Cuento sobre la justicia

Escrito por Marié

6 de septiembre de 2024

Cuento sobre la justicia.

En el primer día de clase, el profesor de “Introducción al Derecho” entró al aula y lo primero que hizo fue pedir el nombre de un estudiante que estaba sentado en la primera fila:

 

— ¿Cuál es su nombre?

 

— Mi nombre es Antonio, Señor.

 

— ¡Fuera de mi clase y no vuelva nunca más! – Gritó el maestro de manera desagradable.

 

 

Antonio estaba desconcertado. Cuando volvió en sí, se levantó rápidamente, recogió sus cosas y salió del aula.

 

Todo el mundo estaba asustado e indignado, pero nadie habló.

 

 

— ¡Muy bien! – Vamos a empezar, dijo el profesor.

 

— ¿Para qué sirven las leyes? Preguntó el maestro.

 

 

Los estudiantes seguían asustados, pero poco a poco empezaron a responder a su pregunta:

 

 

— Para tener un orden en nuestra sociedad.

 

— ¡No! – Respondió el profesor.

 

— Para cumplirlas.

 

— ¡No!

 

— Para que las personas equivocadas paguen por sus acciones.

 

— ¡No!

 

— ¿Alguien me puede dar una respuesta más adecuada a esta pregunta?

 

— Para que se haga justicia – una muchacha habló con timidez.

 

— ¡Por fin! Es decir, por la justicia.

 

— Y ahora, ¿qué es la justicia?

 

 

Todos empezaron a molestarse por la actitud tan agrasiva del profesor.

 

Sin embargo, continuaron respondiendo:

 

 

— A fin de salvaguardar los derechos humanos …

 

— Bien, ¿qué más? – preguntó el maestro.

 

— Para diferenciar el bien del mal, para recompensar a aquellos que hacen el bien …

 

— Ok, no está mal, pero respondan a esta pregunta:

 

— ¿Actué correctamente al expulsar a Antonio del aula?

 

 

Todos estaban en silencio, nadie respondió.

 

 

— ¡Quiero una respuesta por unanimidad!

 

— ¡No! – Todos contestaron con una sola voz.

 

— ¿Se podría decir que he cometido una injusticia?

 

— ¡Sí!

 

— ¿Y por qué nadie hizo nada al respecto? ¿Para qué queremos leyes y reglas, si no tenemos la voluntad necesaria para practicarlas?

 

— Cada uno de ustedes tiene la obligación de hablar cuando es testigo de una injusticia. Todos.

 

— ¡No vuelvan a estar en silencio, nunca más en situaciones similares! Vayan a buscar a Antonio – dijo— después de todo, él es el maestro, yo soy un estudiante de otro período. «Risas»

 

— Aprendan que cuando no defendemos nuestros derechos, se pierde la dignidad y la dignidad no puede ser negociada.

 

– Desconozco el autor.

Las injusticias son una realidad dolorosa… pero debemos aprender a convivir con ellas.

La mayoría de injustas que escucho en terapia son cotidianas. Separaciones, escalada en el trabajo de otra persona peor cualificada, malos comportamientos, envidias…

Al valorar una injusticia como la del cuento, nos vamos sintiendo inmovilizados, frustrados y nuestro pensamiento nos obliga a sentir impotencia o abatimiento en lugar de dejar salir nuestra parte salvaje y defensora.

Si solo analizamos lo sucedido, como en este caso, y no avanzamos con una acción, es un bloqueo contagioso que provoca que el resto no se queje.

Veo un reflejo de la sociedad conformista actual que se deja pisar el cuello sin protestar, no solo eso, ofrecen el cuello de otros…

Teniendo esto en cuenta, y viendo también que ni los propios jueces tienen decisiones objetivas sobre lo justo o lo injusto, es normal una apatía generalizada y una desesperanza en los jóvenes.

Apuesto por una acción, como ejemplo, para encauzar la injusticia y hacerla ver. Optar por lo que nos gustaría. Tener empatía y sentirnos en el lugar de la persona a la que han ofendido.

La injusticia es un verdugo y para salir de sus cadenas debemos saber tener voz.

 

Si quieres que algo suceda, ¡Dilo!, ¡Pídelo! Da igual lo que hagan los demás. ¡Sé la diferencia!

 

 

¡Namasté!

 

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