La soledad es algo que según a quién preguntes y según en que momento la tengas como compañera, tendrá diferentes connotaciones. Hoy traigo una reflexión sobre la soledad de nuevo para ti.
Hay momentos en los que la necesito en mi vida, es absolutamente imprescindible para mí, supongo que porque no tengo que convivir con ella demasiado tiempo.
Porque si nos preguntamos por personas que están solas por obligación, supongo que tendrán otro sentimiento hacia ella.
Igualmente, sigo pensando que todo ser necesita momentos de soledad.
Personalmente, cuando debo pasar excesivo tiempo rodeada de muchas personas, siento mi energía descender un poco, aunque no en todas las ocasiones.
Sobre todo, me ocurre en esas circunstancias en las que hay conversaciones muy acaloradas, o discusiones, o voces excesivamente altas. En esos momentos siento que toda mi estructura se descoloca.
Aunque quiera estar bien, todo está un poco desordenado y creo que inutilizado por si soy necesaria ante cualquier eventualidad.
Cuando hay excesivo ruido ambiente no puedo evitar que todo lo que me compone se desordene y comience a enfrentarse. Me refiero a mi parte mental con la emocional, o la física con la espiritual y con la psíquica. Es un poco agotador.
Esa es la razón, no que no me gusten las personas, adoro a las personas.
No obstante en algunas ocasiones de intensidad a mi alrededor, me siento colapsar.
Cuando me ocurre esto, obligó a mis pensamientos a volar hasta alcanzar todas esas historias contadas por mis abuelas. ¡Siempre las abuelas, ellas vienen a rescatarme de mi clausura!
En ambas familias, materna y paterna, eran muchos, y me enseñaron a eso… a amar a las personas, a guardar una convivencia bonita y a crear vínculos familiares con todos.
Me mostraron que debo pensar en todos y en su bienestar, a sentir su alegría y agradecimiento, a sentirme genial al proporcionar esas sensaciones en los demás. Y por supuesto a mirar sus ojos y encontrar amor en ellos.
Aprendí, gracias a sus ejemplos, a crear fuertes vínculos sociales a través de los vínculos familiares, y me ha servido de mucha ayuda a lo largo de mi vida.
Lo más importante y con lo que siempre me quedo, aunque suene repetitivo, es con amar a todos.
Pero volviendo a la soledad, aunque yo la necesito a veces, creo que es necesaria una asignatura que muestre las herramientas para aprender a estar a solas.
Lo observó en algunas personas, necesidad de aceptar esa situación para una saludable vida espiritual, mental y física.
Creo que todos necesitamos soledad para sanar diferentes procesos personales.
Opino que necesitamos esa parte de libertad individual y de silencio que nos proporciona la soledad.
Es una bonita manera de intentar conocernos, de aceptarnos, de aprender a estar solos, por si es necesario que lo estemos en un futuro.
Algo importante… ¡Meditar en soledad!, aunque se puede meditar en compañía, opino que es más efectiva una relajación en solitario.
No te distrae nadie, excepto los ruidos ambientes que debemos integrar en las meditaciones.
¿Quieres hacer una meditación?
Cómo en otras ocasiones, puedes grabarla con tu voz y escucharla para una mejor concentración.
Intenta encontrar unos minutos para ti, en soledad.
Recuéstate o siéntate cómodamente y con ropa suelta.
Comienza a estar presente en tu respiración. Respira unas cuantas veces conscientemente hasta comenzar a respirar de nuevo de manera inconsciente.
Siente todo tu cuerpo, nota las partes que están en contacto con tu asiento o con el lugar donde estés recostada.
Relájalas.
Observa algún dolor, alguna molestia, enviale amor.
Siente tu cuerpo pesado. Tus dedos, tus pies y tus manos hasta que los notes vibrar.
Tus brazos y piernas.
Tu torso, genitales, pelvis, abdomen, tórax y pecho.
Tu coxis, sacro, columna lumbar, dorsal y cervical, junto con la musculatura de toda tu espalda.
Escucha como tus órganos se mueven y se recolocan.
Relaja tu cráneo, sus articulaciones, el cuero cabelludo, frente, entrecejo, pómulos, mejillas, labios, nariz, lengua, mandíbula, y siente como tus ojos caen profundamente hacia la parte posterior de tu cabeza. Relajalos ahí. Mira desde tu interior a la parte central de tu entrecejo.
Ahora imagina que la soledad te envuelve y te aporta tranquilidad.
Si necesitas para ello viajar a algún bosque, algún valle frondoso o al mar, dirige allí tu imaginación.
También puedes viajar a la orilla de un río de aguas cálidas, limpias, transparentes, que te dejan ver infinidad de pececitos en su interior.
Coloca tus pies en él, siéntete parte de esa naturaleza y comparte con ella tu soledad.
Todo discurre en esta «engañosa» soledad, los árboles que te rodean, las avecillas que se acercan tranquilas presintiendo tu calma interior, sin temor ninguno.
Las mariposas te ofrecen los sonidos perfectos de sus aleteos. Algún otro tipo de insecto que se acerca sin molestar.
Siente el aroma de las flores que te rodean y de las resinas que resbalan de la corteza de los árboles.
Todo ello se conjuga contigo, pero aceptan, como tú, su soledad. Todo ello te muestra que la soledad es compartir esta multitud de seres vivos que coexisten contigo disfrutando cada uno en solitario.
Percibe como la energía sube en tu interior atravesando todo tu cuerpo, como tu fuerza vital aumenta y siente que deseas compartir todo con los demás. Hacéis el intercambio necesario para sanar mutuamente.
El río, los peces, las flores, incluso las piedras te muestran que la soledad que estáis compartiendo sana todas vuestras estructuras, todos vuestros cuerpos.
Todo es hermoso, este recreo es necesario.
En esta quietud aprendes a apreciar los momentos de compañía, incluso de esa compañía que te resulta incómoda. Agradeces la incomodidad y la sanas.
Te puedes centrar en esas personas que te incomodan para enviarles comprensión. Y recuerda observar si ha cambiado algo en tu relación con ellas cuando vuelvas a verlas.
Ahora tu soledad va alejándose, y amigos y familiares queridos van acercándose. Sientes agradecimiento por tenerlos en tu vida.
Ellos son indispensables, pero les haces ver que hay momentos en los que necesitas tiempo para ti. Lo van a entender, porque ellos también lo necesitan.
Piensa en tu parte espiritual, ella transita contigo, pero en soledad. Tu espíritu necesita de esa soledad y es el que nos transmite esa necesidad en algunos momentos.
Permanece en esta sensación de calma interior y relajación física los minutos que consideres necesarios hasta notar como una cantidad inmensa de energía te envuelve.
Ahora estás preparada para tu día o para tu tarde, o para ir a la cama a descansar.
Si vas a dormir, simplemente déjate llevar y si no, comienza a mover despacio cada parte de tu cuerpo hasta sentirte regresar a tu estancia.
Haz esta meditación a diario si puedes o en cualquier momentito que tengas para ti.
Feliz día.
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