Ya no soy una niña

Escrito por Marié

22 de mayo de 2023

Pasa un día, pasan dos… Pasan los meses y los años. Ya no soy una niña.

Al pasear por cada porción de mi juventud e incluso de mi niñez, me detengo en alguna de las experiencias que he vivido y veo que son similares a las historias personales de cualquier otro. Hay cosas semejantes en la mayoría de historias en cualquier parte del mundo.

Pero hay pequeños detalles en cada una de las vidas, que son los que hacen de cada una de ellas experiencias preciosas y unicas.

¡Qué pamplinas! Es cierto.

¿Quién quiere dar un paseo conmigo?

Te invito a volver a tu niñez.

¿La has pasado en un pueblo o en una ciudad?. ¿El pueblo es pequeño, está aislado de otros pueblos?. ¿Y la ciudad es una ciudad pequeña o una gran capital?

La vida tiene la capacidad de ser tan diferente como diferente el sitio en el que hayas podido crecer.

Pero lo que sí es cierto es que los cambios pueden parecer mas evidentes y mas rapidos en los pueblos pequeños que en las capitales, sobre todo en los que surgen cerca de una capital.

Ese es mi caso y, con los años he podido observar la transformación de lo que era un pueblo cuando yo llegué a él.

Observando el paso del tiempo, escucho a muchas personas que opinan que los tiempos pasados fueron mejores.

Y aunque añoro muchas cosas, muchos sitios, incluso muchos aromas, nunca he pensado que los tiempos pasados hayan sido mejores. Creo que cada periodo ha tenido cosas buenas y cosas peores. Ademàs según a quién preguntes la respesta será según su experiencia, así que este tema es igual de relativo que casi todos los demás.

La única diferencia que yo percibo es que evidentemente, las cosas ahora están más a la vista de todos.

Puede parecer que actualmente todo está a la venta, pero considero que es algo que ha ocurrido siempre. Siempre ha habido alguien con el pensamiento tan arrogante de considerar que todo se compra. Otros consideran que merecen todo incluso a costa de otras personas.

Afortunadamente, no me gusta comprar así, ni vender nada, tampoco así. ¡Ni se compra ni se vende! Ni tampoco me creo en el derecho de merecer algo que realmente no merezco. Me parece de ser muy altanero.

Siempre hay bonitos recuerdos, pero eso no significa que el tiempo fuera mejor.

Esta afirmación es muy relativa, porque puede referirse a muchas cuestiones…

Lo unico que puedo decir de tiempos pasados mejores es concerniente a mi cuerpo… ¡hace un tiempo que no está a la altura de mi mente!.

Si me tomo tres cervezas no las asimilo igual que antes ¡y esto sí era mejor!. Bueno ya no soy una niña, ¡pero que me quiten lo bailao!.

Hay muchos jóvenes que me preguntan por la inseguridad en las calles, y yo recuerdo mi juventud con bastante inseguridad. Comenzando con que para caminar tenías que tener cuidado de no pisar alguna jeringuilla, o al entrar al portal de casa no encontrarte a alguna persona drogándose…

Cuando era pequeña algunas puertas de los edificios no tenían portero automático, con lo que podía entrar cualquier persona. Y ese es el caso de mi pequeño edificio.

En el era habitual encontrar a alguien en el primer tramo de escaleras. Incluso hubo en él un intento de violación, lo recuerdo a la perfección…

Lo que ocurre, lo vuelvo a decir, es que ahora todo está más a la vista, todo se muestra.

Esto con respecto a las situaciones, pero si hablamos de nuestro cuerpo, ahí es inevitable no percibir las diferencias en ellos. Pero el enfoque de estos cambios dependen de cada persona.

Personalmente, por supuesto que no soy la misma, no puedo hacer las mismas cosas, pero puedo hacer otras, y creo que hay que disfrutar de cada paso, de cada proceso y de todo lo que nos regale la vida, sea bueno o malo… supongo que todo forma parte de algo que no sé si en algún momento podremos entender.

La vida jamás puede ser como era antes, y ese antes puede ser esta misma mañana… creo que debemos vivir todo intentando no afectarnos en exceso por nada. No es falta de empatía, es exceso de ella y pocas ganas de sufrir innecesariamente.

Y déjame decirte, seguro que tú también te sientes identificada o identificado… ¡No soy tan mayor, aunque tampoco soy ya una niña!

Exactamente, llevo 19.122 días compartiendo espacio con algunos de vosotros sobre este bendito mundo.

¡Voy a seguir!, de pequeña, en mi casa las persianas eran de enrollar, había que hacerlo a mano con una cuerda. Los primeros años nos bañábamos calentando agua y llenando una pequeña bañera.

Veíamos la tele en blanco y negro y con solo dos canales, además con un horario limitado. ¡Teníamos tiempo de aburrirnos… y de ese aburrimiento surgían las mejores ideas y las mejores creaciones!

Pero sobre todo teniamos tiempo para jugar. Y para mi el juego es algo que ha cambiado muchísimo.

He vivido como ves, algún que otro cambio en mi entorno, he conocido el nacimiento de la televisión a color, esas enormes televisiones culonas sobre las que se colocaban infinidad de adornos.

Los teléfonos eran presos encadenados con un cable a la red de cada casa y para marcar había que meter el dedo en un agujero y girar, ¡era divertido!. Unos años después seguían presos, pero ya tenían teclitas para marcar…

Ahora ya tenemos los móviles, pero yo viví también su aparición… uno en cada casa como mucho… inimaginable para algunos de vosotros…

Por mis manos pasaron las máquinas de escribir tradicionales, y después las máquinas de escribir eléctricas.

En mi casa conocí los primeros ordenadores de escritorio, gracias a que mi hermana comenzó estudiando informática. Pero no era lo habitual en las casas, y por supuesto sin internet… Incluso así, a mí me parecía cosa de magia. La veía escribir en la pantalla un montón de símbolos que no entendía, que daban lugar a que surgiese algún dibujo en movimiento…

Después viví la aparición de los ordenadores portátiles, libros digitales, iPad, smartphone, tablets, Chrome Books y todos estos nuevos cacharros.

He visto desfilar en orden bombillas incandescentes, lámparas halógenas, fluorescentes de bajo consumo y las últimas en llegar, los LEDS.

Por lo tanto, ¡estás en lo cierto! He conocido el comienzo de internet. De hecho, junto con mi hermana y mi chico, fuimos de los primeros en ofrecer su servicio en un Ciber centro llamado Ágora, en nuestro pueblo. Lo tuvimos el tiempo suficiente hasta que fue casi imprescindible su presencia en cada casa.

Así que ¡claro! En mi juventud la información la buscábamos en las bibliotecas, hemerotecas, en las enciclopedias o en lo que buenamente podíamos… ¡Y leíamos libros impresos!. En mi caso incontables libros.

Soy muy afortunada porque mi compañero de camino es informático y en casa tuvimos, necesariamente, internet de manera más temprana que en otras casas.

Para mí fue una de las mayores revoluciones, podía estudiar por primera vez en mi vida todo lo que quisiese… vivía entusiasmada y estuve durante bastante tiempo durmiendo muy pocas horas al día… Creía y sigo creyendo, que mi vida no me alcanzaría para leer, estudiar y aprender todo lo que me gustaría…

Por eso me asombra mucho que solo se aproveche la parte más superficial de tener esta oportunidad. Que solo se use la red para engordar el ego.

¡Ojo! Que ya no soy una niña…

Soy una mujer, aunque pequeñaja y un poco atrevida, ya te lo sabes. Una mujer que lleva el miedo escondido en una audaz rebeldía.

Ya no soy una niña y las alas de suave plumón se las legué a mis hijos. Las sustituí por resistentes alas blancas, majestuosas y resplandecientes, siempre dispuestas a alzar el vuelo.

He cumplido años, he cumplido sueños, he cumplido promesas y descifrado misterios. He llorado perdidas, he agradecido abrazos, he aplacado mi hambre y saciado a mi paso.

Sigo cantando mal, pero canto, canta mi amor, mi paz, mi alegría o mi dolor. Y sigo escuchando melodías y canciones que me hacen sentir la vida en mi sangre.

La niña que habita en esta mujer que ya no es una niña, sigue, como siempre, mirando a los ojos, y conoce a las personas en su mirar, o en su forma de no hacerlo.

No escondo mis ojos. Por eso hay quien se esconde de ellos. Muchos me dicen que asusta su intensidad o su franqueza, pero creo que puede asustar más su seguridad.

Mi caminar es más lento, pero mis caderas y mi pelvis se han acostumbrado al movimiento. Mis raíces y mis frutos han hecho que se agiten, contrayéndose y dilatándose, sacudiéndose y recolocándose.

Pero nunca, ni ellas, ni mis piernas se han cansado de transitar el camino erótico.

En este camino sigo sintiéndome libre, madura, pero abierta, con algo más de experiencia, seguridad y aplomo, más paciente y quizás cariñosa y maternal, pero también sigo siendo coqueta, sensual y sexual. Y quizás un poquito más sabia.

Ya no soy una niña y adoro los silencios, en solitario o acompañada, y necesito ese respeto; pero valoro igualmente una buena conversación con todo el tiempo por delante, sin premura.

Venero a las personas, a casi todas, sobre todo a las auténticas, a las sencillas, solo evito a quien me intenta vender una imagen distorsionada.

Veo que el tiempo ya no es el mismo, sobre todo él por venir, sigue siendo incierto, y prefiero que así sea, no me gustaría saber las cosas por adelantado.

Y aunque parezca mentira, sigo siendo sensible. La vida me ha obligado a cerrar algunas puertas, con el debido duelo y por supuesto sin olvido, el olvido es para los necios.

Mis incondicionales, cuando ven mi vulnerabilidad me preguntan: ¿Por qué lloras? Tú eres nuestro apoyo. Y en susurros suelo contestar: – No me cansa ser el vuestro, lo hago con gusto, pero hay días complicados en los que la esperanza flaquea intentando salvar un mundo que no quiere ser salvado.

Por eso, más que por nada, sé que ya no soy una niña.

En mi vocabulario no existía la palabra cansancio, tengo una resistencia que ni yo misma acierto a entender. Ha habido días en mi vida a los que les han faltado horas…

¡Mis pilas eran de larga duración!, y no es que se hayan agotado, pero no soy la misma de ayer.

Desde mi posición actual, me permito pedir un favor. Tanto a los que os reconocéis en estos cambios, como a los que deberéis pasar por ellos, y advirtiendo a todos que nunca somos los mismos que el día anterior; os solicito que respetéis los procesos ajenos, todos, como si ellos fuesen los vuestros propios o los de la persona que más amáis.

Y para mí, solicito algo de empatía, no me regañes si no te gusta algo, pero tampoco me ayudes si no te lo pido. Acepta mis negaciones igual que mis afirmaciones. Es lo que yo ofrezco siempre, así que no pido más de lo que doy.

Un poco de comprensión si me oyes decir “no puedo”, hay veces que significa “no quiero porque mi energía está bajo mínimos”. Igual que la tuya en algún momento y no será difícil de entender.

No tienes conmigo ninguna obligación, pero si eres de los míos, ofrecerás acompañar estos momentos con amor.

Los años que carga mi cuerpo solo son relevantes cuando intento obligarme a estar no teniendo deseo. Es imposible permanecer siempre en la mejor versión.

 

Y si mi conversación es intrascendente en algún momento, invítame a un café o a un vino, según sea la ocasión y solo acompáñame.

 

 

¡Namasté!

4 Comentarios

  1. Mari Toñi

    Que bien lo cuentas, parece que estoy leyendo una novela

    Responder
    • Marié

      Muchas gracias. Me encanta que te lo parezca así. Muak.

      Responder
  2. Teresa Elena

    Que bien escribes Marie!!😘😘😘

    Responder
    • Marié

      Muchas gracias.
      Me alegro mucho de que te guste.
      Me animáis a que siga haciéndolo.
      Besos.

      Responder

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