Yo misma y mis deseos

Escrito por Marié

12 de noviembre de 2022

Hoy me he levantado con ganas de deciros que mi objetivo principal en este momento es llegar a cumplir el gran deseo de servir de medio para abrir algún espacio donde la libertad pueda acceder a cada vida. Es mi propia libertad la que me permite poder decir esto y seguir siendo yo misma y mis deseos.

Al hablar de deseos me refiero a ciertas cosas que extraño, más que propiamente deseos. Cosas que hoy están ausentes, pero que en algún momento estaban presentes en mi vida. Esas cosas y esos sentimientos son los que me hacen mover el culo y ponerme en marcha hacia la aventura de acercarlas de nuevo a mí.

Quizás eso qué extraño es lo que necesito para sentirme completa, plenamente satisfecha. Y posiblemente sea sentir saludables mis pensamientos y mi mente, para sentirme libre.

Lo que ocurre es que cada sendero es inherente a cada deseo, y cada deseo y cada cosa extrañada pueden ser infinitos… Si lo medito no me refiero a los perdurables senderos, sino a las perpetuas actitudes, añadido además, a que en cada sendero puedes descifrar infinidad de inconvenientes. Lo decisivo en estas situaciones es lograr ver los inconvenientes y sus mensajes ocultos.

Podemos detener el paso y valorar si el mensaje secreto del obstáculo principal podría ser mostrarnos la mejor posibilidad.

Si me paro a pensarlo, me doy cuenta de que yo soy la culpable, porque en cada peldaño que subo o que bajo, me es más sencillo despistarme y olvidarme de lo importante. Debo permanecer segura y proseguir practicando para que no se me olvide.

Quizás a base de atención y ser todo oídos a los mensajes internos podría lograr poner luz en mi camino y, saltando el obstáculo, podría también ofrecer luz a los demás.

Creo que uno de los enredos más llamativo y peligroso es la culpa interna, así que quiero iluminarla para liberar mi propio perdón y el perdón a quien me haya herido.

Hay elecciones muy personales. Si puedes o no puedes, o si quieres o no quieres ofrecer perdón o pedirlo. Cada perdón, da igual en que dirección circule, requiere de un vínculo. Y si lo pienso, creo que hay motivos en cada vida que no se pueden equiparar, así que la decisión es complicada.  No obstante nada de esto profundiza en el veredicto de perdonar o sentirte perdonada.

Os cuento esto porque sospecho que asiduamente nos despistamos por entero y no nos permitimos siquiera unos instantes de libertad, de autoconocimiento. Nos agobiamos continuamente apostando por cuestiones que poco o nada tienen que ver con nosotros, manteniéndonos esclavizados por ellas y dejando la cuestión del perdón aprisionada.

Por eso, al alejarnos de nuestra libertad, lo verdaderamente trascendente, que somos nosotros y nuestro silencio interno, permanecemos en un segundo plano.

Y el principal objetivo debería ser crear y recrear la vida.

En estos días de principios de otoño, un otoño caluroso como ninguno previamente conocido, al menos por mí; honro compartir algo que está meciéndose en mis pensamientos. Inauguré el actual alojamiento de mi alma en otro otoño lejano, exactamente hoy hace 52 años y mis meditaciones se fugan desde mi presente hasta el día de mi inexperta llegada a escena.

Y como he hecho referencia al perdón, creo que el perdón fundamental desde ese día tiene que ver con liberar una deuda, la que representa el débito primero, el primer compromiso, el primer amor, el primer dolor… algo que no podremos pagar jamás… es el voto con la madre que nos regaló la vida.

Y realmente la existencia carece de una definición global aceptable.

Quizás sea algo que viajará siempre con cada persona, una hipoteca eterna. Pero creo que no requiere perdón, porque no forma parte de una balanza. Todo lo contrario, es un reconocimiento a la desmesura de una madre con respecto a sus nuevos brotes. Es algo que no tenemos la facultad de comprender hasta que no disfrutamos de progenie.

La vida es algo que jamás podrá ser pagado… la eterna deuda.

Imperecedera gratitud y reconocimiento, no culpa, ni lógica, ni amnistía, ni indulto, ni condonación. Nada se puede equiparar, y nada podemos hacer para compensar la deuda para con la madre.

Gracias entonces de nuevo madre por ser causa de mi vida, por hacer de palanca para mi transformación y por recibir de ti el mayor don, ser creadora como tú.

 

Por eso, intento diariamente descubrirme, atenderme, acordarme de aspectos íntimos enterrados y olvidados, para traerlos de vuelta y volver a construirme.

Pero quiero que sea sin dificultades, estoy cansada y me apetecen cosas sencillas, que me permitan seguir creando sin interrupciones.

 

¡Namasté!

 

 

 

 

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