Son mis amigos … En la calle pasábamos las horas,
Son mis amigos … Por encima de todas las cosas… — Amaral.
La vida es tan complicada o tan sencilla como determinemos que va a ser. Mi vida ha sido natural en muchas circunstancias y muy muy enmarañada en otras, supongo que similar a cualquier otra vida.
Creo que mientras que sea así, sin desproporciones por ninguno de los extremos, tendremos la capacidad más o menos de manejarla, entra dentro de lo normal. Una vida que sobrepase ciertos límites, la considero muy difícil, aunque seguro que necesaria para quien le toque vivirla.
Igualmente, es cierto que sobrevienen situaciones que nos ponen a prueba, y de ellas podemos extraer tanto lo mejor que tenemos para dar, que es lo difícil, como lo peor que nazca de nuestro interior, que es lo fácil.
Lo mejor: la verdad, el respeto, el silencio, la aceptación, la reflexión, la transigencia, la compasión… Lo peor: los juicios, críticas, discusiones, desacuerdos, imposiciones, berrinches, mentiras, incultura, simpleza, pobreza mental, falta de personalidad, soberbia, ignorancia…
Me complacería reflexionar sobre la amistad, y creo que dentro de ella debemos alejar todo lo negativo e intentar conocer a fondo a las personas. Puede que sea una cuestión difícil si ni siquiera tenemos la capacidad, ni la paciencia para autoconocernos.
Por esa razón, algunos de nuestros amigos, esos que nos han acompañado durante casi toda nuestra vida, nos siguen sorprendiendo muchas veces. Tanto positivamente, como defraudándonos, es inevitable, somos humanos y, por lo tanto, vivimos aprendiendo.
Puede ser por diferentes causas: muchas cuestiones pueden ser malentendidas, otras veces puede ser por cosas sin revelar o secretos dolorosos sin compartir con respecto a ellos, problemas con ellos sin hablar, miedo a lo que puedan pensar, o miedo a hacerles daño.
Y cuando dejamos que todo vaya pasando sin resolver lo que nos puede afectar, tanto ahora como en un futuro, las cosas se empiezan a escacharrar y a envenenar.
La amistad mientras dura y sea equilibrada, debería representar: confianza, intimidad, armonía, paz, concordia, compañerismo, familiaridad, lealtad, franqueza, fidelidad, honradez, afecto y por encima de todo, respeto.
A lo largo de la vida, vamos acogiendo personas en las diferentes estaciones por las que vamos pasando, algunas de ellas insólitas.
Por ejemplo, ciertas personas que conocemos nos resultan encantadoras nada más conocerlas, produciéndonos un anhelo inevitable de permanecer conversando y conociéndonos.
Son compañías fascinantes, aunque nunca más volvamos a vernos. Posibles magníficos amigos que se escapan de nuestras manos.
Ellos, en la mayoría de ocasiones, nos favorecen para que emerja lo mejor de nosotros mismos, algo bastante necesario para construirnos como mejores individuos.
En el camino vamos cruzándonos con otras personas que nos hacen reír y que ríen con nosotras. En otras circunstancias nos hacen llorar y también nos acompañan con sus lágrimas. Aunque aparentemente la ayuda no parezca valiosa, realmente lo es, simplemente la compañía es suficiente.
En determinadas ocasiones no tenemos las habilidades adecuadas para poder ayudar de otra forma que no sea desde nuestro silencio y compañía. Al menos yo, siempre he agradecido tener a alguien con quien poder reír y con quien poder llorar, y en otras ocasiones he acompañado.
Hay situaciones que me resultan muy bonitas, como episodios en los que conocemos a una persona a la que creemos conocer de antaño, de mucho tiempo atrás. Me hace pensar que la razón de ello es que debemos prestarle una atención especial.
Evidentemente, es algo importante debemos aprender ambos. Quizás nos conduzca a tener una relación dolorosa, o todo lo contrario, pero indudablemente considero que es para un aprendizaje común.
Probablemente en alguna existencia, o en esta misma antes de comparecer, habíamos firmado algún pacto para volver a reencontrarnos con el fin de solucionar algo que quedó a medias. Esto es una opinión personal y no es necesario que lo creas, es la convicción de una “chica” imperfecta en proceso de aprendizaje.
Considero que para conocer a una persona profundamente, es necesaria mucha atención, muchas horas, muchas situaciones, muchas cosas compartidas, buenas y malas.
Esto no es posible exclusivamente con un par de cenas, una noche en la discoteca, o tomando una copa un domingo. Es inviable, y tan imposible es, como conocernos a nosotros mismos con solo la autoobservación de un par de días.
Es muy complicado conocernos absolutamente a nosotros mismos, por eso, más complicado aún es conocer totalmente a ninguna otra persona con la que coincidamos, sea esta la que sea. Aunque pasemos todas las horas posibles juntos.
En ocasiones, aunque las cosas compartidas sean muchísimas, una de las dos personas se puede sentir decepcionada. Es un sentimiento totalmente válido.
Unas veces puede ser por esperar algo que no llega… en este caso es necesario aprender a pedir lo que necesitamos si vemos que la otra persona no sabe ofrecerlo. A veces no sabemos hacer las cosas como el otro espera de nosotros. Por eso “pide y se te dará”. Pide siempre, somos humanos y normalmente no somos adivinos.
Otras veces nos sentimos mal por advertirnos excesivamente juzgados.
Quizás las personas que más nos quieren juzgan que diciéndonos todo lo que les parece mal de nuestros comportamientos, nos ayudan. Realmente considero que se puede aprender de estas informaciones, pero en ocasiones nos sobrepasamos involuntaria o voluntariamente y nos sentimos angustiados.
Te lo dice una persona que intenta argumentar siempre desde la verdad, en mi diálogo no existe la mentira, no me parece educado. Además, si lo hiciese, el enredo sería descubierto muy rápidamente, mi memoria me delataría. Pero, también te digo que si la verdad que tuviese que decir fuese muy dura, intentaría expresarla de la manera más sutil posible. Nunca me ha gustado hacer daño voluntariamente. Involuntariamente, no está en mi mano.
Realmente pienso que hay situaciones que pueden romper o al menos agrietar cualquier relación.
Compartir mucho tiempo, muchas experiencias pueden dejar en todos buenos recuerdos, pero también malos.
Supongo que la balanza para medir estas situaciones debe estar perfectamente calibrada con el fin de poder decidir sin faltar a tu propia razón. Deberíamos valorar si merece la pena sufrir y mantener una amistad o es necesario pasar página y cerrar la puerta para poder volver a abrirla en algún momento futuro, si todavía es posible.
Hay situaciones en la vida que nos obligan a evaluarlas por ser algo que considerábamos impensable. No obstante, algunos altibajos pueden poner de manifiesto el desconocimiento profundo que tenemos de personas que creíamos conocer bastante bien.
Otras situaciones más concretas son las que nos dan pistas de si conocemos realmente a la persona.
Independientemente de lo compartido, soy del pensamiento de que debo estar siempre para las malas, para las buenas siempre hay alguien.
Otra de las cosas que me impulsa a valorar el tipo de amistad es mi comportamiento habitual, me considero una persona divertida, y en ocasiones advierto que determinadas personas demandan mi compañía precisamente por eso. También me caracteriza no tener vergüenza, y es algo que también veo utilizado en ciertas ocasiones. No es que esto me haga sentir mal, solo me causa curiosidad. Supongo que todos nos servimos en algún momento de lo que no tenemos y encontramos en los demás.
Personalmente, en alguna ocasión de mi juventud me hubiese gustado decir cosas que pensaba, pero no dije por no hacer daño, con la consecuencia de que el daño fue para mí.
No tengo esto demasiado en cuenta, sé que siempre me voy a divertir, siempre. Así que la compañía es lo de menos en este caso.
En muchos otros casos la compañía es lo más importante.
Realmente me he sentido muy acompañada y comprendida en mis peores momentos, así que sé con quién puedo contar.
En algunas ocasiones ha sido contradictorio porque en circunstancias malas me he sentido comprendida y escuchada y después me he sentido desvalorizada o boicoteada emocionalmente cuando me encuentro en momentos buenos. No sé dar una explicación lógica a esto. No quisiera percibir que es falsa alegría, ni me gustaría pensar que es envidia, son sentimientos muy negativos.
Hay personas que solamente muestran su vulnerabilidad en situaciones de ansiedad o estrés, ahí es cuando realmente podemos conocerlas. Realmente las situaciones, aunque sean similares, pueden ser enfrentadas de maneras muy diferentes por distintas personas, y sus reacciones nos pueden dar mucha información para poder ayudarlas o saber si podrán ayudarnos de ser necesario.
He visto amigos ponerse muy nerviosos ante situaciones que a mí me parecen sencillas de resolver, incluso agresivos e incapaces de encontrar una solución. Su solución suele ser una queja o una culpa hacia otra persona de lo ocurrido. Otras veces esos mismos amigos me han servido de pilar cuando el problema lo he visto yo y para ellos era sencillo de resolver. Este es el equilibrio bonito de la amistad,
¡Para eso estamos! Sin esta estabilidad no sería posible una convivencia adecuada.
Problemas, problemas, problemas que para unos lo son y para otros no. Genial. Unos más serios, otros más banales, pero todos ellos nos ayudan a conocernos entre nosotros.
Hay ocasiones en las que actuamos evitando o delegando las responsabilidades por no considerarnos capaces de resolver algo, o por sentir que no es nuestra obligación ocuparnos de ellos. Estos comportamientos dicen mucho de nosotros.
Si te encuentras con alguien que se pone triste o alegre dependiendo de como amanezca el día, también te dice mucho de ella.
No hay que perder los nervios aunque se te enreden los cordones de los zapatos y llegues con el tiempo justo a una cita… ¡Vísteme despacio…!, como decía mi abuela.
Luego hay personas que solamente se acuerdan de ti cuando te necesitan, no te escriben ni te llaman para preguntar como estás, solo para decirte sus problemas o para pedirte un favor. Más adelante, cuando el favor ha sido satisfecho pueden pasar meses sin recibir noticias. Es un poco decepcionante.
Aunque estas son situaciones menores no dejan de ser comportamientos de los que aprender. Siempre te da una idea de la manera de afrontar las situaciones de estrés de las personas y un ejemplo a seguir o un ejemplo para no seguir. Da mucha información sobre alguien.
Considero la amistad, como un intercambio desinteresado, creo en la amistad formada por lo que sientes por la otra persona, lo que ella siente y lo que nos hacemos sentir con nuestros comportamientos. Creo que algo basado en un interés nunca puede llegar a crear una amistad real.
He conocido a personas, sobre todo en la juventud, que pensaba que eran amigos. En aquellos años no te planteabas ciertas cuestiones, solo compartías algún tiempo en el instituto, otro poco de tiempo libre, pero al terminar de coincidir en ellos, la amistad se disolvía, decepcionante… ¡Nunca existió!
Suelo ser muy observadora, hasta el punto de hacer pensar a quien no me conoce, que soy desagradable o arisca. Pero es algo que me define, me gusta conocer donde me muevo, y si no observo no conozco.
Aunque tengo la seguridad que me ofrece poseer una intuición despierta, esto me permite tener claro cuando me necesitan y cuando no. Igualmente, no es una pista lo suficientemente clara de como es realmente una persona. Por eso la observación es más efectiva, me siento bien observando lo parecidos que podemos llegar a ser y a la vez lo diferentes.
La vida me premia o me castiga, como a todos, y toca hablar de las personas con las que suponías que te unía algo especial, una amistad, unos gustos comunes, un aprendizaje en cualquiera de las dos direcciones, y de pronto no hay nada. ¡Interesante! También era mentira. Una pena para ellos, ¡yo no miento! Cuando digo una pena para ellos, es porque intento no implicarme al punto de que afecte a mi vida y con ello a mis seres queridos.
Realmente cuando veo una anomalía o una situación de incertidumbre para mí, o para alguien que amo, hablo directamente sobre el posible problema y pregunto, así me siento tranquila. La respuesta puede ser sincera o no, pero no depende de mí. Al menos yo suelo decir lo que siento y lo que veo para aclarar cualquier malentendido.
Y luego, lo que más información suele dar sobre las personas, es convivir con ellas. Realmente, hay personas con las que me resulta difícil convivir. Sobre todo porque soy muy camaleónica, me adapto perfectamente a cualquier plan. Pero últimamente, no sé si es la edad, el tiempo o que; me apetece sentirme escuchada también, Realmente no necesito que mi opinión sea tan válida como cualquier otra, pero quiero que lo sea. ¿Me estaré haciendo vieja? Pero no me siento nada vieja.
No obstante, esto me hace rodearme de cada vez menos personas. No todo el mundo quiere tu opinión, ni siquiera los que consideras amigos. Solamente quieren imponerte la suya, me parece un poco infantil, de tener poca madurez, y me siento incómoda.
Convivir es compartir el espacio, respetar las opiniones, las decisiones e incluso las pertenencias de otro.
La verdad no me gusta discutir, no soy de discutir, nunca lo he sido y no voy a empezar a estas alturas, y menos por ideas absurdas o demasiado alejadas de mis valores. Personalmente, no me merece la pena.
Si no se sabe compartir, ni siquiera un espacio común sin mantener un respeto, no lo quiero. Iré desapareciendo sin que se den apenas cuenta, pero no creo que la vida consista en que unos ganen y otros pierdan, eso para los animales.
Es necesario que se demuestre que tienes tiempo para escuchar problemas que preocupan a otra persona, aunque a ti te parezcan sencillos de solucionar, no todos vemos de igual modo la vida. Los problemas personales, de familia, de salud, de economía, reuniones familiares… o simplemente la avería de tu caldera merecen ser escuchados para una convivencia sana. De lo contrario es puro egoísmo.
Una de las situaciones en las que suelo estar más incómoda, es cuando alguien me habla de otra persona. Creo que cuando tienes un problema con alguien y lo hablas con tu pareja o en tu ambiente íntimo, no es juzgar, es solamente compartir lo que sientes con la persona que quieres. Pero cuando esto sucede en una reunión de amigos tomando una cerveza, no me siento bien.
Sobre todo si te hablan de alguien con quien tienes trato habitual y no ves en ella eso que te están contando. Aunque hablar de otro no tiene por qué ser una falta de respeto, si lo que se dice no es adecuado si pasa a serlo y mi reacción suele ser defender cualquier buen comportamiento por parte de esa persona ausente. ¡Hay que dar segundas oportunidades! Todas las merecemos y las pedimos en alguna ocasión.
No me gusta, bueno, realmente no necesito valorar si existe alguna vida que sea mejor o peor que la mía, no hay balanza que pueda medir eso, es imposible. Así que si alguien me quiere contar cosas íntimas propias o ajenas que no sea con este objetivo. Cuando hablas de alguien siempre se dicen más cosas de ti que de esa otra persona que hablas. Pobreza mental.
Nunca entenderé ese humor que necesita desvalorizar a alguien o remedarlo para crear situaciones “divertidas”.
Y esas otras personas que piensan que están en la verdad, sin saber que la verdad es cambiante continuamente, sobre todo las que no son conscientes de que es demasiado evidente que piensan precisamente lo contrario de lo que te están diciendo. No sé si esta capacidad de descifrar esos mensajes es normal, pero es algo que reconozco en mí. ¡Situaciones falsas desconocidas!
Lo que resulta un poco más difícil de saber, pero que tampoco escapa a mis observaciones es un cierto egoísmo en algunos comportamientos. Está demasiado claro cuando te hace favores para satisfacer su conciencia, porque hayan recibido algún favor anteriormente y el hecho sea un compromiso. Sobre todo cuando percibes que posteriormente te van a necesitar y sienten que les vas a recompensar con lo que necesitan. ¡Qué evidente pobreza! Mi abuela me decía siempre que esto es solamente hacer un trueque, no un regalo.
Si tienes un problema económico es cuando vas a ver lo que tienes alrededor…
O cuando te hacen un favor, pero te lo están recordando continuamente, cuando te regalan o te ayudan con un pago y te lo repiten en montones de ocasiones. ¡Por favor, no quiero eso!
Si necesito algo, y la persona me quiere ayudar, aceptaré su ayuda desinteresada, nunca se me ocurriría recordar un favor hecho, la amistad, la familia se debe basar en la confianza y en lo incondicional.
Las cosas claras, pero no para recordarlas, las cosas se hacen de corazón o no se hacen. Cuando las recuerdas pierden su valor. ¡No las quiero! Prefiero nada que tener que escuchar esos comentarios
Cuando he tenido situaciones muy angustiosas, he tenido la suerte de sentirme acompañada, sobre todo en las de vital importancia. He tenido el apoyo cálido y con el valor que me hace saber que es real.
Mis amigos pasaron la prueba de fuego de mis momentos complicados.
Aunque también he podido comprobar en esos momentos quién es realmente cada uno, indiferencia, infravaloración, frialdad, falta de explicaciones. Sentimientos de superioridad de la otra persona frente a nuestra situación sintiéndose por encima de nosotros, aunque nuestro dolor sea real y extremo. ¡No tienen la suficiente empatía!
Así que creo que para que se acerquen a mí este tipo de personas con las que puedo contar en cualquier situación debo rodearme de quien se muestra sin imponer, y debo ser una de ellas, eso es lo que intento desde el respeto. Estar sin imponer, sin decir mis ideologías, mi forma de agradecer o de pedir. Por todo ello pido respeto por mis propias opiniones, creencias, ideologías. Quiero que me traten como yo intento tratar, desde el respeto.
Y como considero que cada persona tiene derecho a pensar y a sentir diferente, no me hables de política, ni de religión, ni de equipos deportivos, ni de tus ingresos, ni de tus hijos. Todos estos temas son sentidos por todos como si fuesen los mejores, y realmente para cada uno de nosotros lo son, pero no son los mismos para todos. No me vendas los tuyos.
¿Crees que conoces a tus amigos? Yo creo que no. A muchos os he escuchado hablar de personas que pensaba eran amigos vuestros, de maneras que me hacen ver que reamente vosotros no sois amigos suyos, y ellos no sé si vuestros. También me hace pensar en que cuando no estoy presente también soy objeto de juicios gratuitos. Pero es algo que no depende de mí. Te define a ti.
Y después de decir tantas cosas que han venido a mi mente sobre la amistad, me resta decir que a pesar de todo lo dicho, me siento una persona muy querida.
Decir también que quiero mucho a mis amigos, entre ellos la más importante, mi hermana, y que si me muero mañana me voy sabiendo qué he hecho cosas que me han hecho enormemente feliz.
He querido hasta no poder más y que me gustaría que bailasen y cantasen mis canciones preferidas.
O mejor sus canciones preferidas, pero que no lloren, nunca me voy a marchar, nunca voy a desaparecer, solo me voy a transformar.
Así que ir preparándoos para sentirme, siempre voy a intentar y vivo para poder hacerme presente para quien me necesite, tanto estando en este mundo como en el otro.
¡Siempre para ti!
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