Cinco pasos a la izquierda

Escrito por Marié

4 de noviembre de 2024

Sábado noche, vuelve mi infancia a mi presente y vuelvo a ver el mundo como una gran isla del tesoro. Me gusta imaginar mi mundo así, lleno de sorpresas de nuevo, no cotidiano y sencillo. ¿Quieres pasear por mi isla conmigo? Vamos a partir de una enorme cruz en el centro de la isla. Cinco pasos a la izquierda, dos de frente y una flecha muy bien dibujada que me indica que voy por el camino correcto.

Que sencillas son las cosas así, cuando van marcándote los pasos correctos. Tengo fe en esa fuerza invisible y grande que me los marca sin decir nada, solo enviar a mi corazón la seguridad de que es lo correcto.

En estos días en los que queda poco del verano suelo recordar mi niñez, aunque lo hago en cualquier época del año. De pequeña, siempre caminaba sobre caminos tiernos, sobre tierra suelta, sobre abono fresco y si me caía lloraba. Pero el disgusto era demasiado corto, tenía que seguir con lo que me ocupaba, divertirme, cavar la tierra suelta frente a mi casa, en la chopera y eso es porque viajaba a lomos de la ilusión y la esperanza.

Mi chica vive en un reinado eterno, era soberana de mi vida y era la que decidía vivir y lo que no, sabía lo que quería, lo que me hacia feliz, y no tenia miedo de llegar a lugares un poco mas allá de lo correcto.

Siendo muy pequeña mi ilusión era enormemente mas grande que yo, y no se en que momento dejó paso a la desilusión y a la tristeza.

Recuerdo con amor las tardes en los parques, acompañada de mi hermanita en brazos de mi querido abuelo, columpiándome sin preocupaciones con la melena al viento.

Solía soltar la bolsa de juguetes allí donde cayese. No me preocupaba, entonces nadie se llevaba nada. Solo había ilusión y viento jugando con mis rizos. Yo le sonreía a todas las luces y sombras que formaban las hojas de los enormes plátanos en la arena del parque. Sentía los giros de mi cuerpo sobre el columpio que giraba sin pausa provocándome vértigo en el estomago y mil sonrisas. Bajaba mareada como ese pirata borracho agarrándose fuerte al timón de su embarcación.

Y entre vuelta y vuelta el tiempo volaba y esa otra niña triste cada vez se abría mas paso, desapareciendo las sonrisas y las ilusiones. Parecían dos niñas distintas, diferentes, mirándose de frente desde columpios opuestos. La triste quieta como siempre, observando, sin ganas de montarse en ningún columpio, solo quería crecer, sin saber que cuando lo hiciese terminaría esa ilusión infantil.

Esa pequeña niña cargaba un peso, un lastre de tristeza, rabia y sensación de injusticia. Pero la otra lograba ver esa tristeza, aunque era la única que podía verla. Era algo difícil de ver si no lo llevabas dentro. Sentía que vivía en el interior profundo desde hacia un tiempo, pero no siempre aparecía solamente algunas veces venia de visita.
Poco a poco la inocencia fue dejando paso a otra cosa, la incertidumbre y la niña alegre fue abandonando poco a poco su pequeño paraíso.

Hay días en los que me despierto buscando mi tesoro perdido, la sensación de saber con total seguridad que estoy haciendo lo correcto. Creo que nunca lo sabemos a ciencia cierta. Mis hijos me recuerdan a diario que aunque lo crea correcto puede no serlo.

Y desde entonces, desde esos momentos en el parque, se que el tesoro sigue siendo secreto, y lo importante es la ilusión de encontrarlo en algún momento.

Esa pequeñaja de ojos traviesos se dejaba guiar por consejos que no la llevaron a ningún sitio, todavía no tenia una personalidad fuerte. Solo seguía un camino de ida, siempre miraba hacia delante, y no me preocupaba de recordar el camino de regreso a los columpios que tan felices momentos me hicieron disfrutar.

Es una pena que el calzado que hoy visten mis pies aunque fabricados con mi mayor compasión son los que se encargan de frenar el precioso columpio. El tiempo todo lo modifica. Y la niña triste vino para quedarse para siempre conmigo, la otra, la que vivía en pura ilusión no me abandono nunca, pero muestra su pequeña nariz en menos ocasiones. Sobre todo cuando se siente necesaria.

Pero debo decir que me equivoqué porque ninguna se marchó, pensé que si, pero las dos caminan de la mano y unas veces una adelanta a la otra. Algunas veces se despierta una por la mañana y otras veces lo hace la otra, las dos están buscando el camino correcto. Las dos somos hijas de la vida y las mellizas huérfanas e inocentes de la esperanza.

Entiendo que soy las dos, y desde esta certeza sigo la travesía eterna, unas veces con peros y otras con ilusiones. La suerte es que estos pasajes siempre tienen viajeros que acompañan mi camino, grupos perfectos de aventureros y piratas que hacen el viaje mas inspirador. Que apoyan e impulsan, que amparan y acojen.

Gracias hermana, mi primera amiga y gracias a mis grandes amigos. Los que confiáis en mi, los que veis mi parte ilusionada y alegre y también los que acojéis mi parte mas oscura y os quedáis a observarla y sanarla.

Cada vez que recuerdo ese columpio, esa rueda enorme que giraba en una u otra dirección me iba contando historias y llegan a mi reminiscencias de lo que entonces sentía y es lo mismo que hoy siento. Si me detengo lo suficiente puedo incluso sentir el aroma que me envolvía entonces, a aire caliente, a caramelos de nata, a pan o a palomitas de maíz recién hechas.

Y si me detengo a escuchar también puedo oír lo que oía, las canciones del barrio, castañuelas en los patios, repiqueteo al medio día mientras observaba jugar a la brisca. Puedo vivir de nuevo todo lo que viví. Pero no voy volver a calzarme los zapatos que frenen los columpios, quiero volver a ellos cada vez que lo necesite. Se que estarán esperando por nosotras.

Mi alegre niña tiene la facilidad de saltar y abrazar todo ello con el amor que solo se siente siendo niño. Nuestros corazones entonces son mucho mayores, o al menos mas flexibles, tienen mas capacidad y atesoran cosas profundas y perfectas.

Mi chica alegre me miro con agradecimiento y mi chica triste le respondió con lagrimas resbalando por sus pequeñas mejillas.

Todo es correcto, la risa ayuda a ocultar el frió y las lagrimas no dejan verlo.

Con el equipaje cargado de todos estos años sigo intentando encontrar el camino a casa. El camino que marcaba aquel mapa del tesoro, las cruces y las flechas. Y puedo comprobar que el mapa nunca es el mismo, va cambiando e inequívocamente cada vez que cambia es para mostrar el camino correcto en cada momento y en cada emoción de mi vida.

Intento buscar en mi interior a la niña alegre, la que precedía a la gran maga que me siento, la psicóloga que se encuentra escondida en mis sombras y que hace sentir paz a la niña triste.

Afortunadamente mi camino lo complementa mi aventurero compañero que ayuda a que la travesía sea equilibrada, es el que rescata a la niña alegre de las profundidades a las que la arrastra el ancla oxidada de los recuerdos.

Viajar con él a aquellos lugares atravesando el inconsciente permite que juntos hayamos construido puentes para poder hacerlo con mas facilidad. Es el que ayuda a que la tristeza y la alegría puedan seguir conviviendo y la balanza siempre esté del lado correcto. Es el que rescata cada una de mis partes atrapada girando y girando en el antiguo columpio, y que son invisibles para el resto del mundo, Nadie mas merece mirarlas por que no tienen la capacidad suficiente para verlas y diferenciarlas.

El monte del destino es mas fácil de escalar de la mano de alguien amigo, por muy empinada que sea la cuesta.

Creo que todos podemos viajar a nuestro inconsciente, a nuestras luces y sombras infantiles a traves de la historia que vamos construyendo. Y si tomamos el camino en sentido contrario, por difícil que pueda parecer encontraremos lo necesario para que la niña alegre contagie a la niña triste. Dando de esa forma sentido a la vida.

Desconozco si te sirve o no de ayuda en tu vida. Si estas intentando demostrarte tu valía y merecimiento. Quizás tu viaje esté ahora en dirección al abismo para rescatar tu parte triste. Debes dejarla llorar para que la risa regrese de nuevo a tu vida. Nada continua eternamente en las sombras, pero estar en la sombra es necesario para ver la luz. Date tiempo, el suficiente para sentir la seguridad de que el mapa te indica el camino correcto. El te va llevar siempre en dirección de ese tesoro que pensabas perdido.

En ocasiones ese tesoro lo tenemos tan cerca que no somos capaces de verlo. Salva tu hogar, tu reloj de arena es como el infinito de su forma y no acabará el tiempo mientras no encuentres lo necesario.

Sabes que hay tiempo, todavía quedan granitos de arena por deslizarse en esa duna perfecta de la vida. El tesoro perdido es el equilibrio entre tu niña triste y tu niña alegre.

 

¿Quieres que te ayude a encontrar ese equilibrio?

¡Namasté!

 

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