Kintsugi, la belleza de la fragmentación

Escrito por Marié

25 de abril de 2022

Kintsugi, la poesía en las cicatrices de la vida

 

Kintsugi

Los humanos tenemos un miedo abrumador a que algún objeto valioso emocionalmente o que tenga mucha importancia en nuestra vida, pueda romperse. Perdería su valor, más allá del aprecio que le tengamos. Los japoneses encontraron una preciosa solución hace alrededor de cinco siglos a la que pusieron el nombre de Kintsugi, la belleza de la fragmentación.

Esta milenaria y bella cultura piensa que cuando un objeto ha sufrido algún daño, cuando se quiebra o tiene grietas, ya tiene una historia, lo convierten en algo único, que lo hace más bello que si no lo tuviese.

El Kintsugi recupera la cerámica dañada reparando las grietas con finas y delicadas uniones doradas, estas uniones pueden ser más o menos sofisticadas según la técnica utilizada.

Estas técnicas pasaron a ser para ellos una filosofía de vida. Se basaba en mostrar la belleza de las grietas o las juntas de los pedazos rotos una vez que son recompuestos, en lugar de esconderlos o desecharlos.

Normalmente pensamos que cuando un objeto se rompe, puede resultar feo, pierde las propiedades estéticas que lo definen y no es más que algo inútil. Creemos que es algo que nadie desearía conservar.

Y gracias a esta costumbre, se nos muestra que se puede preservar y mejorar la belleza que definía nuestro preciado objeto, acentuando sus mal llamados defectos. De esta manera le damos una segunda vida y una belleza única acentuada por sus fracturas.

El procedimiento es cauteloso y puede ser revelado de diversos modos.

La parte más evidente y por la que se comenzó a usar es para cubrir, rellenar, pintar las grietas con polvo de oro o con pintura al oro y aceptar la belleza que tiene este dorado elemento.

Una vez realizado, nos recuerda el valor de nuestro objeto a pesar de sus grietas. Y hay otra parte menos emocional y mas practica que nos invita a restaurar y ser más sostenibles.

Si buscamos las similitudes con nuestra vida, es una forma de decirnos que la autenticidad y singularidad residen en las grietas que forman parte de nuestra historia. Incluso los lugares rotos o con cicatrices son hermosos y no debemos tener reparo en mostrarlos.

Si miramos las cicatrices visibles

Pero nuestra vida, al igual que las piezas que tienen gran valor para nosotros, no es infalible. Nuestras cicatrices e imperfecciones son las que nos definen, es donde nos descubrimos a nosotros mismos.

En esas huellas reside nuestra fuerza interior, nuestra autenticidad. De nosotros depende pintar nuestras piezas rotas con oro. Nuestro poder es la fuerza que emana desde nuestro interior.

Y cuando en nuestra vida aparecen adversidades o errores, debemos utilizar el ejemplo del Kintsugi para saber sobrellevarlos, recuperarnos y repararnos.

Si observamos las reacciones occidentales, desafortunadamente la vida actual es esclava del consumismo y la obsolescencia programada, así que nuestra manera de actuar sería muy diferente.

Si casualmente en un descuido tropezamos por casa y se nos cae nuestra taza de cerámica preferida, directamente recogemos los trozos y los tiramos a la basura.

Este comportamiento sería incomprensible en Japón.

¿Leyenda o realidad?

kintsugi comprimidoAllá por el siglo XV, en plena era Muromachi (período de la historia japonesa que comienza en 1336) , el sogún (persona que de forma totalitaria gobernaba Japón en nombre del emperador entre 1192 y 1867) Ashikaga Yoshimasa (1436-1490) presenció con horror la fractura en pedazos de su taza de té predilecta.

Desconsolado, el venerable gobernador dispuso la recogida de los fragmentos y su envío a la vecina China con la esperanza de que el buen hacer de sus prestigiosos artesanos alcanzara para reparar la catástrofe.

Pero a su regreso, quedó afligido: sus trozos habían sido remachados con unos ganchos metálicos de grosera apariencia.

Así pues, no le quedó más alternativa que depositar su confianza en la pericia de artesanos autóctonos, los mismos a quienes previamente había menospreciado y de cuya mano nacería el arte de reparación cerámica conocido como kintsugi.

Mediante el ajuste y la unión de los fragmentos con un barniz rociado de oro, la cerámica recuperó su forma original.

Si bien las cicatrices doradas y visibles transformaron su esencia estética, evocando el desgaste que el tiempo obra sobre las cosas físicas, la mutabilidad de la identidad y el valor de la imperfección.

Así que, en lugar de disimular las líneas de rotura, las piezas tratadas con este método exhiben las heridas de su pasado, con lo que adquieren una nueva y mas valiosa vida.

Se vuelven únicas y, por lo tanto, ganan en belleza e intensidad. Se da el caso de que algunos objetos tratados con el método tradicional del kintsugi (también conocido como “carpintería de oro”) han llegado a ser más preciados que antes de romperse.

Así que esta técnica se ha convertido en una potente metáfora de la importancia de la resistencia y del amor propio frente a las adversidades.

Realidad o leyenda, lo cierto es que los testimonios indican que este arte alcanzó un cierto grado de sofisticación, a juzgar por las piezas conservadas.

El empleo de la savia adhesiva conocida como urushi data del período Jōmon (14500-300 a.C.), en que la cerámica experimentó su primer reconocimiento en el archipiélago japonés. Entretanto que su realce con metales preciosos tuvo su desarrollo inicial en la Edad Media, aunque no se popularizaría hasta la época Edo (1603-1868).

En esa época, Japón se encontraba inmerso en las doctrinas del budismo zen, que enfatizaba la rigurosa práctica de la meditación sentada, la comprensión de la naturaleza de la mente , «percibir la verdadera naturaleza», y la expresión personal de esta visión en la vida diaria, especialmente en beneficio de los demás.

Este conjunto de ideas generó valores estéticos como el wabi-sabi, un doble concepto que alude a la pobreza, la transitoriedad, el desapego y la soledad como principios rectores de la expresión.

Wabi-sabi

 

Mientras de mala gana retiraba mis manos de la taza que giraba lentamente, vi sus lados irregulares y quise enderezarlos un poco.

 

Estaba en Hagi, una antigua ciudad alfarera en un área rural de Yamaguchi, Japón.

 

Confié en el alfarero, quien me dijo que dejara la taza así, pero no puedo decir que comprendiera sus motivos.

 

«Tiene wabi-sabi», dijo el alfarero sonriendo, mientras llevaba la taza de barro al horno.

 

materasYo me senté sin dejar de fijarme en la falta de simetría de la taza y preguntándome a qué se refería el alfarero con «wabi-sabi».

 

Resulta que es frecuente fallar en el intento de comprender esta expresión.

 

El término wabi-sabi no solo es intraducible, sino que es considerado indefinible en la cultura japonesa.

 

A menudo se murmura wabi-sabi en momentos de profunda contemplación y casi siempre se complementa con la palabra «¡muri!» (¡imposible!) si alguien pide que explique a qué se refiere.

 

tazaWabi, que en términos generales significa «la elegante belleza de la humilde simplicidad», y sabi, que significa «el paso del tiempo y el subsiguiente deterioro», se combinaron para formar un sentido único de Japón y fundamental para la cultura japonesa.

 

– Lily Crossley-Baxter
– BBC Travel

 

De algún modo, el wabi-sabi encapsula una noción de melancólica serenidad, de hermosura en la imperfección y lo sutil.

 

Cualquier objeto del universo puede ser partícipe de esta belleza, pues como proclama el sintoísmo, religión ancestral del país, todo ente posee un espíritu propio, desde la más insignificante de las piedras hasta el más poderoso de los dioses (kami).

 

madera

 

Etimológicamente

El término kintsugi, también conocido como kintsukoroi, se compone de los vocablos kin, «oro», y tsugi, «ensamblaje» o «reparación», entendida esta como legado. Se escribe con el kanji 金 継 ぎ, «oro» () y «reparación» (継 ぎ).

 

En lugar de ocultar sus fallas, el kintsugi aspira a resaltar las cicatrices presentes en la cerámica, que adquiere así una segunda vida, una historia.

No existe un instrumental prefijado para la ejecución de esta tarea: su hallazgo corresponde al artesano.

 

Paso a paso

El primer paso consiste en reunir y hacer inventario de los fragmentos dispersos de la pieza a remendar. No los eligen aleatoriamente, se guian por un vínculo íntimo entre sujeto y objeto guiados por la emoción.

A continuación, se procede al pulido de sus bordes (no es imprescindible, hay quien prefiere el acabado mas rudo), antaño realizado con espinas de pescado. Sobre una base de barro, agua y tierra arada se añade la savia urushi (de inestimable valor dada su relativa escasez) para la fabricación de una pasta adhesiva con la que unir los pedazos.

Dicha pasta se aplica sobre los bordes con unos pinceles de excepcional finura.

Transcurridas tres semanas de secado, las grietas son bañadas en oro, pero no se persigue la ostentación, sino la iluminación del objeto desde un nuevo enfoque que pone el énfasis en los sentidos y en el aprecio por la pieza.

– Fuentes y fuentes fotográficas: elpais, ikigaimatsuri, ritmo social, salirconarte, labellezadeloroto, pedrodiaz, eficientesyconscientes.

Metáfora de la vida

En cierto sentido, el kintsugi puede ser interpretado como una metáfora de la propia existencia. Nuestra vida está llena de imperfecciones que, desde la humildad y la compasión (por uno mismo y por los demás), pueden ser reparadas.

Es similar a ciertos comportamientos en algunas personas, aunque la solución es una revalorización de los objetos dañados, en ocasiones se renuncia a ellos a la ligera cuando tienen fácil reemplazo.

Si extrapolamos la filosofía vinculada al kintsugi a nuestra vida actual, colmada de ansias de perfección, competitividad, sentimientos de superioridad… Y a la vez aspiramos a esconder nuestra naturaleza frágil, esa que nos hace más humanos y auténticos (si logramos reconocerla), bajo la máscara de la infalibilidad y el éxito… Puede suceder que podamos ver a lo largo del tiempo fracasos, desengaños y pérdidas, y no queramos perder el tiempo en reparar esas partes rotas.

Además, puede que los sueños que teníamos, no los hayamos logrado o que no sean exáctamente como los pensamos. Lo importante es quedarte con las cosas buenas de los momentos dificiles, que reconozcas la posibilidad de levantarte de nuevo y seguir tu camino. Reconocer tu capacidad de resiliencia y tu fuerza de voluntad para continuar aprendiendo de cada problema y la leccion que trae para ti. Nunca desde el victimismo.

Aunque nos esforcemos por ocultar los defectos, desde que nacemos vamos acumulando cicatrices.

 

 En el arte de no decir la verdad (Ed.Anagrama), se dice que: «hemos aprendido a camuflar con gran esfuerzo, y manteniendo la compostura, incluso la más terrible de las conmociones que nos golpean”. – Adam Soboczynski (escritor y periodista).

 

Sin embargo, somos vulnerables no solo física, sino también psíquicamente.

Cuando las adversidades nos superan, nos sentimos rotos. A veces, es el azar el que nos lleva al punto de ruptura; otras, somos nosotros mismos, con nuestras elevadas expectativas no cumplidas y el anhelo de novedades, los que nos dañan.

 

“La memoria y la imaginación son las mejores armas del resistente”. – Josep Maria Esquirol (filosofo).

 

Pero, como animales creativos, tenemos un instrumento capaz de imaginar alternativas a la realidad. Sin embargo, cuando soplan malos vientos, ¿en qué nos basamos para resistir la embestida?:

 

Las personas con verdadero amor propio, es dura, tiene algo así como agallas morales; hace gala de eso que antes se llamaba carácter”. – Joan Didion (escritora).

 

Aumentar el amor propio a pesar de las heridas, nos ayuda a tener una vida plena, ademas de superar la tendencia a tener en cuenta las expectativas ajenas y las ganas de agradar a todo el mundo.

Otra cuestión es tener claro que no hay recomposición ni resurgimiento sin paciencia.

En el kintsugi, el proceso de secado es un factor determinante. La resina tarda semanas, a veces meses, en endurecerse. Es lo que garantiza su cohesión y durabilidad… paciencia.

 

«La capacidad de saber sufrir y de tolerar infortunios es la clave para afrontar cualquier situación.»  Un día, mientras paseaba con un amigo, le dí este consejo: “Hay que dejarse llevar por todo, entregarse a todo, pero al mismo tiempo conservar la calma y tener paciencia. Solo hay una forma de superación que empieza con superarse a sí mismo”.

 

«La receta para vivir», del autor de: «El proceso es sencillo, pero no por ello menos difícil»: “Tenemos que absorberlo todo pacientemente en nuestro interior y crecer”. – Kafka (escritor y gran cultivador de la paciencia).

 

Saber valorar lo que se rompe en nosotros nos aporta estar serenos frente al problema. Tenemos que aprender a apreciarnos como somos: dañados y flamantes, únicos, irreemplazables, en constante evolución.

 

“El mundo nos rompe a todos. Y luego algunos se hacen más fuertes en las partes rotas». -Ernest Hemingway (escritor y periodista).

 

 

Es probable que nos pase a todos, a veces nos esforzamos en ser y parecer perfectos, sin darnos cuenta de que lo somos en nuestras imperfecciones.

 

Nuestras cicatrices nos definen y a veces son la muestra de que estamos vivos, merecen nuestro agradecimiento.

 

¡Ellas son las que nos hacen bellos!

 

¡Namasté!

 

 

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