Para los niños el día de Navidad es magia y es color, es alegría
Para ellos su imagen es pura y blanca, inmensamente blanca,
como un copito de nieve que flota en el oscuro, estrellado e infinito cielo.
El cielo donde estos días brilla «la estrella» que guía los caminos hasta el amor,
pero, ese amor que nos conduce hasta los niños y seres queridos que amamos, formando un círculo infinito.
El tipo de amor que habita en un lugar muy profundo de nuestra alma, iluminando nuestro corazón.
Es una sensación que no debemos dejar de esperar.
Porque para nosotros, los que ya no somos niños,
el día de navidad es verde, verde como mi nombre, Esperanza.
Esa esperanza es donde tenemos que mirarnos para alumbrar nuestras profundidades,
nuestros sentimientos endurecidos y asustados por las circunstancias.
Si la buscamos allí, la encontraremos como esa estrella que resplandece en el cielo nocturno de estos días.
Busca conmigo en tus recuerdos, ve a tu infancia y trae a tu presente esa sensación de atemporalidad;
en ellos también verás la navidad blanca, como cuando en tu vida no conocías la maldad, ni el miedo, ni el dolor,
como cuando tenías fe en todas las personas que te rodeaban, cuando todo era más fácil.
A mí me gusta ir allí de vez en cuando, y admirar la vida otra vez desde esos ojos, dejar de sentir incertidumbre, para sentir la protección de quien más amor me podía ofrecer, sentir esa paz, la paz que sentíamos en ese tiempo, sin tiempo,
sentir la amistad y el amor que aúna nuestro corazón con los colores de la alegría,
buscando y encontrando ese gran tesoro que brilla con su propia luz.
Encontrar ese sentimiento en el mar color azul brillante donde siempre se salvan los náufragos,
verlo con esa cara de sorpresa, con sonrisas y llantos emocionados,
alegría y compañía, ilusión, canciones, abrazos, poemas, regalos, y nuevas sorpresas.
Sintiendo que es infinita, aromática y dulce, como los dulces que añoras de esa infancia.
Para los niños no hay nada como la navidad, son las luces que encienden la vida, es magia,
es la reina, es la blanca navidad y yo me pregunto,
¿Qué harían los niños sin la navidad?
¡Vívela con ellos y a través de ellos!
¡Feliz día de Navidad!
Cuentito para el día de Navidad
Las luces multicolores que adornaban la tienda, encendían y apagaban sus cuerpecitos al compás de una bella melodía.
Desde la calle, el viento anunciaba a gritos que era época de Navidad.
El cielo se hacía chiquito, porque quería contener los cientos de ojos que disfrutaban del estallar de la pólvora en el aire.
A lo lejos un perro se bebía los destellos del cielo reflejados en un pequeño charco.
De la tienda, la gente salía y entraba llevando paquetes y bolsas de todos los tamaños.
Había tanta variedad de artículos, que pocos reparaban en una graciosa velita roja, que parecía saltar inquieta entre otras velas y candelabros.
Poco a poco las horas se fueron juntando, hasta convertirse en varios enormes días y pequeñas noches a la vez.
Entonces, nuestra velita de veteado vestido rojo, se fue quedando cada vez más sola; ya que la mayoría de sus compañeras se fueron marchando acompañadas de lindos obsequios. Pero no por ello perdía la esperanza de ir a alegrar con su luz el ambiente festivo de algún hogar.
Seguramente la tarde escuchó su blanquito corazón de parafina, por que antes de retirarse trajo de su mano a dos niños que con ansia y tristeza compraron la pequeña velita. Montaron en sus bicicletas y la llevaron hasta una vieja bodega.
Se ocultaron en su interior hasta llegar a una espaciosa esquina donde había tierra recién apelmazada y sobre ella una delgada cruz de palitos y cáñamo.
La velita abrió los ojos tanto como pudo al enterarse de aquella realidad que le estaba tocando vivir. La habían comprado para ser parte de un velatorio y no de la gran fiesta que ella había imaginado.
Los niños habían querido encenderle una luz a su pequeño gatito que había partido a la eternidad y al cual le daba mucho miedo la oscuridad.
De pronto la velita sintió que algo se prendía dentro de si. Uno de los niños había encendido la mechita que la ataba a la vida. Ella no dijo nada, solo cerró los ojos y empezó a llorar.
A lo lejos escuchaba el murmullo que los chiquillos ofrecían a su mascota ausente. Fueron las palabras más lindas que jamás había oído. Luego muy lentamente se fue quedando dormida, oyendo a medias los gritos del viento en su eterno cantar.
Al rato pudo despertar acompañada de una gran soledad que la envolvía.
¡Los niños se habían ido!
Ya sin fuerzas miró el trocito de mecha que le quedaba y volvió a cerrar los ojos dispuesta a desaparecer.
En un instante dejó de sentir, para luego ser levantada por unas suaves manitas que la aprisionaban con amor, a la vez que le decían: gracias por alumbrarme el camino en el momento en que más lo necesitaba, ahora te invito a venir conmigo a disfrutar del bello cielo preparado para nosotros, donde los segundos se duermen en los regazos de un tiempo que no tiene prisa por existir.
Es Navidad cuando…
Es Navidad cada vez que una luz brilla en las tinieblas.
Cada vez que sonríes a un hermano y le tiendes la mano.
Vives la Navidad cada vez que estás en silencio para escuchar al otro.
Cuando no aceptas aquellos principios que destierran a los oprimidos al margen de la sociedad.
Si esperas con aquellos que desesperan en la pobreza física y espiritual.
Siempre que reconoces con humildad tus límites y tu debilidad.
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