Admito que estoy viviendo unos días tristes, es inevitable aunque mi carácter sea alegre… Añoranzas.
Estudio como sobrellevar esta nostalgia, no obstante, por momentos le otorgo la facultad de que me acompañe, no me gusta fingir.
No lo suelo hacer para los demás ¡se me percibe demasiado bien!, así que lo considero injusto hacerlo para mí misma.
Necesito sentir esto que siento, vivirlo, acomodarme en sus brazos y dejarme mecer por esta sensación de languidez, pues me hace observarme en paz. Si fingiese no sentirla, viviría en un estado de tensión que no me parece razonable. Sería un disimulo innoble.
Casi a diario, antes de levantarme, en la serenidad que antecede al amanecer, en el susurro del viento acariciando los árboles frente a mis ventanas, siento que habita un saludo constante que me hace reconectar con mi propia esencia y hoy mi esencia me invita a sentirme triste.
No sé decir sin temor a equivocarme en que consiste exactamente, solo que de vez en cuando comparece a acompañar mis despertares.
Si investigo un poco para confrontar mis sensaciones intentando concederme una explicación, mis energías comienzan a agonizar, poco a poco se van consumiendo como nuestro tiempo y terminan por agotarse, ¡igualmente lo intento!
¿Pueden ser impresiones de soledad?
Nunca me ha asustado la soledad, todo lo contrario, somos amigas comprensibles, la disfruto, disfrutamos juntas.
Pero esta emoción de hoy es equivalente a una soledad abismal. Es similar a advertir en los huesos la certeza de que en realidad estoy sola aunque seres visibles o invisibles escolten mi peregrinar.
¿A quién le puedo preguntar?
Al fin y al cabo nadie va a sentir lo que yo siento, nadie puede sentirlo por mí, todos vivimos en soledad nuestros propios sentimientos, es algo que no se puede intercambiar.
Nadie me va a sustituir y a ti tampoco. Hoy nadie va a venir a vivir mi vida para que yo deje de sentirme melancólica, afligida o apenada.
La certeza es que todo ello existe, pero a pesar de no poder vivir los sentimientos de otro, se puede intentar albergar, como poco, algo de empatía.
Pero nuestro mundo no funciona así, y ahora más que nunca se está manifestando que esto es una realidad.
Nadie que tenga el poder suficiente para ayudar a que el mundo sea un lugar mejor, tiene los arrestos de hacerlo… ¡Total su mundo ya es el mejor que podrían desear!
Esa grandeza permanece para los pobres.
No obstante, todos estamos solos frente a perpetuos contratiempos que arrancan lamentos de nuestras entrañas.
Esta amargura generalizada provoca que instante a instante nos descubramos angustiados o desconsolados.
La juventud vive sin esperanza y figurarme en su lugar me conduce a sentirme como me siento, en una tristeza que parece no tener principio ni final.
¿Por qué será todo tan distinto?
Las circunstancias de cada uno definen sus comportamientos.
Y supongo que la edad va cambiando las maneras de observar la vida.
No es que tenga tantos años. Voy a buscar a ver que encuentro escondido…
Me gusta hablar con muchas personas y al comparar experiencias con personas de mi edad, encuentro una diferencia con mis vivencias, supongo que otras muchas si lo han vivido, pero la gran mayoría no han experimentado tantas pérdidas como otras, alguno incluso no ha tenido ninguna. ¿Gran regalo? No lo sé.
Algunas, por causas diferentes no conocieron a sus abuelos, así que no tuvieron que decirles adiós, y nadie ha faltado a lo largo de sus vidas, son afortunadas. Aunque tampoco lo sé.
Realmente no lo puedo afirmar con seguridad, porque yo me he sentido muy feliz por conocer y compartir mi vida con todos mis abuelos, aunque haya tenido que despedirlos.
Lo único que puedo decir es que al observar mi pasado cercano, observo demasiadas pérdidas, bastantes despedidas y creo que esta puede ser una razón de que en estos días la melancolía me haga compañía.
Realmente cuando pienso en quienes ya no están en mi vida, aparecen en mi mente bonitos recuerdos, pero dejan tras de sí algunas sensaciones de desamparo. Sobre todo mis primeras despedidas, saliendo casi de la adolescencia. Dos primos bastante queridos con muy poco tiempo de diferencia marcaron para siempre mi vida.
Esos sucesos dejaron huellas gélidas en mi corazón y algunas veces aparecen en el camino.
La cuestión es que hoy me he dejado arrastrar por esa corriente fría y me vuelvo a percibir como una niña, una niña grande a la que han despojado de muchas ilusiones.
Soy una niña que no reconoce el mundo en el que reside.
Lo observo y él me abofetea de vuelta con imágenes distorsionadas. Todas mis perdidas añadidas a lo que alcanzo a ver en el mundo.
Mi nostalgia se revuelve y desea que las cosas no sean como son.
Y alrededor de todo: ¡Sordera! ¡Ceguera!
Cuando estemos rodeados de porquería hasta lo más alto reaccionaremos, pero entonces corresponderá frotarnos concienzudamente y refrescar el camino correcto para no volver a terminar así.
Algo que me ha transmitido un poco de miedo es la experiencia de cierta conocida. Ha debido de someterse a una cirugía similar a una de las mías y a día de hoy se encuentra con un crédito impagable porque su póliza “no la cubría” y pensaba que sí…
¿Esa es la tendencia?… ¿Que se mueran los pobres?
Y con pobres no me refiero a los que duermen en la calle, sino a personas como tú y como yo, como mi amiga, que pensaba que tenía una vida acomodada hasta que ha comprobado que no.
Hacia eso nos dirigimos, un mundo de poderosos, en el que no tiene cabida otra cosa. O al menos eso es lo que parece y lo que se vislumbra.
No obstante si alcanzan a encontrarse solos en el mundo, ¿se entenderán entre ellos? Lo dudo. Porque también habrá divergencias y todos desearán el mejor escalón.
¿No habrán experimentado perdidas? Porque si no, sabrían que van a morir.
¡Solos, desnudos, vacíos! Un cuerpo igual a todos los demás.
¿Para qué sirven tantos golpes de pecho teniendo desaliñado el corazón?, si la espiritualidad mundana nos enseña que cada acto, no importa cuán pequeño sea, tiene el potencial de ser sagrado.
Al menos tengo el consuelo de que si muero ahora, me voy llena, llena de infinidad de cosas, pero con los bolsillos vacíos, eso sí, como todos.
Me llevo la experiencia preciosa de descubrir la divinidad en la cotidianidad, la posibilidad de haber podido aprender que es un deber vivir cada momento con propósito y profundidad. El regalo de poder contemplar la magia en lo aparentemente mundano.
¡El ejercicio de distinguir y celebrar la inmortalidad de la existencia, en todas sus formas!
No es necesario más. ¡Es una pena para quien necesite más!
Para vivir, incluso para morir en paz solo es necesario un corazón afectuoso y una inclinación a investigar.
¿Alguna vez has advertido que el universo conspira a tu favor, enviándote señales en los momentos más inesperados? Ya sé que lo he dicho alguna vez. Por supuesto, y lo seguiré diciendo hasta que no tenga que hacerlo porque ya lo sabes.
¿Has comprobado esos fulgores de luminosidad, esos murmullos del destino que te dicen, “es ahora”? Pues hazlo.
¡Seguro que estimas las “señales” que alguien o algo deja a tu paso!
¡No son coincidencias! ¡Son llamadas!
¡Son oportunidades para ti!
¡Y el día mágico es hoy!
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