Aunque no somos conscientes, tenemos momentos felices a nuestro alcance todos los días. ¿Quieres aprender a disfrutarlos? Piensa cuantos días pierdes sin gozarlos en su totalidad.
Nuestras ecuaciones suelen ser similares diariamente: rutinas que se transforman en monótonas, levantarte, desayunar, obligaciones, comer, obligaciones, el hogar, cenar y dormir. En algunos casos atender niños pequeños o seres queridos mayores.
Estas ecuaciones nos pueden aportar sensaciones de vacío, como si todo transcurriese igual. Nos pueden dar impresiones de disconformidad.
No creo que quieras ver pasar los años y vivir tu vida como un mero espectador.
Desde el momento en que pones tu vista en el presente, verás que cada día es diferente: aunque las cosas que hagas sean las mismas, las experiencias son distintas.
Tienes que aprender a percibir que no son las vivencias, sino como las vives.
Es una ofensa a la vida no aceptar el regalo de veinticuatro horas diarias disfrutando cada una de ellas. La decisión es tuya.
La fábula escrita a continuación, es de un libro de Robin Sharma. Cuando llegó a mis manos, me causó una profunda impresión y me pareció que tenía un gran mensaje. El mensaje de este tiene que ver con la introducción que has leído más arriba.
Me gustan mucho los cuentos, y en particular de los que podemos sacar conclusiones efectivas.
Te regalo su lectura en estos días de intenso calor, deseo que te guste y te ayude como hizo conmigo:
Pedro y el hilo mágico
Pedro era un niño muy vivaracho. Todos le querían: su familia, sus amigos y sus maestros. Pero tenía una debilidad.
– ¿Cuál? Era incapaz de vivir el momento: No había aprendido a disfrutar el proceso de la vida.
Cuando estaba en el colegio, soñaba con estar jugando fuera.
Cuando estaba jugando soñaba con las vacaciones de verano.
Pedro estaba todo el día soñando, sin tomarse el tiempo de saborear los momentos especiales de su vida cotidiana.
Una mañana, Pedro estaba caminando por un bosque cercano a su casa. Al rato, decidió sentarse a descansar en una pradera de hierba, se recostó y al final se quedó dormido.
Tras unos minutos de sueño profundo, oyó a alguien gritar su nombre con voz aguda.
Al abrir los ojos, se sorprendió de ver una mujer de pie a su lado.
Por su aspecto debía de tener unos cien años, sus cabellos blancos como la nieve caían sobre su espalda como una comprimida manta de lana. En la arrugada mano de la mujer había una pequeña pelota mágica con un agujero en su centro, y del agujero colgaba un largo hilo de oro.
La anciana le dijo: – Pedro, este es el hilo de tu vida. Si tiras un poco de él, una hora pasará en cuestión de segundos. Y si tiras con todas tus fuerzas, pasarán meses o incluso años en cuestión de días.
Pedro estaba muy excitado por este descubrimiento. – ¿Podría quedarme la pelota?”, preguntó.
La anciana se la entregó.
Al día siguiente, en clase, Pedro se sentía inquieto y aburrido. De pronto recordó su nuevo juguete. Al tirar un poco del hilo dorado, se encontró en su casa jugando en el jardín.
Consciente del poder del hilo mágico, se cansó enseguida de ser un colegial y quiso ser adolescente, pensando en la excitación que esa fase de su vida podía traer consigo. Así que tiró una vez más del hilo dorado.
De pronto, ya era un adolescente y tenía una bonita amiga llamada Elisa. Pero Pedro no estaba contento. No había aprendido a disfrutar el presente y a explorar las maravillas de cada etapa de su vida. Así que sacó la pelota y volvió a tirar del hilo, y muchos años pasaron en un solo instante.
Ahora se vio transformado en un hombre adulto. Elisa era su esposa y Pedro estaba rodeado de hijos. Pero Pedro reparó en otra cosa. Su pelo, antes negro como el carbón, había empezado a encanecer. Y su madre, a la que tanto quería, se había vuelto vieja y frágil.
Pero él seguía sin poder vivir el momento. De modo que una vez más, tiró del hilo mágico y esperó a que se produjeran cambios.
Pedro comprobó que ahora tenía 90 años. Su mata de pelo negro se había vuelto blanca y su bella esposa, vieja también, había muerto unos años atrás. Sus hijos se habían hecho mayores y habían iniciado sus propias vidas lejos de casa. Por primera vez en su vida, Pedro comprendió que no había sabido disfrutar de las maravillas de la vida.
Había pasado por la vida a toda prisa, sin pararse a ver todo lo bueno que había en el camino.
Pedro se puso muy triste y decidió ir al bosque donde solía pasear de muchacho para aclarar sus ideas y templar su espíritu.
Al adentrarse en el bosque, advirtió que los arbolitos de su niñez se habían convertido en robles imponentes. El bosque mismo era ahora un paraíso natural. Se tumbó en una pradera de hierba y se durmió profundamente.
Al cabo de un minuto, oyó una voz que le llamaba.
Alzó los ojos y vio que se trataba nada menos que de la anciana que muchos años atrás le había regalado el hilo mágico.
-¿Has disfrutado de mi regalo?, preguntó ella.
Pedro no vaciló al responder: – Al principio fue divertido, pero ahora odio esa pelota. La vida me ha pasado sin que me enterase, sin poder disfrutarla. Claro que habría habido momentos tristes y momentos estupendos, pero no he tenido oportunidad de experimentar ninguno de los dos. Me siento vacío por dentro. Me he perdido el don de la vida.
– Eres un desagradecido, pero igualmente te concederé un último deseo, dijo la anciana.
Pedro pensó unos instantes y luego respondió: – Quisiera volver a ser un niño y vivir otra vez la vida. Dicho esto se quedó otra vez dormido.
Pedro volvió a oír una voz que le llamaba y abrió los ojos.
¿Quién podrá ser ahora?, se preguntó.
Cuál no sería su sorpresa cuando vio a su madre de pie a su lado. Tenía un aspecto juvenil, saludable y radiante. Pedro comprendió que la extraña mujer del bosque le había concedido el deseo de volver a su niñez.
Ni que decir tiene que Pedro saltó de la cama al momento y empezó a vivir la vida tal como había esperado.
Conoció muchos momentos buenos, muchas alegrías y triunfos, pero todo empezó cuando tomó la decisión de no sacrificar el presente por el futuro y empezar a vivir en el ahora.
– Fábula publicada en “El monje que vendió su Ferrari” Robín S. Sharma.
– Fotografia de la entrada: Ana costa, Eivissa
Moraleja
¿Te sientes identificada con lo leído? ¿Eres de las personas que descuida el presente y le da preferencia a los sucesos pasados o a lo que está por llegar?
Si para ser feliz piensas en estas cosas: quiero cumplir los 18, quiero tener pareja, quiero un trabajo mejor, quiero tener hijos, cuando mis hijos sean grandes; o eres de los que solo piensa en los sucesos pasados que te han hecho feliz sin encontrar nada que los iguale,… nunca vas a disfrutar tu presente.
Desafortunadamente, nosotros no podemos volver atrás cuando dejamos pasar el tiempo sin disfrutarlo, no hay una segunda oportunidad. Así que llena tu presente de esos momentos de calidad que construyen un futuro lleno de buenos recuerdos, no sueñes tu vida, ¡Vívela!
No dejes de hacer nada por considerar que no es el mejor momento.
Lucha por tus sueños, actúa, disfruta aunque no sea el momento que esperabas, no dejes pasar tu vida.
Vacía tu mochila de cosas pasadas.
Disfruta todo lo que acontezca en tu vida, llega por alguna razón. Acepta todo, hay cosas que escapan a tu control.
Saborea cada momento, para, respira, reflexiona, medita y ponte en marcha.
No hay un camino a la felicidad, la felicidad es el camino.
Reflexión
Por suerte o por desgracia he despedido a varios seres queridos y familiares en sus últimos momentos. Y todos tienen algo en común: cuando han percibido que su viaje está próximo, me han hablado de las cosas que dejaron sin hacer y que les gustaría haber hecho:
Tener el coraje de decir a todas las personas lo que realmente sentían y haber arreglado muchas relaciones difíciles por no aclarar las diferencias.
Atender más a las personas que les querían y haber dedicado más tiempo de calidad a sus relaciones.
Alargar al máximo los momentos felices, o repetir las circunstancias o las actitudes que lograban acercarles a la felicidad.
No haber priorizado convenientemente lo realmente importante en sus vidas, los amores, su tiempo, sus sueños…
Desconocer como pedir perdón y no buscar la manera de hacerlo aún sabiendo que estaban equivocados. Me decían que incluso sin saber si tenían o no razón, debían haber pedido perdón y no dejar sufrir a un ser querido sin aclarar algún asunto.
Pero sobre todo y por encima de todas las demás: Sienten arrepentimiento y un gran pesar por no haber dedicado más tiempo a los seres queridos, amigos y familia, a los hijos en particular; pudiendo haber dedicado menos tiempo al trabajo.
Mi padre en especial, nos decía que le hubiese gustado pasar más tiempo con nosotras en nuestra infancia. Teniendo en cuenta que él trabajaba en el piso de al lado, nosotras no sentimos su ausencia. Corríamos en su busca cada vez que lo necesitábamos, y sabíamos que siempre estaba allí. Sin embargo, él, sentía en esos últimos momentos que ese tiempo fue insuficiente.
Así que pienso que debemos movilizarnos a tiempo, intentar realizar nuestros sueños, no esperar a que llegue el momento oportuno. Disfrutar al máximo de las personas que queremos, hacerles saber de nuestro cariño, de nuestra comprensión y de nuestro respeto.
De otro modo, la vida pasa sin ser vivida, y la fecha de caducidad en nuestro caso no es conocida, así que toca disfrutar, sobre todo de las personas que quieres y te quieren.
No te quejes de que sea lunes, agradece que tengas un lunes más en tu vida, no te quejes de que ya es domingo y disfruta cada segundo de ese precioso domingo.
¡Disfruta de cada trayecto, de cada viaje, de todo lo caminado y no solo del destino!
¡Puede que el destino hacia el que viajas no sea nunca el que esperas!
¡Pero con tu actitud puedes hacer que sea el mejor que puedas disfrutar!
¡No es un día más, es un día menos!
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