Me ha despertado la madrugada con la sensación de haber descansado lo suficiente, cuando solamente he dormido 4 horas. Me siento totalmente despierta y son apenas las 4:30 de la madrugada, así que aquí estoy, escribiendo. Tengo una sensación agradable en mi mente y en mi cuerpo, como de regresar de un largo viaje, probablemente lo haya hecho, porque llegan evocaciones a mi recuerdo de un trayecto de regreso desde un precioso lugar en el corazón de la naturaleza.
Este lugar es un poco difícil de describir, nunca había visitado algo parecido, su emplazamiento tampoco puedo ofrecerlo, puede estar situado en cualquier ubicación… la naturaleza tiene muchos corazones.
Lo que sí puedo hacer es describir lo que he podido percibir y disfrutar en él o ellos porque han sido varios.
Quedan retazos en mi mente de viajar suspendida en el aire por algo invisible o utilizando medios propios. El destino, un espeso y viejo bosque.
“Volaba” de la mano de alguien muy conocido para mí, alguien que no logro ahora recordar, pero mi sensación era de sentirme muy cómoda y protegida.
Nos acompañaban en este vuelo varios “seres” de diferentes colores.
Sentirme acompañada por ellos me provocaba un sentimiento profundo de tranquilidad y una seguridad difíciles de describir.
Comenzamos a descender muy despacio hacia esa hermosa y extensa zona verde que llevaba observando desde arriba durante bastante tiempo, así que probablemente nos dirigíamos a una zona muy profunda de ella.
No recuerdo si iba vestida, pero lo que recuerdo perfectamente es que estaba descalza, y al descender hasta tocar el “suelo” sentí bajo mis pies una especie de arena muy fina y tibia.
La arena formaba parte de un senderito estrecho entre la espesura por el que comenzamos a caminar. Andar sobre esa arena suavizaba mis pies y me aportaba una sensación muy gratificante.
No habíamos caminado mucho cuando nos encontramos en un claro entre la gran cantidad de árboles. Esta pequeña especie de plaza estaba intensamente iluminada.
Los árboles que nos rodeaban eran majestuosos, enormemente altos. No me era posible ver la totalidad del tronco, excesivamente ancho y lleno de hermosos nudos, similares a sabios ojos que nos observaban.
Parecía un bosque milenario, el aroma era indefinible, no puedo decir que fuese agradable, pero tampoco desagradable, era totalmente desconocido.
Pudimos comprobar que cerca de cada uno de los árboles, a su amparo, había unas “camas” o camillas o tumbonas, no encuentro la palabra porque nunca había contemplado algo similar.
Parecían construidas en piedra y tenían gemas brillantes y pulidas en su superficie, creí reconocer alguna, no obstante no me atrevo a confirmarlo, pues todo era demasiado impenetrable para mí.
Tenían curvaturas y una superficie aparentemente ergonómica. Nuestros acompañantes nos invitaron a recostarnos en ellas.
Comenzó a advertirse una melodía procedente de algún instrumento desconocido, no puedo asegurar que podía ser, pero eran acordes suaves, tranquilizadores y diría que sanadores, que nos ofrecían mensajes sin palabras.
Cuando nos tumbamos sobre aquellas superficies, comprobamos como se acomodaban perfectamente a nuestro contorno, o nuestro cuerpo a ellas. Fue una extraña sensación, como si estuviesen preparadas o se adaptasen a nuestra medida.
Pudimos constatar también que su temperatura era cálida, sin ser excesivamente caliente.
La sensación de acogimiento y paz eran tales que entramos, apenas sin darnos cuenta, en un profundo sueño.
No puedo precisar cuanto tiempo estuvimos allí recostados.
Al despertar, se hallaban junto a nosotros dos seres esbeltos, sus cabellos eran tan claros que parecían completamente blancos, sus rostros tenían una apariencia joven, pero me es imposible decir su edad, parecían atemporales.
Ambos nos contemplaban bondadosamente y se comunicaron con nosotros sin necesidad de palabras, ni otro sonido, entendimos que querían que los acompañásemos.
Durante unos instantes volvimos a caminar sobre arena suave durante un tiempo impreciso, y sin darnos apenas cuenta volvíamos a estar suspendidos en el aire, esta vez en compañía de estos dos bellos seres.
En esta ocasión sobrevolamos sobre la gran espesura, desde la distancia pudimos contemplar una extensión enorme de árboles. Cada cierta distancia podíamos observar un número bastante considerable de plazoletas circulares similares a la que habiamos conocido, cada una con varias de esas hamacas. En todas ellas había personas, o animales recostados. Observar esta escena nos produjo una bella sensación amorosa.
También nos sorprendió observar que a cada recinto circular, llegaba desde las alturas una especie de rayos o tubos de luz blanca, brillante e intensa. No alcanzábamos a ver de donde provenía, pero era similar a una lluvia de luz sobre cada lugar.
Nos escoltaron en una navegación aerea sobre todo el bosque, despacio. Lo dejamos atrás y sobrevolamos también sobre una gran cordillera, por unas colinas que emitían una energía muy potente, como si estuviesen vivas y nos observasen.
Cuando las perdimos de vista, percibimos a lo lejos el brillo de algún astro sobre el agua y a los pocos momentos descendimos en una pequeña bahía alejada de cualquier mirada. Nuestros acompañantes nos indicaron con sus manos que nos sentásemos en unas piedras sobre la arena, eran piedras pulidas, bellos rodados tallados por el agua de aquel mar interior.
Pudimos comprobar que el agua era cristalina, sin ninguna impureza, de un precioso color turquesa.
Un astro similar a un sol, reflejaba una luz velada sobre el agua, provocando brillos anaranjados allí donde la besaba.
Escuchamos unos sonidos procedentes de los altos seres que nos acompañaban, eran como melodías suaves que nos invitaban a entrar en el agua.
Fuimos caminando y entrando despacio en el mar, comprobando que la temperatura del agua era similar a la de nuestro cuerpo, así que no fue nada complicado adaptarnos a ella. Cuando estuvimos completamente sumergidos, la sensación era la de haber regresado al hogar, a un lugar totalmente amoroso, envolvente y protector.
Disfrutamos de la hermosa huella que nos quedó profundamente impresa, un tanto irreal y surrealista. Sin embargo, comenzamos a nadar sobre esa agua respetuosa y acogedora.
Observamos que a cierta distancia había algo que sobresalía del agua, como unos pequeños islotes oscuros que nos causaron curiosidad.
Los seres nos indicaron con su mirada que nos acercásemos a esos islotes. Mi impresión es de que estaban excesivamente lejos, pero ellos nos comunicaron que podíamos sumergirnos por debajo del agua.
Eso hicimos, y para nuestra sorpresa no necesitábamos salir a respirar, es como si pudiésemos respirar sumergidos completamente en el agua, así que nos resultó muy sencillo alcanzar nuestro objetivo.
Pudimos contemplar a infinidad de seres que habitaban en ese onírico mar, todos eran luminosos y de temperatura templada, no eran fríos, y aparentemente eran los responsables de que la temperatura del agua fuese perfecta para nosotros.
Nuestros nuevos amigos, desde al aire, nos indicaron que nos acercásemos a las rocas. Cuando estábamos lo suficientemente cerca, comprobamos que eran enormes geodas extraordinariamente brillantes, con unos colores que no puedo describir.
Nos invitaron a entrar en ellas a descansar, y yo elegí una de un color parecido a un violeta intenso, mi color preferido. Aunque no era exactamente violeta, no tengo un nombre para ese color. Subí con un poco de impulso a su interior y me acomodé un tanto expectante.
Nos comunicaron que podíamos estar allí todo el tiempo que quisiésemos
Así lo hicimos, y al igual que en el bosque, nos quedamos dormidos.
No sé decir cuanto tiempo permanecimos allí, porque al despertar la cúpula que nos cubría era de un azul intenso, un azul oscuro salpicado del mayor número de estrellas que pudiese haber imaginado.
También nos observaban desde la distancia dos astros con un brillo y unos colores desconocidos para nosotros.
Un poco sorprendidos bajamos al agua dando un pequeño salto y regresamos disfrutando de nuevo del trayecto.
En la orilla nos esperaban sentados en la arena esos magníficos seres. Nos observaban entre divertidos y curiosos.
Se acercaron a nosotros y nos acompañaron de nuevo al espeso bosque.
Antes de marcharse nos comunicaron sin palabras que cada vez que necesitásemos descansar profundamente les llamásemos.
Comprobaron nuestros rostros sorprendidos al percibir esta comunicación, ¡no hablaban! ¿Cómo podríamos llamarles?
Uno de ellos sonrió de una manera especial, sin mover apenas nada de su rostro, y un sonido leve envuelto en notas musicales llegó a nuestros oídos. Dijo que ese era su nombre.
No me sentí capaz de poder repetirlo si lo necesitase, y él volvió a sonreír, haciéndome saber que no necesitaba pronunciar nada, solamente evocar esos sonidos en mi mente…
En ese momento los seres luminosos que nos habían acompañado al bosque volvieron a aparecer y comenzamos a volar con ellos de regreso. El aire empezó a percibirse más frío, cerré los ojos un momento para disfrutar de lo que había experimentado y cuando los abrí de nuevo estaba en mi cama, eran las 4:30 de una madrugada de domingo…
Bonita experiencia disfrutando de una naturaleza «diferente» y llena de una energia especial. Energia equilibrada que me provocó una transformación y la certeza absoluta de poder invocarla cada vez que la necesite…
¿Quien no ama la naturaleza?, no puedo concebir que alguien no sienta atracción por la sensación vibrante que transmite.
Yo siento un amor profundo y un profundo respeto por ella, por la madre, donde cada elemento danza en una armonía perfecta, donde todo está conectado a un nivel que los humanos no percibimos con la misma claridad que el resto de seres que la habitan.
Dentro de ella, en sus profundidades, en sus aullidos, en sus suspiros habita escondido un mensaje profundo para cada uno de nosotros.
Pero somos muy soberbios, creemos que tenemos poder, y realmente no lo tenemos, no frente a ella, somos seres fugaces, somos un pequeñísimo suspiro en el vasto aliento de los universos.
Somos pequeños filamentos trenzados con el resto de seres que componen el mágico tejido de la existencia.
Creemos que todo es muy complejo, y tenemos razón en parte, la vida es rica en complejidad, pero tiene la capacidad de hacérnoslo sencillo, tan sencillo como seamos capaces a adaptarnos.
Sus energías nos envuelven y nos enseña como intercambiarla con todo a nuestro alrededor, nuestro trabajo es estar atentos para percibirlo y aprovechar sus enseñanzas.
Cada ser es responsable de sí mismo, no puede pedir explicaciones a nadie. Cada persona emite una energía y un color particular que forma un mosaico hermoso junto con el resto de vidas.
No tenemos que aprender desde la imitación, sino desde la comprensión y la propia creación. Esto es posible regando diariamente el jardín interior que prospera adecuadamente en cada uno, si nos llegamos a conocer en profundidad.
Mis abuelos, me remito a ellos como siempre, porque estoy orgullosa de ellos, aprendí mucho con sus vidas y ejemplos, fueron mis mejores maestros. Ellos, las personas de esas edades, conocían secretos que pueden perderse por los comportamientos irresponsables y cómodos. ¡No quiero que se pierdan! Al menos los míos, voy a intentar por todos mis medios, que sigan presentes en mi vida y a través de mis hijos. Espero que ellos sepan aprovecharlos también.
Casi todo por no decir todo en la vida son ciclos, cuando menos lo esperas aparecen viejas novedades, que flotan en esa energía que todo lo envuelve para manifestarse de nuevo en el momento necesario.
Lo único que espero es que seamos capaces de diferenciar las energías densas que pueden acercarnos a viejas y dolorosas costumbres.
Me gustaría que cada persona se pudiese introducir en los mundos de sabiduría que nos han precedido. Los que nos enseñan sobre lo que se genera con ese tipo de energías densas.
Pido ayuda a todos esos planos sutiles que nos rodean detrás del velo, para que puedan poner a nuestro alcance las herramientas necesarias para continuar con una vida llena de tranquilidad, paz mental, igualdad, poder compartido, compasión y amor incondicional. Entre otras tantas virtudes que nos podrían ayudar a que el mundo fuese un lugar más amable para habitar.
¿Quién está preparado para esto? Podemos trabajar juntos, vamos a descubrir juntos como trabajar las energías adecuadamente.
Sé que hay muchos grupos de trabajo que se encargan a diario de intentar sanar todo a su alrededor. Aporto mi pequeño granito desde mi pequeña posición y pido que te unas a estos preciosos procesos que pueden generar el cambio que tanto necesita nuestra grandiosa madre.
Cada uno puede aportar su pieza a este extraordinario puzzle, el exclusivo color de su energía única, para engrandecer el cosmos.
¿Quieres formar parte de esta enorme red conectada con una consciencia despierta que maneja sus energías desde esos planos sutiles que nos rodean? Vamos a compartir los secretos de la naturaleza.
¡Si tienes inquietudes al leerme, ven a verme!
¡Hablamos!
¡El lugar es aquí, y el momento, ahora!
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