Cuando emprendí mi camino de acercamiento a lo que realmente amo, también comencé a percibir un número cada vez más elevado de señales, de sincronicidades. Creo que se revelan en mi vida para ayudarme a elegir el mejor itinerario a seguir. Siempre he albergado la consideración de que esos canales me han ayudado a vivir de manera más natural el rito de la vida.
Es una sensación peculiar de nunca estar sola, percibiendo continuas presencias a mi alrededor.
Agradezco la bonita experiencia de tener la seguridad de estar conectada, tanto conmigo misma como con un sendero eterno del que desconozco el punto de partida.
Tampoco conozco cuándo finalizará o si concluirá en algún momento. Únicamente permito fluir lo que mi corazón va dictándome, sintiéndolo expandirse desde el más profundo amor.
Creo que él alberga información importante que quiere transmitirnos. Así que, todos podemos escucharle y entender sus mensajes, si le prestamos la suficiente atención.
Realmente, creo que somos los primeros que nos boicoteamos en esta misión, negándonos el permiso necesario para llegar a advertir sus mensajes.
Él, de ningún modo se equivoca si le escuchamos desde el amor y la luz.
Por eso denomino “rito” a la vida, un rito de escucha y atención. Si lo aceptáramos como tal, dejaríamos de perdernos cosas trascendentales que pasan desapercibidas.
Cositas marcadas con etiquetas de sencillez, selladas con una sabiduría escondida en el interior de cada uno de nosotros.
Suelen viajar desde un origen desconocido para nosotros y nos ayudan a ampliar la manera de ver la realidad.
Yo te diría que intentaras conectar con esas memorias antiguas grabadas en tu sangre, dejándote aconsejar por tus guías, ángeles, ayudadores…
Siempre he pensado que todos los días deben comenzar por observar cada vivencia. Aunque sean cosas cotidianas, y no obstante puedan parecer iguales, poseen la grandeza de ser totalmente distintas.
Todo depende de cada persona y de su actitud.
Cuando afirmo que la vida es un rito es porque considero rito a toda actividad enfocada en canalizar lo necesario para aproximarnos a lo sagrado. Para mí la vida como tal representa la más sagrada experiencia. Creo que toda vida tiene una noble conexión con el significado primigenio, el origen, la fuente.
La palabra vida ya denota superación. Nos permite mediante todo lo que hacemos, y que hoy voy a llamar ritos, relacionarnos con algo que nos sobrepasa y excede nuestras percepciones más modestas.
Toda nuestra cotidianidad, puede sacralizarse mediante lo que siempre llamo el viaje interior. Realmente creo que comienza por observar esas situaciones cotidianas, viviéndolas, recibiendo de cada una su mensaje único.
También escuchando la información proveniente de nuestra alma inmortal que atesora las llaves, las claves y los ritos para que tengamos la facultad de vislumbrar lo que está por venir. ¡Eternidad!
Un ejemplo un poco terrenal, ya que estamos en este sorteo. Yo creo que si observamos algún momento que nos haga sentirnos realmente felices, aumentando el latido de nuestro corazón, y que en cada persona es diferente, veremos que aporta a nuestra vida todo lo que le da un sentido que va más allá de lo concreto y material. (Para algunas personas, ver ganar a su equipo favorito, ir a una celebración religiosa…)
Aunque realmente a mí, y considero que a muchas otras personas, no nos son suficientes estas experiencias terrenales, para llegar a ese lugar sagrado.
Si nos remitimos al significado de la palabra, podréis entender mejor lo que quiero decir al afirmar que la vida es el mayor de los ritos. Rito deriva del sánscrito “rita”, cuyo significado es “orden” en el sentido de equilibrio espiritual universal. Quizás me comprendas mejor si te digo que tiene el mismo sentido que dharma en el contexto del hinduismo, tao para los antiguos chinos y maat para los egipcios de la época faraónica.
Si somos capaces de ver nuestra vida de esta forma, el camino que seguiremos ampliará nuestra manera de verla, permitiéndonos saber que somos muchísimo más que un cuerpo y que cada momento es un instante sagrado, aunque sea ni más ni menos que eso… un instante.
E instante a instante se construye tu vida. Si todos los instantes son vividos desde la presencia y el agradecimiento de poder disfrutarlos, haremos de ellos el rito sagrado que creo firmemente que se nos ha regalado.
Puedo resultar insistente y repetitiva en mis reflexiones, pero solo es porque quiero ayudar a ver la vida como el regalo divino que yo pienso que es.
En cada uno de los viajes, el mío, el de cada una de vosotras, de vosotros, tenemos el deber de sumar autoconocimiento. Descubriendo en cada paso lo que nos hace felices, ¿por qué vamos a experimentar todo desde el dolor cuando podemos hacerlo desde el amor y la felicidad?, lo merecemos.
Lo veo a diario, en mis reuniones, en mis terapias, en todas y cada una de las personas que se tumba en mi camilla. Al poner mis manos a su servicio, al notar aumentar la energía en ellas, al sentir esa llegada de luz y amor desde los confines del universo, descubro que somos lo mismo.
Siento tal conexión con cada persona, que me permite advertir que formamos parte de algo eternamente inmenso, podría decir que es como una red universal que va creciendo y tejiéndose a través del amor.
Cada persona que viene, todos, somos como granos de arena que influyen al impactar con cada uno de los demás. Me encuentro situada en el centro de esos impactos y advierto lo que sienten.
Al ayudar en los procesos de sanación, compruebo en mí misma una profunda sanación también, y una sensación enormemente gratificante.
Gracias a todo esto, puedo observar en muchas personas su inmensa cantidad de energía, la sublime capacidad de canalizar, y me gustaría que lo creyesen y lo pudiesen conocer de manera tan clara como a mí se me muestra. ¡Todos somos sanadores!
Cuando miro tus ojos puedo reconocerme en ellos, y me siento muy afortunada por ser uno de los puentes de la transformación global que está sucediendo.
Puedo verlo y sentirlo en cada testimonio que llega a mis reuniones, a mis círculos sagrados. Y esto sucede a diario.
¡Estoy feliz!
Defiendo a capa y espada el poder del amor, e invito a cada una de vosotras, de vosotros, a comprobarlo.
Creo que si cada uno se ocupa del amor a su alrededor el mundo sería distinto.
Tú, yo, todos, somos seres con poder, con visión y sabiduría. Una sabiduría que vive en nuestras profundidades. Cada uno tiene que rascar lo suficiente para llegar a él.
El trabajo será diferente para cada uno, según las capas que hayamos amontonado. Ayúdame, ayudándote así en este precioso trabajo.
Somos muchos y podemos formar parte de una trasformación colectiva. Para que cada vez más personas sientan que la vida en un rito sagrado y merece ser vivida y disfrutada, instante a instante.
Yo hago ofrendas de luz, con el deseo de acercarme al mundo espiritual, iluminándolo.
Prendo inciensos buscando protección y claridad mental.
Ofrendo velas en mi hogar para iluminar mi camino e iluminar el destino de los ausentes…
¿Quién quiere allanar este camino conmigo?
Suma tu luz. Acepto tu luz interna, la luz de tus velas y tus inciensos.
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