Buenas noches, una noche tórrida de julio. Vamos allá, si te aburren mis historias es el momento de abandonar la lectura. Hoy regresan otras experiencias personales.
Parafraseándome a mí misma voy a continuar con historias entrañables para mí, y para ello rescato este pequeño párrafo de otras de mis reflexiones:
Amor volvió a acercarse a mí en forma de gemas, regaladas también por mi padre, la primera fue un sardónice. Y sobre todo, amor apareció en forma de libros, libros de las distintas religiones, libros de filosofía. Pero la manera en como llegaron será otra historia, en esta sería demasiado largo.
Y he aquí mi nueva historia, una historia de libros…
Aquí recojo alguna de las experiencias de por qué escribo, alguna que todavía no os haya contado, y yo creo que escribo porque he sido lectora incansable desde que aprendí a leer.
He leído de todo, y de todo eso que he leído, solamente un libro comenzado no fue terminado. Es muy raro en mí, sin embargo, me ha sido imposible terminarlo, habiéndolo intentado un montón de veces.
No voy a escribir su nombre por no influir en nadie, quizás sea yo, o no fuese el momento adecuado… igualmente, lo volveré a intentar.
Mis orígenes me definen, y definen mis comportamientos, no puedo renegar de donde vengo, sería deshonrar mis raíces.
Mi familia es humilde, no puedo decir que haya sido una familia pobre, pero ni de lejos puedo decir que haya nacido en clase media.
Una familia de cuatro personas a las que se unieron otras dos, contándome a mí y con el nacimiento de mi hermana.
Aunque fui objeto de muchas burlas, mi infancia fue feliz. En parte porque en todos mis momentos libres aprovechaba para leer.
Mi padre me enseñó a amar la lectura, cualquier tipo de lectura adecuada para mi edad, por supuesto.
Mis primeras lecturas fueron comics, cantidades enormes de cómics, de todas las variedades, de aventuras, de ficción, de chicas, incluso algunos viejos libros de mi padre.
Quizás él los tenía un poco olvidados, y a mí me sirvieron para comenzar una preciosa afición que me continúa acompañando. Él no tenía tiempo de leer por entonces, debía encargarse de alimentar a una familia de 6 personas,… ¿Clase media? ¡No! Clase trabajadora.
Al igual que sus propios padres, sus hermanos y sus cuñados, todos de clase humilde, que tenían que trabajar para comer.
Para disfrute de sus hijas, todos esos libros olvidados en sus estanterías permanecían en su memoria. Creo que fue un niño de altas capacidades, desafortunadamente en su época eso no se tenía en cuenta. Una de sus hermanas siempre me lo decía.
Su comportamiento y su manera de ver la vida eran su mayor riqueza, nos enseñó que la riqueza no es lo que los ricos creen, y nosotras lo hemos comprobado con creces.
En sus viejos libros y en todos esos comics desvencijados por el uso, (los leíamos y releíamos), fue donde aprendí a volar, a soñar otros mundos, otras personas más amables, más bondadosas, con poderes especiales, con compasión por las personas con menos posibilidades…
Íbamos a comprar comics todos los domingos al rastro de Madrid, o a cambiar los que ya habíamos leído.
Por aquella época los puestos llenaban la plaza totalmente, pero nosotros siempre íbamos al mismo puesto, en una esquina.
El dueño nos conocía de vernos tan habitualmente, y cada año, llegando el verano, en lugar de cambiarnos los comics nos los vendía todos a un precio especial. Viajábamos a Écija con cajas enormes de cartón llenas de tebeos, para los tres meses que pasábamos allí.
Él procuraba tener trabajo en Sevilla, o en Córdoba durante nuestras vacaciones y seguía trabajando allí para que nosotras disfrutásemos de la libertad que nos ofrecía nuestra amada aldea, Villanueva del Rey.
Y así crecimos, leyendo y soñando, y así nos hemos convertido en lectoras eternas.
Leíamos, leíamos, leíamos continuamente, cualquier ratito libre, al medio día, antes de dormir, en momento de excesivo calor… Bebíamos sedientas cada letra.
Nos decía que cualquier lectura era bienvenida, y tenía razón, llegó el momento en el que los comics no nos satisfacían y comenzamos a leer otro tipo de lecturas, novelas, libros de poemas, periódicos, historias…
Sus consejos eran siempre bienvenidos, que leyésemos todo lo que cayese en nuestras manos, y así hacíamos, de todo… También nos decía que teníamos que intentar aprender algo que nos enamorase hasta el punto de ser las mejores en ello.
Algo divertido, al menos para nosotras, que también nos decía, es que no nos fiásemos ni de nuestro padre, nosotras nos reíamos de esa expresión, él era nuestro padre… el espejo donde siempre nos mirábamos.
Él nos decía que de lo contrario alguien podría destrozarnos la vida…
Así que nuestra infancia transcurrió leyendo, y en todo lo que leíamos encontrábamos algo que nos podía servir de ayuda.
Personalmente, puedo afirmar que leer me mostró que no soy menos que nadie, ni mejor tampoco, pero que sí soy diferente de todos los demás. Y que todas las opiniones contrastadas y basadas en la verdad, en la verdad experimentada, son válidas.
Entre libros y consejos, me fui transformando en lo que hoy soy, y realmente no me suelo fiar de nadie, no me suelo creer casi nada de lo que escucho y observo, y, por supuesto, no me dejo llevar por payasadas ni estúpidos chistes, ni chismes…
Teniendo en cuenta, además, que muchas de las cosas que escucho y observo hoy aparecen en advertencias de filósofos, escritas muchos siglos atrás… la “sociedad” poco ha avanzado.
La vida suele enseñarte, sin que lo pidas, lo que no eres capaz de aprender por tus medios, así que como no leía sobre la muerte, con unos ocho años la pude comprobar de cerca. Atropellaron a una niña que vivía cerca de casa. Y como consecuencia, conocí la vida en la muerte de esa niña, que además estaba enferma…
Es inevitable que se conozcan las cosas que se deben conocer, no puedes esconderte de nada, no hay escondite para nadie, para nadie.
Luego me dijeron que el conductor estaba ebrio. Él la mató, otra verdad que no pude evitar conocer.
Mi libro en blanco se iba escribiendo, y no comenzaba con líneas demasiado hermosas.
Realmente nada depende de una, depende de muchos factores, demasiados, y casi todos ajenos.
Con las decepciones, volvía a esconderme tras las tapas de un libro, Y con esos ocho añitos también comenzó mi andanza escribiendo mis sentimientos, en estas ocasiones lo hacia en forma de poemas. Eran más o menos absurdos, no obstante, me ayudaban un poco con mis entonces pequeños dolores.
También comenzó mi costumbre de escribir todas y cada una de mis experiencias especiales, que por entonces eran casi todas. Así que mi vida está escrita en tozos de papel, servilletas, y con el tiempo en un pequeño diario en el que archivé todas las demás.
Ahora me alegro de ello, por mi mala memoria. Afortunadamente, mi diario no necesita memoria, solo que lo hojee hasta encontrar lo que necesito, y en él está todo guardado a buen recaudo.
Nadie, absolutamente nadie que ha pasado por mi vida puede engañarme, porque toda está allí, escondido a los ojos de los demás.
A mi madre no le hizo mucha gracia mi diario, porque escribía todo, incluso mis sentimientos, mis fantasías, mis deseos… Me decía: – ten cuidado con lo que escribes, a ver si alguien lo encuentra y te hace daño. — No escribas tonterías en él, ni nada vergonzoso ni escandaloso…
Yo continúe escribiendo y nunca lo he dejado, todo para mí. Aunque realmente no me importaba si alguien lo leía, no era vergonzosa, nunca lo he sido y creo que no lo seré a estas alturas, sin embargo, siempre respetuosa.
Además, escribiendo podía ser lo que quisiera ser, todo lo que quisiera ser y era una maravilla.
Comencé a escribir de dos formas distintas, mi vida, y mi fantasía… mi diario y mis historias inventadas, mis sentimientos, mis emociones y mis dolores.
Hoy hay cosas que no puedo leer, pero ahí están, para el futuro, si no se tiran sin querer…
Me agarré con todas mis fuerzas a las tablas que salvaron mi infancia, mis lecturas, mis escritos y mis dibujos. Los conservo todos.
Y aquí sigo, para mí es un placer, leer, pintar, dibujar, escribir… ser más feliz que cualquier “famoso”, que cualquier “poderoso”.
Todos ellos me enseñaron a amar, a notar mis sueños en mi piel. Ellos viven en la sonrisa escondida en mis comisuras, en mis ojos, en mi alma.
Me mostraron como mis ojos pueden sonreír aunque mi alma esté llorando.
Era una chiquilla sin culpa de nada, que nació donde nació y que hoy siente el mayor de los orgullos de haber nacido allí y de no haber fallado nunca a los valores que ellos me enseñaron.
Alguna vez les vi llorar, y permanecía silenciosa, porque ellos no sabían que les había visto, sin querer. Sabía que sufrían por mí, por no poder ofrecerme lo que hubiesen querido, y pese a mi manera un tanto salvaje de comportarme jamás sus manos rozaron mi cuerpo con intención de castigo, siempre de amor, de comprensión.
Él siempre supo que quería lo mejor para nosotras, pero, ciertamente, nunca he sabido lo difícil que es todo ello hasta que he sido madre. Nunca se llega a saber como.
Mi escuela era mi cárcel, pero alrededor de mis 11 años pase el día más feliz de mi vida y a la vez más triste: gane un concurso y perdí el premio en el mismo día. Dibujo de tema libre, sobre una visita cultural. Mi dibujo fue precioso, y de lo único que me arrepiento es de no haberlo conservado, todo arrugado y sucio…
Mis manos siempre han sido rápidas, más de lo normal, y era envidiada por ello, quizás esa era la razón de mi desgracia. Aunque no puedo decir que más rápido que mi mente, ella siempre va por delante, la loca de la casa…
No obstante, dibuje el mejor dibujo entre un montón de colegios, y eso quedará para siempre en mí, nadie jamás podrá quitarme esa satisfacción, aunque si el premio…
Llegué a casa llorando, no por mí, por mi hermana, pues ella es la que disfrutaría de mi premio, una moto.
Pensé, ¿Quién piensa en mí? Ellos pensaban en mí, nunca lo olvidaré.
Era pequeña, llorona, me sentía inferior, sufrí acoso, empujones por mi manera victimista de responder, pero fui capaz de entender que los cobardes eran ellos, yo estaba sola, ellos no. Los violentos jamás actúan solos, los cobardes nunca hablan por su boca, sino por boca de otros. Viven desgraciadamente, asustados, escondidos en alguien, sin enfrentar sus insatisfacciones, engañándose con poder o dinero, o viajes o casas, enfrentando su frustración con otros.
Pero doy las gracias porque soy fuerte, digo lo que pienso, o lo escribo, pero siempre lo comunico y ni me suelo equivocar, aunque haya quien no me lo suela reconocer, no lo necesito.
Además, logre mi sueño, y sigo teniendo sueños que sé que voy a seguir consiguiendo, lo tengo claro porque para ello no necesito herir a nadie, ni pasar por encima de nadie, ni tener poder, ni dinero, solo amor, y de eso estoy rodeada afortunadamente.
Realmente encontré a alguien que creyese en mí, ¡Yo misma!
Los demás han vivido un engaño que al final no logró convencerme, la única persona que sabe de mis sueños y lo que alberga mi corazón soy yo.
Viví tras de mis esperanzas, las escribí y pude comprobar que eran realmente profecías… aunque suene raro.
La vida es tan larga como corta, según tú decidas, yo creo que es lo suficientemente larga para aprender lo que he venido a ella, y lo suficientemente corta para que me parezca insuficiente para aprender lo que realmente me gustaría.
Sigo aquí, pintando, escribiendo mucho, sanando infinidad de corazones, sirviendo de guía para otros muchos, ayudando a seguir los caminos, limpiando espiritualmente y energéticamente ambientes, algo de lo que me siento enormemente satisfecha, no deja de ser ayudar.
Y aunque creo que este mundo es un caos, que siempre me ha puesto la zancadilla, que me empujó a los acantilados más escarpados, es el que me toca vivir y lo seguiré haciendo desde la ilusión.
Gracias mi mundo soy lo que soy.
Aquí sigue mi poesía, mi biblioteca interna.
A todos toca vivir, porque se llora y se ríe,
porque se besa y se abraza
y porque se pierde, se vive,
porque la vida es así,
uno sufre y se estresa,
no se puede eludir
con alegría o tristeza.
Lee, lee, lee, pero no creas todo lo que lees, la mayoría son mentiras, y ahora más que nunca. Si antes no me creía casi nada, ahora no me creo nada.
0 comentarios