Antiguo cuento anónimo
¿Qué cosas hay en la vida que podrían hacerte levantar diariamente con alegría? ¿Estás dentro de un círculo? ¿Son necesarias 100 monedas de oro para ser feliz? Cuento el círculo del 99.
Erase una vez un rey muy, pero que muy rico, pero muy, pero que muy infeliz. Pasaba los días triste y amargado, sin saber muy bien por qué.
Este rey tenía un sirviente muy humilde pero muy feliz, que trabajaba cantando y le dedicaba siempre a su rey una sincera sonrisa cargada de energía positiva. Su distendido comportamiento y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre.
El rey no podía entender cómo aquel sirviente, teniendo tan poco, podía ser feliz. Y un día se lo preguntó:
– Paje -le dijo- ¿cual es el secreto? – Dime, ¿cómo es que eres tan feliz? ¿Cómo puedes estar todos los días contento?
-¿Qué secreto, Majestad?
– ¿Cual es el secreto de tu alegría?
– Alteza, no hay ningún secreto. .
– No me mientas, paje. He mandado a cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
– No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto.
– ¿Por qué esta siempre alegre y feliz? ¿eh? ¿por qué?
– Majestad, no tengo razones para estar triste. Su Alteza me honra permitiéndome atenderlo. Tengo a mi esposa y a mis hijos viviendo en la casa que la Corte nos ha asignado. Tenemos vestido y alimento y además su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos, ¿cómo no estar feliz?
– Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar -dijo el rey-. Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.
– Pero, Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más que complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando…
– Vete, !vete antes de que llame al verdugo!
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.
El rey estaba como loco. No consiguió explicarse cómo el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana.
– ¿Por qué el es feliz? – ¡No entiendo por qué mi sirviente es tan feliz y yo tan infeliz teniendo mucho más! ¿Dónde está el secreto de la felicidad?
– Ah, Majestad, lo que sucede es que él esta fuera del círculo. La explicación no está en lo que su sirviente tiene sino en lo que no le falta. Al no faltarle nada para que su vida esté completa, es feliz… Y es porque no entró en el círculo del 99.
– ¿Fuera del círculo?¿El círculo del 99? ¿Eso qué es?
– Así es.Todo el que entra en el círculo del 99 es infeliz… Es muy difícil de explicar… si deja que su sirviente entre en él, lo entenderá.
– ¿Y eso es lo que lo hace feliz?
– No Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
– A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz.
– Así es.
– ¿Y cómo salió?
– ¡Nunca entró!
– ¿Qué circulo es ese?
– El círculo del 99.
– Verdaderamente, no entiendo nada.
– La única manera para que entendieras, sería mostrártelo en hechos.
– ¿Cómo?
– Haciendo entrar a tu paje en el círculo.
– Eso, obliguémoslo a entrar.
– No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.
– Entonces habrá que engañarlo.
– No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, el entrará solito.
– ¿Pero el no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
– Sí se dará cuenta.
– Entonces no entrará.
– No lo podrá evitar.
– ¿Dices que el se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y
de todos modos entrará en él y no podrá salir?– Tal cual. Majestad, ¿estás dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?
– Sí
– Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una mas ni una menos. ¡99!
– ¿Qué mas? ¿Llevo guardias por si acaso?
– Nada mas que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.
– Hasta la noche.
Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey. Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron el alba.
Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía: Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie cómo lo encontraste. Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente, golpeó y volvió a esconderse.
Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban desde detrás de unas matas lo que sucedía.
El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho y miró hacia todos lados. Ellos se arrimaron a la ventana para ver la escena.
El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa y dejado sólo la vela. Se había sentado y había vaciado el contenido en la mesa. Sus ojos no podían creer lo que veían.
¡Era una montaña de monedas de oro! Él, que nunca había tocado una de estas monedas, tenía hoy una montaña de ellas. El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar la luz de la vela sobre ellas. Las juntaba y desparramaba, hacía columnas con las monedas.
Así, jugando y jugando, empezó a hacer columnas de 10 monedas. Una columna de diez, dos columnas de diez, tres columnas, cuatro, cinco, seis…. y mientras sumaba 10, 20,30, 40, 50, 60….hasta que formó la última columna: 9 monedas.
Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda mas. Luego el suelo y finalmente la bolsa. «No puede ser», pensó.
Puso la última columna al lado de las otras y confirmó que era más baja. – Me robaron – gritó – me robaron, malditos.
Una vez mas buscó en la mesa, en el suelo, en la bolsa, en sus ropas, vació sus bolsillos, movió los muebles, pero no encontró lo que buscaba.
Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro «sólo 99».
«99 monedas. Es mucho dinero», pensó. Pero me falta una moneda.
99 no es un número completo – pensaba – 100 es un número completo pero 99, no.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tensos, los ojos se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que asomaban los dientes.
El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados, para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Luego tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos.
¿Cuanto tiempo tendría que ahorrar para comprar su moneda número cien?
Continuamente hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla.
Después quizás no necesitara trabajar mas.Si tiene cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas de oro un hombre es rico. Con cien monedas se puede vivir tranquilo. Realizó el calculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario. «Doce años es mucho tiempo», pensó.Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. Y él mismo, después de todo, él terminaba su tarea en palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche y recibir alguna paga extra por ello.
Hizo las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero. Era demasiado tiempo!!! Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comidas todas las noches y venderlo por unas monedas. De hecho, cuanto menos comieran, más comida habría para vender…. Vender…. Vender…. Estaba haciendo calor. ¿Para qué tanta ropa de invierno? ¿Para qué mas de un par de zapatos? Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien.
El rey y el sabio, volvieron al palacio. El paje había entrado en el círculo del 99…
…Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche. Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando, de malas pulgas.
– ¿Qué te pasa?- preguntó el rey de buen modo.
– Nada me pasa, nada me pasa.
– Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
– Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?
No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.
Quizás el problema es que demasiadas personas tienen esta estúpida ideología.
Pensamos que siempre falta algo para estar completos. Y tenemos la idea errónea de que no podemos disfrutar de lo que tenemos si no estamos completos.
La cultura que nos rodea nos intentó mostrar que la felicidad tiene que esperar, y como siempre falta algo, la idea vuelve al comienzo. Nunca llegas a disfrutar del trayecto cuando ya estás de nuevo en el principio.
Si nuestra lucecita interna fuese capaz de iluminar nuestra vida y nos percatásemos de pronto de que nuestras 99 monedas son nuestro porcentaje completo de tesoro y que nada nos falta. Que nadie tiene nada nuestro en su propiedad, que estamos metidos en una trampa para mentes estúpidas, veríamos que parecemos estúpidos burros (mi respeto al animal) persiguiendo la zanahoria colgada entre nuestras orejas.
Me bajo de este carro, de mentes infelices, resignadas, malhumoradas y cansadas de empujar vivencias rutinarias y eternamente insatisfactorias.
Reflexión
Créeme, la infelicidad no consiste en no tener suficiente, sino en pensar que nos hace falta algo, aunque ese algo sea mínimo.
Y dejar que ese minucia nos robe la tranquilidad.
Dejar que una tontería nos haga pensar que, aunque sea poco, no lo tenemos todo. Estas sensaciones nos conducen a no valorar lo que tenemos y a dedicar nuestros esfuerzos a conseguir lo que creemos que falta.
Yo creo que la clave esta en que el sirviente es feliz porque no se para a pensar en lo que necesita, vive feliz con lo que realmente tiene y le parece suficiente, sin echar de menos lo que no tiene.
El peligro consiste en pararte a pensar en lo que crees que necesitas.
El problema es dejar que en tus pensamientos se cuele la idea de querer más, y permitir que estos pensamientos te hagan creer que lo necesitas. No dejes que toda esta situación te lleve a pensar que no lograrás la felicidad si no llegas a conseguir lo que crees para cerrar tu círculo.
Ellos tienen razón
esa felicidad
al menos con mayúscula
no existe – Mario Benedetti
No obstante, sí existe la felicidad con letra pequeña, con minúsculas. Y la crean todos y cada uno de los momentos que hacen que tu vida sea totalmente maravillosa.
Pienso de corazón y compruebo día a día que no es más feliz quien más cosas posee, sino quien menos cosas necesita.
Es una frase popular que resume perfectamente este cuento, que nos muestra como debemos vivir sin angustias, sin preocuparnos por lo que no tenemos.
Viviendo en paz y aprovechando a tope lo que tenemos.
Sé consciente de lo que eres, lo que ahora mismo posees: Valóralo, y no te compares con nadie. Y si lo tienes que hacer, hazlo mirando la felicidad de muchas personas que: viven sin agua, sin grifos, sin electricidad (electrodomésticos, televisión, teléfono, internet…). No lo necesitan y no debemos hacer que lo necesiten. No han entrado en ese peligroso círculo en el que podemos caer si nos dejamos llevar.
Y si te has dejado llevar por este círculo, intenta no pensar en lo que te falta, piensa que ya estás completo y disfruta de lo que sí tienes. Este mal sentimiento de que algo falta no te dejará gozar de tu vida.
Aprende a mirar en tu interior y allí encontrarás la plenitud, no mires hacia fuera.
Mantén tu presencia durante todo el camino, no añores lo que crees que falta: un hogar más grande, una pareja estable, un hijo, la jubilación, cualquier meta que creas necesitar para ser feliz…
Es una pena no entender que con 99 puedes ser feliz, no te centres en una sola moneda, pues si te dejas arrastrar entrarás en la dinámica de que siempre te faltará algo.
¡No añores lo que no sabes si en algún momento de tu camino aparecerá para ti!
Maravillosa enseñanza. La Paz no cuesta, es para todos y cada uno lo decide, así como la felicidad!!