Como cada año regresa Yule, el solsticio de invierno con su larga noche, y como cada año voy a reflexionar sobre él. Tengo que aclarar que estas fechas me pillan un poco cansada, estoy cansada de muchas cosas pero sobre todo de dolores. Tengo ganas de gritar: ¡Abuela estoy cansada! ¡Abuela como hacías tú! Quiero ser como tú.
He reflexionado sobre muchas cosas, y sobre estas fechas algo ha caído. La verdad es que este tiempo me provoca descansar, desacelerar un poco. Quizás es una sensación que me contagian los árboles, esos que tiran sus hojas y descansan en esta época. O quizás alguno de esos animales que aprovechan este tiempo para hibernar. No lo sé con seguridad, pero es algo que me parece normal y mi cuerpo me lo recuerda.
Estos días del final del otoño son los días más cortitos del año. Esta oscuridad nocturna también influye en mi cansancio, no me disgusta la noche, pero me provoca descansar. Tengo menos ganas de salir del rinconcito cómodo en el que estoy segura.
Tengo más ganas de escribir envuelta en mi suave manta, la preciosa manta llena de color que me ha hecho mi hijo David.
Sé que en otras ocasiones he escrito sobre esta fecha, fecha final del otoño. El otoño es mi estación favorita, y también todo lo contrario. Es mi estación favorita al comienzo por sus bellos colores. Y todo lo contrario por la oscuridad, en la oscuridad se esconden las sombras, aunque el escondite no les sirva de mucho.
Y bueno, tenemos de nuevo aquí el solsticio de invierno y, como todo lo que he escrito sobre él ha sido en el ámbito astrológico. ¡Por supuesto, hoy no voy a hacerlo!
Voy a reflexionar una manera de usar este nuevo cambio anual para poder sentirme mejor. Me refiero a que estas fechas nostálgicas, de un tiempo a esta parte, me invitan a descansar. A leer un poco más de lo habitual, también a entrar en mi mundo silencioso para escuchar mejor lo que tengo que decirme.
Creo que todo ello me sucede para estar preparada para dar la bienvenida de nuevo al astro padre en su regreso con más energía, fuerza y luz.
Puede ser que el solsticio contenga la esencia que provoca este cansancio físico que me invade casi hasta el comienzo del nuevo año. Así que creo que es normal que me sienta cansada y lo quiero utilizar para conectar con los deseos profundos de mi corazón. Pienso que puede ser una puerta que se abre para que pase al otro lado y use sus dones.
Es contradictorio y un poco complicado… están muy cercanos los días de vértigo de las fiestas navideñas.
Quizás sea por este cansancio normal de la transición «otoño invierno» que a muchos nos venga grande toda esta parafernalia que se monta en navidad.
Esta manera de consumir desmesurada que cada vez me cuesta más entender.
El cansancio habitual de los intensos movimientos que hacemos de compras, regalos, preparativos, provoca en mi vida unos, también intensos, movimientos internos.
Por eso, los momentos de entrada al solsticio intento dedicarme a recargar un poco las energías y enfrentar en estas fiestas, carentes de esencia, la presión de tener que estar al cien por cien, cuando lo que siento es una inmensa tristeza.
Lo que me apetece en muchas ocasiones es estar sola en mi rinconcito seguro y amoroso. ¡Cada vez necesito menos! ¡Abuela estoy cansada! Es todo tan adulterado, tan ficticio…
… El solsticio puede ayudarme, porque es el nuevo comienzo de la aparición de la luz en mis días. Emocionalmente, me siento conmovida por ello y es algo que me ayuda a que en las próximas fechas pueda vivir más hacia mi exterior, dejando todas las sensaciones que se me mueven por dentro, justo ahí, dentro.
Ya sabemos que con el paso del tiempo cada vez se hace más difícil vivir ciertas fechas, cada vez tenemos a más personas a las que nos gustaría ver y abrazar, allí en ese lugar en el que nos es casi imposible poder hacerlo. Y no solo abrazar… charlar, preguntar recetas, pedir consejos, reír… compartir. Y aunque se les extraña siempre, hay fechas en las que su ausencia se hace más presente.
Invito a las personas que aún tienen a todos sus seres queridos a su lado, a que disfruten de ellos, les acompañen y les escuchen, porque cuando te quieres dar cuenta… no puedes hacerlo.
Y no quiero poner a nadie triste, aunque hay veces que la tristeza es buena compañera, refresca un poquito el alma para prepararla para los nuevos cambios de energía que trae cada cambio de estación.
Con los acontecimientos del solsticio y con el fin de cada año vuelven los ofrecimientos también a hacer una revisión amorosa de lo vivido durante su paso por nuestra vida.
Yo suelo dedicar un ratito, un poco más largo de lo habitual, a cada persona que no volveré a ver en este plano, y ello me ayuda a enfrentar lo que esté por venir… Egoístamente, sabes que tienes cada vez a más personas para ayudarte en ese paso cuando toque cruzarlo.
Así que hoy, día de solsticio me acerca a una manera bonita de hacer algo por mí. Conectar con cosas que me hagan sonreír, que relajen mi cuerpo y aflojen un poco las exigencias que me impongo a mí misma.
Aprovecho la magia que existe en estos días de cambio, y todo el simbolismo que les rodea… nuevo nacimiento de la luz, ¡en el hemisferio norte por supuesto!, para comenzar, como siempre, algo que nos una en un mismo sentir y aumente nuestra energía común.
Algo que también pienso en estos días, es en las personas que me han llamado para darme las gracias… es el regalo más bonito que puedo recibir… saber que sirvo de ayuda incluso desde la distancia, es de las cosas más gratificantes que se pueden vivir, al menos yo lo siento así.
Y los mensajes de hoy son para todos ellos, para todos los que me habéis llamado para darme las gracias. Hoy os las doy yo a vosotros, sois lo mejor que me ha podido pasar. Quiero seguir eternamente conectada a la sabiduría de cada cambio de ciclo como el de hoy, y a todas las reflexiones que habitualmente vienen a mi mente.
Aprovecho también para agradecer a todos los que me leéis, a todos los que soléis llegar hasta aquí en estos tiempos movidos y extraños que nos ha tocado vivir.
«Abuela, estoy cansada»
«Abuela, estoy cansada. Muy cansada.»
“Toma tu cansancio, hija mía, y envuélvete de él. Como una manta en los fríos meses de invierno. El cansancio viene a hacerte un nido, a traerte ropa cómoda, a invitarte a entregarte a su cálido abrazo. Quédate dentro de ti misma. Sin fuerzas, sin pensamientos, sin acciones. Como la nieve que lo cubre todo para ablandar el mundo, para amortiguarlo, para protegerlo del ruido. Acepta los copos de tu cansancio y déjate cubrir completamente por ellos.»
«Podría morir enterrada ahí abajo…»
«Tú en cambio renacerás. Como la semilla en la tierra. No resistas tu cansancio, no lo rechaces con mil acciones, mil intenciones, mil sentimientos de culpa. Solo quiere tomarte de la mano y llevarte a disolverte en el vacío. Justo ahí, donde está la fuente de toda fuerza interior. Nos enseñaron a ser fuertes resistiendo. Pero es en la rendición que emergen las verdaderas heroínas».
—Tengo miedo, abuela. ¿Y si el cansancio me aniquila?
«Hija mía, no tienes miedo al cansancio, sino a perder el control de ti misma. Ha llegado el momento de que te entregues a la vida. Y de engendrar junto a ella los hijos e hijas más maravillosos: ¡los frutos de tu alma!»
Autora: Elena Bernabé
Ya quedan pocos días de este año, de este año de despedidas y de recuperaciones.
Quedan pocas horas para poner en marcha los movimientos necesarios en el ajedrez de los procesos pendientes.
Quiero aprovechar el impulso del tobogán vertiginoso de los últimos días y me gustaría que la dedicatoria de esta abuela me sirva de trampolín.
He adaptado el cuento y lo he aplicado en esta reflexión, me ha servido para suponer a mis abuelas diciéndome algo así, tan similar a los sentimientos que me han traído estos últimos y oscuros días anteriores al solsticio de invierno.
Recibo con alegría al sol, a cada minuto de crecimiento solar diario que me ayudarán a recibir las reuniones familiares, las celebraciones y los aromas que tantos recuerdos traen a mi presente.
Espero de corazón que estas reuniones me encuentren sin dolor, tranquila, segura, equilibrada y descansada.
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