Un traslado inesperado

Escrito por Marié

26 de enero de 2024

Viajes, traslados, carreras, competiciones, rivalidades, todas ellas voluntarias. Sin embargo, todos tenemos esculpido en nuestro código de barras una fecha, un instante en el que van a caducar todas esas carreras, porque de pronto y sin avisar debemos realizar, sin opción a negarnos, un traslado inesperado.

¿Le estaremos rindiendo demasiado pocos homenajes a nuestra vida, a ese momento único? Puede ser lo último en esta oportunidad.

No deberíamos dar un portazo como última despedida, ni marcharnos con una mirada airada, ni con un insulto, ni con una disputa y muchísimo menos ofrecer opiniones impuestas, quizás sea el último recuerdo para la persona de la que nos despedimos hoy. ¡No nos gustaría que permaneciese en ella ese profundo sentimiento como última vivencia a nuestro lado!

Supongo que si lo pensamos, nadie quisiera dejar esas situaciones como último recuerdo. Podemos preguntarnos ¿cómo se logra no hacerlo? Creo que es muy sencillo, una de las maneras podría ser respirar unas cuantas veces y tener presente la posibilidad de que el viaje sea inmediato, esta opción siempre la hemos escuchado o leído, o nos lo han advertido…

Yo opino que eso nos acerca a una compasión y una benevolencia propia de todos. Sí, todos tenemos esa capacidad si nuestra mente está sana.

Quizás pensemos que alguna de las personas que nos dicen: – ¡hasta mañana, nos vemos!, no merecen siquiera nuestro saludo, pero no tendría que definirnos a nosotras, a nosotros. Nuestras respuestas son las que nos definen. Si viviésemos nuestra vida como lo que es, un instante que da la mano continuamente a nuestra muerte, seguro que elegiríamos otras actitudes.

Probablemente, muchas de nuestras respuestas rápidas, sin pensar, sean oscuras, dolidas, amargadas y llenas de rencor. Y seguro, las responsables directas de no dejar salir esa parte más amable de la persona que observamos. ¡Todos somos responsables de todos! Estamos más unidos de lo que estamos dispuestos a reconocer. Y todos somos lo mismo.

Posiblemente, un bonito saludo, una despedida amable, una posición de comprensión y tolerancia sea lo que el otro precisa para rescatar su propia felicidad.

Creo firmemente que nuestras reacciones, lo que mostramos, son los responsables de que ciertas personas no puedan comportarse de la manera adecuada y se mantengan en su postura equivocada… De todo esto derivan las críticas, los juicios, las culpas y las quejas. Puede ser que no encuentren la forma y se mantengan bloqueados en el sufrimiento debido a la opinión de otro.

Agradezco que la vida a veces me sorprenda dejándome conocer a personas preciosas, que siempre ofrecen su mejor versión. Una respuesta bonita, una sonrisa amable o una mirada de comprensión como respuesta a un mal e inconsciente comportamiento. Tienen luz en sus ojos. Gracias.

Sinceramente, si no está en tu naturaleza, conseguir respuestas acertadas es un trabajo difícil, pero se pueden ver resultados si no reaccionamos. La reacción provoca falta de paz y de tranquilidad mental.

Me identifico con estas respuestas desacertadas en momentos puntuales de mi vida, y han sido los más dolorosos y los que me han legado mis peores experiencias, ¿quizás necesarias?

Supongo que es cuestión de autocontrol. ¡Cuanto por aprender! Toda una vida para reconciliarme un poquito con nuevos aprendizajes, espero que no sea en balde. ¡Perpetua principiante!

Por todas estas cosas, muchas veces pienso: ¡quizás sea el último momento compartido!

Por eso, intento buscar mi parte amable (algunas veces no lo consigo, pido perdón por ello). Pero si me da tiempo a pensar antes de reaccionar, me inclino a ofrecer un abrazo o un beso. Quizás en ese momento no lo sienta, no me apetezca o no escuche al amor (que vive en mí), pero creo que es la mejor manera de despertar ese amor tan necesario siempre.

Todas y todos, absolutamente, sufrimos decepciones, sentimos culpa o miedo, pero podemos elegir abrazarlos, aceptarlos y sanarlos. Espero que no sea tarde para mí, ni para ti. Se pierden relaciones preciosas por cuestiones sinsentido, ¿será necesaria la perdida?

Hoy elijo sentir la tranquilidad de las cosas correctamente hechas, aunque en absoluto estoy segura de que lo estén.

Acontecen situaciones en las que distintas voces me aconsejan internamente, unas más conscientes que otras, y en ocasiones es como estar subida en una montaña rusa. Me parece no saber distinguir la mía propia, ni siquiera saber si son todas mías, o si alguna, que se advierte más alta que las demás, intenta echarme una mano para que la alternativa sea la conveniente. ¿Te pasa también, o debería hacérmelo ver?

A veces siento que lo he hecho bien, porque es lo que siento, pero no lo sé. Otras veces me defiendo atacando, porque en ese momento o en esa situación no hallo otra forma, o porque algo explota en mi interior. Pido perdón.

En otras ocasiones considero que soy juzgada erróneamente, alguna de mis vocecitas me dicen que sería correcto ser escuchada para sentir que soy comprendida. Muchas veces intento, también sin lograrlo, comprender los comportamientos que considero equivocados.

Es agotador vivir escuchando y ofreciendo juicios continuos, críticas y valoraciones, opiniones, sin tener ningún dato de lo que juzgamos o basándonos en datos equivocados o incompletos. Si no conocemos adecuadamente la vida que juzgamos, ni sus circunstancias, ni sus aptitudes, ni su salud, de ningún modo deberíamos permitirnos evaluar nada. Y como nunca son conocidas en su totalidad, en absoluto es justo emitir un juicio.

Pienso en esta manera de vivir, tan sinsentido, tan externa y me parece bastante primitiva, muy poco inteligente y demasiado vacía. ¡Una perdida de valioso tiempo! No quiero vivir así, ¡que alguien me enseñe!

Tan superficial me parece, por ser lo más sencillo, vivir juzgando a los demás. Sobre todo si nos hemos fabricado un pilar al que poder subirnos para observar, haciéndonos pensar que estamos en una posición superior.

Son características pobres.

Hoy me apetece reflexionar sobre la infinidad de cosas, de personas o situaciones de las que podemos aprender, con las que podemos compartir. No obstante, normalmente, votamos por renunciar voluntariamente a la preciosa e insustituible posibilidad de ayudar a esa persona a la que criticamos y nos quedamos con el dolor y sin el aprendizaje de ese momento que no va a volver.

Probablemente, se nos muestren sus circunstancias y feos comportamientos para eso en particular, para sanarnos mutuamente. Quizás estemos juntos por ello precisamente. Quisiera tener la capacidad de reconocerlo antes de estropearlo.

Quisiera ser sabia, ofrecer a esa persona mi afecto, y a mí misma un propósito de autoconocimiento, comprensión, compasión, tolerancia y paciencia. ¡El camino sigue! ¿Hasta cuando?

Considero que cada persona albergará singulares reacciones, no obstante apuesto porque todos hemos de vivir marcos similares para aprender, y todo forma parte del proceso, para unos antes y para otros después… Tenemos que ir aprobando cada materia, o repetirla. Personalmente, cuando pongo en práctica lo que más me cuesta y logro una superación, compruebo que soy la más beneficiada en el proceso.

Mis entrañas, lo que mi alma siente, mis consideraciones, no proceden de ideología alguna y de todas a la vez, de investigarme y cuestionar continuamente todo. A veces es agotador, muchas otras intento no conjeturar tanto, pero entonces no logro aproximarme a lo que creo que me puede armonizar con la verdad en ese asunto.

Cuando hablo del amor no es porque lo haya escuchado en algún templo, ni basílica, ni iglesia, sino por la investigación, experimentación y observación. Me ha ayudado el desamor, desde las experiencias de haber tenido y tener en determinadas ocasiones un mal comportamiento, malas reacciones, poca comprensión, egoísmo, ira y desacertadas elecciones, todo ello opuesto al amor.

Supongo que todas y todos las tenemos, o casi todos, y pueden ser los mayores aprendizajes, aunque suene repetitivo y en muchos entornos se originen hasta ocurrencias cómicas sobre ello.

Pienso que quien necesita de chistes, necesita una justificación para sus comportamientos cómicos, viven en una infancia eterna. Quien ocasiona la risa de los demás a costa de un tropiezo o un dolor ajeno, y quien ríe de ello, creo que tiene mucho por aprender.

Me entusiasma escribir, aunque no soy escritora, no sé realmente que soy.

Lo que tengo claro es mi habitual intento de enmendar equivocaciones con muchos de mis relatos, pero percibo que no se pueden reparar así. Ni con reflexiones ni con conversaciones, porque ya está el daño hecho. Ni siquiera pidiendo perdón. Sospecho que solo tiene autoridad para repararlas la decisión consciente de no volver a repetir ese error.

Los desaciertos no se relatan, ni se reparan con palabras habladas o escritas, y mucho menos con palabras o sentimientos de personas ajenas al suceso, con sus opiniones. Todos los tropiezos sin ninguna duda, al menos para mí, son resultados, son efectos, son consecuencias de acciones, conscientes o inconscientes.

Y el primer paso es reconocer, cada uno, la responsabilidad personal de lo que vemos en los demás. De ningún modo intentar encontrar una escusa o una disculpa. Quien lo lee o quien lo escucha quizás no lo necesita, así que suele ser para intentar descargar algo de culpa.

Pero no es la solución, la alternativa es observarte, es reconocer tu parte en ello, el dolor causado. Hay una posibilidad que es escuchar sin seguir juzgando, es perdonar algo que probablemente haya sido originado por nosotros.

Deberíamos asumir el dolor ajeno como parte de nuestra responsabilidad. Y si no queremos irnos de viaje con ese sentimiento de impotencia y desesperanza, intentar dar amor y comprender los porqués.

Ya sabes, cualquier instante es el comienzo del viaje eterno. Todo lo doloroso se puede arreglar, sin quejas, sin juicios, sin hacer carreras sin sentido y sin hacer ni hacernos tantas preguntas hirientes para responderlas erróneamente.

Piensa en todas esas ocasiones en las que has dado un portazo, dejando un gran sinsabor por tus maneras, por tus respuestas, por tus opiniones gratuitas sin solicitar. Y quizás ellas sean lo último que escuche esa persona. ¡Que recuerdo más penoso para ambos!

Me genera un sentimiento profundo de tristeza ver la inconsciencia generalizada. Es urgente vivir más pendientes de quienes amamos y también de quienes conocemos, porque podemos crear una bonita relación o un eterno sufrimiento.

Es difícil, muy difícil, porque hay que vivir más despacio, más presentes y conscientes, y casi nadie quiere dejar sus cosas habituales para dedicarse a algo así, aunque esto suponga su propia tranquilidad y felicidad.

¿Tan difícil es reconocer que somos y siempre seremos aprendices? Unas pocas veces maestros y muchísimas discípulos, pero nunca poseeremos la graduación si seguimos así.

Me provoca compasión observar como nos lanzamos a correr como pollos sin cabeza tras de algo que probablemente no nos satisfaga. Un absurdo, bienes perfectamente innecesarios, que no nos llevaremos a ese viaje inevitable.

¿A quién le vamos a pedir explicaciones cuando nos veamos al otro lado? Será inesperadamente, en cualquier momento y sin todo lo que nos cubría, sin nada de lo que teníamos en nuestras manos. ¡El peso de nuestro corazón sobre la balanza!

Nadie nos va a preguntar por nuestros bienes, ni por el trabajo agotador para acumularlos, sino por el tiempo compartido de calidad y el amor ofrecido y recibido.

Y cualquier momento es cualquier momento, vestida, desnuda, dormida, trabajando, conversando, amando o discutiendo.

Ruego poder tener la capacidad de elegir mis momentos perfectamente consciente, para no marchar en un momento oscuro que transmita dolor y me provoque una marcha traumática.

No hay preparación ni aviso previo, así que ¿Qué vamos a elegir?

Desafortunadamente, o afortunadamente, no lo sé, no llego a entender. Pero si comprendo que no podemos entender desde aquí…

He perdido a muchos seres queridos en muy poco espacio de tiempo, y me quedaron muchas cosas por decir, por preguntar, por aprender, por compartir… Y supongo que a ellos también. A todos nos pasa cuando esto ocurre. ¡Aprovechemos cada instante!

Por eso considero al tiempo, a nuestra línea de tiempo, algo totalmente importante en esta existencia y en este pequeño planeta. Es una experiencia única y una única oportunidad.

Por eso, cuando estoy consciente, e intento que sea cada vez en más ocasiones, abrazo, escucho, perdono, beso y me esfuerzo por decir mis dolores, por respeto y amor propio.

Intento vivir sin dejarme dañar, mostrando mi dolor. Todos sufrimos por cosas similares, o al menos, tenemos una cantidad mayor o menor de empatía, si nuestra mente está saludable.

Tantas vivencias, tantos viajes, tantos regresos, tantos recuerdos, tantas experiencias sin pensar en la última estación.

Esa estación es como una secuestradora silenciosa que nos invita obligatoriamente a entrar en el tren eterno. Hay que tenerlo en cuenta, sin miedo, y totalmente conscientes de su certeza, es casi la única.

Y como llega sin avisar, que no nos pille con los trabajos a medias, al menos los que tenemos en este curso, vamos a intentar siempre una matrícula de honor. Ella lo merece. Y la recompensa es tentadora.

Solicito para mí, y para mis iguales, por sobre todo, una preparación genuina, natural y puramente personal. Solicito para quien me ama, una peparación totalmente benevolente, y no dejar tras de mí, una profunda y espesa estela dolorida, inexplicable, desesperanzada, asombrada y desolada, que tanto daña.

Creo que es necesario aprender a preparar este, como cualquier otro viaje y aprender a dejar a quien viene a despedirnos con una sensación tranquila, de haber realizado un trabajo perfecto en el que no cueste tanto incluso seguir respirando.

Aunque el mundo tras una despedida (para mí un hasta luego), no sea el mismo, al menos que sea un mundo en el que merezca seguir viviendo, desde el amor.

Pienso en ellos, en los que viajan tras el velo, como suelo hacer con amigos tan, tan queridos, que siguen en este viaje, pero muy lejos de mis trayectos. Siguen su camino lejos, pero siempre están presentes, todos.

Estos últimos años de tantas despedidas, unas esperadas y otras súbitas, da que pensar, ves tus propias experiencias como ecos de otras vidas, por lejanas. Pero todas ellas son tú, hayan sido buenas o malas, así que yo, personalmente le doy las gracias a todo lo vivido.

Pido no saber cuando será el día e intentaré no dejar ningún mal sabor de boca de ahora en adelante, lo hecho, hecho está, he perdonado y he pedido perdón, borrón y cuenta nueva.

 

¡Salúdame cuando me veas!

 

Nada me debes, nada te debo, podemos irnos en paz.

Ahora es el mejor momento, nunca va a existir ninguno mejor.

 

 

¡Namasté!

 

 

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