Mas allá del bosque

Escrito por Marié

13 de diciembre de 2020

Más Allá del Bosque

Rodeando el pueblo había un sendero por el que la gente solía salir a pasear. Era un caminito de tierra, con barandilla de madera y un bonito paisaje de árboles y montañas. El sendero terminaba en un espeso bosque. Cuando alguien paseaba por allí, al llegar al bosque siempre se daban la vuelta y regresaban al pueblo.

Pero a ella, desde bien pequeña, le había parecido entrever que el sendero continuaba, haciendo zigzag entre los opulentos árboles. Todos le decían que era fruto de su elevada imaginación, que el bosque era peligroso y en él no había ningún sendero ni nada parecido por donde caminar. Es más, todo el que en él se había aventurado no había vuelto jamás.

Aun así, cada vez que llegaban al filo del bosque y tenían que dar la vuelta, ella seguía apreciando como el camino continuaba serpenteando entre los árboles. Por eso, cuando fue lo bastante mayor como para poder pasear sola, un día decidió adentrarse en el bosque.

En efecto, una fina vereda continuaba por entre los árboles. Y caminó durante horas. El sendero era oscuro y silencioso, apenas algún rayo de sol conseguía atravesar la espesa vegetación, apenas algún crujir de ramas acompañaba sus pasos.

Comenzaba a anochecer, hacía frío, pero llegado este punto, sólo tenía dos opciones: regresar sobre sus pasos a aquel lugar donde le esperaba el calor humano o continuar hacia delante corriendo el riesgo de caminar siempre sola. Continuó caminando pues, a pesar de que la soledad le quemaba por dentro, una brisa fresca le aliviaba ese calor a medida que avanzaba. Por momentos, no le seguía ni su propia sombra, sólo la soledad.

Después de tres días y tres noches en los cuales el miedo fue su única compañía, de repente un día, cuando el sol empezaba a asomar, el bosque acabó. Era como si hubiera sido cortado por una sierra, una línea recta perfecta de cientos de kilómetros. El amanecer le dio la bienvenida a aquel precioso lugar que se abrió ante sus ojos. Llano, limpio, luminoso. Un horizonte infinito custodiado por el sol.

A lo lejos pudo reconocer a personas, algunos rostros le resultaron familiares, hombres y mujeres desaparecidos de su pueblo años atrás, otros eran completos desconocidos para ella. Pero lo que todos tenían en común era que habían visto un camino donde otros sólo vieron árboles.

Autor de la fotografía. Julián García.

Autora del cuento. María Valgo.

REFLEXIÓN:

Hay ocasiones en la vida, en las que seguir un camino significa dejar atrás a seres queridos y lugares también amados.

Caminos que nos asustarán y nos provocarán soledad.

Pero nuestro interior nos lleva a tomar ese camino porque la vía que estamos transitando no nos satisface. Si somos capaces de sobreponernos a nuestro miedo e incertidumbre, y abrazar la soledad, llegaremos al lugar adecuado donde tener el alma tranquila. Veremos un nuevo amanecer en nuestro interior, que permanecerá siempre y nos acompañará en adelante.

La gratificación de entrar en ese mágico y escondido lugar, está reservada para los que no se conforman con lo obvio, observan un poquito más, no creen todo lo que oyen, deciden buscar su propia verdad y ven el sendero entre los arboles.

«Todo final conlleva un principio, todo principio conlleva un final.»- María Valgo.

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