Explicar el paso de los días está perfectamente argumentado aquí de una bonita manera de expresar el tiempo.
El banco del tiempo
Imagínate que existe un banco que cada mañana acredita en tu cuenta la suma de 86.400 €.
Pero no va sumando tu saldo día a día: cada noche borra todo lo que no utilizaste durante el día, cualquiera sea la cantidad.
¿Qué harías?
¡Retirar hasta el último céntimo, por supuesto!
Pues de esta misma manera, todos y cada uno de nosotros tenemos un banco igual a este en nuestro interior, un banco que se llama tiempo.
Como puedes comprobar si así lo deseas, cada media noche, al comenzar un nuevo día, este banco tiempo te abona de crédito 86.400 segundos.
Y cada noche antes de la media noche, este banco tiempo borra todo lo que no has empleado, dando como resultado las perdidas del crédito que no has invertido en un buen propósito.
El banco tiempo tiene la característica de no poder sumar sus saldos ni hacer transferencias.
Así que, como ya has podido imaginar, al comienzo de cada nuevo día te regala una nueva cuenta quedando eliminados los saldos no utilizados.
Ya sabes que si no utilizas el crédito regalado, las perdidas son sola y exclusivamente tuyas. Es un banco personal.
Solamente viaja en una dirección, no puede dar marcha atrás ni hay crédito a cuenta de lo que te ofrecerá mañana.
Solo cabe la posibilidad de vivir el presente con los depósitos de la cuenta presente. El hoy.
Por lo tanto, toca invertir de tal forma que los réditos sean los mejores. Hay que utilizar la mejor de las estrategias.
Este banco tiempo, tiene un gran reloj encima de sus cajas, un reloj que nunca se ha averiado, nunca se ha detenido, continua su marcha sin esperar a nadie.
Bajo el gran reloj hay un cuadro con unas palabras enormes que dicen: Consigue lo máximo en este día.
Mis cálculos me dicen que llevo consumidos sin saber si han sido bien aprovechados 53 años, 3 meses, 24 días, 15 horas, 56 minutos y 14 segundos en el momento de escribir esto. Traducido en días son 19461 con algunos minutos más. Creo que soy millonaria.
Y una cosa de la que me enorgullezco es de que si tengo que arrepentirme de algo siempre es de algo que he hecho, nunca de algo que quedó sin hacer o sin decir.
Quizás he tenido perdidas desde bastante joven y he escuchado los mensajes que tenían estas personas antes de partir… Todas coinciden es su arrepentimiento por cosas que no han hecho, todas dejaron que el saldo de muchos de sus días se consumiese sin utilizarlo.
Considero que hacer en la vida lo que realmente te representa es para personas con coraje. Aunque no me parece bien decirlo yo, pero prefiero arrepentirme de ello, que pasar la vida preguntándome por qué no lo hice.
No voy a enumerar mis perdidas, ni voy a decir lo que cada persona me dijo, pero sí voy a recordar alguna de las cosas que me dijeron y coinciden en muchas ocasiones.
Sobre todo porque no me quiero encontrar a las puertas de donde sea que tenga que dirigirme teniendo en mente un ojalá lo hubiese hecho…
La más habitual ha sido: ¿por qué habré trabajado tanto? He perdido infinidad de cosas en mi vida por dedicarme primordialmente al trabajo, pensando en el descanso tras la jubilación… Casi ninguno ha disfrutado de su jubilación… perdieron un saldo demasiado alto.
De todo se aprende y por suerte o por desgracia he hablado con un buen número de personas en sus últimos días y sus últimos momentos aquí. Quizás es uno de mis trabajos en esta vida, como me dijo mi tía Fidelia el día que despedíamos a mi padre. Quiero decir que creo que estas confidencias de última hora son importantes.
Quizás una manera de invertir parte del saldo no utilizado para ayudar a los que supuesta y relativamente “tenemos más tiempo”.
Cuando se sabe que queda poco, pero no se sabe exactamente cuanto, hace recapacitar mucho y comunicar muchas cosas no dichas anteriormente. Creo que muchas personas alcanzan el mayor nivel de madurez en estos momentos inciertos.
He escuchado palabras asustadas, pero lo que más he notado es paz y resignación.
Otras palabras que he escuchado en estas situaciones es un arrepentimiento por no mostrar los sentimientos, una necesidad de mostrarlos ahora, cuando quizás ya no sean necesarios. Esta sensación me causa mucha compasión, pues veo la necesidad de recibir estos sentimientos de amor para sí mismos, cuando han sido reprimidos en muchas ocasiones para otros.
En casos muy cercanos en los que han abierto sus corazones más profundamente, he comprobado que la represión de los sentimientos que más daño hace es la negativa, es decir callar el propio dolor, no comunicar cosas que no gustaban, aguantar comportamientos poco nobles u opiniones equivocadas sobre uno. No saber decir que no, y tener poco amor propio en beneficio de los demás.
Algo que también he oído en más de una ocasión es arrepentimiento de no buscar a personas, amigos o familiares que dejaron de ver durante mucho tiempo por circunstancias de la vida. No haber encontrado el coraje, la voluntad o el esfuerzo de buscarlos.
También una necesidad de hablar con personas no tan cercanas por percibir que las cercanas sienten mucho dolor al estar con un ser querido que va a partir pronto. En casi todos predomina la aceptación.
Tiempo, tiempo de calidad con sus hijos o hijas, más presencia, una utilización más íntima del tiempo. Incluso en personas que han dedicado mucho tiempo a su familia y seres queridos, es estos momentos a todos les ha resultado insuficiente, con la consiguiente sensación de que podían haber sido más felices y ofrecido más felicidad.
Pero lo que más he notado es un daño profundo cuando alguien me ha confesado que le hubiese gustado tener el coraje suficiente para hacer lo que realmente quería hacer, no lo que se consideraba correcto o lo que otros esperaban que hiciese.
Hablar con mi padre y con alguno de mis abuelos en todas las ocasiones que encontraba, en esos días antes de su partida, me han ayudado mucho, a sobrellevar los duelos, a entenderlos, a comprender el porqué de muchas de sus vivencias. Y todo ello me ha servido para incluir en las mías los cambios necesarios para no sentir arrepentimientos antes de mi partida… ¡Si me da tiempo!
Aunque no te guste leer esto, no hay nada más cierto, todos moriremos, vamos a solucionar todo para que no nos llevemos saldo sin gastar…
Y como he leído en muchas ocasiones por ahí:
Pregúntale el valor del tiempo a un estudiante que se juega un año en un examen… he conocido a una que afortunadamente ya lo consiguió.
O el valor de un mes a la mamá de un bebé prematuro. Afortunadamente, también conozco a varias y en estos casos los bebes son ya jóvenes o adultos preciosos.
El de una semana a un editor semanal.
El de una hora a dos enamorados que tienen una hora para estar juntos.
El de un minuto a alguien que perdió el último tren.
El de un segundo, a esa persona que piso el freno y evitó un terrible atropello.
Y de milésimas de segundo a cualquier competidor deportivo.
El banco del tiempo repercute en todos los ámbitos de nuestra vida. Trasciende enormemente lo económico, el dinero va y viene el tiempo no regresa. Es lo más perecedero y efímero que tenemos.
Además de los ejemplos anteriores, fijémonos en supervivientes de un terremoto, o de cualquier otra catástrofe, un accidente una operación peligrosa; o una enfermedad, todos los que hemos vivido algo de ello.
Tenemos una visión diferente del tiempo y del crédito disponible.
Intentamos dar un uso más acertado, invirtiendo más en hacer cosas que amamos, en expresarnos siempre, pase lo que tenga que pasar.
Sabemos que nuestro tiempo es de prestado, con más intensidad que quien no ha sufrido situaciones de riesgo.
Así que, visto lo visto, creo que todo el mundo debe invertir todo su saldo, sin esperar a una situación extrema en la que tener que gastarlo. Cada momento es genuino y maravilloso. Disfruta tu respiración, te mantiene viva.
Cada minuto es el mejor tesoro guardado en el banco del tiempo.
Así que como tesoro hay que atesorarlo, compartirlo, hacerlo especial, dedicarlo. No espera.
¡El mañana es el mayor de los misterios que nos da la vida!
¡El pasado es historia!
¡El hoy es un regalo, por eso se le llama!:
¡Presente!
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