Admiración

Escrito por Marié

30 de agosto de 2024

Hay cosas y personas dignas de admiración. La cuestión es que cada persona dirige su admiración a cosas o personas diferentes.

Hoy pido disculpas a mis compañeros lectores, he estado un tiempo sin publicar, voy a ir subiendo reflexiones según las termine de corregir, así que ¡aquí estoy de nuevo!

Conozco casos de personas que admiran cosas que me parecen inadmisibles. Algunas tienen mi respeto, otras no tienen ni siquiera mi observación.

Lo más sencillo, lo que utilizan los pobre pensadores es dirigir su admiración a los triunfadores, a los ganadores. Muy posiblemente estos ganadores tengan tras de sí una vida pobre, quizás más pobre que muchas otras vidas aparentemente más normales.

Por eso mi admiración va dirigida más habitualmente a personas sencillas, sin desmerecer a algunos de los otros.

Suelo poner mi foco en esas personas con menos posibilidades, esas que encuentran un montón de problemas en su camino, sobre todo cuando observo que su prioridad no es llegar a esas cotas, no lo necesitan. Los considero más valientes, aunque no lo parezca, más osados y más seguros.

Las decisiones que cada uno toma dependen de muchas cosas, y una de ellas es la manera que tengan de caer los dados cada día, pues cada día es una jugada diferente que depende igualmente de otras tantas cosas.

Incluso quedarte en la cama algún día, sin hacer absolutamente nada, ya es hacer algo. Yo lo he aprendido a fuerza de sufrimiento, no me encuentro muy cómoda tumbada sin hacer nada, pero a veces, de este obligado descanso nacen cosas realmente buenas.

Sobre todo nace una esperanza escondida que permite seguir mirando adelante, aun sin saber los resultados de la siguiente tirada.

Y esa esperanza, que suelo pensar es una petición silenciosa a esos seres superiores que siempre nos acompañan, para que soplen sobre los dados. Para intentar que la tirada sea benevolente.

La esperanza de ver la vida pasar y tener la certeza de que superaremos cualquier mala jugada si realmente lo intentamos y creemos.

Me gusta sonreír, aunque algunas veces no tenga ganas, la sonrisa me ayuda a llegar más lejos, me ayuda a saber posicionarme y no ofrecer una mala cara a quien no lo merece, y considero que casi nadie lo merece.

Por eso admiro profundamente a las personas sencillas, esas que enamoran solo con su presencia, las honestas, las que con sus ejemplos y ayuda aportan lo más bonito de su ser en torno suyo. Esas personas a las que no les importa ceder un poco de su parte a otros, compartiendo también su sentir y su ser.

Admiro esa cualidad que hace de una persona común un ser excepcional. Las que enriquecen cualquier situación y demuestra a todos que menos siempre es más.

Las que priorizan, mostrando que su manera de ver la vida, sencillamente no significa ser simple, solo objetivo y humilde.

De hecho, no me gusta la palabra simple, me gusta sustituirla siempre por sencillo, para mí tiene otro valor.

Considero que la sencillez tiene su origen en el corazón y la simpleza en la mente, “la loca de la casa”.

Me gustan las tiradas en las que aun teniendo la perspectiva de que aparezca algún contratiempo, es necesario mantenerse serena y mirar adelante. De ahí la sonrisa, la que atrae para intentar forjar ilusión y aceptación.

Si no, haz la prueba, verás que si cierras la puerta a la ilusión, abres la puerta a una posible derrota.

Todos tenemos un bonito don, el del libre albedrío, y él nos da la posibilidad de elegir la superación. Nosotros podemos pintar de colores cualquier oscuridad que aparezca.

Por eso admiro a las personas que saben que su camino no será un camino bordeado de flores, y aun así, valoran lo que poseen, agradecen y piensan que es suficiente para vivir. Su actitud es un grito que muestra que merece la pena atravesar la tormenta, pues tras ella hay más vida, ellos merecen que esté ahí, y yo merezco tenerles en mi vida.

Admiro esas personas que con su sola presencia tienen más presencia que las demás, incluso cuando están en silencio, sus silencios son más elocuentes que miles de palabras dichas con presunción.

Saben estar y muestran que la vida es bella y digna de ser vivida, por dura que pueda parecer.

Quiero pensar y de hecho, siento que hay personas suficientes que aportan coraje, fuerza y luz, aun sin saber que lo hacen. Son tan sencillas que no miran hacia sí mismas, pero muestran la realidad de la vida, la verdadera realidad, que no es ser un “triunfador”.

No me gusta dejarme llevar por la desesperanza, aunque a veces sería más sencillo hacerlo. No obstante, me gusta tanto la vida, que aunque a veces no sea fácil, creo que no es tan difícil como para tirar la toalla y pensar que no merece ser vivida.

Realmente, solo por conocer a ciertas personas, lo merece.

Adoro saberme y sentirme, ser y estar, intentar, ver amanecer y decir que es posible. Es posible si yo siento que lo es.

Aunque empezar siempre sea lo más complicado, no quiero hacerme amiga de la pereza.

Una tirada de dados es para todos, no solo para los valientes. También para los que tenemos miedo, para los arriesgados, para los intimidados o arrepentidos, para los que se desvalorizan, es para todos. La cuestión es tomar la decisión, aun sin saber el resultado, y cuando llegue, seguir tomando decisiones benevolentes.

Yo cierro mis ojos y veo luz, pido amor, sonrisas, miradas, tropezones con conocidos, sorpresas bonitas, magia y más amor.

Elijo el lenguaje de tiento suave y amable, discreto y atento, educado y correcto que no tiene más pretensión que ser como es. No me refiero a vivir sin autoestima o sin reconocer la propia valía solo por agradar, esas cosas se notan. Me refiero a quien denota que aprecia profundamente y ve mucho más allá de los pequeños detalles, quien desarrolla una personalidad humana que regala a todos por igual.

Admiro la capacidad de quien considera que respetar a los demás es verlos como a sí mismos, sin tener que esforzarse para ello. Sin imposiciones, sin juicios, sin recriminaciones, sin superioridad moral, porque no la hay, y menos en personas que lo intentan imponer.

Quizás, no estamos acostumbrados a estos comportamientos. Desafortunadamente cada vez se ven menos porque cada vez se comparte menos, se mira menos a los ojos. Pero tengo claro que todos apreciamos a personas con este trato, aunque creamos admirar a los que se alejan de ellas, a esos con altas aspiraciones y bajas pasiones.

Sin embargo, veo y me alegro de que poco a poco la realidad común va cambiando, estamos abriendo los ojos a otro modo de desenvolvernos, más gratificante, porque vemos que es lo que satisface realmente a nuestro corazón.

Va tocando quitarnos todas las prendas que llevamos de más, para dejar a la vista la verdadera esencia y en todos es similar.

Lo más bonito que me ha ocurrido en estos últimos días, es que una chavalita, joven, bastante joven, más o menos de la edad de mi hijo pequeño, con una vida bonita, una vida sin dificultades económicas, me diga que quiere ser como yo de mayor. Que bonito es que te digan algo así.

Me sorprende que personas con la vida más o menos resuelta me digan cosas como esta, realmente supongo que ven algo que yo no logro ver.

Igualmente lo agradezco.

 

¡Namasté!

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

También te puede gustar…

Proyectos vitales como guia

Proyectos vitales como guia

Como mujer y como sanadora, curandera, mística, me gustaría lograr que me sientan como yo me siento. Mi objetivo...

Una vez me preguntó

Una vez me preguntó

Hay preguntas dolorosas, preguntas que muchas veces no sabemos responder, o por mucho que busquemos una respuesta no...

¿Misticismo mundano?

¿Misticismo mundano?

Cuanta crítica cuando se asocia lo místico con lo mundano. Con caras y mohines preguntan: ¿Misticismo mundano? Pues...