Tarde de domingo

Escrito por Marié

12 de abril de 2021

Hola, soy Marié y hoy escribo con un poco de nostalgia a causa del gris de este día. Hoy amaneció nublado, y no es que me disguste la lluvia, me encanta, pero hoy las gotas de esta lluvia me recuerdan la época primaveral en la que estamos, llena de cambios, de transformaciones y renacimientos. Es una época de revoluciones.

Disfruto mucho de la lluvia, pero algunos días es nostálgica, me recuerda antiguos proyectos…

Y este día en especial me trae recuerdos de niñez, de ver llover desde la ventana y contemplar con la carita pegada al cristal los pajaritos saltar en los charcos del suelo. Me trae recuerdos de frescor, de gotas sobre las plantas… ese repiqueteo continuo sobre sus hojas en el patio, que me hacía entrar en un profundo sueño, sabiéndome protegida y caliente entre mis sabanas.

La lluvia me trae recuerdos de siembra, de no tener que regar el huerto del río. Olor a tierra mojada y tardes de bordado en el gran salón, con los hilos y retales que me daba mi abuela. Olor a madera quemada en la estufa. Sonido de viento en las hojas de los árboles y una sensación de miedo y angustia de la pre adolescencia, en la que vas constatando cosas que antes no percibías. Advertir como el aroma de las flores del lilo, al lado de la acequia, tras unos días se tornaba acre. Comprobar que ciertas flores, como estas mismas del lilo, solo duraban unos pocos días y lo que eso significaba en la propia vida.

Despertar

Las primeras decepciones en la temprana juventud al comprobar que las personas no eran lo que decían ser, pero esa es otra historia para contar.

Que la montaña frente a la casa no era tan alta como parecía un año atrás. Comprobar que tenía que avanzar sin pretextos y aprender sobre la marcha.

Este día de lluvia me trasporta a esas otras tardes de lluvia que eran adornadas con fuentes de rosetas como mi abuela llamaba a las palomitas, de canciones antiguas, de chascarrillos y de poemas inventados. De historias del pueblo amoldadas para oídos tiernos. Planchas de hierro calentadas en las ascuas y olor a tela caliente. Anochecer a la luz de velas y cenas preparadas con los productos del huerto, intentando ver en esa oscuridad cada vez más profunda.

Ese tiempo de ilusiones compartidas con las primeras amistades, las charlas al lado del patio en el medio día. El aprendizaje para no aferrarte a ciertos objetivos, sino vivir desapegadamente dejando fluir las experiencias por la inmensa danza de probabilidades, donde la incertidumbre es cada vez más presente paseándose en adelante por tu vida e instalándose en ella.

Es cierto que han pasado varias décadas desde esas sensaciones. Y en aquel entonces mis heridas eran sanadas por mis abuelas. Mi abuela Esperanza me enseñaba la dureza de la vida a través de sus vivencias, intensas y apasionadas, mi abuela Carmen me enseñaba a amar a los animales y a las plantas, me mostró la naturaleza y sus ciclos. Tantas otras cosas aprendí de las dos, cosas que me han convertido en lo que soy. También en ese tiempo, adopté a otras abuelas, que a su vez me ayudaban a sanar, gracias a su universidad de sabiduría. Su recuerdo habla siempre de mí.

Tarde gris de domingo

Este día gris de domingo me trae a la memoria el amor profundo y la templanza de todas ellas, con ese amor comencé mi andanza hacia la juventud. Disfruté de sus vivencias con matices iniciáticos, compartiendo los secretos de sus caminos.

Con el aroma de los claveles y las flores que todas ellas hacían crecer, fui germinando también mis cualidades y mis poderes que estaban entonces emergiendo y que poco a poco comenzaron a dar sus frutos: llegar a una realidad soñada.

Ellas me ayudaron a germinar también mi sensibilidad, a convertir mi cuerpo en altar y oráculo. Me mostraron que me puedo vestir con alas para llegar a mi intuición, a buscar mi objetivo y mi misión, asociando todo ello con una buena calidad de vida, autoconocimiento, libertad y espiritualidad siguiendo un código ético dictado siempre por mi corazón. Me ayudaron a integrarme en este mundo de continua creación y crecimiento.

Las gotas de la intensa lluvia, me hacen rememorar la inspiradora compañía que tuve con ellas, recuerdo ir incorporando a mi vida el disfrute por las cosas sencillas y la rebeldía por escenarios no comprendidos ni compartidos.

El tiempo pasa

Hoy extraño sus palabras y su compañía, que ayudaban siempre a preservar la calma, sobre todo actualmente con los tiempos turbulentos que estamos viviendo.

Pero lo que recuerdo con más intensidad y más amor es la sensación siempre presente de sentirme bienvenida en su presencia.

Ya cuando la tormenta ha pasado, ha dejado gotas brillantes al sol, recuerdo de alegrías y amaneceres. Recuerdo de corazones motivados a volar con alas propias. Mostrándonos constantemente que las etapas de la vida se abren y cierran continuamente, en un círculo infinito e indefinido… Unas experiencias comienzan en un día y concluyen en otro, pero no es un término es una transformación, es el comienzo de algo nuevo.

Gracias abuelas Carmen, Esperanza, Elisa, María, Valle, Rosarito, Victoria, Carmen, Pepa, Carmela… y otras muchas que me enseñaron tantas cosas…

¡Namasté!

2 Comentarios

  1. Elvira

    Ohhhhh, la universidad de la vida que sabías eran son y seremos

    Responder
    • Marié

      Siii, están siempre presentes. No quiero perder esa sabiduría que eran capaces de transmitir sin que te dieses cuenta de que lo hacían.

      Responder

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