Mis mejores deseos a todos mis amigos, también a mis lectoras y lectores, y al resto del mundo. Hoy es un día de esos de compartir algunas otras experiencias de mi vida personal. Así que si no quieres continuar leyendo, ahora puedes marchar.
La verdad, he escrito tantas cosas, que no recuerdo las que no he escrito, pero bueno, el caso es asistir para que se manifiesten sentimientos o sensaciones con el objetivo de quedarme vacía y poder volver a llenarme.
Las comparto, me divierto y puede divertirse alguien más, incluso puede sentirse reflejado en algo, creo que a todos nos pueden suceder cosas similares.
Deseo compartir algunas cosas de mi vida experimental, algunas cositas importantes que me han ayudado a integrar todo en mi vida con esa otra vida espiritual, y de esta forma puedo observar todo lo demás con más amor.
Solamente la palabra está infravalorada y para mí es muy significativa. No el amor sexual, sino cualquier tipo de amor, sentir amor nos hace mejores personas. Exactamente como suena, sin necesidad de ningún apellido, no lo necesita porque no conozco ninguna expresión con más grandeza.
Es el sentimiento supremo. Es conciencia pura albergada en cada alma original.
El amor es íntimo, es individual y produce satisfacción inmediata cuando lo sientes en tu interior, sea lo que sea el objeto amado.
Voy a hablar de él como si fuese una persona…
Amor es el mejor amigo que se puede mantener o esperar en la vida, en todos los ámbitos, ya sean aciertos o no, incertidumbres o no, y sobre todo en nuestros pensamientos.
Si le dejamos, se convierte en nuestro eterno compañero, nos mantiene cálido el corazón, amparándonos y alejando la sensación de soledad.
Él siempre escucha, siempre responde, es fascinante. No obstante, le tenemos algo abandonado.
Es tan mágico que se puede manifestar de infinitas maneras.
A mi vida se ha acercado disfrazado de muchas cosas, sobre todo de maestro, pero también de filósofo.
En cada situación que se me ha mostrado, siempre me ha dejado algún privilegio. Observa bien a tu alrededor porque puede manifestarse como él quiera.
Es una energía similar al alma humana, que al igual que nuestro espíritu, lo que quiere es salvarnos de nosotros mismos. Nos llama de mil maneras, quiere atraernos y la mayoría de las veces ni apreciamos su presencia.
¿No estáis preparados para escuchar su dulce melodía? Él también habla al oído a las almas que tienen avidez por trascender. Pero no os asustéis.
El amor me era esquivo en muchas ocasiones, pero un día se acercó a decirme que me tenía que querer un poquito más a mí misma, yo tendría entonces unos 13 años y me sentía la niña más fea del mundo.
El caso es que tenía un pelo precioso, pero tenía que cuidarlo a diario. Aunque nunca se ha notado cuando lo he llevado peinado o cuando no, es salvaje como yo.
Pues ese día en que comencé a amarme, tenía ya una buena melena ochentera, larga y llamativa. Me hacia sentir importante y comencé a notar que a los chicos les gustaba.
Hasta entonces solo había recibido insultos, gritos y algún que otro empujón cuando caminaba cerca de ciertos personajes. Maltrato en toda regla.
Hasta los adultos que había alrededor eran sordos, realmente no sé si se enteraban o solamente se divertían cuando me tiraban del pelo, o me cantaban a coro.
Si te quejabas se enfadaban, porque no encajabas, querían niños lineales, ni muy inteligentes, ni muy poco, más bien que fuesen invisibles y fáciles de manejar.
Si me arreglaba o me ponía el pelo bonito me decían que de donde había salido, que como iba a estudiar así vestida. Más tirones de pelo, algún que otro reglazo o capón, más miradas de indignación y cada vez menos amor por mí misma.
Si seguía llamando la atención era peor, si lloraba todavía peor. Pese a esta situación horrible, comenzaba a escuchar una vocecita que me decía que esto pasaría y que tenía que tener valor, solo el suficiente para atravesar esas difíciles situaciones y esperar el tiempo suficiente a que aquellos años terminasen.
Así ocurrió, estaba tan frustrada que también me enfadé con mi lindo cabello y con unas tijeras poco afiladas corté mi flequillo, lo dejé trasquilonado y a centímetro y medio de su nacimiento. Una causa odiosa para seguir sufriendo horribles experiencias.
Me encontraba tan mal que me hacia pipi encima, adicionalmente a todo lo demás. Cuando esto ocurría, de pronto me llamaban para avisarme de que venía mi Paquillo a buscarme.
En esas ocasiones era tan enorme mi vergüenza que mi padre solía ponerme una de sus americanas largas sobre los hombros para que no se viese mi ropa mojada, así iba con él hasta mi casa.
Solía encerrarme en mí misma por largos ratos, esos momentos en los que me negaba a mí misma se me hacían eternos.
No entendía nada, mis vecinos no eran así, ellos fueron mis primeros amores, además de mis primos.
Tenía la costumbre de observar mi imagen en el espejo esperando que creciese ese flequillo que, al menos tapaba lo que yo consideraba una horrible frente con un lunar en el centro. Esperaba que creciese pronto y dejase de mostrarme mi horrorosa imagen.
Día a día mi pregunta era ¿podre sacar valor para ir mañana al cole? ¿Qué dirán de mí? Igual mañana me ignoran y pasa el día sin que nadie se dé cuenta de que estoy allí. O seguirán burlándose y riéndose… exactamente así fue, nada cambiaba pese a mis esperanzas.
En muchas ocasiones solía ponerme una bonita gorra que me había tejido mi tía Encarna, mi madrina, junto con un gran abrigo negro con botones de colores, al menos mi cuerpo no se podía ver, pero igualmente se burlaban de mi manera diferente de ir vestida, continuaban las risas y las burlas. Me decían a gritos: ¡fea!, pareces un rábano pocho, y cualquier grosería ocurrente del listillo de turno.
Experiencias sin amor, experiencias de dolor y vergüenza. Intento continuo de encontrar mi propia identidad tanto humana como corporal.
Ocasiones hubo en que parecía que me aceptaban y me invitaban a compartir los juegos. Pero solo era para que me fiase y les acompañase a la parte alejada del patio del recreo en donde solían ir a orinar antes de entrar de nuevo. En esta ocasión fue mi abuelo Curro, el que me tuvo que tapar mi ropa mojada, esta vez por mis dos compañeros, solo recuerdo un nombre: Rafael, el otro creo que era Raúl.
Mi abuelo me regañó y me dijo que no volviese a ir con esos niños maleducados y malintencionados.
Mi gran iluminación, Amor, llegó a los 14 años, cuando ya no tuve que volver a aquel manicomio.
Pero tuvo que pasar un poco más de tiempo para que mi mente dejase atrás lo que aprendió en él.
Sí, aprendí a menospreciarme, a desamarme, a martirizarme y a sufrir continuamente.
Nadie se había preocupado allí de enseñar a nadie sobre la humanidad de las personas, sobre el amor, sobre el respeto, sobre las diferencias ni la inteligencia emocional, sobre las diferentes inteligencias.
No sabía que Amor vivía conmigo desde pequeña sin que le hubiese mirado siquiera, porque no sabía que era él. Mi hermana me amaba, mis padres, mis amigos del barrio, del pueblo, de cualquier otro sitio que no fuese esa cárcel.
Así que cuando Amor llegó de otras infinitas formas, no lo creía, pero lo sentí. Llego con unos 16 años en forma de incienso de sándalo, creo recordar, o de palo santo que tanto le gustaba a mi padre.
Amor volvió a acercarse en forma de gemas, regaladas también por mi padre, la primera fue un sardónice. Y sobre todo en forma de libros, libros de las distintas religiones, libros de filosofía, pero como llegaron será otra historia, esta está siendo demasiado larga.
No obstante, el gran Amor hasta ese momento llegó como conclusión, no somos un cuerpo, somos una mente y un alma. Inteligencia, personalidad, espíritu…
Amor con grandes letras llegó de la mano de mi nota escasa en C.O.U. para estudiar bellas artes, con 17 años.
Allí transformé el color de mi bonito pelo negro, parecía una gitanilla flamenca de pelo negro y rizado que cambie por un tono rubio, no quería parecerme a la persona despreciada.
Me sentía enormemente diferente de lo que conocía sobre mí misma, orgullosa de mí, de mi nuevo cabello, de mi cuerpo, de mis pantalones ajustados que marcaban mi trasero, de mis tetas, grandes y duras.
Pero seguía estando la sombra de la falsa identidad que sufrí durante excesivo tiempo. Un gran saco de basura ajena.
Fue un peso difícil de soltar, y peligroso. Pero Amor me enseñó que en mi interior existía un propósito superior a todo lo experimentado.
Y entonces comenzó mi vida, Amor me unió a mi filosofía y me mostró que es igual de válida que cualquier otra.
Que también soy filósofa, como todos los filósofos que ofrecen una forma de ver lo que la vida nos ofrece y de explicarlo.
¡Y el paso más importante para ser feliz que me enseñó Amor, es que para poder continuar con mi vida de manera normal tenía que bendecir todo desde él!
¡Dando libertad total a la falsa identidad que habían creado de Marié!
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