Vivo en el mundo de la espiritualidad desde prácticamente mi nacimiento, pero conscientemente desde hace aproximadamente cuatro décadas. Y también, casi desde entonces, creo que quien no es feliz acaba enfermando.
Los recuerdos más intensos son de mi adolescencia, esa preciosa edad en la que la mayoría de chavalas y chavales comienzan a descubrirse.
Y claro, a mí me sucedió de igual manera que a cualquier otro.
Por supuesto que cada uno tiene sus propias inquietudes y sus primeras ideologías.
Una diferencia es que mi mente se hacía demasiadas preguntas a una edad también demasiado temprana.
Se basaban principalmente en intentar descifrar el porqué de la gran capacidad de sufrimiento que tienen las personas.
Siempre he empatizado de más con las personas de mi entorno y siempre he querido aliviar sus sufrimientos (dentro de mis posibilidades).
Después de mucho observar y tras el paso de los años, lo que me parecía y me sigue pareciendo inaudito, es que hay cosas que no tienen una explicación, salvo que a muchas personas les guste vivir sufriendo o el victimismo.
Realmente, hay veces que de tanto escuchar y ver los mismos repetitivos comportamientos, en alguna de esas personas a las que siempre observo quejarse, me da la sensación de que va a decir de un momento a otro: “estoy sufriendo por si acaso”.
Como diciendo, lo hago y no me tengo que preocupar porque ya lo he sufrido por adelantado… Ufff. La gran mayoría de las veces es en vano, ¡no ocurre absolutamente nada! ¡Qué pérdida de precioso tiempo!
Un poco de preocupación, supongo que es normal, pero no vivir en un sufrimiento y espera negativa constante.
Afortunadamente, no tengo alrededor muchas, pero esas pocas, a las que llamo sufridoras, lo hacen por costumbre, por rutina.
Sus conversaciones suelen ser secuencias repetitivas y autodestructivas.
Creo que con esta actitud es inevitable vivir enfermando.
Y si no se está enfermo, bajamos las defensas hasta lograrlo.
Lo más inaudito es que con el paso del tiempo cada vez lo escucho en personas más jóvenes.
Las actitudes de las personas mayores de mi vida siempre han sido ejemplos a seguir, la pena es que van quedando pocas.
Las conversaciones con ellas eran sobre cosas importantes, aprendizajes. Con todos ellos, tanto los que siguen conmigo como los que no.
No puedo decir que les escuchase en ningún momento que algo les resultaba difícil. Ni siquiera se lo planteaban, solamente lo hacían.
Muy al contrario que en la actualidad. Todo resulta difícil para todos…
Cuando era adolescente, las cosas tenían que hacerse sí o sí, de manera que no te podías plantear la pregunta de si era o no difícil de hacer… las cosas se hacían.
Algo que siempre tengo presente son consejos de mi padre, y uno que decía muy habitualmente era: hay que amar siempre lo que haces, aunque no te guste hacerlo.
Si lo tienes que hacer más vale que lo ames, de lo contrario es un tiempo desaprovechado y mal vivido.
Él se convertía en lo que hacía, se enamoraba de lo que hacia, y el resultado era siempre maravilloso.
Las cosas que creaba, las cosas de las que hablaba, daba gusto verlo y escucharlo. Aunque tenía un genio “cochino” (que he heredado), por intentar luchar siempre contra lo que le parecía injusto.
Estar con él, era una fiesta, todo era sencillo, nada resultaba complicado de hacer, la palabra imposible no entraba en su vocabulario. Y es algo que tengo presente cuando quiero iniciar un nuevo proyecto.
También me decía que tenía que aprender bien, que cada cosa que hiciese la hiciese bien o no la hiciese.
Y si observaba en mí algún vicio en la manera de hacer algo, debería desaprender y comenzar de nuevo para aprenderlo correctamente.
Muchas veces pienso en sus enseñanzas, en sus claves, no las escondía.
Hubiese sido un buen educador, no tenía secretos, todo lo que consideraba bueno, lo mostraba y, realmente, era educador sin serlo.
Utilizaba sus herramientas, y no me refiero a sus martillos o sus limas, para que las personas que conocía se olvidasen de sus sufrimientos.
Y realmente lo conseguía.
En estas ocasiones tampoco se preguntaba si sería difícil, tenía claro que era posible.
Todo lo hacia bello, y para quienes le conocimos, se hizo más que necesario.
Yo diría que a mí se me hizo imprescindible, aun a día de hoy.
En casi todas las cosas que inicio, me preguntó siempre como las haría… ¡Me enrollo siempre que hablo de él!
Voy a continuar con mi reflexión sobre la felicidad y el sufrimiento…
Vivir en continuo sufrimiento es como tener un corazón de madera lleno de termitas.
Ellas se abren paso alimentándose y corroyéndonos. Lo hacen de manera invisible, empezando de manera sutil a destruir nuestra parte emocional y terminando con la física.
¿Te sientes identificada?
Yo creo que la mayoría de personas transportan en sí mismas las pesadas mochilas del sufrimiento, y la vida actual me hace pensar que es inducido.
Creo que es aprendido, creo que a alguien le interesa programarnos sutilmente para poder manejarnos.
Y veo que la manera de hacerlo es cuidadosa, pero no escapa a la observación de algunas personas… De las personas que vivimos observado…
Y como percibo perfectamente este entrenamiento y considero que ser feliz es más sencillo, intento hacer felices a quienes comparten algo conmigo.
Considero que se puede aprender también, al igual que se enseña a ser consumista. Creo que necesitan personas insatisfechas que vayan enfermando para poder transformarlas después en consumistas para mejorar su salud mental, sus cuerpos, sus armarios, sus viviendas, sus vehículos…
La infelicidad es inducida, igual que la enfermedad, como una forma de ir manteniendo a la gente atrapada en un mercado de consumo innecesario.
Y en otros ámbitos, que no son el de la salud ocurre de manera similar.
Yo, como siempre, aconsejo acercarse al mundo de la espiritualidad para manejar esto. Cuando sanas emocionalmente a partir de conectar con tu energía espiritual, el cuerpo procede a sanarse y el alma se va dirigiendo inevitablemente al nivel máximo de bienestar y felicidad.
Así que, sí, considero que la infelicidad es una enfermedad normalizada, y ¿por qué? Lo normal es lo habitual y hay demasiadas personas con este mal. Y la gente está acostumbrándose a estar mal.
Las personas que no han aprendido que se puede ser feliz, vive enferma, quien no tienen momentos felices está enfermo. En culturas antiguas como los mapuches, que son el pueblo indígena más numeroso de Chile tienen un refrán que me llama la atención: » quien no sabe amar aún no le ha amanecido”, me parece una preciosa manera de referirse a este sin vivir existencial.
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