder material. Búscala, es individual, personal, creo que todavía se está a tiempo.

En nuestro caso, no tenemos excusa. Por ejemplo, los animales solo se ocupan de sobrevivir, no les hace falta un crecimiento interior.

Y nosotros, en lugar de crecer, nos acercamos cada vez más a ellos, solo sobrevivimos.

Considero que esa actitud es un insulto a ellos (en muchos aspectos son superiores), y también es insultarnos a nosotros mismos (nos rebajamos a nuestra parte más instintiva y básica).

Por eso, nuestros pecados son los peores, pudiendo vivir como dioses, vivimos como animales.

Nos conformamos con la oscuridad que provoca la ignorancia, damos vueltas en la trampa, siempre presente, del consumismo.

Un círculo vicioso que nos mantiene ciegos, atados, sin dejarnos desplegar nuestras alas para poder volar alto.

Porque volando libres, desde cierta distancia, podremos ver las trabas que nos ponemos, somos el ancla podrida que no nos deja navegar hacia lo valido, hacia nuestra evolución.

Deberíamos dejar atrás las mentiras, dejar de aceptar lo inaceptable.

Abrir las puertas a la empatía.

Debemos pensar que lo que no admitimos en otra persona pero si nos lo permitimos a nosotros mismos, nos embrutece. ¡Qué mentira más grande! ¡Que engaño! ¡Que vacío!

Si nos elevamos por encima de ello y fluimos con los cambios, aceptando las libertades, la ternura, la belleza, la autenticidad, la evolución… la historia puede que nos recuerde de una manera más bondadosa.

Pero si seguimos con plomo en los pies, nos verán como lo que estamos mostrando, humanos robotizados.

Elijo vivir con pasión y con reverencia por lo nuevo, aceptando formar parte de las semillas de la transformación. Cada vez somos más. Y nos reconocemos al encontrarnos.

Hay que empezar por algo, y las antorchas encargadas de portar el fuego nuevo serán embrionarias de lo inedito que inevitablemente va a llegar. Súbete a este tren, sabes que formas parte de este viaje.

Puedes ver, igual que yo, que los cambios que están sucediendo actualmente requieren de una transformación si o si, ya no sirve quedarse en lo caduco.

Además, no hay que hacer mucho, solo aprender sobre la marcha, no va a dar tiempo a nada más.

Unicamente hacerse cargo, cada uno, de la transformación necesaria individual y añadirla a las de los demás.

¿Remamos todos en la misma dirección? Ya sabes lo que pienso, todos estamos en el mismo barco.

Todo lo que sucede es para que lo recordemos.

¡Dialoga con tu interior!

Dialoga con lo externo, con la naturaleza, acepta un aprendizaje abierto y libre!

¡Utiliza si lo necesitas, lo trascendental a traves de la espiritualidad!

¡Somos un uno y un todo!

 

¡Namasté!

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